Engaños en el periodismo

  • La revista Siempre y el caso del periodista José Natividad Rosales.
  • George Bush: El presidente que mintió sobre la guerra de Irak.
"News Paper Textures 7". Elena @Flickr

«News Paper Textures 7». Elena @Flickr

Por Jorge Meléndez Preciado

Publicado originalmente en RMC 82

Lo más preciado de un periodista es su credibilidad. En los medios sucede lo mismo.

Un caso muy sonado y característico en nuestro país es TV Azteca. A raíz del asesinato de Francisco Stanley, que sigue impune, se derrumbaron los noticiarios de ese canal. Antes, Javier Alatorre y sus demás compañeros llegaron a tener mejores audiencias que TELEVISA, la cual estaba a la baja. En los medios impresos los escándalos no han sonado tanto, aunque los pleitos entre importantes periodistas se dan con cierta frecuencia.

El asunto en Estados Unidos tiene gran importancia. Recientemente nos enteramos que el hombre de color (no voy a decir negro, ya que la ley de discriminación aprobada me puede sancionar, ja, ja) Jayson Blair hizo más de 600 artículos durante cuatro años para The New York Times y en muchos de ellos faltó a la verdad. Comentaba asuntos de los que ni siquiera tenía información fresca, decía que estaba en una ciudad y se encontraba tranquilamente descansando en el campo, pedía boletos de avión y no viajaba ni en Metro, aludía a fuentes confidenciales y sólo las encontraba en su cabeza. En fin, que el hombre tenía una imaginación desbordada.

Lejos de premiarlo, lo corrieron del famoso y más que centenario diario, y con él se fueron los directivos que lo apoyaron en todo momento. El público reclamó irritado porque le habían dado gato por liebre.

No es el único caso registrado. En 1981, Janet Cooke se hizo acreedora al Premio Pulitzer por un reportaje en The Washigton Post donde relataba cómo se drogaba un niño, quiénes eran sus proveedores y de qué manera obtenía los estupefacientes para su consumo: todo era invención. Y en el 2001, otro miembro de The New York Times, Michael Finkel, escribió acerca de un niño negro al que vendieron en pocos dólares para que fuera siervo permanente en una sociedad donde se precian de haber abolido la esclavitud.

Todos los tecleadores y algunos de sus patronos fueron reprobados. Raro. No ha sucedido así con George W. Bush, quien ha engañado a todo mundo respecto a la guerra de Irak. No hay asociación entre Al Qaeda y Sadam Hussein, ni éste ni su monstruosa familia fueron apresados, ni existen las armas químicas, ni hay democracia en la cuna de la civilización. La mayoría de los medios, lejos de indignarse por el engaño, tienen a George como el civilizador, tal vez porque cambió las leyes para que los oligopolios tengan ahora mayor posibilidad de adquirir medios en diferentes lugares, tanto impresos como audiovisuales. Claro, hay excepciones y Paul Krugman en sus artículos ha planteado la farsa que es la presidencia estadunidense, lo mismo en la política, la guerra y la economía (su reforma fiscal favorece a los grandes consorcios que hincharán su bolsillo).

 

El inmenso Nati

Esto nos trae a colación que en México somos menos estrictos con las infanterías. Un caso de cómo Volar lo constituyó José Natividad Rosales. El periodista coahuilense (1919-1976) empezó a escribir en la famosa revista Siempre! porque le llevó a José Pagés Llergo una entrevista con el Papa Pío XII, incluyendo una foto dedicada a los lectores.

El texto, desde luego, se anunció en la portada y fue la envidia de todos. Pagés le encargó otros trabajos al compañero que era bajo de estatura, moreno, bizco y, por este último motivo, usaba lentes oscuros.

Pero el material del Pontífice fue una mentira. Ello, lejos de llevar al cadalso a Nati, hizo que José le encargara trabajos tan notables como interpelar a Fidel Castro, al Che y a Mao. Sabía el fundador de la mejor revista de los años cincuenta y sesenta que la novelería portentosa de un reportero es importantísima.

¿Hasta dónde puede uno salirse de cauces? Pregunta que vale la pena, ya que mucho de lo dicho por reporteros no siempre es veraz.

Por cierto, en 1968, José Natividad le habló a Joel Ortega y le dijo. “Están aquí unos estudiantes franceses que participaron en la lucha de mayo y quiero los conozcas”. Ortega me lo comunicó y fuimos al departamento de Nati en Tlatelolco, en el edificio Molino del Rey. Al llegar nos esperaba Rosales, el cual casi siempre lo recibía o lo despedía a uno con onomatopeyas. Nos propuso que fuéramos a Xochimilco, la Venecia mexicana, para que los extranjeros conocieran los canales. Además, en el carro Moskvicht del tecleador podíamos correr un Pedo volante, es decir, consumir botellas de vodka Stalichnaya de ida y regreso. Desde luego que estuvimos de acuerdo y cumplimos con todo. Al final, quedamos de llevar en días siguientes a los jóvenes activistas. También lo hicimos y en la entonces Escuela Nacional de Economía (hoy Facultad) de la UNAM, los chavos relataron sus hazañas. Luego de un tiempo, empezó el movimiento estudiantil mexicano y en el periódico La Prensa, si mal no recuerdo en la columna dominical Sembrador, que dictaban desde la Secretaría de Gobernación a dos supuestos periodistas, apareció que Joel y yo éramos los contactos con la subversión extranjera que trataba de desestabilizar al país. Ja.

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