Reflexiones en torno al uso de un lenguaje empático e inclusivo en los medios de comunicación

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No. 153-154 / enero-diciembre 2024 / ensayo
colaboración invitada

Edrei Álvarez-Monsiváis

UNIVERSIDAD DE MONTERREY

Este ensayo examina la implementación de narrativas que respetan la diversidad y promueven la inclusión en los medios de comunicación en México con el fin de erradicar la discriminación en consonancia con los derechos de las audiencias de las fracciones VIII y IX del artículo 256 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR). Igualmente, discute prácticas lingüísticas que pueden utilizar las personas locutoras o conductoras para priorizar la humanidad de los individuos por encima de concepciones estigmatizantes. También, analiza las implicaciones de los discursos de los medios en la visibilidad y el respeto hacia diversas identidades y condiciones, al proponer narrativas y términos que abarquen a todas las audiencias. Más que un diccionario que pudieran utilizar quienes están frente al micrófono o la cámara, reflexiono acerca de cómo orientar sus mensajes hacia un lenguaje inclusivo y empático.

Palabras que visibilizan

En un país tan extenso como México, la diversidad y la inclusión cobran relevancia y, por ende, el papel de los medios de comunicación como narradores y constructores de la realidad. Este trabajo busca enfatizar cómo, desde el lenguaje y las palabras, las personas colaboradoras en medios de comunicación pueden cumplir o incumplir con dos fracciones que son parte de los derechos de las audiencias señaladas en el artículo 256 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR, 2014):

VIII. En la prestación de los servicios de radiodifusión estará prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas;

IX. El respeto de los derechos humanos, el interés superior de la niñez, la igualdad de género y la no discriminación.

La no discriminación enlaza ambas fracciones con el fin de dejar en claro que la utilización de un lenguaje estigmatizante está prohibida en las concesionarias. De acuerdo con la página del Museo Memoria y Tolerancia (s. f.), la discriminación consiste en:

Dar un trato desfavorable e injusto a otra persona o grupo, generalmente por su origen, identidad o forma de vida […] La discriminación sucede cuando dejamos que nuestros prejuicios acerca de los demás se materialicen en una actitud de rechazo. Todos tenemos prejuicios, pero no todos discriminamos: la diferencia radica en que, mientras los prejuicios son opiniones o creencias, la discriminación consiste en una acción de rechazo con consecuencias directas y perjudiciales.

La discriminación puede ocurrir tanto consciente como inconscientemente debido a que no se reconocen las demandas y problemáticas que ciertos grupos poblacionales y, por tanto, audiencias, están combatiendo.

La defensoría de audiencias de Radio UDEM 90.5 FM ofrece algunos talleres a nuevas personas colaboradoras que buscan emitir su programa a partir de esta frecuencia. La mayoría es el alumnado de la Licenciatura en Ciencias de la Información y la Comunicación que propone proyectos para la estación cada semestre. En estos ejercicios, las alumnas y los alumnos generan una lluvia de ideas sobre cómo utilizar las palabras adecuadas para hacer referencia a distintas identidades y características de las personas. Si bien el punto no es crear un lineamiento inamovible sobre cómo mencionarles, se indaga en cómo el uso de la terminología adecuada profesionaliza a quienes quieren desempeñarse en el ámbito mediático.

Las personas que conducen un programa de televisión o radio saben que las palabras definen, identifican y visibilizan y el aprender una nueva palabra, en cualquier idioma, empodera para utilizarla en diferentes contextos. Asimismo, el conocer las palabras correctas para mencionar a ciertos grupos profesionaliza a quien la menciona y la coloca como una persona empática e inclusiva. En contraparte, el no saber cuál es el término correcto lleva a invisibilizar a una parte importante de las audiencias.

A continuación, presento algunas de las maneras en las que es posible referirse a ciertos grupos e identidades para empatizar con sus causas e incluir a la diversidad de las audiencias. Para su realización, utilizo algunos trabajos y guías precedentes sobre lenguaje incluyente y no discriminador (Haas Paciuc y Zedillo Ortega, 2021; INE, s.f.; SCJN, 2022). Si bien este texto está pensado sobre todo para medios de corte educativo, la importancia del respeto a cómo mencionar a las personas no está (o no debería estar) limitado a este tipo de concesiones.

Es importante apuntar que estas formas no pretenden ser normas férreas a seguir. Tampoco tienen la ambición de cubrir el total de términos para nombrar a todas las identidades. El objetivo, en cambio, es aportar algunos casos donde queden de manifiesto criterios para promover entornos mediáticos incluyentes. Igualmente, este ensayo busca ser un ancla para que quienes participen en medios adquieran el hábito de estar al pendiente de los cambios que demanda la sociedad y, por tanto, las audiencias.

Algunas buenas prácticas para el uso del lenguaje empático e inclusivo

1. Ante todo, personas

En el centro de una comunicación empática e inclusiva yace el principio de reconocer la humanidad intrínseca de cada individuo. Este principio refleja una práctica lingüística sencilla, pero valiosa: anteponer la palabra persona antes de mencionar cualquier identidad, característica sociodemográfica o condición. Este enfoque resalta que, ante cualquier diversidad que una persona o grupo de personas pueda presentar, son seres humanos con derechos y merecedores de las mismas oportunidades. En términos prácticos, en lugar de decir los migrantes, los diabéticos o los trans, es preferible las personas migrantes, personas en movilidad, personas refugiadas, personas diabéticas o personas trans. Esto añade empatía y visibiliza sus derechos.

Su utilización tiene dos ventajas: 1) subraya la noción de que, independientemente de las diferencias, todas las personas merecen respeto y dignidad, al reafirmar su humanidad; 2) facilita la generalización inclusiva; por ejemplo, al hablar de personas migrantes, se incluyen automáticamente múltiples géneros en la descripción, lo que promueve una visión más inclusiva sin tener que recurrir al desdoblamiento.

2. Visibilizar puestos históricamente masculinizados o feminizados

Ciertos puestos y profesiones han sido predominantemente ocupados por hombres; esto ha contribuido a la percepción errónea de que estas áreas son inherentemente “masculinas” y mejor adaptadas para los hombres. Otros roles, como maestras, enfermeras y cuidadoras, han sido vistos tradicionalmente como “femeninos”, lo que limita la participación de los hombres y refuerza la idea de que el cuidado es responsabilidad exclusivamente de las mujeres.

Es importante resaltar que las profesiones, entre otras cuestiones como los colores, las formas de ser o el maquillaje, no son inherentemente “masculinas” o “femeninas”, sino que han sido masculinizadas o feminizadas históricamente por la sociedad y cultura.

En estos casos es fundamental realizar desdoblamientos y visibilizar palabras como presidentas, juezas, ingenieras y científicas; y a la inversa, enfermeros y cuidadores. Esto rompe la noción de que ciertos trabajos son exclusivos de un género, promueve una mayor igualdad de oportunidades y fomenta una sociedad en la que las aspiraciones profesionales de las personas no estén limitadas por estereotipos de género.

3. Orientación sexual versus preferencia sexual

Es importante tener en mente la diferencia que existe entre orientación sexual y preferencia sexual. La primera se refiere a una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera hacia otras personas; es un aspecto de la identidad de una persona que generalmente se descubre a lo largo de la vida y no se elige. La orientación sexual incluye, pero no se limita a ser heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual, entre otras.

Por otro lado, la preferencia sexual hace referencia a patrones de atracción que son más específicos y pueden variar a lo largo de la vida de una persona. Este término puede implicar una elección consciente o una inclinación hacia ciertas características o cualidades en las parejas sexuales o románticas.

Usar preferencia para describir la orientación sexual resulta problemático porque sugiere que la orientación sexual es una elección voluntaria y, por lo tanto, potencialmente reversible. Por ejemplo, una persona con orientación homosexual que puede optar (preferir) por mantener relaciones heterosexuales debido a la presión social o el miedo a la discriminación; pero también, una persona con orientación heterosexual podría explorar (preferir) relaciones homosexuales en un contexto de descubrimiento personal o experimentación, sin que estas experiencias cambien su orientación sexual. Por tanto, equiparar preferencia con orientación puede llevar a interpretaciones erróneas sobre la naturaleza de la sexualidad humana. Este malentendido puede alimentar estigmas y justificar intentos dañinos de cambiar la orientación sexual de una persona a través de prácticas desacreditadas e ilegales como las terapias de conversión.

4. El plural para reconocer la diversidad

Otra práctica para fomentar la inclusión y visibilización de diferentes grupos vulnerados es el uso del lenguaje en plural. Esta perspectiva reconoce la diversidad dentro de cualquier grupo y evita generalizaciones y estereotipos limitantes. El plural invita a considerar la rica variedad de experiencias, identidades y culturas que existen dentro de cualquier categoría.

Por ejemplo, mencionar a las mujeres en lugar de la mujer abre el espectro a las múltiples formas y experiencias de ser mujeres. También la pluralización es adecuada para referirse a las culturas; por ejemplo, las culturas asiáticas, en lugar de la cultura asiática, subraya la rica diversidad dentro de Asia, un continente vasto con una multiplicidad de tradiciones, lenguas y prácticas culturales. Otro ejemplo pertinente es cuando se utiliza audiencias en lugar de audiencia, con el fin de abrir la perspectiva y reconocer que, a pesar de que existen audiencias meta en las emisiones, esto no evita que esas audiencias tengan experiencias, características e identidades distintas.

Las palabras en plural recuerdan lo limitativo de agrupar a todas las personas bajo una única narrativa o experiencia e invita a un diálogo más rico y comprensivo sobre las realidades de diferentes personas y grupos.

5. Las infancias, las adolescencias y las personas adultas mayores

Para referirse a los niños y las niñas recomiendo optar por el término infancias, en lugar de menor de edad, para evitar reducir su importancia a una cuestión de edad. En la literatura legal se ha discutido cómo el categorizarlas como menores de edad ofrece la perspectiva de las incapacidades inherentes a esta etapa; en este sentido subrayar una insuficiencia en la edad puede implicar una falta de autonomía o capacidad.

Es esencial reconocer a los niños y niñas como individuos con derechos propios, en lugar de como objetos de cuidado o protección. Hablar de infancias refuerza la idea de que los niños y niñas son sujetos activos de derechos, con capacidad de participar en la sociedad y con necesidades y deseos propios.

Por otro lado, en el caso de las personas adultas mayores es deseable alejarnos de eufemismos como “viejitos” o “abuelitos” que pueden resultar infantilizantes o estereotipantes; además, no todas las personas de dicha edad son necesariamente abuelos.

Por último, es importante considerar si es necesario mencionar la edad de alguien, ya que esto puede tener connotaciones tanto positivas como negativas. Por ejemplo, el poseer juventud puede interpretarse como vitalidad y energía en algunos contextos, mientras que en otros puede traducirse como inexperiencia y desconocimiento.

6. Los grupos son vulnerados no vulnerables

Esta diferencia no es meramente semántica; conlleva una profunda implicación sobre cómo son conceptualizadas las causas de la vulnerabilidad y, por ende, las soluciones a estas problemáticas. Grupos vulnerables sugiere una pasividad o una característica inherente a estas comunidades que las hace susceptibles a daños o desventajas. Esta visión puede, inadvertidamente, implicar que la causa de su vulnerabilidad reside en las identidades de las personas.

En contraste, grupos vulnerados pone el foco en la acción externa, es decir, reconoce que la vulnerabilidad de estos grupos no deriva de quiénes son, sino de cómo la sociedad, sus estructuras, historia y cultura los han colocado en situaciones de desventaja. Así, evitamos caer en una noción culpabilizadora que puede sugerir que los grupos en cuestión, como las personas en movilidad, los pueblos originarios, las personas en situación de pobreza, las personas de la comunidad LGBT+, las mujeres, entre otros, son responsables de su propia situación. Esta perspectiva invita a la sociedad a reflexionar sobre las dinámicas de poder, los prejuicios y las políticas que perpetúan la desigualdad y la discriminación.

7. Personas afrodescendientes en lugar de referir el “color” de las personas

El uso del término personas afrodescendientes está alineado con el lenguaje de los Derechos Humanos que reconoce a estas comunidades como grupos con historias, culturas y contribuciones específicas, pero también como colectivos que han enfrentado y continúan enfrentando discriminación y desigualdad. Debemos tener cuidado con englobar a todas las personas con esta identidad como afroamericanas, ya que este término suele aludir a la comunidad afrodescendiente de Estados Unidos. Asimismo, es importante optar por el término persona afromexicana para visibilizar a la comunidad de este país. El uso de eufemismos o diminutivos como “morenito” o “negrito” puede parecer inofensivo o, incluso, cariñoso en ciertos contextos culturales, pero a menudo trivializa las experiencias de discriminación y racismo que enfrentan estas comunidades.

8. Personas con diversidad funcional y neurodiversas

La forma en que desde los medios se hace referencia a las personas con discapacidades refleja y puede influir en cómo la sociedad las percibe y trata. El término “capacidades diferentes” es demasiado general y no especifica la naturaleza de la discapacidad. Además, diluye la realidad de los desafíos específicos que enfrentan las personas con discapacidades y puede minimizar la necesidad de políticas específicas para garantizar su plena participación en la sociedad. Personas “minusválidas” e “inválidas” son términos especialmente problemáticos porque sugieren que las personas con discapacidades tienen menos valor que otras. Usar “impedidas” se centra indebidamente en las barreras o limitaciones, lo que puede reducir a la persona a su condición de discapacidad. Esta referencia deja caer sobre ellas la dificultad para realizar ciertas tareas en lugar de dirigirse a cómo la sociedad no ha logrado generar los escenarios necesarios para incluirlas en las prácticas sociales.

Personas discapacitadas, en cambio, es un término ampliamente aceptado y utilizado en la legislación de muchos países para referirse a individuos que pueden enfrentar desafíos en su movilidad, comunicación, aprendizaje o actividades de la vida diaria debido a diferencias físicas, mentales, sensoriales o cognitivas. Este término subraya la importancia de reconocer y abordar las barreras sociales, ambientales y actitudinales que limitan su participación en igualdad de condiciones con las demás.

Por su parte, diversidad funcional es una conceptualización más reciente que busca resaltar la variedad en las capacidades humanas; reconoce que todas las personas tienen diferentes niveles de funcionamiento y que la sociedad debe adaptarse para incluir a todas, en lugar de perpetuar un modelo de normalidad excluyente. Además, este desafía la idea de que existe una única forma de funcionamiento normalizada, sino que existen formas de funcionamiento privilegiadas o hegemónicas.

En el mismo sentido, es relevante interiorizar en los medios el término personas neurodivergentes o neurodiversas, en lugar de referirse específicamente a personas en situación de cualquier espectro autista, dislexia, dispraxia, discalculia, y TDAH o, claro está, la utilización de términos despectivos como “personas con retraso”. La expresión neurodivergencia reconoce la diversidad en el funcionamiento cerebral y cognitivo como una variación natural dentro de la población humana, en lugar de una deficiencia o anomalía. Este enfoque promueve la inclusión en lugar de la estigmatización de las personas por no ajustarse a una norma neurológica percibida. Este tratamiento es especialmente importante en contextos no clínicos, donde el énfasis debe estar en el reconocimiento y la aceptación de la diversidad, en lugar de en la categorización médica o diagnóstica. Así, hay una contribución a un cambio cultural hacia la despatologización de las diferencias neurológicas.

9. Hegemonía y diversidad en los cuerpos

Esta práctica debe partir de la premisa de que es inapropiado criticar o hacer lecturas sobre los cuerpos de las personas (ni positivas ni negativas). Esto incluye no hacer suposiciones sobre la salud, el estilo de vida o la valía de una persona basada en su apariencia física.

Históricamente, ciertos cuerpos han sido valorados sobre otros debido a normas culturales y estéticas. Estos cuerpos hegemónicos a menudo se ajustan a estándares restrictivos de delgadez y proporciones específicas. Frente a esto, se debe ampliar la percepción de la belleza para incluir cuerpos diversos, que representan una gama mucho más amplia de formas y tamaños que existen en la población. Este reconocimiento ayuda a desmantelar la noción de que solo algunos cuerpos son dignos de ser celebrados. Un concepto interesante para referirse a los cuerpos diversos es el de talla real, con el fin de desestimar los ideales del cuerpo, que resultan ser irreales o poco alcanzables, lo que contribuye a una imagen corporal positiva entre la población y refleja más fielmente la realidad de los cuerpos.

Al hablar de cuerpos en los medios, solo si es primordialmente necesario, se debe emplear un lenguaje que respete y celebre la diversidad corporal. Esto implica ser consciente de cómo las palabras pueden impactar en la percepción que otras personas tienen de sí mismas y de sus cuerpos.

10. Visibilizar pueblos originarios y sus lenguas

Esta perspectiva no solo reconoce la rica diversidad y la profunda historia de estas comunidades, sino que también reafirma su importancia fundamental en la configuración de la identidad nacional y cultural de países con un legado colonial, como México. Referirse a los pueblos originarios en lugar de pueblos indígenas enfatiza la idea de que estas comunidades no son “otras”, sino una parte intrínseca de la nación y su historia. Esta terminología subraya la continuidad y la preservación de culturas, tradiciones y conocimientos que preceden a la colonización y que siguen vivos hoy en día; esto contribuye a la riqueza cultural del país y respeta su autonomía y subraya el reconocimiento de sus sistemas de gobierno, cosmovisiones y formas de vida. Por otro lado, reconocer las lenguas de los pueblos originarios como idiomas, en lugar de dialectos, es crucial para validar su importancia y promover su preservación. Cada lengua es un universo de conocimiento, con su propia estructura, historia y literatura. Alentar el aprendizaje y la difusión de estas lenguas ayuda a preservarlas para las futuras generaciones y enriquece la diversidad lingüística y cultural.

Apuntes finales. Comprender la empatía de las palabras

Abarcar en una guía rígida todas las formas de referirse a ciertos grupos en los medios de comunicación sería una labor muy ambiciosa, ya que se conformaría una lista de palabras cambiantes en el tiempo: algunas se abandonarían y otras más se añadirían. Ante esta labor titánica, lo que podemos realizar es reflexionar acerca de dos cuestiones fundamentales.

Primero: la forma sí es fondo. Estar frente a un micrófono o una cámara tiene una carga de responsabilidad muy alta. Esa persona debe entender que, a partir de sus palabras, disemina narraciones e imaginarios sobre el mundo, donde puede representar ciertas vivencias y grupos y excluir otras experiencias e identidades. Es importante que la persona comunicadora tenga esto en mente, no para limitar su vocabulario, sino para hacerlo crecer, volverlo más plural y dejar atrás formas de comunicación que no por ser las más repetitivas o utilizadas son el canon para referirse a las personas. Asimismo, no pueden refugiarse en el “siempre se ha dicho así” o “así se ha conducido la vida”; al contrario, debe existir un interés genuino por deconstruirse y reconocer que el lenguaje representa, proyecta y, también, estigmatiza.

El segundo punto para reflexionar es que la forma de lograr un lenguaje incluyente, empático y no discriminador se encuentra, más que en el aprendizaje de términos de cómo referirse a las personas, en el entendimiento de por qué algunas formas de referenciación resultan más empáticas que otras. Por ello, este texto buscó ser una explicación de la necesidad de colocar conceptos que visibilicen minorías y humanicen a las personas dentro de los discursos mediáticos.

Por todo lo anterior, este ensayo es una invitación a las personas colaboradoras de medios de comunicación para reconocer a los grupos invisibilizados a través de las maneras de referirse a ellos y promover la profesionalización de su labor.


Fuentes