México ante las Sociedades del Conocimiento

Una perspectiva desde tres escenarios


Recientemente,  durante  la  Sexta  Bienal  de  Radio,  Cees  Hamelink,  uno  de  los  teóricos  más  reconocidos  en  las  Ciencias  de  la  Comunicación,  señalaba  que  en  lugar  de  hablar  sobre  las  sociedades  del  conocimiento  (tema  de  la  sesión  inaugural  de  esta  bienal),  deberíamos  aplicarnos  en  desarrollar  una  sociedad  democrática.  Sin  democracia  no  hay  conocimiento  posible  ni  podríamos  concebir  una  sociedad  avanzada.

Carmen Gómez Mont

Primer escenario:

la democracia

Hamelink tiene razón en sus anotaciones, pues en México tenemos la costumbre de adoptar rápidamente términos y convertirlos en moda. La sociedad del conocimiento se ha tornado una llave mágica que abre diversas fuentes; desde aquéllas que generan presupuestos y financiamientos para posibles proyectos hasta aquéllas que son útiles para debatir en foros y encuentros en los que se abordan tanto temas regionales como internacionales. El peligro sería impulsar tal concepto sin partir de un análisis más detallado del entorno en que se fundamenta, es decir: el de la democracia.

En México, hablar de democracia, más que de sociedades del conocimiento, es fundamental debido a las circunstancias actuales que vive el país. Como elemento importante de la democracia está, desde luego, la posibilidad de desarrollar sociedades plurales del conocimiento, tema que nos lleva directamente al segundo escenario fundamental para México: su marco legal.

Segundo escenario:

las reformas a la ley

La esencia de las sociedades del conocimiento nace de la posibilidad de abrir la información, confrontarla, compartirla y aplicarla a ciertos procesos a fin de que se pueda transformar la misma realidad. Sólo desde esta perspectiva podríamos hablar de las sociedades del conocimiento que realmente nos interesan y forman parte fundamental de una democracia.

La reciente aprobación de las reformas a la Ley Federal de Radio y Televisión (LFRT) dejan entre interrogantes dos elementos fundamentales: ¿hasta dónde quiere llegar la democracia en México? y ¿en este marco podríamos hablar de manera acertada de sociedades del conocimiento? Es un hecho que esas reformas, como tanto se ha señalado, apuntan a impulsar a los monopolios y no a las diversas fuentes desde donde se expresa la pluralidad de voces en México. Uno de los sectores que resulta más perjudicado es el de los pueblos indígenas. Esto es lamentable, pues además de atentar contra los derechos de la información y la comunicación de ciudadanos mexicanos, se atenta contra la urgente necesidad de contar con medios de información y comunicación que dediquen toda su infraestructura para rescatar conocimientos que por la misma dispersión de los pueblos indígenas hacia centros de trabajo, peligra con desaparecer. ¿Hasta dónde, como sociedad, podemos enmendar estas fallas? Si queremos hablar de democracia y, como parte de ella, de sociedades del conocimiento, resulta fundamental hacernos tal pregunta con todo el peso que conlleva.

Tercer escenario:

¿estamos listos para el Mundial?

El Mundial no sólo es futbol, no sólo es fiesta: es expresión de diversidad y de respeto a las múltiples culturas que participan en el evento de alcance mundial.

Desde el marco de la democracia mexicana en formación y desde el marco de las reformas a la LFRT, estaremos sufriendo algunas consecuencias dignas de consideración. No podemos asilar estos dos contextos que van a influir de manera directa en la generación de imágenes de alcance universal y que, durante semanas previas a las votaciones, estarán tocando la emotividad de los televidentes o de los internautas.

En primer lugar, no debemos olvidar que este encuentro tan importante será transmitido por los intereses de grandes empresas transnacionales y que a través de ellas se va a construir la imagen –poderosa o debilitada­– de aquellos países que van hacia las finales y el triunfo por la Copa. Desde esa perspectiva son múltiples los estereotipos que se van a manejar –por no decir manipular– y que tendrán una influencia directa en la autoestima de nuestro país. Desde luego que esos días de tanta emotividad van a influir en el estado de ánimo de los mexicanos, y con ese mismo estado de ánimo decidirán ir o no a votar.

Siendo un espectáculo de alto alcance mercantil, será fundamental en primer lugar levantar el ánimo por medio del discurso del triunfo –o del posible triunfo– para después dejarlo caer ante el posible fracaso.

La transmisión deriva en este caso de grandes empresas televisivas, cuyo interés radica en la ganancia: ¿qué otras versiones podríamos tener para contrastar un discurso más que futbolero, comercial? Si hubiéramos contado con una ley que apoyara la diversidad en las transmisiones mediáticas, contaríamos con versiones mucho más objetivas sobre el verdadero papel que puede cumplir México durante el Mundial. Tocando nuevamente el discurso de Cees Hamelink, nos preguntaríamos hasta qué grado tales transmisiones televisivas podrían influir en procesos democráticos en México cuando la imagen proviene en un 90% de empresas cuyo principio fundamental es incrementar sus ganancias y no las vías para el debate, el análisis y la reflexión sobre lo que implica un evento como éstos en pleno proceso electoral.

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