Un texto para (que lo edite) Omar Raúl

Recuerdos de su labor editorial

Una confesión: El día de su entierro, me inundó la tristeza de pensar que ya no le iba a poder contar a Omar Raúl que su fallecimiento fue trending topic en Twitter. Horas antes la tristeza me había llegado al darme cuenta de que el texto que escribí para su funeral, él ya no lo podría escuchar, pero sobre todo ya no me lo podría editar. Porque Omar Raúl, además de un gran analista y profesor, también fue un gran editor.

Siempre curioso de la actualidad mediática, su escritorio siempre estaba lleno de periódicos y revistas - Foto: A. Israel Navarrete

Por Jorge Tirzo

Basta decir que la mitad de su vida dirigió la Revista Mexicana de Comunicación para hacerse una idea de la cantidad de textos que pasaron ante sus ojos y su implacable pluma roja.

Siempre curioso de la actualidad mediática, su escritorio siempre estaba lleno de periódicos y revistas. A veces eran tantos que impedían verlo del otro lado de la mesa. Otras ocasiones, los cerros de información terminaban en derrumbe cuando Omar Raúl salía corriendo de su oficina rumbo a alguna entrevista, una clase o algún compromiso de los muchos que tenía.

Fue mi jefe desde finales de 2010 hasta su muerte. Me reclutó para hacerle una versión digital a la RMC que fuera acorde a los tiempos. Una vez que acabé la migración del sitio, me quedé trabajando en la Fundación Manuel Buendía, en la colonia Roma. Él me nombró coordinador editorial y luego editor de la revista. En la FMB me confió ser su director ejecutivo hasta que dejó el cargo de presidente.

Por eso siempre me voy a acordar de cómo no podía quedarse quieto. Nunca. Cuando algún reportero le hablaba por teléfono para entrevistarlo, invariablemente recorría caminando todos los pasillos de la fundación. Como si en movimiento pensara mejor y pudiera encontrar la palabra precisa. Lo mismo para editar los textos y revisar las planas de la revista. Iba y venía de su oficina a la mía con las impresiones de los textos llenos de tinta roja.

En cualquier momento se escuchaban sus gritos: «¡Claris! ¡Tirzo! ¡Isra! ¡Anay!» para pedirnos que revisáramos por enésima vez una tipografía, la página web, una bajada o un correo electrónico (Aunque a veces tuviera que decir todos nuestros nombres hasta atinar a quien quería ver). Siempre modesto, nunca quería que su foto o su nombre aparecieran en la revista a menos que fuera totalmente necesario (incluso si yo estaba escribiendo una reseña de su último libro y lo más lógico fuera ilustrarlo con la foto del autor).

Los últimos años, tanto la RMC como la FMB se vieron en severos problemas económicos. Fue por eso que la revista dejó de editarse durante 2014 en la coincidencia de la enfermedad de Omar con la de las finanzas de la fundación. Sin embargo en 2015 volvió a convocarme para emprender la nueva época de la revista. Sin bigote, con menos agudeza visual y con un andar más pausado, Omar Raúl volvió para resucitar a su proyecto más longevo. Esta vez como un proyecto de la UAM Cuajimalpa, con el apoyo del departamento de ciencias de la comunicación comandado por Gustavo Rojas y con la coordinación editorial de José Reveles. Esta vez ya no hubo gritos ni textos manchados con tinta roja, pues su enfermedad obligaba a otros ritmos y al trabajo remoto. Pero aún así, ahora con un plumón negro lo suficientemente grueso para que lo viera Omar, la RMC volvió en el número anterior con cada texto revisado implacablemente por su director.

La última vez que vi a Omar Raúl fue para planear este número de la revista. Estuvimos presentes él, José Reveles y yo. Propusimos autores, perspectivas, la convocatoria, ideas para los textos, la portada, etc. Nos despedimos con la certeza de volver a vernos para cerrar esta edición. Él se quedó sentado esperando que fueran por él, y yo seguí mi camino. Lo voltee a ver de lejos y me despedí –ahora sé que para siempre- con un gesto de la mano.

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Lo habitual hubiera sido que este texto hubiera pasado por sus ojos y volviera a mis manos lleno de correcciones. Tal vez me diría que aparece demasiadas veces su nombre o que es demasiado pretencioso mencionar que su fallecimiento fue trending topic. Pero yo lo considero relevante. Porque su nombre fue tendencia el día de su partida por toda la gente en la que dejó huella. Sobre todo en colegas periodistas, comunicólogos y estudiantes de comunicación.

Sus ideas sobre la ética, la autorregulación, la responsabilidad social y la profesionalización llegaron justo al público que él quería. Como muestra basta un curaduría que elaboré en Storify con lo más destacado de lo que se publicó sobre Omar el día de su partida (http://bit.ly/1TefTBm).

El reto del periodismo mexicano en general, y de la RMC en particular, es que esas ideas sigan llegando a los comunicadores. Que la reflexión no se quede solo en la academia, sino que conecte a periodistas con comunicólogos. Que la ética no se quede en las aulas sino que impregne las salas de redacción.

Descanse en paz Omar Raúl Martínez. Aunque sea un decir. Porque sé que esté donde esté, ya estará planeando nuevos proyectos editoriales. Siempre implacable. Siempre en movimiento. Sigamos pues moviéndonos con sus ideales.

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