Del Ateneo de la Juventud al florecimiento de la cultura

“Sólo la cultura nos sacará de la barbarie”
José  Vasconcelos  Calderón
Foto: "Esos libros..." de Marcos Alvarez @ Flickr

Foto: «Esos libros…» de Marcos Alvarez @ Flickr

Por José Luis Esquivel Hernández
la caída del imperio de Maximiliano en 1867, el Presidente Benito Juárez se propuso reorganizar la enseñanza en México, por lo cual retomó la herencia de Gabino Barreda para aplicar a la educación las teorías del sociólogo francés Augusto Comte, una de cuyas frases (“Saber para prever, prever para obrar”) resplandecía en el bello edificio colonial del antiguo colegio jesuita de San Ildefonso donde empezó a funcionar la Escuela Preparatoria. 
El positivismo, que Barreda bebió en París directamente, fue el modelo impuesto para conferirle una nueva fisonomía al país, pero su decadencia fue notable con el tiempo porque, a fuerza de querer someter todo al estudio de las ciencias y reaccionar contra las humanidades eclesiásticas, se enseñaban cada vez menos las letras y nada de literatura española, reduciendo el latín y el griego al examen de algunas raíces.
La negación de la cultura llevó inclusive a la clase burguesa, que a fines de siglo XIX era la única que tenía acceso a la escuela, a pavonearse de su ignorancia, pues se consideraba a la poesía y el arte formas atenuadas de la locura o pasatiempos de jóvenes, buenos, a lo sumo, para adiestrar su espíritu o su memoria.
Con los nuevos aires culturales entre siglos, expresados en el modernismo del nicaragüense Rubén Darío, jugaron un papel importante  en México La Revista Azul , de Manuel Gutiérrez Nájera, y La Revista Moderna , de Amado Nervo, gracias al florecimiento de famosos poetas como Díaz Mirón, Jesús Valenzuela, Manuel José Othón y Luis G. Urbina.
En estas circunstancias fue como a principios de 1906 Alfonso Cravioto y Luis Castillo Ledón fundaron una revista de jóvenes, Savia Moderna, pero al desaparecer inmediatamente ésta, el arquitecto Jesús Acevedo convocó en su estudio a los precursores del que llegaría a ser el Ateneo de la Juventud , en ese afán renovador de la cultura y lucha contra las teorías del positivismo.
 
Fuentes documentales sobre el ateneo
José Luis Martínez, nacido en Atoyac, Jalisco, el 19 de enero de 1918 y fallecido el 21 de marzo de 2007 en la ciudad de México, dentro de su larga trayectoria tiene el mérito de haber dirigido el Fondo de Cultura Económica (1977-1982) y durante su gestión creó la colección “Revistas Literarias Mexicanas”, con el propósito de poner en circulación, en ediciones facsimilares, las principales revistas publicadas en México durante la primera mitad del siglo XX.
Entre 1975 y 1986 fue cronista de la ciudad de México y desde 1980 dirigió la Academia Mexicana de la Lengua y perteneció también a la Academia Mexicana de Historia, lo que le permitió escribir La Expresión Nacional / Letras mexicanas del siglo XIX, que es una fuente de documentación para pulsar los orígenes de nuestro periodismo cultural, al igual que los estudios monográficos que realizó sobre Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, Manuel Acuña y López Velarde.
A él, y a Emmanuel Carballo, así como a Enrique Krauze, a Fernando Curiel y últimamente a Susana Quintanilla (“Nosotros” La juventud del Ateneo de México, Tusquets Editores, México 2008) se debe la ponderación y vindicación justa de la Sociedad de Conferencias que funcionó en México en 1907-1908 y culminó con la creación del Ateneo de la Juventud el 28 de octubre de 1909, el cual sólo alcanzó a organizar dos series de conferencias, pero que tuvieron un peso muy relevantes en los nuevos tiempos que coincidían con las vísperas del estallido de 1910.
Su éxito, fincado en la fraternidad y en una sana explosión de juventud, se debió a la existencia de un grupo central y otro periférico de latente calidad intelectual: el dominicano Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Jesús T. Acevedo, Alfonso Reyes y Ricardo Gómez Robelo en el grupo central, al cual se agregará luego Julio Torri; y en el periférico José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Alfonso Cravioto, Eduardo Colín, Carlos González Peña, Mariano Silva y Aceves; y aun como aliados ocasionales Roberto Argüelles Bringas, Luis Castillo Ledón, Isidro Fabela, Nemesio García Naranjo, Rafael López, Manuel de la Parra y Genaro Fernández Mac Gregor.
Alfonso Reyes, fundador de la teoría literaria latinoamericana  y el escritor más completo y ambicioso de su generación, pronunció tres conferencias en 1907 y una de ellas, compuesta para el primer aniversario de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Preparatoria , la consideró el “punto de partida” de su prosa. Y el 26 de julio de 1916, al hablar José Vasconcelos en la Universidad de San Marcos, de Lima, Perú  y referirse al Ateneo de la Juventud (“una generación que tiene derecho a llamarse nueva, no sólo por sus años, sino más legítimamente porque está inspirada en estética distinta de la de sus antecesores inmediatos”), dijo de Alfonso Reyes: “Euforión le llamábamos hace algunos años porque como el hijo de Fausto y la Belleza clásica era apto y enérgico en todo noble ejercicio del alma. Su adivinación de nuevos senderos en la estética, su intensa labor literaria, su dedicación exclusiva al ideal, se pueden apreciar en libros, opiniones y artículos”.
También en Ulises Criollo (1935), Vasconcelos afirma: “Los literatos Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Alfonso Cravioto imprimieron al movimiento una dirección cultista, mal comprendida al principio, pero útil en un medio acostumbrado a otorgar palmas de genio al azar de la improvisación y fama perdurable sin más prueba que alguna poesía bonita, un buen artículo, una ingeniosa ocurrencia”.
Alfonso Reyes, por su parte, tuvo expresiones sentidas para otros dos grandes del Ateneo, Luis G. Urbina y Enrique González Martínez. Así se lo dijo a Emmanuel Carballo para Protagonistas de la Literatura Mexicana (Alfaguara, 2005, sexta edición):
“Luis, con su rara penetración, nos adivinó, vino hacia nosotros y se mezcló en nuestras filas, nos enseñó a tutearnos con él, reconoció que podía adquirir algo de nuestra frecuentación, y no tuvo empacho en abrir de nuevo los libros para estudiar, modesto y sencillo, en nuestra compañía. Estricto contemporáneo de Rubén Darío, se escucha en él una quejumbre que viene de muy hondo  y muy lejos (la vieja lágrima de su poema), y cruza la marea modernista, solitario y dulce, en su leve esquife romántico. La poesía de Enrique González Martínez maduró en la provincia, es decir, en la soledad, y nos llegó madura a México, cuando él se incorporó al grupo del Ateneo de la Juventud (…) En él, como en la figura platónica, la belleza y el bien se confunden en una armonía superior”.
Ellos formaron parte del grupo más entusiasta, más unido, más afectuoso, más inteligente; de una de esas pléyades  que marcan la historia de un país o de una literatura y que las generaciones siguientes envidian a través de siglos y fronteras. Ellos iniciaron la tradición intelectual moderna en nuestro país, y si bien su afán crítico socavó la racionalidad porfiriana y abrió paso a la Revolución , nunca se sintieron cerca de la ideología emanada del conflicto armado, de acuerdo con Jorge Volpi, autor de “La imaginación y el poder”, ensayo aparecido en Letras Libres en octubre de 2000.
 
Detonador de la cultura
En Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña: correspondencia 1907-1914, José Luis Martínez, por su parte, señala la importancia del Ateneo de la Juventud como detonador de la cultura en nuestro país. “ La Revolución Mexicana y la empresa del Ateneo fueron dos movimientos paralelos, uno en el campo más amplio de la transformación política y social del país, y otro en el orden del pensamiento y la formación intelectual de un pequeño grupo que realizaría la renovación y la modernización de la inteligencia mexicana”, escribió el erudito en este libro (pp.17 y 32) editado en 1986 por el FCE.
La juventud mexicana de esa primera década del siglo XX manifestó un nuevo interés, muy actual y muy amplio, por las cosas del espíritu, por la Grecia antigua, la última filosofía francesa enarbolada por Bergson, la literatura inglesa y el periodismo español.
Hechos al parecer modestos repercutieron en logros de esta evolución cultural y artística, de la que nació la cultura nueva de México, hasta acabar con la influencia del positivismo y después del modernismo con sus ribetes afrancesados, destacando la apertura filosófica que promueve Antonio Caso; los estudios de revaloración de la cultura mexicana que hacen Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, en el campo literario; Jesús T. Acevedo, en la arquitectura colonial y Manuel M. Ponce en la música popular; el surgimiento de una nueva generación de pintores –entre ellos Diego Rivera, El Dr. Atl, Roberto Montenegro, Saturnino Herrán y Francisco Goitia-; la formación de profesores bien informados, la nueva idea de un ejercicio intelectual y creativo de una crítica, disciplinados y exigentes, y la apertura al pleno aire del mundo.
La acción renovadora, la constitución del grupo y las actividades públicas más importantes, ocurrieron en la primera de estas secciones temporales, de 1907 a finales de 1910, durante el fin del porfiriato. De lo que se hizo después, la Universidad Popular fue un intento por seguir la oleada democrática del maderismo; el reforzamiento y renovación del profesorado de la Escuela de Altos Estudios y de la Preparatoria , fue un esfuerzo por dar permanencia a la renovación intelectual, y el ciclo de conferencias de fines de 1913 será el último canto del cisne ateneísta.
Ese año de 1913, a su vez, será un hito en la vida de Alfonso Reyes tras el asesinato de su padre (ex Gobernador de Nuevo León), el General Bernardo Reyes, el 9 de febrero, al intentar asaltar el Palacio Nacional, luego de ser liberado de la prisión la madrugada de ese día, lo que dio lugar al sangriento inicio de la llamada “Decena Trágica”, como se le conoce a los sucesos que concluyeron con la destitución y muerte del entonces presidente de México, Francisco I. Madero, y de su vicepresidente José María Pino Suárez.
Muy en sus adentros, Alfonso Reyes, marcado para siempre por la pérdida de su padre en forma tan dolorosa, comenzó a concebir la Oración del 9 de febrero, que escribió el 30 de agosto de 1930, a fin de patentizar sus sentimientos frente a semejante tragedia que empezó con el general Bernardo Reyes capturado en Linares, siguió con su estadía en la prisión militar de Santiago Tlatelolco y que culminó al ser acribillado por tropas del general Lauro del Villar.
La Oración del 9 de febrero, dada a conocer en forma póstuma hasta 1963, forma parte de la mejor literatura mexicana del siglo XX porque es un relato desgarrador sobre la serie de fatalidades sufridas por el padre de Alfonso Reyes y por el mismo escritor, pues tal suceso lo orilló a buscar el exilio voluntario en un modesto trabajo en la Embajada de México en París, a donde partió en agosto de 1913 y a partir de ahí México ganó a un Alfonso gigante en el campo de la letras, muy alejado de la política.
 
Los siete sabios
El 5 de septiembre de 1916 fue fundada una nueva sociedad de conferencias y conciertos con aspiraciones de ser la edición mejorada del Ateneo de la Juventud , pues Antonio Castro Leal y Alberto Vázquez del Mercado se propusieron propagar la cultura entre los estudiantes de la Universidad de México convocando también a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Alfonso Caso y Jesús Moreno Baca, llamados los Siete Sabios de México.
Daniel Cosío Villegas en la introducción de su libro Ensayos y notas escribió un esbozo sobre esta valiosa generación a la que Enrique Krauze llamó “caudillos culturales en la Revolución Mexicana ” y no le faltan todavía hoy elogios a tan selecto grupo intelectual.
Sin embargo, el sello del Ateneo de la Juventud y su proyección no tendrían paralelo hasta la fecha en el panorama cultural de nuestro país.
De ahí, de su seno, salió el fundador de la teoría literaria latinoamericana (Alfonso Reyes) y junto con Henríquez Ureña, es el iniciador de la historiografía moderna. Además nos dio la figura más poderosa de la vida intelectual mexicana, trascendental para el despertar de México a la educación y la cultura en general en la persona de José Vasconcelos Calderón (1882-1959), pues tras ser rector de la Universidad Nacional , fue rl fundador de la Secretaría de Educación Pública al ser designado su primer titular por el presidente Álvaro Obregón, de 1921 a 1924, y de inmediato creó la educación popular en un país con 80 por ciento de analfabetismo, lo que le valió ser llamado «Maestro de América». Fundó bibliotecas públicas, celebró con gran éxito la Primera Exposición del Libro en el Palacio de Minería y ofreció a los pintores más famosos los muros de los edificios de la Nación : Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Juan Charlot, etc.
Vasconcelos agotó un amplio programa de publicaciones alfabetizadotas con dibujos de Ernesto “El Chango” García Cabral,  y entregó en las manos de la gente la reedición de los clásicos griegos, hasta que, al llegar al poder Plutarco Elías Calles, por cuestiones políticas se alejó de México y  fundó en París la revista semanal  La Antorcha , el 4 de octubre de 1924. Luego se denominó a sí misma semanario “de la nueva generación”, y fue su director Samuel Ramos (1897-1957), quien la amplió haciéndola una revista de cultura moderna general que dejó de aparecer a fines de 1925.
 
Contemporáneos,  otro hito cultural
La revolución cultural siguió el desenlace de la Revolución de 1910 y, al igual que ésta, a partir de 1940 se hizo institución, poder burocrático, red de intereses, gesto, gesticulación. Al llegar a su término el movimiento armado trajo consigo la estabilidad de los nacientes diariosEl Universal (octubre de 1916) y Excélsior (marzo de 1917) que pronto adquirió Revista de Revistas y luego fundó Jueves de Excélsior, donde la cultura encontró buen nicho para su difusión.
Revista de Revistas fue fundada en Guadalajara por el licenciado Luis Manuel Rojas y en 1908 llegó a México a vendérsela a Rafael Reyes Spíndola, director de El Imparcial, y  por cierto, ahí empezó a adquirir fama el caricaturista Ernesto “El Chango” García Cabral (1890-1968), pues realizó su primera portada, de las muchas en este medio, el 17 de enero de 1918, en la edición número 404. Su obra la concluyó con un cartón diario en Excélsior  y Novedadeshasta 1968, reinventando el art déco y el art nuveau en sus trabajos. También el culto escritor Fernando Benítez (1912-2000) comenzó en esta revista su carrera de periodista en 1934.
Por otra parte, la mecenas de la cultura Antonieta Rivas Mercado (1900-1931), heredera de una inmensa fortuna, a sus 27 años se lanzó a sembrar el fértil campo de las artes en México después de permanecer tres años en Francia, y patrocinó el Teatro Ulises en 1928, surgido de la idea de Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, creadores de Ulises (1927-1928), revista bimensual que agrupó por primera vez a los escritores y artistas más jóvenes de MéxicoJosé Gorostiza, Gilberto Owen,  Julio Castellanos, Manuel Rodríguez Lozano, etc.
Antonieta Rivas Mercado es una de las precursoras deel feminismo en México y su nombre en el campo de la cultura de su tiempo ha de refulgir al lado de los nombres de Frida Khalo y de Tina Modoti. Amante de los libros, llevó un matrimonio con el inglés Albert Blair lleno de conflictos hasta que degenró en divorcio tras la procreación de un hijo (Donald Antonio), y de acuerdo con la novela histórica A la sombra del ángel (1995), la nuera de Antonieta, Katryne Blair, da testimonio de esta azarosa separación, igual que Fabienne Bradu en Antonieta (FCE, 1991) se refuere a tal episodio con énfasis.
Se le veía en embajadas, salones de baile, estudios de pintura y en Palacio Nacional. Se decía de ella que quien quisiera abrir una puerta en México tenía que conocer a Antonieta Rivas Mercado, famosa por ser hija del gran escultor Antonio Rivas Mercado, autor de la columna de la Independencia en 1910 y cuyas hijas fueron las modelos para representar el ángel que corona este emblemático monumento en la capital del país.
De la iniciativa de esta talentosa mujer surgieron, además del teatro experimental, sus salones literarios, una orquesta sinfónica y el estímulo de una importante corriente plástica, al tiempo que el destino le tenía destinado un sitio especial junto a  Contemporáneos (1928-1931), revista mexicana de cultura, mensual, de Jaime Torres Bodet y otros escritores que formaron parte del grupo literario que se conoce con el mismo nombre de esta revista y que patrocinaba Rivas Mercado. Ellos fueronen primerísimo lugar Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Enrique González Rojo, Gilberto Owen y Octavio G. Barrera, que habían militado en el nuevo Ateneo de la Juventud y habían fundado La Falange (1922-1923), además de Elías Nandino, quien, ser del grupo, se sumaba a estos grandes escritores por edad.
Contemporáneos se distingue por su esteticismo y por haber quedado abierto a las nuevas corrientes literarias que llegaban de Europa, colaborando, con cierto vínculo “contemporáneo”, escritores de la talla de Emilio Abreu Gómez, Antonio Castro Leal, Jorge Cuesta, Carlos Díaz Dufoo (hijo), Genaro Estrada, Bernardo J. Gastélum, Celestino Gorostiza, Martín Luis Guzmán, Andrés Henestrosa, Vicente Huidobro, Julio Jiménez Rueda, Francisco Monterde, Samuel Ramos, Julio Torri y Eduardo Villaseñor.
La revista abarca todos los géneros literarios: poesía, prosa lírica, teatro, cuento, ensayo, crítica literaria, pictórica y musical. Diversos artículos sobre cuestiones filosóficas y científicas, le dan valor y densidad doctrinales; entre ellos, resaltan los que tratan cuestiones estéticas, problemas contemporáneos, etc.
Mostrando su preferencia decisiva por las letras francesas de vanguardia, los editores publican traducciones de Jean Cocteau, André Gide, André Maurois, Jules Romains, Paul Valéry, Jules Supervielle, Paul Eluard, etc. Pero también se divulga la obra de autores ingleses, norteamericanos e italianos, como T. S. Elliot y Luigi Pirandello, sin descartar a algunos españoles e hispanoamericanos: León Felipe, Gerardo Diego, Jorge Luis Borges,  Pablo Neruda, Juana de Ibarbourou, etc.
Aumenta la calidad formal de la revista, la crítica de arte y la reproducción de pinturas de Carlos Mérida, Agustín Lazo, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Cézanne y otras figuras de la época, de suerte que al hablar de periodismo cultural no puede ignorarse la herencia deContemporáneos y lo realizado desde el mundo oficial por José Vasconcelos, quien después de las elecciones de 1929 se dedicó a escribir sus memorias a partir de Ulises Criollo y La Tormenta (1936).
El periodismo se estaba consolidando, tanto que inclusive un hombre nacido en Mérida, Yucatán, quien alcanzó el estrellato en la actuación cinematográfica, Arturo García Rodríguez, mejor conocido como Arturo de  Córdoba, el año de 1928 era reportero de la Associate Press (A. P.) y en 1931 fue corresponsal en Argentina, hasta que al regresar a México entró en 1935 como locutor a la XEW , con don Emilio Azcárraga Vidaurreta, pues la radio comercial, desde 1930, entraba al gusto de la gente.
Otro mexicano ejemplar de esta época fue Boris Rosen, nacido en Ucrania en 1917 y llegado a nuestro país en 1929, pero a partir de sus 12 años vio en esta tierra un campo fértil para el periodismo, y desde temprana edad se consagró a una doble militancia: en la comunidad judía mexicana y en la izquierda marxista.
Fue director de Fraiwelt, órgano de la Liga Popular Israelita, y jefe de redacción de la revista Política, publicada en los años sesenta. En los últimos años hizo formidables aportaciones al conocimiento de la cultura mexicana, al reunir y editar las obras completas de Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Francisco Zarco y Guillermo Prieto, lo que significó largas jornadas de investigación hemerográfica.         
Las vidas de José Vasconcelos Calderón y de Antonieta Rivas Mercado coincideron en la campaña política por la presidencia de la república del primero, al lanzarse en 1929 a tratar de derrotar a Pascual Ortiz Rubio, candidato oficial de Plutarco Elías Calles, el fundador del abuelo del PRI (el PNR), cuando este partido consumó el primer monumental fraude electoral, lo que obligó a huír de México al político oaxaqueño y al estar en París lo siguió la bella mujer que finalmente terminó suicidándose en la Catedral de Notre Dame, de un certero balazo, tras sufrir una fuerte depresión y un supuesto desaire de su amante.
Entretanto, en España que desataba la guerra civil (1936-1939) que nos enviaría a grandes hombres de la intelectualidad como José Gaos, Francisco Giner de los Ríos y Enrique Diez-Canedo, quienes vinieron a robustecer el mundo intelectual y literario de México, pues sin ellos hubiera sido otro el rumbo de nuestra cultura, pues uno de esos hombres, el filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011) fue formador de varias generaciones de pensadores en México.
También nos llegó en 1949 de Barcelona, donde nació en 1932, el pintor Vicente Rojo, quien en su libro Puntos Suspensivos. Escenas de un Autorretrato, nos cuenta su afición al cine de Hitchcock y de Groucho Marx y su afición por los libros Corazón, diario de un niño,Cumbres BorrascosasTrafalgarLa Isla Misteriosa y, sobre todo,  Robinson Crusoe. Hasta que en México se deslumbró con lalibertad y la luz que lo llevaron a amar la expresión plástica gracias a sus maestros Miguel Prieto, Arturo Souto y Juan Soriano, además de beber en las fuentes de la cultura al lado del periodista y escritor Fernando Benítez. Por algo Octavio Paz lo llamó “riguroso como un geómetra y sensible como un poeta”, pues el pintor es un creador que lleva su quehacer hasta las últimas consecuencias, con la certeza de que el arte es un antídoto contra la barbarie y de que es la poesía en todas sus expresiones, y no la economía, la que mueve al mundo.
Después de la fundación en 1934 del  Fondo de Cultura Económica,  en 1938 nació la Casa de España que en octubre de 1940 se convertiría en El Colegio de México, en tanto que aparecían nuevos periódicos y hallaban fama otros moneros además de Ernesto “El Chango” García Cabral, Eduardo del Río “Rius” y Abel Quezada. En  Jueves de Excélsior, escribía el veracruzano Jorge Marrón (conocido como “El Doctor I. Q”., a partir de 1941 en los programas radiofónicos en el Cine Alameda)  e ilustraba los artículos con sus propias caricaturas, aunque a él lo dibujaban Rafael Freyre y Abel Quezada con un realismo singular, y don José F. Elizondo (Pepe Nava) lo retrataba en La Vida en Broma que Excélsior publicaba los domingos.
 
El instituto francés, difusor de la cultura
El Instituto Francés de América Latina (IFAL) nació en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el General Charles de Gaulle decidió crearlo en México a través de su agregado cultural Paul Rivet. Y fue gracias a este instituto que  Carlos Fuentes y un grupo de escritores y políticos como Julio Rodolfo Moctezuma, Dolores Castro y otros recibieron a fines de los cuarenta y principios de los cincuenta un entresuelo, un mezanine en el que se reunían a redactar la revista literaria Barcos de Papel. Fuentes ganó el primer concurso literario del Colegio Francés Morelos.
Y ahí, en 1950, empezó a florecer el amor por el cine francés, cuando Jean-François Ricard (alias Jean-François Revel) junto con Jomi García Ascot fueron los primeros en organizar los ciclos de cine clásico, una década antes de que se fundara el Centro Experimental de Cine, dirigido por Salvador Elizondo, quien dos veces por semana impartía conferencias alrededor del séptimo arte, asistido por José de la Colina.
Jomi García Ascot, poeta español transterrado en México desde 1939,  fue amigo íntimo de Gabriel García Márquez y precisamente a él y a su esposa María Luisa Elio les dedicó el colombiano Cien Años de Soledad en 1967, porque ellos estuvieron durante los  años de gestación de la obra máxima desde junio de 1965.
Otro hecho sumamente apreciado dentro de nuestro Periodismo Cultural es la llegada a México de la argentina Raquel Tibol, en la década de 1950, pues de inmediato se constituyó en un referente obligado en el campo del arte plástico y de las letras, pues fue pieza fundamental en la difusión de las obras de Frida Khalo, Diego Rivera y David Alfaro Sequeiros, por su estrecha amistad con ellos, además de realizar entrevistas valiosas con ellos para distintos medios de comunicación.
Tibol también mantuvo un contacto profesional muy significativo con Rufino Tamayo, nada afectuoso al final de los días de este gran pintor, de quien fue su museógrafa por elección de él mismo, dadas las cartas credenciales sustentadas en su brillante trayectoria.
A la insigne periodista Raquel Tibol, por su espíritu crítico, todo funcionario cultural y artista plástico respeta, teme, admira o reconoce por sus investigaciones certeras y su medio centenar de libros publicados desde 1957. La historia del arte sería otra sin la documentada aportación de esta investigadora artística y cultural, cuya visión crítica ha sido fundamental para el arte mexicano del siglo XX.
Raquel Tibol, a sus 85 años en 2009, es una de las personalidades de carácter severo más fuertemente respetadas en el ámbito del arte de nuestro país, y desde su llegada de Argentina en 1953 como secretaria  del pintor Diego Rivera tiene el mérito de haber marcado contribuciones y pautas irrefutables en el relato de la historia moderna del arte nuestro de cada día y de abrir la conciencia nacional a la necesidad de incorporar la educación artística a los planes de estudios en las escuelas para educar a la juventud en la riqueza cultural que tiene el país.
Especialista en Frida Kahlo, a Raquel Tibol se debe haber sacado la verdadera edad de la artista por primera vez y haber demostrado que David Alfaro Sequeiros no nació en Chihuahua sino en el Distrito Federal, además de publicar los escritos de Diego Rivera en un libro en 1979 y los de Sequeiros en 1996.
Es de capital importancia esa época cuando estaba de moda el muralismo de Diego Rivera (1886-1957), quien acababa de realizar su obra maestra en el Hotel del Prado “Sueño de la Alameda ” y había tenido lugar en el Palacio de Bellas Artes una gran exposición retrospectiva por cincuenta años de su vida artística, antes de dar a conocer su última obra en mosaico para el Estadio de Ciudad Universitaria y en el Teatro Insurgentes. La muerte de Frida Kahlo (1910-1954), tres años antes del fallecimiento del famoso pintor, hacía de su unión un tema obligado en las charlas de sus promotores y amigos.
Una de ellas,  Dolores Olmedo Patiño (1908-2002), la coleccionista de arte más importante del país, se mostraba entusiasta en el tema, pero no quería a Frida Kahlo; sin embargo, compró sus 25 obras por sugerencia de Diego Rivera  a quien admiraba e hizo caso antes de que éste muriera, y por eso también aceptó el fideicomiso de La Casa Azul en Coyoacán, con sus hijos Alfredo, Irena, Eduardo y Carlos.
 
Octavio Paz, por siempre
Asimismo, es importante destacar el valor de la Revista Mexicana de Literatura, fundada en 1955 por Emmanuel Carballo y Carlos Fuentes, pues se constituyó en un parteaguas cultural en México y Latinoamérica al servir de plataforma a escritores que años después serían los pilares de lo que se llamó el boom latinoamericano: Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Juan José Arreola, Juan Rulfo y otros creadores hoy consagrados por sus obras inconmensurables.
Fue el mismo periodo en que Octavio Paz dio a conocer su poema “Piedra del Sol”, escrito en 1957, y que es uno de los poemas centrales del siglo XX.
“Un sauce de cristal, un chopo de agua.
Un alto surtidor que el viento arquea.
Un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre…
La anécdota que Paz contó a Pere Gimferrer señala el origen del poema: Estaba en Nueva York en los años 50, después de sufrir una ruptura amorosa. Salió solo del hotel donde se hospedaba y abordó un taxi. Se hundió en el asiento de atrás y calló. Bajo ese prolongado silencio se percató del chirrido rítmico de una llanta. De esa cadencia surgieron los sauces, los chopos, los surtidores y aquel viento que arquea.
José Emilio Pacheco, otro excelso escritor mexicano, festejado a lo grande en 2009 por sus 70 años de edad y premiado ese mismo 2009 con el “Reina Sofía” de Poesía en España, sostiene que este extenso poema es como “la afirmación intransigente de la imaginación, el amor y la libertad”.
Por su libro El Laberinto de la Soledad , de estos años también, y por muchas otras razones los alumnos deben investigar la trayectoria de Octavio Paz y dimensionar el mérito del Premio Nóbel de Literatura que alcanzó en 1997.
 
Editorial Joaquín Mortíz
Y finalmente no puede quedar fuera de este apartado la contribución significativa que hizo al medio el español naturalizado mexicano Joaquín Díez-Canedo Manteca quien, tras llegar exiliado en 1940 laboró por 20 años en el Fondo de Cultura Económica (FCE), y en 1962 contó con la complacencia de su jefe, José Luis Martínez, al decidirse a emprender una obra propiala fundación de la editorial Joaquín Mortiz (Joaquín M. Ortiz), que dio muchos premios a los autores que cobijó.
Su competencia con otras casas editoriales, entre ellas Siglo XXI, abrió un gran panorama que tanto necesitaban en esa época los escritores mexicanos, incluyendo José Emilio Pacheco que empezó a publicar en ERA, fundada en 1960 y que perpetúa los apellidos de quienes le dieron vidatres hermanos Espresate, Rojo Vicente y Azorín José.
Por eso Gabriel Zaid ha dicho que la historiografía de la cultura en México nunca será completa sin la historia de sus editores.

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