Yo tenía un chorro de voz

La política en tacones

Pilar Ramírez

Tenemos un Instituto Federal Electoral (IFE) que nos orilla a seguir añorando al IFE de José Woldenberg. Aunque terminó el diferendo entre el Instituto Federal Electoral (IFE) y las dos empresas de televisión más grandes del país: Televisión Azteca y Televisa, varias consecuencias quedan a la vista. Una mayoría magra de los consejeros del IFE decidió otorgar el perdón a las televisoras merced a un acuerdo firmado con la CIRT por el cual cesaría la transmisión en bloque de los spots de partidos políticos y del mismo IFE, así como las cortinillas que responsabilizaban al instituto por la interrupción de los programas.

Es posible que en una evaluación sensata de la situación de conflicto, fuese aconsejable no escalar a otros niveles de confrontación que pudiesen enrarecer el ambiente de las campañas electorales, pero, desde otro punto de vista, el IFE queda como una institución débil que cede ante el poderío del llamado «cuarto poder» denominación que recibió originalmente la prensa y ahora, por extensión, se aplica a los medios electrónicos. Debilidad y no sensatez será el adjetivo que se le cuelgue a la institución, lo cual pone en entredicho no sólo su fortaleza frente a otros poderes sino la credibilidad y la capacidad para conducir el proceso electoral. El detalle de que el consejero presidente votó a favor de la sanción contra las televisoras queda perdido en la atención ganada por las cabezas de las notas que privilegiaron el perdón del IFE, con un tratamiento casi generalizado deque éste se rindió a las televisoras.

Las empresas de televisión, en cambio, fortalecen su capacidad de negociación sabedoras de que su responsabilidad ante la población, las posibles violaciones a la ley electoral o el comportamiento poco ético puede ser fácilmente perdonado, no con un acuerdo, como sucede con las instituciones sino con la misma programación que actuará como bálsamo que borre el mal sabor que dejó la programación en bloque de los spots del IFE y de los partidos políticos, terreno en el que ya tienen un trecho ganado porque hicieron creer a los espectadores que el culpable de las interrupciones era el IFE.

La maniobra les funcionó a las televisoras, con ayuda de los propios afectados. La población no muere por consumir información oficial. De hecho, cuando comienzan programas que «huelen» a institucional, las audiencias huyen. Si a eso se agrega que las televisoras vieron que el país adolece gravemente de falta de democracia, el Dr. TV decidió dar al enfermo toda la medicina junta, en bloques de 10 o 12 spots que irritaron a la población. ¿Porque no quiere enterarse de las propuestas? ¿Porque no le interesan las elecciones? ¿Porque el lema «nuestra democracia crece» le suena hueco? Quizá en parte, pero sobre todo porque a los spots les falta creatividad, son los mismos anuncios planos y faltos de imaginación que han utilizado los partidos y el IFE desde hace años. Porque después de aquel anuncio del «te peinas cuñao» de la campaña de credencialización del IFE, hace cerca de quince años, no han vuelto a tener promocionales que ganen calle como ése.

Los políticos nos llevaron a rechazar los discursos largos, porque en ellos cabían más mentiras. La publicidad nos maleducó y nos convirtió en una sociedad que vive de las sentencias breves. Si los partidos y la autoridad electoral deciden jugar en el campo mediático sin atender las reglas que imperan en él, su oportunidad de ganar la atención de los espectadores se reduce drásticamente.

Habría que preguntarse cómo respondería la transnacional anglo-holandesa Unilever si alguna de las empresas de medios le ofreciera una pauta en la que coloca 10 comerciales juntos de Slim fast para convencer más rápido a los obesos de intentar bajar de peso con este producto, después otros 10 de Hellmans para hacer creer que con esa mayonesa se obtendrán los mejores sándwiches o tortas del mundo, otros tantos de jabón Dove para que las audiencias entiendan más rápido que con ese jabón quedarán más limpios y con una exfoliación como de salón de belleza, y así con otras marcas y empresas. Es muy probable que Unilever se iría con su dinero a otra parte. Pero como con el IFE sólo se trata de malcumplir la ley, pueden (y lo hicieron) arriesgarse con escaramuzas como la de interrumpir una transmisión deportiva de alto rating para que la culpabilidad del IFE también alcanzara muchos puntos de audiencia.

Vale la pena darse una vuelta por los blogs que tienen los diarios en línea, donde informan de la decisión del IFE. Algunos lectores se preguntan si a los pobres les perdonarían una multa millonaria. Otros hablan de la posición lastimera del IFE, algunos más lo condenan porque con sus pobres producciones se atreve a interrumpir el sagrado entretenimiento del que les proveen sanamente las cadenas televisivas. También aparecen severas críticas a las televisoras e incluso a los legisladores por la nueva ley electoral. Son diversas y divergentes las posturas, pero todas son una, elección de cómo televisoras, autoridades y legisladores hacen a un lado los puntos de vista, nada desdeñables, del ciç´udadano. Sí, ese mismo que va a emitir su voto el próximo 5 de julio.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Yo tenía un chorro de voz», en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 114, México, febrero. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta: 27 de febrero de 2009.

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