Atentados contra periodistas: ¿un asunto de poco interés para la prensa?

  • Dos fotorreporteros michoacanos fueron asesinados este fin de semana.
  • El tratamiento informativo sobre los atentados a periodistas y medios de comunicación entra y sale de las agendas tan rápido como sea posible.
  • «En el mejor de los casos el dilema se resuelve mediante la opinión: que columnistas, articulistas y analistas se ocupen del tema. Una opción que no sustituye a la información sobre el tema, que suele reemplazarse con datos proporcionados por organismos especializados en el tema», dice Benassini.

Fotografía: «Silencio Forzado: El Estado, cómplice de la violencia contra la prensa» por jpazkual @ Flickr

Por Claudia Benassini

En una de sus más recientes colaboraciones para Revista Mexicana de Comunicación, el periodista Jorge Meléndez Preciado presentó algunos datos sobre la situación del gremio en México:

Han asesinado a 72 reporteros, hay 13 desaparecidos y se han efectuado 40 ataques a medios –seis contra Reforma– en los últimos doce años, según la organización Artículo 19. Mientras ello ha ocurrido, solamente hay un asunto realmente investigado. Lo que muestra, claramente, que el gremio periodístico “no tiene la menor importancia” parafraseando a Arturo de Córdova, para los gobiernos albiazules. Ellos y sus militantes que insisten en alardear que hay amplia información, libertad de expresión y hasta derecho al beso, como se notó al criminalizarlo en Guanajuato.

A los 72 reporteros a los que hace referencia Meléndez Preciado habría que añadir los dos fotorreporteros michoacanos –José Antonio Aguilar Mota y Arturo Barajas López-, asesinados entre el 18 y el 19 de agosto. Y en cuanto al señalamiento de que “el gremio periodístico no tiene la menor importancia (…) para los blanquiazules”, habría que añadir que tampoco lo tiene para los medios en general. Esta afirmación es una conclusión de una sistematización informativa sobre el tratamiento informativo de los periódicos al tema “periodistas”. Al respecto caben las siguientes observaciones:

  1. El tratamiento informativo sobre los atentados a periodistas y medios de comunicación entra y sale de las agendas tan rápido como sea posible. Se da cuenta del hecho y de su desenlace, esto último en el mejor de los casos. Pero normalmente el tema no es objeto de seguimiento a menos que se trate de colaboradores del periódico. Abundan los casos en que se informa escuetamente sobre el atentado y los periódicos no vuelven a ocuparse del tema. En otras palabras, queda el vacío sobre la suerte que corrió el desaparecido; mucho menos precisa es la información sobre el esclarecimiento de los hechos.
  2. Claro que hay excepciones este comportamiento. La más reciente se refiere a dos reporteros veracruzanos asesinados a manos de los Zetas, más como un golpe mediático que como parte de un compromiso con la información. Pero un recuento de los hechos permite dar cuenta de que la tendencia es en sentido inverso. Tampoco hay mucha información sobre el esclarecimiento de los atentados. Más bien se incluyen en las agendas como una especie de cierre de un ciclo informativo, incluido en las agendas en el mínimo espacio posible.
  3. En otras palabras, los atentados contra periodistas son abordados como un acontecimiento más cuando, debieran tener otras formas de tratamiento. Una evidencia más sobre la incapacidad de los medios para hablar sobre sí mismos. La suerte corrida por las empresas de medios y sus trabajadores, sobre todo los reporteros es un tema que se aborda desde las evasivas, no desde los hechos. Visto así, la cobertura se convierte en una falacia y un engaño tanto para los medios que la llevan a cabo como para la sociedad. En el mejor de los casos, se soslaya la información que hay entre el atentado y su esclarecimiento.
  4. Es decir, se trabaja desde la simulación: hacer como si se cubrieran los hechos, pero en realidad no se cubren. ¿Falta de información? ¿Un asunto que podría ser riesgoso para los propios medios? Pudiera ser. Pero esta simulación abre un enorme compás de dudas sobre la manera en que las víctimas ejercerían su profesión. Un compás de dudas que se resuelven con la poca información disponible y con especulación de la sociedad sobre este ejercicio profesional.

En suma, los atentados contra los periodistas reciben el mismo tratamiento que el resto de los temas que conforman las agendas. En el mejor de los casos el dilema se resuelve mediante la opinión: que columnistas, articulistas y analistas se ocupen del tema. Una opción que no sustituye a la información sobre el tema, que suele reemplazarse con datos proporcionados por organismos especializados en el tema. En resumidas cuentas, el corolario de esta reflexión conduce a cuestionar el compromiso de la información con asuntos relacionados con sus profesionales y/o sus instalaciones. Un dilema del que muy pocos medios impresos salen librados.

3 comentarios a este texto
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