NO. 148 / JULIO-DICIEMBRE-2021 / EDITORIAL
Las sociedades contemporáneas transitan por una época que carece de disposición al diálogo. La diversidad de opinión, que podría entenderse como la oportuna multiplicidad de puntos de vista razonables y discutibles, se ha confrontado cotidianamente con la renuncia al debate ético, la genuina argumentación y, sobre todo, a la escucha. Impera la descalificación. Predomina la renuncia a entender aquello que se dice y aquello que significan los hechos de comunicación cotidianos. Revertir esta situación no sólo es una tarea oportuna, sino necesaria para contribuir al entendimiento común. Como lo enfatiza Susana González Reyna en la colaboración invitada de este número, resulta esencial recordar la finalidad valorativa del periodismo de opinión ya que busca influir en los debates de interés público desde el razonamiento.
Entre los numerosos aspectos relevantes que subyacen a la carencia de voluntad para dialogar, existe uno que posee un interés medular debido a su relación inherente con la comunicación: el discurso. El dosier temático que integra el número 148 de la Revista Mexicana de Comunicación partió de la conjetura de que la dimensión discursiva podría constituir el objeto de estudio de la comunicación. Esta afirmación no es concluyente. Fue ideada como un llamado a pensar el campo comunicacional bajo la mirada del discurso sin dejar de lado que las perspectivas que se originan en dicha encrucijada contemplan proposiciones, conceptos y métodos que no siempre son coincidentes. Observar la comunicación desde el discurso nos lleva a considerar, como sugirió en entrevista Rafael Reséndiz Rodríguez, que las manifestaciones discursivas involucran la construcción de signos situados en entramados financieros, institucionales, mediáticos y políticos, entre otros, que dan cuenta de fenómenos unidos al lenguaje, pero que no excluyen otros abordajes.
La condición argumentativa y la capacidad de influir de todo periodismo, las dinámicas formativas de la comunicación, el papel de los afectos ante lo indecible, la formación de comunidades en torno al género, las connotaciones lesivas manifestadas en lenguajes de protesta, la situación de migración en la prensa, la resistencia política a través del meme, el potencial relacional de las pantallas, el populismo, la politización, el poder en las organizaciones y las disputas hegemónicas en la gestión de las relaciones que conforman una sociedad o una disciplina científica constituyen un muestrario de las reflexiones que dieron respuesta a la convocatoria. Los ensayos que presentamos abordan directa o indirectamente distintos procesos sociales que derivan en fenómenos lingüísticos; es decir, en modos de significar que podemos problematizar desde el discurso.
Frente a la incomprensión debida a la falta de voluntad para comunicar, en los trabajos de este número encontramos algunas posibilidades para superar esta situación. Si hay una disposición a emprender comunidades, por ejemplo, resulta viable resignificar los espacios de trabajo en que se desenvuelven las mujeres. A su vez, la comunicación desde el poder político puede ser una vía para politizar a una comunidad o para encaminarla hacia debates fructíferos. También es posible reconstruir las experiencias de las personas desplazadas, entender el papel del lenguaje para revertir las agresiones a grupos minoritarios, revelar y anticipar las expresiones ideológicas que subyacen al poder, encaminar creativamente acciones de resistencia cívica y política e, incluso, dilucidar modos de decir cuando la comunicación parece insuficiente. Lo anterior, además, ofrece un conjunto de aproximaciones que tiene sustento en el acervo conceptual desarrollado por los estudios del discurso como puede advertirse en el texto panorámico de nuestro editor invitado, Erick Bernardo Suaste Molina, quien propone un mapa para aproximarse a la cuestión.
El número 148 también incluye textos de nuestra convocatoria permanente: tres ensayos acerca de tendencias visibles en áreas como la comunicación de la ciencia, la progresión de conglomerados mediáticos como Disney o los procesos de apropiación del espacio y su relación con la comunicación; una entrevista con Cristina Schwarz, quien nos revela experiencias significativas en la comunicación organizacional; y la segunda entrega de una etnografía visual sobre comunidades mayahablantes que, ahora, testimonia a Félix, un hierbatero de Santa Elena, Yucatán. Finalmente, las reseñas del número se ocupan de Libertad de expresión (Acercamientos temáticos), coordinado por Perla Gómez Gallardo, Innovación comunicativa para las organizaciones, compilado por Santiago Roger Acuña y Alfredo Barrales, La retroalimentación. Un proceso clave para la enseñanza y la evaluación formativa, de Tiburcio Moreno Olivos, y Arte y comunicación. La experiencia estética, obra antológica que contó con la coordinación de Elvira Hernández Carballido y María Teresa Velázquez Navarrete.
Al diseñar el dosier intitulado Miradas a la comunicación desde el discurso, establecimos, según apuntaron Julieta Haidar y Patrick Charaudeau respectivamente, que el vínculo entre lo comunicacional y lo discursivo da lugar a fenómenos polisémicos que requieren de acercamientos interdisciplinarios. Consideramos que esta entrega reúne reflexiones suficientemente diversas para repensar uno de nuestros argumentos iniciales: aunque es disputable señalar que el discurso constituye el objeto de estudio de las ciencias de la comunicación, también resulta evidente que sus teorías y métodos nos advierten que los procesos de la comunicación propician una multiplicidad de significados que es inherente a tales fenómenos y a sus contextos. De allí que, para mirar el ámbito de lo comunicacional, resulte necesario considerar al discurso.
Rodrigo Martínez Martínez
Editor