Prototipando saberes compartidos

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Prácticas de comunicación participativa y co-creación en LABNL Laboratorio Cultural Ciudadano de Nuevo León

No. 155 / enero-junio 2025 / ensayo
colaboración invitada

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Laura Sepúlveda Ramírez

TECNOLÓGICO DE MONTERREY


Resumen. Este ensayo explora la relación de los laboratorios ciudadanos con la comunicación participativa y la Producción Horizontal del Conocimiento (PHC). En primer lugar, explora los orígenes de la comunicación participativa y los estudios participativos y la PHC para establecer un marco teórico. A partir de ello, identifica tres características comunes entre laboratorios ciudadanos, comunicación participativa y PHC: horizontalidad, colectividad y promoción del diálogo. Aborda el caso del LABNL Laboratorio Cultural Ciudadano de Nuevo León para ilustrar su relación con estos conceptos mencionando la infraestructura, la metodología y los proyectos del mismo.

Abstract. This essay explores the relationship of citizen laboratories with participatory communication and Horizontal Production of Knowledge (PHC). First, it explores the origins of participatory communication, participatory studies and PHC, with the purpose of establishing the theoretical framework. Based on this, three common characteristics between citizen laboratories, participatory communication and PHC are identified: horizontality, collectivity and the promotion of dialogue. The case of the LABNL Citizen Cultural Laboratory of Nuevo León is presented to illustrate the application of these concepts, mentioning its infrastructure, methodology and projects.


El término “laboratorio” no sólo se usa para referirse a espacios de investigación científica tradicionales, sino también a lugares como Fab Labs, MakerSpaces, HackerSpaces y otros. Troxler (2016) ha explicado las diferencias entre éstos. Describe a los Fab Labs como talleres abiertos al público que enseñan a las personas a crear y diseñar objetos por su cuenta. Estos espacios operan de manera descentralizada y están conectados globalmente a través de una red colaborativa. Por su parte, los MakerSpaces comparten similitudes con los Fab Labs ya que también ofrecen acceso abierto a herramientas de fabricación. Sin embargo, se diferencian en que no forman parte de la red global de Fab Labs. Finalmente, los HackerSpaces son espacios que brindan un entorno propicio para que los entusiastas de la tecnología establezcan conexiones y trabajen de manera colaborativa en proyectos.

Como parte de estos nuevos laboratorios, encontramos a los primeros intentos ciudadanos: espacios donde las personas colaboran para buscar soluciones a problemáticas locales mediante el intercambio de saberes (Gómez Abad & Freire, 2023; González Dwyer et al., 2020). El término “laboratorio ciudadano” es relativamente nuevo, ya que los primeros laboratorios de este tipo surgieron en España a finales del siglo XX y principios del XXI. Entre ellos se encuentran el CitiLab de Barcelona y MediaLab de Madrid. No obstante, no tardaron en llegar a América Latina. Algunos ejemplos son ChimbaLab en Chile, Silo e Instituto Procomum en Brasil, EscueLab en Perú, así como LabCDMX y LABNL en México.

América Latina es una región que ha enfrentado históricamente problemáticas estructurales que afectan su desarrollo social, económico y político. Entre ellas se encuentran la discriminación hacia grupos como mujeres, personas de la comunidad LGBTQ+, personas con discapacidad y poblaciones afrodescendientes e indígenas. En este contexto, los laboratorios ciudadanos rompen el paradigma de las políticas públicas tradicionales al presentarse como espacios colaborativos, inclusivos y experimentales que empoderan a todos los ciudadanos, brindándoles herramientas para desarrollar proyectos y prototipos orientados al bien común.

Este ensayo busca conectar teóricamente la comunicación participativa y la Producción Horizontal del Conocimiento (PHC) con los laboratorios ciudadanos. Para abordar esta cuestión, se revisan los orígenes el concepto comunicación participativa, incluyendo el surgimiento de los estudios participativos, y se compara con la PHC propuesta por Sarah Corona Berkin (2020). Posteriormente, se describirá brevemente cómo es un laboratorio ciudadano y se expondrá el caso del LABNL Laboratorio Cultural Ciudadano de Nuevo León. Finalmente, se revisarán los puntos en común entre los tres conceptos mencionados anteriormente.

Orígenes de los estudios participativos

En la década de los setenta, Paulo Freire publicó Pedagogía del oprimido[1]. En esta obra, Freire no presenta a los oprimidos como simples objetos de estudio, sino como participantes activos en la investigación, capaces de determinar sus propias necesidades (Macaulay, 2017). Además, subraya la importancia del diálogo como un proceso de reflexión que conduce a lo que él denomina concienciación (Freire, 2014): un proceso por el cual el oprimido toma consciencia de su situación. Las ideas de Freire no sólo impulsaron nuevas maneras de entender la educación, sino que también marcaron el inicio de los estudios participativos y, especialmente, de la comunicación participativa, ya que proporcionan un marco conceptual para su análisis (Cornish y Dunn, 2009; Finn, 1994; Jacobson, 2003; Mefalopulos, 2003; Servaes, 1996, 1999; Servaes y Malikhao, 2007; Tufte y Mefalopulos, 2009). Aunque Freire no es el único autor que influenció a los estudios de participación, es el más reconocido y citado entre la comunidad académica.

Antes de adentrarnos en la revisión del concepto comunicación participativa, es importante contextualizar el surgimiento de los estudios o investigaciones participativas que, en inglés, son conocidas como Participatory Research o PR. Los estudios participativos son un concepto que se usa en el ámbito académico para referirse a una filosofía de trabajo que destaca la importancia de involucrar en el proceso de investigación a las comunidades locales incluso si no tienen conocimiento especializado (Cargo y Mercer, 2008; Vaughn y Jacquez, 2020). Otra característica importante de este enfoque es que, con base en Freire, fomentan el pensamiento crítico de los participantes por medio del diálogo. Esta filosofía, junto con las ideas de Freire, sentó las bases para que se empezara a hablar de comunicación participativa.

La comunicación participativa y los estudios participativos comparten muchas similitudes. No obstante, se diferencian en su enfoque: la comunicación participativa busca involucrar a las personas en la toma de decisiones, mientras que la investigación participativa se centra en integrarlas en el proceso de investigación. Sin embargo, según Alfonso Gumucio Dagron (2001), la comunicación participativa es un término difícil de definir con precisión ya que, dependiendo del contexto, su definición puede tomar distintos matices. Entre los autores que han intentado definir la comunicación participativa están Servaes (1996, 1999), Gumucio Dagron (2001), Mefalopulos, (2003), Servaes y Malikhao (2007), entre otros. Desde estas aportaciones, podemos afirmar que la comunicación participativa debe de ser horizontal, colectiva y promotora del diálogo.

Es necesario abordar el reciente surgimiento de la Producción Horizontal de Conocimiento (PHC). Este enfoque teórico-metodológico fue propuesto por Sarah Corona Berkin (2020, p. 11) con el objetivo de ofrecer “una forma de investigar desde las voces de las distintas disciplinas científicas en diálogo con aquellas no académicas y que tienen una influencia diferenciada en el conocimiento social”. Esta propuesta se inspira en la investigación decolonial, la cual también pretende desjerarquizar el conocimiento. Este método de investigación sugiere que tanto los participantes como los investigadores utilicen el diálogo de manera equitativa, evitando que predominen las opiniones de los investigadores sobre las de los participantes. A diferencia de los estudios participativos y la comunicación participativa, la PHC no sólo otorga agencia a los participantes, sino que transforma de raíz la manera en que se produce el conocimiento.

¿Qué son los laboratorios ciudadanos?

Si bien los laboratorios ciudadanos aún son nuevos en el ámbito académico, varios autores han realizado esfuerzos por definir su naturaleza. Lafuente (2018) los describe como espacios productores de conocimiento en los que se aprende a pasar de la protesta a la propuesta, llevando a los ciudadanos a actuar sobre sus preocupaciones.

De manera similar, Gómez Abad y Freire (2023) mencionan que estos espacios siguen una lógica bottom-up y peer-to-peer; es decir, son espacios que valoran las relaciones horizontales en la creación de conocimiento, ya que dan igualdad de voz a las personas que participan.

Pascale y Resina (2020) señalan la importancia de que las actividades de los laboratorios ciudadanos se lleven a cabo de manera horizontal y colaborativa, lo cual implica romper con las lógicas jerárquicas o individualistas que caracterizan a las instituciones convencionales.

Los laboratorios ciudadanos pueden definirse como espacios colaborativos donde la ciudadanía participa en el desarrollo de prototipos que buscan mejorar la vida común.

Puntos de encuentro

Para entender la relación entre la comunicación participativa, la Producción Horizontal de Conocimiento (PHC) y los laboratorios ciudadanos es esencial considerar las siguientes características fundamentales: horizontalidad, colectividad y la promoción del diálogo. Estas propiedades están presentes en los tres conceptos, lo que sugiere una relación entre ellos.

La primera categoría es la horizontalidad. Según Gumucio Dagron (2001), en la comunicación participativa las personas actúan como protagonistas en el proceso de cambio social porque controlan las herramientas y los contenidos de la comunicación. En contraste, en la comunicación tradicional, adoptan un papel pasivo al seguir las instrucciones de otros. Esta idea se vincula con la PHC pues busca desmantelar las jerarquías en la teoría y metodología de los estudios académicos, y transformar un proceso tradicionalmente vertical en uno más colaborativo y equitativo.

Corona Berkin (2020, p. 31) explica que “la horizontalidad se opone a los binarismos comunes, como son investigador/investigado, legítimo/ilegítimo, moderno/antiguo y ciencia/saber, que excluyen de la investigación el nuevo conocimiento”. Un ejemplo de esta visión se observa en los laboratorios ciudadanos, donde los propios ciudadanos proponen proyectos según sus intereses, ya sea para resolver un problema o mejorar su calidad de vida. De esta manera, se desmantelan las jerarquías de los espacios tradicionales de creación de conocimiento y se garantiza la participación de los involucrados.

La segunda categoría es la colectividad. Como explica Corona Berkin (2020, p. 89), “la PHC construye un espacio de trabajo que genera dos resultados: 1) conocimiento nuevo a partir de múltiples voces en diálogo y 2) escucha equitativa que instaura nuevas relaciones entre las personas”. Esto resalta la importancia de la colectividad en la creación de conocimiento. De manera similar, en la comunicación participativa las comunidades actúan colectivamente en interés de la mayoría para evitar que el poder se quede en manos de un grupo pequeño (Gumucio Dagron, 2001). Esta dinámica también sucede dentro de los laboratorios ciudadanos ya que, según Antonio Lafuente (2022), los laboratorios ciudadanos funcionan como incubadoras de comunidades que proporcionan un espacio en donde se aprende a vivir juntos.

La tercera categoría es la promoción del diálogo. La comunicación participativa invita a sostener un diálogo continuo y crítico, y a promover el pensamiento crítico y la reflexión entre los participantes. En los laboratorios ciudadanos el intercambio de ideas, la discusión abierta y el aprendizaje mutuo son fundamentales dentro de su metodología ya que, sin ellos, predominarían las ideas de unos sobre otros. En el caso de la PHC, Corona Berkin (2020, p. 30) enfatiza que “la investigación, cuando dialoga significados, no arroja una investigación dominada por la reproducción siempre igual de resultados previsibles”. De esta manera, tanto en la comunicación participativa como en los laboratorios ciudadanos y PHC, el diálogo surge como un mecanismo facilitador de la construcción de conocimiento.

LABNL. Espacio de producción y experimentación

El LABNL Laboratorio Cultural Ciudadano se concibe como un espacio donde personas de diversas circunstancias colaboran para desarrollar proyectos experimentales con el propósito de encontrar nuevas formas de habitar el mundo de manera compartida (LABNL, s/f-c).

El origen de este proyecto se remonta a la visita del académico Antonio Lafuente, especialista en laboratorios ciudadanos y ciencia abierta, al Tecnológico de Monterrey en 2014. Como resultado de esta visita, Melissa Segura, quien en ese momento se desempeñaba como secretaria técnica del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE), tuvo la oportunidad de participar en un programa de residencias en MediaLab Prado en 2019, donde presentó la propuesta de abrir un laboratorio ciudadano en Nuevo León (CONARTE, 2020). Este proyecto fue presentado a finales de 2020 y abrió sus puertas al público en febrero de 2021. Actualmente, a pesar de haber sido propuesto originalmente por CONARTE, se encuentra bajo la dirección de la Secretaría de Cultura de Nuevo León.

El LABNL destaca por ser único en su tipo debido a la magnitud monumental de su infraestructura (Lupercio Cruz, 2015) y al apoyo continuo que recibe de la Secretaría de Cultura del Estado. Si bien es común que los laboratorios ciudadanos reciban financiamiento gubernamental, el caso de LABNL es excepcional debido a la cantidad y variedad de espacios que tiene disponibles. Entre sus instalaciones se encuentran un foro, un acervo, un conversatorio, un FABLAB, un taller de carpintería, salas de grabación visual y de audio, espacios colaborativos, una sala de cómputo y más (LABNL, s/f-b).

Aunque el LABNL está abierto al público, otorga prioridad a los proyectos y comunidades que trabajan en sus instalaciones. Con el fin de atraer proyectos, el laboratorio ha organizado convocatorias en las que ofrece un incentivo económico a las propuestas seleccionadas. Este apoyo permite a los participantes familiarizarse con la metodología del laboratorio y desarrollar un prototipo.

Existen dos formas de participación: como promotor, quien propone directamente el proyecto, o como colaborador, quien contribuye a su desarrollo. A pesar de la existencia de estos dos roles, se busca que los proyectos y comunidades trabajen de manera horizontal. Para garantizar esta dinámica, LABNL cuenta con mediadores, miembros del equipo encargados de facilitar las condiciones para la producción colectiva de conocimiento. Su trabajo es facilitar la comunicación entre el laboratorio y los grupos, y ofrecer apoyo en la gestión del uso del espacio y de los materiales, así como en la creación de un entorno donde todas las personas se sientan escuchadas.

En 2024, LABNL lanzó dos convocatorias en las que se invitó a los ciudadanos a presentar iniciativas que promovieran la cultura libre y que estuvieran alineadas con los cuatro ejes de investigación del laboratorio: ciudad, artes, cultura digital y memoria. Las propuestas de la ciudadanía debían enfocarse en la construcción de conocimientos colectivos, contribuir a la comunidad y explorar de nuevas formas de abordar problemáticas de interés común (LABNL, s/f-a). Tras la selección de 10 proyectos por convocatoria, se abrió una segunda fase dirigida a colaboradores que enfatizó que no era necesario tener experiencia en el tema.

La diversidad de los participantes promueve el diálogo entre saberes académicos y no académicos. En este sentido, se alinea con las PHC que, como señala Corona Berkin (2020), es una forma de investigar que busca el diálogo con voces no académicas y reconoce el valor de todos los saberes. Al concluir la etapa de prototipado, los proyectos reciben la invitación de consolidarse como comunidades dentro del laboratorio. Esto les permite continuar los prototipos o explorar nuevos proyectos. Las comunidades de LABNL se entienden como “grupos de personas diversas con intereses o problemáticas en común que se reúnen de manera periódica en el laboratorio para crear juntas” (Comunidades, 2025).

No todos los proyectos ciudadanos se convierten en comunidades, pero un ejemplo de ellos es Leyendas de Nuevo León, el cual posteriormente se tornó en comunidad bajo el nombre Leyendas del Noreste. Este proyecto buscaba crear un juego de rol inspirado en las leyendas y tradiciones de la región. Las primeras sesiones fueron en las que más se encontraban roces entre los participantes, ya que había opiniones contrarias sobre la temática, época y sistema de juego que se usaría. Conforme tomaron decisiones en común, terminaron la primera versión del prototipo. Éste se encuentra en su tercera edición y sigue siendo modificado (Leyendas de Nuevo León: Juegos de rol inspirados en la región, 2025).

Otro caso es la comunidad Somos Luz. Este grupo busca recuperar el tejido vecinal de las personas del barrio de la Luz, en el centro de Monterrey, a través de prototipos que rescaten su memoria (Somos luz: Compartiendo memorias del barrio, 2024). Durante su etapa como proyecto ciudadano, desarrolló un mapa móvil en el cual las personas cercanas al barrio podían señalar los espacios donde se ubicaban sus memorias. Como segundo prototipo, elaboraron una lotería, juego tradicional mexicano, inspirada en lugares y elementos icónicos del barrio. Para esto, lanzaron una convocatoria para que artistas locales colaboraran con ilustraciones para cada una de las barajas de la lotería. Actualmente, se encuentran cerca de terminar su tercer prototipo: un libro de cuentos inspirados en el barrio.

Es importante mencionar cómo LABNL permite la replicación de los prototipos de su laboratorio. La documentación de las actividades del LABNL se realiza por medio de una Wiki, siguiendo un formato de receta como el de Lafuente, Gómez Abad y Freire (2018). Este enfoque permite registrar de manera clara los elementos esenciales para replicar el proyecto y, a la vez, deja espacio para mejorar.

La elección de una Wiki como herramienta de documentación tiene la ventaja de la accesibilidad, ya que los contenidos están bajo una licencia Creative Commons, CC BY-SA. Esta licencia en específico implica que cualquier persona puede compartir y adaptar la información publicada siempre reconociendo la autoría original. Este enfoque está alineado con los principios de la cultura libre. Reconoce a las personas que desarrollan los proyectos y, a la vez, fomenta la experimentación sobre el conocimiento generado por otros.

Apunte final. Promover la comunicación participativa

Este ensayo ha distinguido las características que comparten los laboratorios ciudadanos, la comunicación participativa y la PHC: la horizontalidad, la colectividad y la promoción del diálogo. Estos elementos que comparten nos muestran la estrecha relación que hay entre ellos y muestra cómo se entretejen.

Comprender esta relación nos permite advertir que los laboratorios ciudadanos no sólo funcionan como plataformas para la innovación ciudadana, sino también como espacios que promueven y practican la comunicación participativa. Para futuras investigaciones, sería relevante salir del aspecto descriptivo y aplicar lo discutido en este ensayo a las prácticas de las comunidades en los laboratorios ciudadanos. No basta con limitarse a explorar la teoría.


Notas

  1. Este texto originalmente fue publicado en 1970 bajo el título de Pedagogy of the oppressed. La versión que se citará en este ensayo pertenece a una reimpresión de 2014 hecha por Bloomsbury, basada en la edición que publicó Continuum International Publishing Group en 2000 con motivo del trigésimo aniversario del libro.

Fuentes