No. 149 / Enero-junio 2022 / Ensayo
Anay González Figueredo
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Resumen: Desde que en diciembre de 2019 comenzara en China el brote de Covid-19, la atención de los medios de comunicación en todo el mundo se volcó hacia el avance, los impactos, el nivel de contagio y los millones de muertos que ya suma esta pandemia. En México, el consumo de los medios de comunicación masiva, y en particular de la televisión, aumentó desde que se conocieron los primeros casos de coronavirus en el territorio nacional. Éstos se convirtieron en un valioso recurso para enfrentar la situación epidemiológica. Los medios de comunicación reproducen significados y reconfiguran sentidos sociales, construyen ideología a partir de la posición de poder que ostentan y los intereses políticos y económicos que defienden, y producen conocimientos a través del discurso para interpretar los acontecimientos, las relaciones sociales y los sujetos. El presente ensayo busca realizar un primer acercamiento a una propuesta de investigación que se emprenderá próximamente con mayor profundidad y especialización, sobre el rol del discurso periodístico de la televisión mexicana en la construcción de ideologías sobre la pandemia de Covid-19.
Medios de comunicación en tiempos crisis
En los últimos años, la humanidad ha sufrido los efectos negativos de diversas pandemias como el cólera, el sida, la gripe aviar, el ébola, el sars, o el zika. Cada una de estas enfermedades ha causado importantes estragos en la economía y el desarrollo social de las naciones perjudicadas. Un ejemplo reciente fue la crisis desatada por el ébola en el continente africano. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2005), Liberia fue uno de los países más afectados con más de cinco mil fallecidos y una recesión financiera que puso a más de 60% de la población por debajo del umbral de pobreza. También, durante el brote de la gripe aviar, más de 45 países fueron perjudicados y presentaron pérdidas comerciales superiores a los 200 millones de dólares.
En diciembre de 2019, un nuevo virus comenzó a propagarse por el mundo con una rapidez inusitada y de forma indiscriminada. Los reportes de organizaciones internacionales como la ONU y la OMS indicaron que los estados más perjudicados fueron los que se encuentran en vías de desarrollo (ONU, 2021). El número de contagios superó, en julio de 2021, los 187 millones y las pérdidas de vidas humanas sobrepasaron la alarmante cifra de 4 millones según The New York Times (2021). Como las crisis sanitarias que han precedido a la de Covid-19, ésta ha reportado consecuencias económicas y sociales de gran magnitud que, sin embargo, superan con creces a todas las anteriores.
Datos recopilados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ilustran que, en la región, el producto interno bruto (PIB) de 2020, decreció 5.3% mientras que la pobreza aumentó hasta los 215 millones de personas y el desempleo afecta ya a más de 20 millones de seres humanos (CEPAL, 2020).
En el caso particular de México podemos señalar que la dificultad y la excepcionalidad de este nuevo contexto resultan visibles en disímiles esferas: política, social, económica. Meza y Pederzini (2020) argumentan que el desempleo y la caída de la actividad económica son efectos de la pandemia a corto y largo plazo. Como consecuencia de la contingencia por la Covid-19 en el segundo semestre de 2020, la pobreza en México creció un 45.8% (CONEVAL, 2020).
Además de que las profundas consecuencias, económicas, políticas, sociales y de salud provocadas por la nueva enfermedad sobrepasan con creces a las crisis que le anteceden, existe otra diferencia, fundamental para los propósitos de esta investigación: el interés mediático que se ha generado y que supera ampliamente el motivado por las pandemias anteriores. Un ejemplo que ilustra este argumento es el caso del sida, considerado también como un fenómeno mediático. Apareció por primera vez en el New York Times, en junio de 1981 y no fue hasta 1982 que apareció en El País, uno de los principales diarios de Europa. En 1983, esta enfermedad fue mencionada en La Vanguardia, otro influyente medio de comunicación. “En Francia, Le Monde, Liberation o Figaro no publicaron nada hasta enero de 1982” (Revuelta et al, 2007: 2).
En el caso del nuevo coronavirus, el primer contagio fue difundido a finales de diciembre y, en apenas días, ya era tema de discusión de los principales medios y agencias de noticias del mundo. La forma en que se dio cobertura al sida y la manera en que se realiza del Sars-CoV-2, permite comprobar que, incluso en el despliegue informativo ante enfermedades, los medios toman decisiones relacionadas con la política y el poder.
Los escenarios, los canales de la comunicación y, por supuesto, sus actores son ahora mucho más complejos que en el momento de aparición del sida y a partir del surgimiento y consolidación de las tecnologías digitales. Según Casero-Ripollés (2020), se ha conformado un complejo sistema determinado por la abundancia comunicativa y la competitividad, en el que existen más canales, plataformas y fuentes de información. En este momento particular marcado por el Sars-CoV-2, tan rápida como la propagación de la pandemia, ha sido la difusión de noticias e informaciones de todo tipo. A lo largo de la historia nunca habíamos tenido ante nosotros tanta cantidad de información y facilidad de acceso a ella como en este momento, que podemos definir, de manera categórica, como una crisis sanitaria, también sin precedentes, por lo que podemos retomar algunos de los postulados teóricos de la Sociología del Riesgo que permiten comprender el rol de los medios en este contexto pandémico.
Esta perspectiva pone énfasis en el contexto al que ya nos referíamos anteriormente como elemento significativo, así como en las dinámicas sociales ante la percepción de los riesgos y la vulnerabilidad de las sociedades a nivel mundial. Beck (1998) establece que el riesgo tiene una preeminencia social y política que requiere un análisis desde diferentes disciplinas: la economía política, la psicología y por supuesto, desde los productos comunicativos, mediáticos y periodísticos que se elaboran alrededor de situaciones de riesgo, tales como eventos naturales o crisis sanitarias. Otros autores de la sociología del Riesgo coinciden en que los riesgos son construidos socialmente y analizan el rol de los medios de comunicación en la construcción de dichos riesgos. Tal es el caso de Tullock y Zinn (2011), quienes afirman que los medios resultan, hoy más que nunca, una institución central para las sociedades que influye en la vida profesional, familiar, en las actitudes, las decisiones y las acciones de los seres humanos.
En la misma línea de pensamiento se ubican Ball-Rokeach y De Fleur (1982) cuando, desde la perspectiva de la Teoría de la Dependencia, analizan el proceso mediante el cual los seres humanos realizan interpretaciones subjetivas sobre la realidad. Según estos investigadores, un antecedente fundamental es Platón, quien argumentaba que el conocimiento del mundo depende de lo que percibimos a través de nuestros sentidos individuales y de los significados que asignamos al mundo que nos rodea y que percibimos como real. El filósofo griego presenta sus intuiciones en su famosa alegoría de la cueva, donde estudia el papel de las convenciones en la producción de significados. Ball-Rokeach y De Fleur trasladan estas disquisiciones platonianas a otras interrogantes del mundo actual que concuerdan con los postulados de la Sociología del Riesgo que hemos ido desarrollando:
¿Podemos afirmar que la información que se nos presenta a través de la televisión o el cine, donde vemos sombras proyectadas en la pantalla (o que incluso recibimos de forma impresa), nos lleva a crear significados compartidos para el mundo real que no tienen equivalentes en este mundo (ficticio)? Además, existen suficientes motivos para asegurar que realmente construimos significados convencionalizados para la realidad que nos rodea, ¡en base a lo que se expone en los medios! (Ball-Rokeach y De Fleur, 1982: 309).
Coincidimos con Ball-Rokeach y DeFleur en que resulta lógico pensar que, en tiempos de crisis y de incertidumbre, los públicos centran su atención en los medios de comunicación e, incluso, incrementan el empleo de estos medios como fuente de información, la cual se convierte sin dudas en un valioso recurso para enfrentar la situación epidemiológica. Sobre la realidad Van der Bulk añade que esta es principalmente social y cultural, por lo que:
Muchos hechos del mundo natural no están abiertos a la observación directa y, por lo tanto, no es improbable que las personas tengan imágenes poco realistas del riesgo que corren de contraer sida, cáncer o de verse amenazadas por eventos naturales como terremotos. (1999: 10).
Este autor constituye un especialista en el estudio de los efectos involuntarios e incidentales de los medios de comunicación. Su afirmación tiene relación con la idea de que el poder de los medios de comunicación se basa en su control sobre los recursos de información más preciados, esos que otros componentes sociales requieren para lograr sus objetivos. Al respecto Power (1995) explica que existe una relación de dependencia entre el sistema de medios y otros sistemas sociales, denominada de dependencia estructural. Dedicado a entender las relaciones de dependencia que se establecen entre los medios y el público, añade que estas correspondencias estructurales existen en el nivel más macrosocial posible; por ejemplo, entre el sistema de medios y el sistema económico, o el sistema de medios y el sistema político, o el sistema de medios y el sistema médico.
Sars-CoV-2: posiciones desde el discurso mediático
Resulta importante acotar que en el discurso se puede plasmar un mayor número de matices a partir del punto de vista de quien lo hace y también desde la posición de los actores sociales o destinatarios. Las acciones llenan los discursos, pues éstos hacen que se entienda el poder como una capacidad de ejercicio. El análisis del discurso es muy amplio y una de las cuestiones más necesarias en su estudio es identificar elementos falaces, y entender cómo se moldean valores y modelos aceptados por la sociedad.
El investigador Javier Nespereira (2014) argumenta que las enfermedades epidémicas han constituido históricamente un momento de transformación, por lo que resultan también crisis históricas sociales (McNeill citado en Nespereira, 2014). Durante las grandes crisis sanitarias han ocurrido cambios en la organización social, la estructura demográfica y los patrones de comportamiento. Constituyen en sí mismos procesos de transformación cultural y social que han construido históricamente los significados de la salud, la enfermedad y la medicina, así como interpretaciones de conceptos como la identidad individual y social.
Podemos recuperar la convicción de que el riesgo se construye socialmente, con la amplia participación de los medios de comunicación masiva. Es este un argumento fundamental de la Sociología del riesgo que reconstituye los sucesos a partir de su inmaterialidad y permite analizar un fenómeno social de gran magnitud, como la actual pandemia, desde aspectos subjetivos: las percepciones, los discursos y el contenido ideológico de los mismos. Además, tiene en cuenta que las ideologías son, entre otras cosas, constructoras de conocimiento y de significados (Tullock y Zinn, 2011). A decir de Beck (2001), cuando los riesgos son considerados como reales, las instituciones políticas, sanitarias y económicas, así como la vida cotidiana, entran en crisis. Esta aproximación propone el estudio de los medios como instrumentos, herramientas que permiten ofrecer un conocimiento verídico “asumiendo que la opinión pública sobre el riesgo está influenciada principalmente por la calidad de la cobertura de noticias” (Tullock y Zinn, 2011: 4).
El importante papel de los medios de comunicación masiva ante estos riesgos, que de muchas maneras transforman la realidad, la percepción de ésta y la forma en la que se construye, resulta ampliamente discutido por los autores mencionados anteriormente. Según Van der Bulk (1999), no podemos quedarnos únicamente con la noción de que los medios de comunicación masivos difunden la realidad. Coincidimos con Ward citado en Tullock y Zinn, 2011) cuando afirma que los medios constituyen un área social, que muchas veces sigue su propia racionalidad; es decir, sus propios principios e intereses, determinados por disimiles factores.
Ante estos argumentos, podemos concluir que la enfermedad provocada por el Sars-CoV-2 se construye desde la posición de los diferentes actores sociales, así como la interacción de estos con la realidad mediante experiencias personales y a través de la representación que elaboran las instituciones con su discurso mediático. Una de las aristas más importantes es la construcción mediática. Los medios masivos en la sociedad contemporánea influencian la interpretación que las personas realizan de los diferentes sucesos, situaciones y acontecimientos que le rodean. Estos significados tienen el potencial de transformarse luego en actitudes, valores, y comportamientos.
Apuntamos aquí la relevancia de la televisión, precisamente por los altos números de su consumo en México, los cuales aumentaron de manera transitoria desde que comenzara la expansión de la enfermedad en el territorio nacional y también por el mayor impacto de la cultura visual en la sociedad contemporánea. Según datos ofrecidos por Nielsen (2020, citado en Casero-Ripollés, 2020), el incremento general de la audiencia de televisión durante las primeras semanas del brote del nuevo coronavirus fue de 60% en Estados Unidos, mientras que el consumo de canales públicos de televisión en Europa creció 14% en el inicio de la crisis del Covid-19 respecto a las cifras registradas a principios del año 2020.
En el caso particular de México, por poner el ejemplo que más nos interesa, los consumos de televisión y radio en el país se incrementaron 14 y 4.4%, respectivamente con respecto al mismo trimestre del año anterior (Nielsen citado en Rodelo, 2021). Según Prieto (2020), algunos datos tomados del Radar de Medios muestran que, al inicio, cuando el virus afectaba a China y algunos países de Europa, las notas sobre Covid-19 en México no pasaban de 1 ó 2% de las noticias consumidas en toda la nación, mientras que, a fines de marzo y principios de abril, de lunes a viernes, 1 de cada 4 noticias se refería a la pandemia.
Ante los argumentos que nos ofrece la comunicación de riesgo y la conclusión expuesta anteriormente de que los riesgos son además construcciones sociales, se impone entonces analizar la ideología como uno de los elementos más significativos que contribuyen a esa construcción social del Covid-19. El estudio de la ideología, desde el análisis del discurso, es parte de un conjunto de procesos a través de los cuales se reconfiguran los significados y los sentidos sociales.
Los discursos, tanto a nivel micro, como a nivel macrosocial, son persuasivos e intentan manipular y cambiar las opiniones de los otros. Son intencionales y llenos de construcciones argumentativas a favor de determinado punto de vista o interés. Van Dijk (2010) señala que existe una relación entre las ideologías y la formación de modelos mentales que controlan las interacciones, las acciones y los discursos. Para este autor, la ideología condiciona las actitudes y estados de opinión. En tanto las estructuras ideológicas constituyen la manera en que se expresa la ideología. Ahora bien, si ya hemos establecido que el discurso es uno de los mecanismos mediante los cuales se pueden construir ideologías, resulta coherente asumir la relevancia de analizar el discurso periodístico, el cual puede entenderse como el texto o discurso hecho público en los medios de información pública como la televisión, la radio y la prensa.
Para Pardo (1999), las definiciones sobre ideología que se asumen desde el Análisis Crítico del Dicurso (ACD) poseen estructuras que son comparables a las demás representaciones sociales. Ambas organizan y regulan las representaciones conceptuales de “los grupos y las comunidades, los sistemas axiológicos y las formas de relación intergrupales ancladas en los intereses grupales” (Pardo, 1991: 71). En ese sentido podemos referirnos de nuevo a Van Dijk (1998) cuando afirma que las ideologías se cambian, se forman y se reproducen, en gran medida, a través del discurso; a través de una comunicación situada en un contexto social. Van Dijk (1998) argumenta que, en este caso, sobresalen los discursos periodísticos por su relación directa con los medios de comunicación que son, a su vez, reproductores de ideologías, hegemonías, intereses, dominación y poder.
El discurso periodístico está en constante interacción con textos que lo anteceden o preceden. Toma de ellos sus antecedentes y sucesos previos o se sirve de ellos para publicar soluciones posteriores. Confeccionarlo requiere un proceso en el que seleccionar y resumir los datos esenciales tienen el mayor peso en la heterogeneidad de su composición. Presenta estructuras lógicas y gramaticales distintas, las cuales se utilizan en dependencia del periodista y de sus propios conocimientos sobre el público al que escribe.
El discurso periodístico no debe entenderse como un espejo o reflejo de la realidad, sino como un canal a través del cual se construye el mundo social a partir de las rutinas que lo mueven. En este sentido coincidimos con Alsina (1993) cuando señala que el discurso periodístico indica la presencia de un discurso social que se implica, a su vez, en su sistema de producción de contenido noticioso y periodístico. El teórico argumenta que el discurso periodístico es efectivo en tanto sea capaz de manipular, de persuadir y de construir conocimientos, significados e ideologías. De aquí parte la coincidencia de estas ideas con las que apunta Van Dijk (2010) del discurso como práctica social fundamental.
Comprender la ideología
El estudio de la ideología implica comprender la importancia de la mente de las personas para interpretar los discursos en un proceso en el que intervienen la exposición a los medios de comunicación, el contexto de los públicos, las opiniones, las actitudes y los grupos sociales a los que pertenecen. Analizamos el discurso, entonces, porque todos en sociedad somos usuarios de ese discurso. Todos aprendemos de los discursos que consumimos e incorporamos esos conocimientos a nuestra propia producción discursiva.
Constantemente, en la vida cotidiana utilizamos estrategias discursivas y pensamos de manera discursiva. Los discursos crean atajos. Con el análisis crítico pretendemos desentrañar esos atajos y descubrir las intenciones ocultas.
Podemos concluir, de manera directa, que resulta evidente la importancia de estudiar el discurso para entender la ideología, para comprender cómo funcionan las relaciones de poder entre una clase dominada y otra que controla, además, los aparatos ideológicos; entre ellos, por supuesto, los medios de comunicación.
Esta reflexión final constituye una hipótesis; un punto de partida para una investigación profunda y compleja que puede incluir otros aspectos del fenómeno como la desinformación, los rumores y la infodemia, término de común utilización en los círculos investigativos de la comunicación que han vuelto su mirada al riesgo que supone la pandemia y el rol de los medios de comunicación en la relación de los públicos con esta crisis sanitaria sin precedentes.
Fuentes
- Alsina, M.R. (1993) La construcción de la noticia. Barcelona: Ediciones Paidós.
- Ball- Rokeach, S.J. y DeFleur, M.L. (1982) Teoría y Comunicación de Masas. Editorial Paidós.
- Beck, U. (1998). La sociedad del Riesgo. Hacia una nueva modernidad. Editorial Paidós.
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