Televisión de alta definición

Cambios generacionales

El gran frente de expansión de la alta definición se halla en la eficiencia de los satélites para cubrir todos los ámbitos. Es el sistema que proporciona mayor ancho de banda para la difusión de cualquier contenido por mucha complejidad que tenga y una alta velocidad para las descargas y para las subidas.

Mariano Cebrián Herreros

La alta definición, conocida internacionalmente por las siglas HDTV (High Definition Television), recobra su impulso, tras los fallidos lanzamientos en analógico de finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa. Ahora se da el salto a lo digital. La primera etapa tuvo su cima en los Juegos Olímpicos de Barcelona y en la Expo de Sevilla de 1992. A partir de aquel año fue decayendo tanto en el sistema japonés como en el europeo. Estados Unidos, que había guardado un silencio sospechoso hasta aquel momento, irrumpió con la alta definición digital y obligó a los demás países a reorientarse también a lo digital.

La alta definición requiere cumplir los estándares de homologación establecidos por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (norma ITU): formato de píxel cuadrado en lugar de rectangular, proporcionalidad de 16:9 o panorámico, colorimetría con la norma ITU-R BT709 y otras normas técnicas. Para comprobar estos requisitos, la Unión Europea exige, además, el sello HD Ready, o certificación de la Asociación de la Industria Europea para el Desarrollo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación para la compatibilidad de equipos y visualización en toda la Unión. Se trata de una calidad en torno a unas cinco veces mayor que la de la actual definición, aunque depende también de los formatos de imágenes según el número de píxeles.

Europa se ha lanzado totalmente a esa tecnología para incorporarla al cable, al ADSL, al satélite y a las ondas hertzianas. Los cuatro sistemas entran en plena competencia para incluir la alta definición en sus ofertas y posicionarse con fortaleza en la conquista de abonados y usuarios. Cada uno de ellos tiene sus ventajas y sus dificultades. El cable cuenta con una capacidad plena para el ancho de banda necesario y la interactividad por la misma red, pero su cobertura es débil, ya que se ciñe sólo a las grandes concentraciones de población. El ADSL y sus variantes también disponen de la interactividad y de un ancho de banda amplio, pero no están muy extendidos y sólo aportan la alta definición en algunos tramos de la red. La televisión digital terrestre es la que lleva mayor retraso debido al reducido ancho de banda con que trabaja y deberá esperar al apagón analógico para ampliarlo; la interactividad debe desarrollarla por otro sistema de cableado. El satélite alcanza coberturas extensas, una enorme capacidad de canales y una calidad elevada de imagen, aunque para desarrollar la interactividad debe emplear también las redes de cable.

El gran frente de expansión de la alta definición se halla precisamente en la eficiencia de los satélites para cubrir todos los ámbitos: mundial, continentales, regionales y nacionales. Es el sistema que proporciona mayor ancho de banda para la difusión de cualquier contenido por mucha complejidad que tenga y una alta velocidad para las descargas y para las subidas.  La digitalización de la señal trabaja con la codificación MPEG 4.

Según la tabla de frecuencias publicada bimestralmente por la revista HDTV Alta Definición (http://www.alta-definicion.net), en Europa pueden captarse, además de varios centenares en definición normal, 13 satélites de HD: Sirius 2, con dos canales desde Bélgica; Eutelsat W3a, con tres canales desde Bélgica y uno desde Luxemburgo; Hot Bird con 9 canales desde Francia, cuatro desde Italia, dos desde Polonia y uno desde Reino Unido; Astra, con siete canales desde Alemania, cinco desde Francia y tres desde Luxemburgo; Astra 2, con 13 canales todos desde Gran Bretaña: uno para la BBC y el resto para Sky Digital; Astra 3, con cinco canales desde Bélgica y uno desde Luxemburgo; Badr 3, con uno canal desde Luxemburgo; Express AM, con uno canal desde Bélgica; Türksat 1C, con dos canales desde Turquía; Intelsat 12, con un canal desde Reino Unido; Thor 2/3, con siete canales desde Suecia; Atlantic Bird, con un canal desde Francia; e Hispasat, con dos canales desde España. Son unas redes satelitales que aportan 71 canales en total en Europa. Según la revista Screen Digest, para 2010 habrá unos 250 canales de HDTV en todo el mundo, de los cuales 120 serán europeos. Esto es sólo el inicio, ya que todos los proyectos de futuros satélites incorporan varios canales en alta definición.

Sin embargo, su penetración en la sociedad requiere un proceso gradual de tiempo para que los operadores y la industria de antenas, módems y televisores puedan responder. Para su implantación se requiere, sobre todo, que los consumidores aprecien la aportación y las mejoras del sistema frente a la televisión convencional y que la relación costo-beneficios, se ajuste a su capacidad de gastos y satisfacciones. La entrega a la nueva modalidad televisiva obliga a costear la compra de una nueva antena, de un módem y del televisor, todavía a unos precios muy elevados para la mayoría de las economías domésticas de cualquier país. Los fabricantes deberán impulsar su producción hasta llegar a una industrialización total a precios asequibles. También en este caso se reproduce otra brecha entre los países más desarrollados y los menos desarrollados y, dentro de ellos, entre las clases sociales según su potencial económico.

Los satélites incrementan el número de canales de alta definición, tanto en las modalidades de pago como en las de señal libre. Pero por encima de la tecnología están los contenidos y los tratamientos que se ofrezcan a los usuarios. Sin estos no hay implantación posible. Aparecen canales generalistas y en mayor cantidad canales diversificados por temas específicos. La exigencia de alta definición obliga a producir nuevos contenidos, ya que los de la televisión tradicional dejan mucho que desear y prácticamente son inservibles, salvo los de producción cinematográfica. De ahí que la inmensa mayoría de los canales de HDTV se cubran con películas, incluso las de blanco y negro, ya que presentan una calidad suficientemente válida.

Se mantienen las líneas de especialización de las plataformas tradicionales: canales de cine, deportes,  entretenimiento, documentales, infantiles, musicales y campos especializados como moda, motor, cultura. Pero, ¿hay contenidos diferentes a los de la definición normal o específicos de la HDTV? Una cuestión es que la HDTV requiera otras exigencias en la producción y, por tanto, también la transformación de todos los equipos y procesos de elaboración, y otra que se produzcan contenidos diferentes. Las experiencias desarrolladas señalan que, salvo algunas excepciones plasmadas en algunos programas y videojuegos de reducida duración, hay pocos contenidos originales, y no se experimenta la creación de otros nuevos.

El cine, a medida que aumentó los formatos e incorporó diversas aportaciones sonoras, fue creando obras imaginadas y producidas de manera específica para ellos. No tiene sentido disponer de televisión de alta definición y ofrecer contenidos que no alcancen este nivel. Tal adecuación se plantea tanto en la originalidad del tema como en la configuración de la producción y la realización. La fuerza de los contenidos de alta definición proviene de su espectacularización por la calidad de las imágenes, la grandiosidad de las pantallas y la planificación y narrativa. Éste es el reto inmediato de todas las productoras.

La televisión convencional trabaja con televisores de pantalla muy inferior a la del cine. Psicológicamente, el telespectador se ve superior al tamaño de las figuras que aparecen en la pantalla, a diferencia de lo que sucede en el cine, donde el espectador se encuentra disminuido ante la pantalla gigantesca. Será difícil, por no decir imposible, que los televisores domésticos de alta definición tengan un tamaño similar al de las pantallas cinematográficas y, por tanto, la televisión siempre estará en inferioridad de espectáculo. Sin embargo, frente a la televisión tradicional, la de alta definición también aporta su espectáculo singular; existen diseños para que las pantallas ocupen una pared amplia del salón, el cual se transforma en una minisala de cine. Las figuras cobran un tamaño superior al del telespectador, y por ello más subyugantes e hipnotizadoras, aunque a cambio del silencio de la sala de cine, en los hogares persistirán los ruidos y distracciones de ambiente. Es lo que seguirá marcando las diferencias entre el cine y la televisión por muy de alta definición que sea.

Ya no se trata sólo de que la alta definición requiera la renovación de equipos técnicos, sino también innovaciones en la creación, en el planteamiento de la producción y en la búsqueda de otras modalidades de tratamientos audiovisuales y multimedia. En suma, hablamos de una transformación de los profesionales implicados en tales procesos, lo cual reclama cambios de mentalidad y, con frecuencia, cambios generacionales. Es una situación compleja que no debe quedarse en el embelesamiento de la tecnología, sino que debe llevar al fortalecimiento de los recursos económicos, a replanteamientos en la formación y a la ampliación de los campos y objetos de investigación.

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

Correo electrónico: marceb@ccinf.ucm.es

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