La acumulación de conocimiento para el control de los campos científicos
No. 148 / Julio-Diciembre 2021 / Ensayo
José Rivera Guadarrama
PERIODISTA
Resumen: El propósito de este ensayo es mostrar las coincidencias epistemológicas entre los conceptos discurso y paradigma. En el fondo, ambos términos contienen propósitos fundamentales; es decir, su objetivo es controlar o sobreponerse a diversos campos de las ciencias humanas mediante la acumulación de conocimientos lo que, al mismo tiempo, pretende ejercer un poder frente a los otros campos de saberes mediante resultados comprobables, demostrables y concretos. Para ello, analizaremos las propuestas teóricas de Michel Foucault y Thomas Kuhn, principales exponentes de ambos vocablos.
Abstract: The purpose of this essay is to analyze the epistemological coincidences between the concepts discourse and paradigm. Both, at bottom, contain fundamental objectives. In other words, its intention is to control or overcome various fields of the human sciences through the accumulation of knowledge, which, at the same time, intends to exercise power over other fields of knowledge through verifiable, demonstrable, and concrete. For this, the theoretical proposals of Michel Foucault and Thomas Kuhn will be analyzed, as they are the main exponents of these terms.
El objeto de estudio del lenguaje humano, conocido como “el giro lingüístico” (Rorty, 1967), fue una propuesta metodológica importante que abarcó buena parte de la segunda mitad del siglo pasado. Abordó el problema de la comunicación humana concerniente, sobre todo, a la formación de los saberes y de los conocimientos, y a su validación y refutación. De esta manera, pensadores como Bertrand Russell, G.E. Moore, Gottlob Frege, Ludwig Wittgenstein y Thomas Kuhn comenzaron a indagar y exponer las reglas o características que daban forma a diversos campos de investigación; es decir, trataban de exponer o describir las reglas internas que consolidaban a las ciencias. Por otro lado, con dichos métodos de estudio, otros investigadores como Michel Foucault, Walter Benjamin, Herbert Marcuse, determinaron que, mediante la acumulación del conocimiento o más allá de ello, se establecía de manera explícita el asunto del poder.
En esos entrecruzamientos teóricos podemos encontrar similitudes entre los conceptos de discurso y paradigma. Sobre todo, porque podemos hacer preguntas similares a ambos términos: ¿quiénes son los encargados de generarlos?, ¿quiénes hablan a través de ellos?, ¿con qué objetivo?, ¿el acto de decir o descubrir algo lleva implícita alguna acción, algún objetivo? Estos dos vocablos implican y evidencian la formación y el ejercicio del poder de dominación dentro de sus respectivas áreas de conocimiento.
El propósito del discurso y del paradigma consiste en mostrar el quehacer científico y su desarrollo tal como se presenta en el tiempo. Ambos se apoyan en argumentaciones históricas y pugnan por mantenerse en el enfoque que han demostrado ser capaces de ofrecer con resultados positivos. Y, cuando resulta lo contrario, los campos de saber entran en una fase de decadencia y pérdida de vigencia que los conduce hasta su declive. De esta manera, se da paso a una nueva construcción epistémica, cuyos valores y objetivos, por lo general, no coinciden con su antecesor. Entran en crisis y, al mismo tiempo, los saberes pierden el poder de influir sobre sus contrarios. Se debilitan.
A decir de Patton (1990), el paradigma indica y guía a sus seguidores en relación a lo que debe ser demostrable, válido y razonable. El paradigma se convierte en una especie de filtro que permitirá al investigador observar la realidad desde una perspectiva determinada por la metodología que ha adoptado. Por lo tanto, el paradigma determinará, en gran medida, la forma en la que desarrollará el proceso investigativo.
Para Kuhn, en su obra La estructura de las revoluciones científicas (1971), un paradigma hace referencia a la realización científica reconocida que, durante cierto tiempo, proporciona modelos de problemas y soluciones a una comunidad determinada. Para ello, la observación y la experiencia pueden y deben limitar la gama de las creencias científicas admisibles. Sin olvidar que, por sí solas, no pueden determinar un cuerpo particular de tales creencias. Y su desaparición es causada, por lo general, por el triunfo de una de las escuelas anteriores al paradigma, que a causa de sus propias creencias y preconcepciones características, hace hincapié sólo en alguna parte especial del conjunto demasiado grande e incoado de informes.
Además, dice Kuhn, para ser aceptada como paradigma, una teoría debe parecer mejor que sus competidoras. Aunque no necesita explicar todos los hechos que se puedan confrontar con ella. Sin embargo, el nuevo paradigma implica una definición nueva y más rígida del campo. Quienes no deseen, o no sean capaces de ajustar su trabajo a ella, deberán continuar en aislamiento o unirse a algún otro grupo.
Podemos decir que para este autor la palabra paradigma tiene dos sentidos. En primer lugar, significa un ejemplo de cómo se resolvió un problema; tal solución puede ser sorprendente e inesperada. En segundo lugar, significa el conjunto de compromisos, teorías, metodologías, etcétera, que asume y defiende una comunidad científica porque le permite explicar ciertos fenómenos y entrar en una etapa de acumulación de conocimientos o de investigación. Los paradigmas permiten a la comunidad científica explicar el mundo, iniciar investigaciones, formar nuevos cuadros de investigadores, entre otros objetivos, hasta que surge una crisis debida a la imposibilidad de resolver un problema o una serie de ellos.
Como ejemplo de la formación de un paradigma, citemos el caso del geocentrismo, teoría astronómica que situaba a la Tierra en el centro del universo, alrededor de la cual los astros, incluido el Sol, giraban a su alrededor. Este modelo de pensamiento produjo investigaciones centradas en esa idea. El científico más reconocido en estos estudios fue Claudio Ptolomeo. Su modelo estuvo vigente desde el siglo II a.C., hasta el siglo XVI, cuando fue reemplazado por la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico durante el Renacimiento occidental.
No sólo las cuestiones científicas giraban en esa línea de investigación. Su amplitud abarcaba otras áreas tales como la religiosa, la política, la filosófica. Fue hasta 1543 cuando Copérnico publicó su De revolutionibus orbium coelestium, en la cual demostraba que la Tierra y los demás planetas, en contraste con lo que señalaba la doctrina oficial, giraban alrededor del Sol. Ahí se puede hablar de un cambio de paradigma.
Estos despliegues o deslizamientos son naturales dentro de cualquier investigación científica. Sobre todo, porque cada propuesta teórica debe contener diversas reglas dirigidas a la solución o descubrimiento de problemas. Con el ejemplo de las posturas científicas heliocéntricas y geocéntricas, la producción de textos e investigaciones científicas fue abundante. Todas ellas se enfocaron en respaldar el resultado en el cual se enmarcaban y descartaron a todas aquellas que no correspondían con su marco de referencia epistémica.
De modo semejante a lo que ocurre dentro del dominio de una determinada ciencia, y con alcances transdisciplinarios, se pueden percibir las coincidencias y propósitos en la formación de los discursos y en las formaciones discursivas. Ambas producciones tienen una intención: generar poderes dentro de sus ámbitos de conocimiento.
En cuanto al concepto de discurso, no sólo debemos entenderlo como un simple “texto” o como el acto retórico de pronunciar algo frente a un público. Más bien, debemos interpretarlo como todo el proceso de producción lingüística que se pone en juego para producir algo (Giménez, 1983; Lozano, 1997). Sin dejar de lado el aporte de Haidar (2003), quien contempla la implicación ética que lleva a estudiar no sólo al discurso en sí, sino a los sujetos y sus prácticas; a desvelar las actividades socio-históricas, culturales y políticas que operan en la sociedades desiguales y asimétricas. Además, es prioritario entender el concepto de discurso desde un carácter pragmático, rasgo que nos hace hablar de su funcionalidad.
Con lo anterior, el discurso es la manera como los individuos concretan sus interacciones y en la que se palpa la inserción del lenguaje en las relaciones sociales. El discurso es acción y no una simple estructura inerte del lenguaje. Además, el discurso implica intersubjetividad; o bien, alude a una práctica social o una actividad comunitaria a través de la cual se vinculan dos o más sujetos.
En un sentido pragmático, el discurso nos lleva a considerar los efectos que los signos tienen sobre los comportamientos de otros sujetos. Es por ello que contiene funciones comunicativas ya que no sólo busca expresar el contenido de los signos, sino que también trata de generar una respuesta en los sujetos. Circunstancias similares se pueden inferir en el desarrollo e implantación de paradigmas.
De ahí que el discurso y el paradigma estén vinculados de manera directa con la acción pues, a través de los enunciados, los sujetos, además de conocer el mundo, realizan acciones encaminadas a vivir y convivir dentro del entorno social. Aunque, en términos más amplios, es el espacio social el que se construye a través de las interacciones dispuestas por los discursos.
Uno de los autores más representativos en las implicaciones y objetivos del discurso es Michel Foucault. En su obra La arqueología del saber (1990) indica que la investigación de las formaciones discursivas es la descripción de los sistemas de discursividad en su dispersión, de los acontecimientos enunciativos que permiten identificar la unidad de un discurso, como la psiquiatría, la economía política, la historia natural, etcétera, mediante las reglas de formación de los discursos y no mediante el sistema de la lengua, entendido como la relación diacrónica entre un significante, un significado y su referente.
Foucault afirma que es imposible hablar de cualquier cosa en cualquier época. Ello es similar a lo que Kuhn apunta en el caso de los paradigmas: que las formaciones discursivas son complejas y que la aparición de los enunciados depende del complicado entretejido de las sucesivas reglas de formación de los objetos, de las modalidades enunciativas, de la formación de conceptos y de la formación de estrategias mediante las cuales el saber se introduce en las prácticas. Es por ello que, para Foucault, el discurso es un campo práctico, un lugar de acción, un punto de emergencia de acontecimientos.
Además, en Microfísica del poder (1979), otra de sus obras importantes, plantea qué es lo que rige a los enunciados y la manera en la que funcionan unos y otros para constituir un conjunto de proposiciones aceptables dentro de la ciencia y, en consecuencia, susceptibles de ser verificadas o invalidadas mediante procedimientos científicos. A este nivel, no se trata de saber cuál es el poder que pesa desde el exterior sobre la ciencia, sino qué efectos de poder circulan entre los enunciados científicos; cuál es, de algún modo, su régimen interior de poder; cómo y por qué, en ciertos momentos, dicho régimen se modifica de forma global.
El poder, lejos de estorbar al saber, lo produce. Si se ha podido constituir un saber sobre el cuerpo, por ejemplo, es debido a una serie de disciplinas escolares y militares. Es a partir de un poder sobre el cuerpo como un saber fisiológico, orgánico, ha sido posible. Y este enraizamiento del poder, así como las dificultades que surgen para desprenderse de él, provienen de todos estos vínculos.
Al hablar de discurso y paradigma hacemos mención al mismo tiempo de herramientas eventuales que comportan y comparten siempre las remisiones a una multiplicidad de acontecimientos. Hablar de estos dos conceptos es hacer referencia a una serie de conjuntos de cosas dichas y originadas en diversos momentos históricos. No es en modo alguno hablar de un universal, como podría ser el caso al hablar de la estructura o del sentido.
El discurso y el paradigma, al mismo tiempo, producen un saber y ejercen un poder. Generan un campo de experiencia posible, determinado dentro de la historia, mediante el cual conducen, aumentan o modifican la conducta de los individuos. Ambas actividades producen lo que controlan y, al mismo tiempo, controlan lo que producen. Esto es la realidad determinada dentro de la cual se conducen los individuos. Estos conceptos producen un saber y ejercen, al mismo tiempo, un poder.
Incluso, los saberes producidos en una época determinada están integrados por las correlaciones y trasformaciones existentes entre un dominio de objetos, un juego de conceptos, un conjunto de modos de enunciación y un grupo de opciones teóricas que articulan la realidad en tanto experiencia posible; es decir, lo que podemos pensar, decir y hacer en relación con el mundo, con los otros y con nosotros mismos en determinada época.
Podemos incluir, además, el ejemplo de las investigaciones en relación a las ciencias de la comunicación, las cuales se han configurado desde una diversidad de paradigmas que enriquecieron sus posibilidades teóricas y metodológicas desde un punto de vista transdisciplinario. Estas diferencias de postura han sido influidas por los contextos históricos, sociales, económicos, políticos y culturales en los que los programas de investigación han surgido y se han desarrollado. Así, dentro del funcionalismo en la comunicación, autores como Talcott Parsons y Harold Lasswell, entre otros, produjeron resultados enfocados a sustentar dicha área. Mientras que los teóricos de la Escuela de Frankfurt, como Theodor Adorno, Max Horkheimer, Jürgen Habermas, etcétera, generaron diferentes modos de analizar los procesos e intereses de la comunicación.
El discurso y el paradigma producen lo que enuncian en un momento histórico dado: objetos, conceptos, modos de enunciación y opciones teóricas. De esta manera, el saber propio de cada época constituye la perspectiva específica de dicha etapa. Con ello, el asunto de la verdad no se desvela; al contrario, se produce. Para Foucault y para Kuhn, la verdad no constituye una realidad originaria; es, más bien, una invención histórica.
Fuentes
- Copernicus, N. (2004). Stanford Encyclopedia of Philosophy.
- Foucault, M. (1990). La arqueología del saber. México: Siglo XXI.
- Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. Madrid: Edissa.
- Haidar, J. (2003). “El campo del discurso. Reflexiones epistemológicas, teóricas y metodológicas” en Thomsen, Cecilia (coord.) Horizontes de Comunicación y Cultura. México: Universidad Intercontinental.
- Giménez, Gilberto. (1983). Poder, Estado y Discurso. México: UNAM.
- Kuhn, T. S. (1971). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
- Lozano, J., Peña-Marín, C., Gonzalo A. (1997). El análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual. Madrid: Cátedra.
- Patton, M. (1990). Qualitative evaluation and research methods. Newbury Park: Sage.
- Rorty, Richard. (1967). El giro lingüístico. España: UAB.