No. 155 / enero-junio 2025 / ensayo
colaboración invitada
Sarah Corona Berkin
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
CENTRO MARIA SIBYLLA MERIAN DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS AVANZADOS
El Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS) parte de una mirada horizontal al conocimiento que se produce en su Red. Desde su inicio en el 2018, y hasta el 2025, sus 4 líneas de investigación —estudios de paz, desigualdades sociales, antropoceno e identidades — han estado unidas por un eje transversal que hemos llamado Producción Horizontal del Conocimiento (PHC). El objetivo de esta metodología es crear nuevo conocimiento y nuevas formas de compartirlo. En lo que sigue voy a hablar de la PHC como una práctica transversal en la investigación que CALAS ha hospedado y promovido en seminarios colectivos y publicaciones múltiples.
Es importante reconocer en esta historia, como dice Claudia Zapata (2024) en su más reciente libro, que: la historia no parte de cero. La PHC tiene antecedentes en las ideas y reflexiones afines que durante todo el siglo XX construyeron fuertes lazos entre los investigadores en América Latina. Las migraciones forzadas desde el Cono Sur hacia todo el continente contribuyeron al debate de ideas democráticas y teorías críticas para analizar los hechos sociales.
Transformar el pensamiento que venía del norte visibilizó un conjunto de ideas que eran del Sur y que han dado forma a un pensamiento latinoamericano que desarrolla sus propias teorías y metodologías. Los flujos de las teorías latinoamericanas se actualizan hoy en la participación en la Red CALAS como propuesta para construir nuevo conocimiento en el contexto actual.
El panorama es más extenso y se conecta hoy con luchas más amplias. Caminar fuera de las epistemologías del norte, como son las indígenas, las luchas por la emancipación, o las de las mujeres, por mencionar algunas, propone cambios de fondo.
También reconozco documentos visionarios de otras latitudes que buscaron transformar el sentido, como, por ejemplo, el de la Comisión para la Reforma Universitaria Alemana, fechado en un relevante año de restauración en 1949, que dice:
Cada profesor de una universidad debe poseer la siguiente habilidad:
Enseñar en cada materia, que delante de sus angostas fronteras, se accede a un horizonte más ancho y propio (En Feyerabend, 2010: 279).
En el esfuerzo por ampliar la producción de nuevo conocimiento, en CALAS hablamos de una metodología fundamentada en la horizontalidad. Esto significa que, para crear un nuevo saber, deben ser incluidos todas las personas que forman parte de un problema porque todas saben cosas y todas tienen conocimientos.
Esta es una metodología que tiene como ruta epistemológica el lenguaje y el diálogo. El lenguaje porque es nuestro pensamiento y, al expresarnos desde distintos lenguajes y saberes, enriquecemos el conocimiento para afrontar problemas. En diálogo, dos o más formas de logos, entablan una conversación y, al tomar turnos como hablantes y oyentes, no buscan un consenso sino construir un tercer texto, resultado que deja ver las voces desde las condiciones de quien las emite. El contexto para crear estos textos, hace hincapié en que, aún en las situaciones donde se oponen las maneras de entender, de pensar, de mirar, en la práctica horizontal se reconoce el conflicto y se busca que se convierta en un conflicto generador de nuevo conocimiento.
La discusión epistemológica sobre la horizontalidad se puede consultar en la amplia producción de libros, materiales impresos y digitales generados por la Red de estudios horizontales, y por la línea editorial de jóvenes investigadores. Las publicaciones son colectivas, producidas en seminarios de discusión y se descargan gratuitamente desde la página de la Red CALAS.
La Producción Horizontal del Conocimiento (Corona Berkin, 2019) no es sólo una propuesta metodológica para generar nuevo conocimiento, sino que además se propone aportar formas para mejorar la convivencia social a partir del diálogo con todos los involucrados en los problemas. En este sentido, son dos los atributos de esta propuesta. Primero, arriesgarse a la investigación que nos lleva de manera horizontal por caminos novedosos puede arrojar resultados impredecibles y ser fuente de futuro conocimiento. Segundo, en el diálogo equitativo entre múltiples saberes 一los académicos y los no académicos一 se enriquecen no sólo las formas de solucionar problemas, sino que transforman las relaciones entre las personas en el espacio público hacia un entendimiento democrático.
Ahora bien, ¿en qué se diferencia la PHC de las modalidades bien intencionadas, pero “de rutina”? Es decir, esas que renuncian a introducir transformaciones metodológicas y por lo tanto sirven para dar continuidad a la misma producción cultural, económica, política y científica. Quiero responder a partir de distinguir la PHC de la propuesta que hace Arjun Appadurai en su libro The Future as Cultural Fact: Essays on the Global Condition (2013), para promover la investigación como un derecho humano. El autor acoge la idea de democratizar la investigación abriendo posibilidades educativas para que los jóvenes de la escala más baja social aprendan a investigar de la misma forma que los jóvenes que van a las mejores universidades del mundo. Lo que vemos en su argumento es una crítica a las instituciones educativas por no compartir con la ciudadanía las categorías convencionales de la investigación.
Appadurai, con una intención loable, reclama formas de enseñar a los jóvenes de educación “humilde”, “la mejor manera de usar la documentación como un camino para adquirir información, […] hacer algunos análisis sistemáticos y diseminar sus resultados oralmente y en escritos y otros medios” (2013: 282). Sin embargo, en su propuesta, los conceptos mismos de documentar, de archivos oficiales o de técnicas de análisis sistemático no son puestos en duda. Tampoco toma en cuenta los conocimientos propios de los jóvenes para producir y diseminar lo que ellos mismos saben.
De esta manera, la investigación que se propone estimular, dice Appadurai, “es la capacidad para sistemáticamente encontrar dónde está asequible la mejor información, cuánta información es suficiente para tomar una decisión sólida, y dónde está almacenada esa información”. El autor continúa con su propósito al señalar que “ser parte de una sociedad democrática requiere que uno esté informado” y de allí la importancia de que todos sepan buscar la información convencional en este mundo de cambios rápidos, tecnologías nuevas y flujos de información. En su perspectiva no se cuestiona que los jóvenes “humildes” también tienen conocimiento e información valiosa, que saben cosas; pero no son valoradas por las autoridades de la ciencia oficial.
Los problemas de esta perspectiva, vistos desde la PHC son los siguientes: 1) se parte de la necesidad que supone tienen estos jóvenes de perfeccionar sus habilidades de investigar, entendidas como sinónimo de buscar información; 2) si bien su proyecto significa capacitar tecnológicamente a los usuarios, no se aprecia el reconocimiento que debe ser central a las ciencias, el de generar verdadero y nuevo conocimiento, dialógico y democrático.
En esta posición, el autor se resiste a llamar investigación y conocimiento a lo que los jóvenes saben y no es reconocido por las sociedades científicas que proveen de un orden autoritario a la voluntad de saber. La repartición de las formas homogéneas de investigación sirve para que cada “investigador”, de forma individual y por su cuenta investigue (o sea “se informe”) y, finalmente, se adapte mejor al sistema social hegemónico.
¿Por qué se diferencia nuestra propuesta de la anterior? Mi respuesta en este lugar se basa en la paráfrasis del conocido título de Walter Benjamin El autor como productor. Frente al concepto de investigador como buscador de información y repetidor de fórmulas, me inclino por el investigador como productor.
Contrario a la separación entre el “investigador” y el “investigado”, que la investigación convencional mantiene como punto de partida, en horizontalidad todas las personas involucradas en un problema pueden ser investigadoras y todas pueden producir conocimiento colectivo y enfrentar los problemas sociales. Así quedará claro que nos interesa menos la proliferación de la investigación con “criterios científicos” y más nos importa la transformación del aparato de producción de conocimiento.
En otras palabras, partimos, con Walter Benjamin, de que “abastecer un aparato de producción sin transformarlo, es un procedimiento sumamente impugnable incluso cuando los materiales con que se abastece parecen ser de naturaleza revolucionaria” (2004: 38). O como observa Jesús Martín Barbero:
La teoría es uno de los espacios clave de la dependencia […] Pero la dependencia no consiste en asumir teorías producidas “fuera”; lo dependiente es la concepción misma de la ciencia, del trabajo científico y su función en la sociedad. Como en otros campos, también aquí lo grave es que sean exógenos no los productos sino las estructuras mismas de producción (1982: 110).
Transformarlos significa superar la división investigador-investigado. En busca de un nombre, he optado por llamar investigadores pares (Corona Berkin, 2019) a todos los que desde distintos lugares conocen el problema y construyen en diálogo conocimiento. Esto significa transformar la metodología, como aparato de producción científica, por una horizontal que contemple la equidad discursiva y la autonomía de las voces de todos.
Otra discrepancia de la PHC, muy propia de muchas de las investigaciones en distintas disciplinas de las ciencias sociales y culturales, es la preocupación por la distancia. Para la historia, la distancia que se evoca es temporal; para la antropología, significa construir la distancia en el “campo”; para la psicología o la comunicación, conocer el mundo es aproximarse a él en el análisis de los signos. Si coinciden en algo las disciplinas es que la distancia está en el corazón de su reflexión. Su tarea es construir la distancia entre el investigador y los sujetos de la investigación. Por otro lado, como afirma Mario Rufer, horizontalizar la producción de conocimiento no significa reducir la distancia para estar más cerca, significa estar en el mismo nivel.
En horizontalidad, ¿cómo entender lo que se gesta fuera de los márgenes impuestos por distintas disciplinas a partir de la exigencia de la distancia? Evidentemente no es con mejores técnicas de registro. El pacto de la horizontalidad no se preocupa por desaparecer o limpiar el “ruido” ni las contradicciones. Por el contrario, consideramos que borrar los conflictos empobrece el conocimiento.
La horizontalidad es otra forma de producir conocimiento en ciencias sociales, culturales y humanas que teme menos a las interpretaciones múltiples y considera que el nuevo conocimiento se crea solo cuando participan todos los involucrados en el problema; que constata que hay más por conocer que lo ya conocido y repetido, y que no es con las mismas fórmulas metodológicas que se va a producir un cambio profundo en la manera en que pensamos el mundo social.
¿Cómo sería entonces un escenario para horizontalizar la investigación?
Lo que sigue no son reglas ni recetas de un manual. Son tres estrategias para horizontalizar la producción científica: la igualdad discursiva, el conflicto generador y la autonomía de las voces (Corona Berkin, 2019).
1. La igualdad discursiva. De aquí parte el asunto central para imaginar métodos horizontales. No en vano la igualdad se piensa desde muchas perspectivas como la meta para la perfecta vida en común. Se habla de igualdad de género, de condiciones, de oportunidades, etc. Pero cuando se busca esa igualdad, no se encuentra. Por ello, la igualdad para expresar la voz propia se ejerce por voluntad, para que cada quien se exprese frente a la visión de los otros y del poder.
2. El conflicto generador. Toda conversación social entre personas que piensan diferente, implica un conflicto entre varias formas de comprender un problema, abordarlo y resolverlo. Pero el conflicto puede tener como propósito imponer la mirada autoritaria del investigador, o bien a partir de métodos horizontales, puede convertirse en generador de nuevo conocimiento. A partir del desacuerdo, se busca fundar oportunidades de igualdad discursiva para que cada quien diga, desde su propia voz, su forma de mirar el problema, que se expresen las necesidades propias y las ajenas, se enfrenten los conflictos y se encuentren formas nuevas de vivir juntos.
3. La autonomía de la propia voz. El lenguaje nos atraviesa y está comprobado que nos deja reconocer en el mundo solo lo que se puede nombrar. Entonces, ¿hasta dónde el nombre por el que se nos reconoce públicamente, nos excluye, nos ofende, nos desvaloriza o nos ubica jerárquicamente en sociedad? Llamarnos todos investigadores pares, como lo hacemos en la PHC, no es sólo cambiar una forma de producir conocimiento, sino también de transformar la relación entre las personas.
Lo anterior busca crear las condiciones para producir un tercer texto, un nuevo resultado que se alcanza después de que los investigadores pares, en diálogo toman turnos como hablantes y oyentes para afrontar los problemas que a todos nos interesan.
No es posible la construcción del conocimiento social a partir de la búsqueda solitaria de información. Tenemos que trabajar en conjunto, en colectividades, para que triunfe la horizontalidad activa, productiva y militante. En CALAS hemos buscado apoyar la necesidad de horizontalizar la producción de conocimiento, para que las condiciones para su generación no se vean obstruidas.
Fuentes
- Appadurai, A. (2013). The Future as Cultural Fact. Essays on the Global Condition. Londres: Verso. Benjamin, W. (2004). El autor como productor. México D.F.: Ítaca.
- Corona Berkin, S. (2019). Producción horizontal del conocimiento. CALAS, Bielefeld Press/UdeG.
- Feyerabend, P. (2010). Against Method. Londres: Verso.
- Martin Barbero, J. (1982) Comunicación y Cultura, No. 9. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
- Zapata Silva, C. (2024). La historia no parte de cero. Intervenciones críticas desde América Latina. Chile: Los libros de la mujer rota.