No. 155 / enero-junio 2025 / ensayo
Patricia Denisse Aguilar Cruz
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Resumen. El activismo digital en México ha transformado las dinámicas sociales y ha visibilizado problemáticas como la violencia de género y la injusticia social a través de plataformas que conectan comunidades y que reproducen mensajes globalmente. Adoptar un análisis horizontal de estas prácticas permite integrar saberes colectivos, empoderar a los participantes y fomentar una comprensión inclusiva para generar cambios sociales significativos.
Abstract. Digital activism in Mexico has reshaped social dynamics by highlighting issues such as gender violence and social injustice through platforms that connect communities and reproduce messages globally. Adopting a horizontal approach to analyzing these practices integrates collective knowledge, empowers participants, and fosters an inclusive understanding to drive meaningful social change.
La necesidad de mediatizar nuestras vidas ha tomado un papel central en nuestra dinámica de socialización. Este fenómeno se intensificó durante la pandemia por COVID-19, que transformó no sólo nuestros hábitos cotidianos, sino también la manera en que producimos y consumimos información. En este contexto, el activismo de calle encontró en el mundo digital una nueva forma de seguir luchando por sus causas. Esto permitió dar continuidad a las movilizaciones y más aún, amplificó las posibilidades de alcance y visibilidad de las iniciativas sociales conectando a personas y comunidades (Gravante y Pomma, 2021).
En México, el activismo digital ha adquirido relevancia, especialmente por el uso masivo de plataformas digitales como X (antes Twitter), Facebook e Instagram. Esto ha sido empleado por diversos movimientos sociales para visibilizar problemáticas, exigir justicia y construir redes de apoyo (Flores, 2016). Ejemplo de ello es el movimiento feminista que, luego de la década de 1990, se trasladó al mundo digital para denunciar la violencia de género, compartir información sobre derechos humanos y convocar a manifestaciones masivas. Campañas como #NiUnaMás, #UnDíaSinNosotras y #MéxicoFeminicida han movilizado a miles de personas y generaron conciencia colectiva sobre la urgencia de atender estas problemáticas.
Otro caso emblemático de cómo el activismo digital ha impactado la esfera pública es el caso de Giovanni López, un joven que murió bajo custodia policial en Jalisco en 2020. A través del uso de hashtags como #JusticiaParaGiovanni, la difusión de videos y testimonios en redes sociales digitales, el caso alcanzó una visibilidad internacional y exigencias hacia las autoridades. Este tipo de movilización muestra cómo las plataformas digitales pueden ser un catalizador para el cambio social y cómo posibilitan que las voces de las víctimas y sus comunidades resuenen más allá de los límites geográficos y aperturen la exigencia de justicia.
El activismo digital no sólo tiene un impacto inmediato en la difusión de información, sino que también genera un sentido simbólico entre los grupos que participan en estas prácticas. La posibilidad de conectar a personas de diferentes contextos y regiones, que comparten causas comunes, permite la creación de una identidad colectiva que trasciende las limitaciones geográficas y culturales.
El papel de la investigación es clave para comprender las dinámicas del activismo digital y sus implicaciones. Estudios como el de Lemus (2019), que encuestó a 78 grupos activistas en redes sociodigitales, revelan que estas plataformas no únicamente han permitido la expansión de contenido pues también han facilitado formas de organización más flexibles y accesibles. Asimismo, Poma y Gravante (2021) realizaron una encuesta nacional en la que recopilaron la experiencia de 101 activistas alrededor del país y concluyeron que gran parte de los encuestados adecuó sus actividades políticas a las plataformas digitales debido a la contingencia sanitaria por COVID-19, además de haberse involucrado en proyectos con población vulnerable.
Sin embargo, para capturar la complejidad de estas prácticas es fundamental adoptar una perspectiva horizontal en las investigaciones que fomente la visibilidad, el sentido de comunidad y el apoyo mutuo entre activistas y público. Esto implica tanto analizar las dinámicas desde un enfoque jerárquico como reconocer las contribuciones y las voces de todos los participantes como igualmente válidas y necesarias.
En los siguientes párrafos expondré cómo una perspectiva horizontal permite abordar las relaciones de poder que se manifiestan en el espacio digital, entendiendo las maneras en las que las distintas experiencias, conocimientos y recursos de los involucrados pueden complementarse para fortalecer las iniciativas colectivas.
Los contenidos simbólicos horizontales para el activismo digital
Las plataformas digitales han cobrado una relevancia esencial en las movilizaciones sociales por las posibilidades de comunicación que otorgan, sin importar el lugar o el tiempo, y se han integrado profundamente en la cotidianidad de quienes participan ya sea de manera activa o pasiva. Tales movimientos sociales abordan problemáticas que inicialmente podrían parecer locales; pero que, al emplear símbolos compartidos, logran trascender barreras geográficas y culturales, y se convierten en fenómenos globales y duraderos en el tiempo y el espacio (Flores, 2020).
A través de experiencias culturales mediáticas en la radio, la televisión, el cine y las plataformas digitales, los usuarios articulan diferentes visiones e identidades que responden a necesidades económicas, étnicas, políticas, sociales y de ocio (Flores, 2020). Este proceso colectivo de construcción de sentido da lugar a una producción horizontal de conocimiento, en el cual las audiencias no sólo consumen, sino que también contribuyen activamente a crear y transformar los discursos y las narrativas en el espacio público.
La cultura mediática contemporánea permite tres elementos clave que refuerzan esta horizontalidad: el reconocimiento, la resonancia y la transformación. El reconocimiento implica una relación igualitaria entre sujetos, basada en el respeto por la diversidad y la diferencia. Es fundamental para que las prácticas culturales y políticas sean inclusivas y participativas. La resonancia hace referencia al grado en que un objeto cultural logra ser relevante para su audiencia y la conecta más allá de las barreras físicas. La transformación alude a la capacidad de estas prácticas para desafiar los marcos culturales y políticos dominantes, y generar cambios sociales significativos (Flores, 2020).
El uso de símbolos y narrativas mediáticas refuerza esta horizontalidad ya que se vuelven herramientas clave para la reapropiación y resignificación de las causas sociales. Los medios de comunicación activistas desafían los modos dominantes de representación cultural y política al crear espacios donde las personas no sólo consumen información, sino que también la transforman. La Producción Horizontal de Conocimiento es un proceso inherente a las culturas mediáticas actuales pues las personas reciben información al tiempo que también la resignifican, transforman y amplifican.
Las metodologías horizontales para los estudios del activismo digital
Entiendo por metodología horizontal un enfoque de investigación que rompe con las jerarquías tradicionales del conocimiento y promueve la colaboración equitativa entre investigadores y comunidades (Corona, 2020). Sostengo que una metodología horizontal para el estudio del activismo digital en México es esencial pues, a medida que el activismo digital crece y se diversifica, muchos enfoques tradicionales tienden a estructurar estas prácticas en marcos preestablecidos que no siempre logran captar su complejidad. En cambio, la metodología horizontal permite una adaptación flexible a los contextos locales de cada movimiento, entendiendo que las dinámicas y los actores que componen el activismo digital varían de manera significativa según la región, la situación política, las tecnologías disponibles y las relaciones de poder.
En primer lugar, la metodología horizontal ofrece una desarticulación de la jerarquía tradicional que ha predominado en el quehacer científico y en muchas otras metodologías de investigación. En los enfoques convencionales, el investigador es visto como el poseedor exclusivo del conocimiento, mientras que el sujeto de estudio es un ente pasivo, del cual se extraen datos para confirmar teorías preestablecidas. La horizontalidad rompe con esta estructura jerárquica al reconocer que todas las voces son importantes en el proceso de producción de conocimiento. En este modelo, los participantes, en este caso los activistas digitales, son considerados sujetos activos cuya experiencia, saberes y prácticas son fundamentales para la comprensión de los fenómenos investigados (Corona, 2020).
Además, la metodología horizontal permite una contextualización más profunda y relevante de los movimientos digitales en México. Las brechas sociales, culturales y tecnológicas son factores fundamentales para comprender las dinámicas del activismo en el país ya que los contextos en los que estos movimientos emergen y se desarrollan son únicos y específicos.
La horizontalidad ofrece la posibilidad de construir una investigación contextualizada, adaptada a las realidades locales de los activistas, lo que la convierte en una herramienta poderosa para entender tanto el contenido de las luchas como las condiciones materiales y simbólicas en las que se desarrollan. En un país como México, donde el activismo digital se enfrenta a retos estructurales como la censura y a riesgos de criminalización y violencia (García, 2021), este enfoque permite a los investigadores tomar en cuenta la situación de vulnerabilidad en la que los activistas se encuentran.
La creación conjunta del conocimiento es otro pilar fundamental de esta metodología. A diferencia de los métodos tradicionales, que tienden a imponer marcos analíticos y teóricos externos, la horizontalidad promueve la co-creación del conocimiento entre el investigador y los participantes, lo que transforma a los activistas de simples sujetos de estudio a colaboradores. En lugar de utilizar categorías externas que limitan la comprensión de los fenómenos, la horizontalidad permite que las categorías surjan de las propias experiencias y realidades de los activistas, y contribuye a un conocimiento más auténtico y representativo.
Las ideas de Corona (2020) sobre la transformación del conocimiento permiten situar la propuesta de horizontalidad dentro de un proceso de desafío a las categorías tradicionales de la investigación en Ciencias Sociales. Según este enfoque, la horizontalidad no se limita a la inclusión de nuevos actores porque tiene un impacto directo en la reconfiguración de las herramientas analíticas que se emplean para entender el activismo digital. Este enfoque sugiere que el conocimiento no se produce de forma aislada: surge de la interacción colectiva entre los participantes quienes, a través del diálogo, construyen un tercer texto que refleja la diversidad de voces y perspectivas de los involucrados.
El uso de metodologías horizontales en el activismo digital es una práctica que ha demostrado su efectividad en diversas iniciativas sociales. Esta forma de organización, caracterizada por la descentralización del poder y la toma de decisiones colaborativa, además de permitir la creación de movimientos más inclusivos, ha transformado la manera en que las personas se relacionan y se movilizan en el espacio digital. A través de estos ejemplos concretos, podemos observar cómo la horizontalidad fomenta la participación y genera un cambio profundo en las estructuras sociales.
Un ejemplo claro de la viabilidad y la importancia de la metodología horizontal en el activismo digital es el movimiento #MeToo, que se originó en las redes sociodigitales como una respuesta colectiva al acoso sexual. La ausencia de una figura central o jerárquica dentro del movimiento permitió que miles de personas compartieran sus experiencias en un espacio digital y que visibilizaran la magnitud de la violencia sexual de una manera que no se había logrado en otras formas de activismo. La horizontalidad, en este caso, facilitó la creación de una red de apoyo global, y empoderó a personas para que fueran protagonistas de sus propios relatos y cuestionó estructuras de poder que históricamente han silenciado a las víctimas (Ziquian, 2023).
El movimiento Black Lives Matter (BLM) es otro ejemplo clave de cómo el activismo digital puede funcionar de manera horizontal. Aunque algunas voces son más visibles que otras, como las de los fundadores, BLM ha logrado estructurarse de manera descentralizada con grupos locales que organizan acciones autónomas en función de sus contextos específicos. Esta horizontalidad ha permitido que la lucha contra el racismo estructural y la violencia policial se expanda rápidamente, adaptándose a diferentes comunidades y realidades sin depender de una única organización o liderazgo. Las redes sociodigitales han sido fundamentales para que BLM mantenga un enfoque inclusivo y plural en el que las voces de personas de diferentes orígenes puedan ser escuchadas sin jerarquías que limiten su participación (Picarella, 2023).
Finalmente, el movimiento zapatista es un claro ejemplo de cómo la horizontalidad en el activismo digital puede ser clave para la organización y la lucha política. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha utilizado las tecnologías digitales de manera estratégica para comunicarse directamente con sus seguidores y con el mundo sin depender de los medios tradicionales ni de una jerarquía centralizada. Su uso de internet ha permitido que comunidades indígenas en México, y personas en otras partes del mundo, puedan participar de forma activa en el movimiento. Ham generado una red global de apoyo y solidaridad. La horizontalidad aquí se refleja en la toma de decisiones descentralizada en la que las bases tienen un papel fundamental. La voz de los pueblos indígenas es la protagonista en la lucha por la autonomía y los derechos humanos (Hayden, 2002).
Estos ejemplos muestran cómo el activismo digital con base en modelos horizontales no sólo es posible, sino que es una estrategia poderosa para empoderar a comunidades y promover la justicia social. Por tal motivo, el implementar metodologías horizontales para un estudio de estos movimientos permitiría una doble horizontalidad: una desde el movimiento en sí; la otra por parte de los estudios.
Comprender el activismo digital en México desde la academia contribuye a la generación de conocimiento que puede ser útil tanto para activistas como para formuladores de políticas públicas y organismos internacionales interesados en fortalecer la participación ciudadana. Promover el estudio de estas dinámicas ayuda a visibilizar las luchas sociales que emergen en el entorno digital y abre la puerta a propuestas de mejora que garanticen un ejercicio seguro y efectivo del activismo digital.
Una ruta viable para analizar activismos múltiples
El activismo digital ha transformado profundamente las dinámicas de movilización social y se ha consolidado como una herramienta fundamental para visibilizar problemáticas, exigir justicia y construir redes de apoyo. En un contexto marcado por la mediatización de la vida cotidiana y promovido por eventos como la pandemia por COVID-19, este tipo de activismo ha logrado adaptarse a las limitaciones impuestas y ha ampliado sus posibilidades al trascender las barreras geográficas y culturales.
Sin embargo, para el análisis del activismo digital, resulta crucial adoptar metodologías horizontales que permitan comprender estas dinámicas de manera más inclusiva, contextualizada y equitativa. A diferencia de los enfoques jerárquicos tradicionales, una metodología horizontal reconoce a los participantes como agentes activos en la producción de conocimiento. Esto empodera a las comunidades al validar sus puntos de vista y fortalecer su capacidad de acción.
La horizontalidad fomenta la creación colectiva del conocimiento y permite que los resultados de las investigaciones sean pertinentes y útiles para las comunidades involucradas. Además, incorporar a los activistas en todas las etapas del proceso investigativo garantiza una mayor contextualización de la problematización y de los hallazgos mientras promueve una relación equitativa y respetuosa entre investigadores y comunidades.
La horizontalidad permite abordar los desafíos éticos y metodológicos del estudio del activismo digital al priorizar beneficios mutuos. Este enfoque asegura que las preocupaciones y necesidades de los participantes sean escuchadas y consideradas, y evita que la información recopilada sirva únicamente a los intereses de los investigadores.
El activismo digital y su análisis desde una perspectiva horizontal representan una oportunidad para transformar las dinámicas tradicionales de poder en el espacio público y en el ámbito de la investigación y la comunicación. Este enfoque permite una comprensión más profunda y contextualizada de los movimientos sociales y contribuye a la creación de un conocimiento más inclusivo y transformador.
Además de considerar fundamental el estudio del activismo digital en México, propongo ampliar el análisis hacia activismos que atraviesen múltiples ejes de lucha tales como el indígena LGBTQ+, los feminismos negros y otros movimientos que enfrenten una doble opresión. Estas intersecciones son clave para entender cómo se configuran las resistencias en los espacios digitales y qué estrategias específicas se emplean para enfrentar la discriminación en múltiples niveles. Explorar estos activismos desde una perspectiva académica permitiría visibilizar sus aportes, comprender sus desafíos y generar conocimientos que contribuyan a su fortalecimiento dentro y fuera del entorno digital.
Fuentes
- Corona, S. (2020). Producción Horizontal de Conocimiento. Centro Maria Sibylla Merian
- de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales.
- Flores, D. (2016). Movimientos sociales e internet en México. En: https://www.opendemocracy.net/es/movimientos-sociales-e-internet-en-m-xico/
- Flores, D. (2020). Estéticas activistas: cultura mediática y resonancia en las movilizaciones contemporáneas. Dígitos. Revista de Comunicación Digital, 6: 181-196. DOI:10.7203/rd.v1i6.175.
- García, L. (2021). Movimientos feministas en México: Prácticas comunicativas digitales y riesgos. Revista de Cultura Digital, 12(23): 44-66.
- Gravante, T. & Pomma, A. (12 de mayo de 2021). El impacto de la pandemia en el activismo de base en México. Observatorio de las ciencias sociales. Disponible en: https://www.comecso.com/comunidad-y-pandemia/impacto-de-pandemia-en-activismo-mexico
- Lemus, M. Activismo digital en México: un mapeo de sus estructuras de gestión y comuncación en redes sociales digitales. Recuperado el 19 de enero de 2025 de: https://www.academia.edu/12756614/ACTIVISMO_DIGITAL_EN_MÉXICO_UN_MAPEO_DE_SUS_ESTRUCTURAS_DE_GESTIÓN_Y_COMUNCACIÓN_EN_REDES_SOCIALES_DIGITALES
- Picarella, L. (2023). The power of images and the role of social media in Black Lives Matter’s social justice demands. SocietàMutamentoPolitica 13(26):157-168. DOI:10.36253/smp-14325
- The Zapatista reader: Hayden, Tom: Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive. (2002). Internet Archive. https://archive.org/details/zapatistareader00tomh
- Ziqian, Z. (2023). Research on the Role of Digital Media in Promoting #Metoo Movements. Social Sciences 12(2): 60-63. DOI:10.11648/j.ss.20231202.12