La experiencia de saberse engañado

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No. 153-154 / enero-diciembre 2024 / reseña

Vicente Castellanos Cerda[1]

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA, UNIDAD CUAJIMALPA


Decir la verdad mintiendo. Del documental al falso documental
Sergio Aguilar Alcalá
México, Universidad Iberoamericana, 2022.


Nos encontramos en una sociedad que miente. La mentira, propiedad de los políticos y de gente sin escrúpulos, se ha extendido a otros ámbitos. Las noticias falsas, las imágenes fotográficas creadas con ayuda de inteligencia artificial sobre hechos que nunca ocurrieron o la manipulación de una información que al verificarse se devela su engaño, son fenómenos que nos acompañan todos los días.

El autor de este libro un día ve una película, un documental para ser más preciso, sobre un famoso actor que cambia repentinamente de profesión. Las imágenes, los sonidos, las personas, el modo de narración y la forma de presentar los acontecimientos, le hicieron sentir y pensar que se trataba de un auténtico documental, es decir, un tipo de películas con una obligada relación con la verdad y la realidad.

Unas horas después, el autor consulta fuentes para saber más sobre el hecho que motivó realizar tan singular documental. Hay que aclarar que nuestro espectador es un especialista en el campo de estudios del cine, y tras la búsqueda de información, se da cuenta que lo que oyó y vio en la película era intencionalmente, ¿cómo decirlo?, falso, mentira o, de plano, ficción.

Víctima de ese espíritu del tiempo conocido como posverdad, pero con una convicción posmoderna de que se puede acceder parcialmente a verdades universales, se dio a la tarea de comprender su experiencia de saberse engañado. Al problematizar su inquietud, Sergio Aguilar plantea una pregunta que orienta su reflexión teórica y su propuesta de análisis a lo largo de este libro: ¿cómo sabemos que sabemos lo que sabemos? Para dar respuesta en función de estas películas, ahora para nosotros falsos documentales, el autor se plantea la siguiente relación lógica:

  • Una película es vista como, es decir, como ficción, documental o falso documental.
  • Un falso documental es un síntoma, una falla, del documental.
  • Los falsos documentales se estudian en función del espectador, es decir, hay que tener en cuenta la situación pragmática por excelencia: la enunciación.

Para llegar a una explicación plausible y bien documentada el autor recurre a ejemplificar sus argumentos con el análisis de varios fenómenos del ecosistema mediático que nos circunda, invade e influencia. Una extensa red de situaciones de comunicación mal intencionada, fallida, dan actualidad al libro más allá de lo cinematográfico. También es notoria la intención pedagógica al recurrir a recursos gráficos, síntesis críticas y argumentos concisos que explican de modo puntual y lógico sus aportes al conocimiento del falso documental y a las relaciones problemáticas que establece con la verdad y la realidad.

En el campo de estudios del cine, Sergio Aguilar, ubica su aporte conceptual en lo que él llama la post post teoría, es decir, comprender el falso documental requiere de un recorrido epistemológico por un género cinematográfico con una relación problemática con aquello que sabemos que es verdad, el modo realista en que se exponen los sonidos y las imágenes en pantalla, así como lo que hace el espectador con la experiencia de ver un documental. Para ser post post es necesario no detenerse en una teoría con pretensiones particulares ni empirismos de nivel medio, sino que se debe escalar a niveles abstractos, como podrían ser los aportes del psicoanálisis que aprovecha el autor para fundamentar sus tesis.

Entre las varias definiciones y caracterizaciones sobre lo que es el falso documental cito la siguiente porque retoma una de las más breves y productivas definiciones, la de John Grierson sobre el documental tradicional. Para Sergio Aguilar “un falso documental tal parece ser el tratamiento creativo de la irrealidad / infactualidad / mentira” (2022: 17). El cineasta que falsea hace un tratamiento creativo de la forma documental, es decir, los sonidos y las imágenes parecen ser exactamente eso: un documental, pero para este tipo de cineastas es más importante trabajar con la realidad, en palabras de Sergio Aguilar, con aquello que es incomprensible y obliga a las personas a darle cierto ordenamiento en la búsqueda de sentido de verdad.

El fundamento de estas ideas está en la necesidad humana de pensar que regularmente no nos engañamos unos a otros, y quien engaña falta a principios de veracidad, verosimilitud, verificabilidad y veridicción de una verdad que se explican en el libro.

Por lo pronto, quedémonos con el ejemplo de una de las películas analizadas en el capítulo cuatro: Muerte de un presidente del 2006 del director Gabriel Range. La anécdota es simple y directa: George W. Bush es asesinado. Ante este evidente no hecho, Sergio Aguilar afirma que el espectador puede considerar a esta película en alguno de los siguientes tres estadios:

1. El falso documental como falso: que es cuando el espectador no entra en las consideraciones del contrato ficcional. Puede ser entendido como el grado
2. El falso documental como documental: que es cuando el espectador ve a la película como un documental. Es el grado 0, pues aquí el falso documental consigue un objetivo básico en la mayoría de sus casos, que es provocar un engaño.
3. El falso documental como falso documental: en el que el espectador reconoce un falso documental como la articulación de una forma documental y un contenido que entiende como no factual a través de un proceso de recepción específico. Es el grado +1 del falso documental, y por ello, es el verdadero nacimiento de la categoría pues constituye el pleno reconocimiento del espectador de que esto no es documental ni ficción (Aguilar, 2022: 204).

Es aquí donde comenzamos a develar la salida del autor para no sentirse engañado otra vez por un falso documental, se trata de ubicarnos como espectadores en el grado +1, en una tercera categoría que supera la histórica división cinematográfica entre ficción y no ficción. Aparece la posiblidad de que ciertos productos culturales, en el actual ecosistema de comunicación, lo que hacen es “mentir en forma de verdad y decir la verdad en forma de mentira” (Aguilar, 2022: 310), de ahí el atinado título del libro.

Respecto a la consideración de pensar al falso documental como un síntoma según la teoría lacaniana, transcribo el siguiente diálogo con el autor que orienta el modo en que esta perspectiva puede dar lugar a una explicación original.

De acuerdo a la tesis de tu libro. El falso documental es un síntoma del cine documental, ¿cómo lo puedo entender de modo amable?

El síntoma es el modo en que las fallas estructurales no sólo se evidencian, sino que la propia estructura se resguarda y fortifica. Los síntomas no son sólo problemas, sino modos de solucionar problemas de la estructura, entonces, el falso documental es un modo en que desmentimos cierta falla estructural que habita al interior del documental

Eso me queda claro, pero ¿dónde podemos ubicar al síntoma del falso documental: en la supuesta estructura de verdad del documental; en la lectura de un espectador que se sorprende al saberse engañado; en el cineasta que hace un tratamiento creativo de la mentira?

Es su síntoma porque tiene las mismas dimensiones imaginaria (formas y elementos del lenguaje) y simbólica (espectatorialidad) que tiene el documental, y sin embargo, cargan con una dimensión real que es exactamente la opuesta.

Es como el asunto de lo ominoso para Freud: son tan parecidos que, precisamente porque son tan parecidos, demuestran lo no parecidos que cada uno es hacia sí mismo. Por eso es que Lacan dice que la verdad tiene estructura de ficción: no es que no haya diferencia entre verdad y ficción, sino que los efectos de ambas son iguales, y sus formas son iguales

Justamente me acordé de todo eso por un libro que empecé a leer ayer, donde dice que los delirios de la neurosis y la psicosis no son simplemente “falsos” (como el que delira diciendo que lo persiguen extraterrestres), sino que son “realmente falsos”.

En este último contexto entiendo muy bien… ¡Realmente falsos!

Son realmente falsos porque, más allá de su “falsedad”, tienen efectos reales en la vida del delirante, como el que acuchilla a alguien porque se lo dijo un ángel.

La cuestión es que el falso documental nos empuja a los límites del saber, el documental no suele hacer eso.

En palabras amables, esta charla nos permite pensar que el falso documental tiene en su estructura la posibilidad de fallar a la verdad, de ficcionalizar la realidad y de crear efectos realmente falsos en los espectadores.

Una última referencia desarrollo por la pertinencia que tiene para los estudios del cine y es la relacionada con la forma del falso documental. Lo hago a manera de advertencia: si uno sabe que está viendo algo que sabe que puede ser o no ser verdad, y se presenta en la pantalla con imágenes de archivo, intertítulos explicativos, entrevistas explícitas, aclaraciones didácticas en la voz del director, así como la presencia de testigos y expertos, lo menos que podemos pensar es que la verdad de todas las cosas está en aquello que sabemos que es verdad y no en lo que se muestra en la pantalla.

Para terminar quisiera decir que a lo largo de cinco capítulos se desarrollan estas ideas y muchas otras en este libro publicado por la Universidad Iberoamericana en el año 2022. Se trata de un texto que inaugura en México el debate sobre el falso documental y que obliga a una revisión crítica no sólo de las teorías cinematográficas, sino también a la evaluación de una sociedad que juega con las formas de la verdad y los ordenamientos culturales que históricamente han servido de fundamento para entenderla, transfigurarla u ocultarla.


  • Este texto fue leído en la presentación que se llevó a cabo en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, 29 de febrero de 2024.