“Lo que uno hace en la música y en la comunicación es que tiene que generar ideas y provocar sentimientos”. Entrevista con Luis Razgado

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No. 151-152 / 2023 / entrevista

Vicente Castellanos Cerda, Rodrigo Martínez Martínez

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA, UNIDAD CUAJIMALPA


A finales de la década de 1980, la matrícula de estudiantes de comunicación en México tuvo un incremento que podría calificarse como “exponencial”. Así lo recuerda Luis Razgado quien, en 1988, preparó el primer Catálogo de Instituciones del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC). Reunir datos de las escuelas implicó hacerles “marca personal” pues el trabajo archivístico de entonces revelaba que la cartografía de la carrera no tenía “ni pies ni cabeza” y había enormes carencias de información. Por ello, bajo la presidencia de Beatriz Solís Leree, el Maestro en Ciencias Sociales por el FLACSO comenzó una labor orientada a “contribuir a que esas carencias fueran menores desde la sistematización” ya que ésta es “elemental”. El esfuerzo posibilitó conocer, entre otros aspectos, la magnitud de la matriculación, las tendencias temáticas, la novedad o la poca originalidad de los planes de estudios y, sobre todo, la situación de la docencia.

Este primer catálogo fue importante porque fue mucho más preciso que el de ANUIES. El primer dato que se tenía era el registro de ANUIES. Fue con lo que yo trabajé; pero, por medio del cotejo, identifiqué otras universidades que no aparecían.

La “Presentación” del catálogo apuntó que éste ofrecía a las instituciones “reconocimiento propio y de su relación con los otros” y que partía de la convicción de que el análisis estadístico sería útil para “configurar los estudios necesarios” en el campo. Beatriz Solís, en el texto firmado en abril de 1989, afirmó que la intención era aportar a definir programas y estrategias que brindaran material cuantitativo apto para hacer una valoración cualitativa que contribuyera con la “superación académica”, así como con una profesionalización que respondiera a las necesidades y expectativas. Destacó también que “como subproducto de este trabajo, se logró que muchas instituciones tomaran conciencia de la importancia de mantener actualizados los datos básicos referentes a su proceso educativo”.

Dieciocho años después, el número 101 (2006) de la Revista Mexicana de Comunicación publicó un artículo en coautoría de Luiz Razgado y Karla Seidy Rojas con un cotejo de los datos del primer catálogo de CONEICC con los del Anuario estadístico 2003 de ANUIES. Allí informaron que el número de instituciones que impartían comunicación pasó de 74 en 1988 a 321 en 2003. A su vez, el número de egresados fue de 2 mil 220 al año a 9 mil entre 1974 y 1985. “Lo que más llamó mi atención fue eso —evoca Luis—; en cuatro años, se triplicaría el número de egresados que tomó tener en 20 años”.

Para el también estudioso de las TIC en la educación, el trabajo con el catálogo de CONEICC no sólo posibilitó identificar que los ejes de comunicación organizacional, docencia e investigación fueron algunos de los pioneros en México, sino que también aportó las bases para su propia tesis de licenciatura, intitulada Panorama de la enseñanza de la comunicación en México, así como para su incursión definitiva en la investigación de la enseñanza de la comunicación que, a decir suyo, comenzó a conformar tanto un interés personal como su línea investigativa. El primer paso fue un análisis de 30 programas pensado para hallar sus diferencias. Luego recuperó un modelo de FELAFACS que, a partir de programas a nivel latinoamericano, establecía una serie de campos en los que ubicó las asignaturas para obtener tendencias. Recuerda que indagó los tipos de titulación que había y encontró 30 denominaciones. Era una gama tan amplia que había carreras difíciles de clasificar porque tenían especializaciones o hasta cinco títulos diferentes en el último año.

Un hermano investigador que solicitaba apoyo lo mismo en laboratorio que para la transcripción de referencias y el encuentro de catálogos de música mexicana en el Peabody Conservatory de Baltimore fueron experiencias iniciales que revelaron a Luis Razgado la importancia de la sistematización de datos. Antes de integrarse a CONEICC, él había comenzado la carrera de medicina y luego se matriculó en comunicación en la UAM, pero solicitó una baja porque estaba interesado en estudiar música. Así, viajó a Estados Unidos a mediados de la década de 1980. Ante la disyuntiva entre optar por la ciencia, lo social o el arte, en ese país vio una dinámica universitaria que tendía a sistematizar todo y en la que la investigación lo “llenó de inquietudes”. También ocurrió un doble “shock”: la toma de conciencia del nivel que tenían los jóvenes estudiantes del conservatorio y el sismo de la Ciudad de México en 1985. Esta eventualidad imposibilitó la comunicación cerca de dos meses. Fue una sobrecargo quien proporcionó información a quienes, como él, residían en Maryland. Volvió al país convencido de “entrarle al campo de la comunicación” pues implicaba, en cierta medida, a la política y a la sociología del arte. Si bien fue imperante la necesidad de volver a México, también le motivó advertir que la comunicación tenía un carácter intermedio por su aptitud para difundir la ciencia o por su potencialidad artística pues es un “campo creativo” como puede verse en el cine y la fotografía.

Tales acercamientos al ambiente académico impulsaron a Razgado a acudir, cuando cursaba el segundo trimestre de comunicación, a un congreso de la Asociación Mexicana de Investigadores en Comunicación (AMIC) en el cual conoció a Miguel Ángel Granados Chapa, quien era presidente de dicha entidad, Javier Esteinou, Enrique Sánchez Ruiz y Florence Toussaint. También se vinculó con la Asociación Nacional de Estudiantes de Comunicación (ANECO) que recuerda que “curiosamente” parecía contar con “mucho más actividad y presencia que AMIC porque tenía dos eventos nacionales al año”. Éstos eran organizados por los propios estudiantes pues las universidades apoyaban como sedes. Uno propiciaba la presentación de ponencias y el otro estaba orientado a las producciones, y fue en el que más se involucró.

Según Communicare, ANECO fue conformada por alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL y de otras instituciones del país en la década de 1980. Recibía recursos de cada universidad, así como de instituciones públicas y privadas con el objetivo de “consolidar el aprendizaje” de la comunicación como profesión. Organizaba dos eventos: ICOQUIH, que funcionaba como un concurso en el que expertos premiaban los trabajos, y ECO, el cual era un encuentro para presentar investigaciones de los alumnos. A decir de este medio, el segundo no gozaba de tanta expectativa como el primero, pero varios de sus participantes se sumaron después tanto a la AMIC como a CONEICC. Éste fue el caso de Luis Razgado quien, luego de participar en actividades de ANECO entre 1986 y 1990, se aproximó a CONEICC en vista de los proyectos archivísticos que había en marcha: “me autoinvité, por así decirlo, con Beatriz Solís”, señala mientras sonríe. Y fue así como conoció a todos los directores de las escuelas de comunicación.

Dado que buscaba “entender que sucedía y cómo se conformaba este campo”, Razgado hizo estudios de maestría en FLACSO y fue nombrado coordinador de la carrera de Comunicación en la UAM-Xochimilco. Esta posición le brindó espacio, apoyo y presupuesto institucionales que le permitieron emprender actividades para afrontar una de las carencias que el trabajo de sistematización le había revelado: la falta de asideros para los docentes en comunicación; especialmente, para aquellos que ejercían esta actividad profesionalmente y que podían, además, desempeñarse o no como investigadores. Y es que, a decir suyo, las comunidades de investigación “se conocen de años, pero son cerradas, por así decirlo”. Y abunda:

—En la participación con el CONEICC y con la misma UAM, noté que básicamente había muchísima actividad nacional e internacional muy institucionalizada y muy desarrollada, así como una comunidad muy consolidada de investigadores de la comunicación en México y en el mundo que ya tenían tradición. Y tuve una inquietud. Así como hay muchos espacios consolidados de investigadores (entre comillas porque es una comunidad que se dice de investigadores, pero que también son docentes), en los cuales lo que tratan es básicamente ponencias y trabajos de investigación independientemente de sus calidades o de una dinámica de trabajo muy específica, empecé a ver que había un espacio que estaba totalmente desapercibido y que era el más importante: el de los docentes de comunicación. Entre ellos hay comunidad, pero forman comunidades, digamos cerradas o de gueto, porque corresponden con cada universidad. En cada escuela hay una comunidad de profesores que realiza intercambios, pero en éstos hay una cultura de identidad; en unas más y en unas menos.

Desde la coordinación, Luis vio la oportunidad no sólo de “defender la docencia, sino de ser un gestor de actividades académicas”. Algunas de éstas fueron pioneras en su ámbito pues, por ejemplo, en conjunto con el doctor Lauro Zavala, propuso el Primer Encuentro de Análisis Cinematográfico en la Cineteca Nacional con el apoyo de la licenciatura en comunicación de la UAM-X y luego de un acercamiento de Paula Astorga, entonces directora del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO), mediante el que la difusora buscó vinculación con la institución educativa. El acuerdo incluyó las mesas académicas y también un premio a la mejor película latinoamericana en el que la UAM participó tanto con la gestión de colegas como la doctora Iris Santacruz, entonces Secretaría Académica de la DSCH (UAM-X), o con la participación de Gustavo García, René Avilés Fabila, Andrés de Luna, Cristian Calónico, Isaac León Frías, Diego Lizarazo Arias, Maricarmen de Lara, entre otros, como jurados. La sinergia entre la labor en CONEICC y en la UAM hizo que surgiera la idea de un encuentro docente:

—Partimos de la crítica de que el CONEICC no tenía un espacio. Éste no era como la AMIC, pero sus congresos terminaban siendo de investigación. Desde la coordinación pensamos “por qué no hacer un encuentro”. El concepto era que, si bien había espacios institucionales recurrentes y publicaciones que se enfocaban en la investigación como comunidades a nivel mundial, la enseñanza se dejaba como un rollo administrativo de los profesores y de las instituciones. Se consideraba como un trabajo. Lo que yo veía era que en la enseñanza se genera una experiencia y, al final de cuentas, que hay una gran cantidad de profesores que no hacen investigación, pero se dedican, y se han dedicado toda su vida, a la enseñanza como una profesión. Trabajan en la enseñanza de la comunicación en escuelas de Comunicación y nunca habían tenido un espacio específico para hacer comunidad como sí se había hecho con la investigación. Un espacio donde, además de hacer comunidad, fuera posible intercambiar esa experiencia.

El Primer Encuentro Docente en Comunicación fue realizado el 13 y 14 de septiembre de 2011 en la Rectoría General de la UAM en el marco del aniversario 30 del CONEICC. Además de discutir problemáticas e inquietudes del docente, formar comunidad y diseñar propuestas para la docencia, este foro contó con la presentación de la Encuesta Docente en Comunicación. Según reporta el texto ya citado, “La docencia de la comunicación en México”, del número 101 de esta revista, entre las problemáticas mencionadas se encontraban la relación entre teoría y práctica, la necesidad de desarrollar estrategias didácticas específicas, así como de actualizar al docente en materia tecnológica. Las propuestas fueron, por ejemplo, elaborar materiales didácticos o crear redes interinstitucionales. La estadística: 21% de los profesores era de tiempo completo; 25% percibía entre 15 mil y 20 mil pesos; y de rango de edad más común eran de 31 a 40 años.

—Luis, ¿qué resaltarías del Primer Encuentro Docente?

—Que se puso en la agenda. Tan es así que se continúa haciendo y ahora ya es impensable no realizarlo con el formato que sea, estemos o no estemos de acuerdo, o ya sea que se pueda mejorar o no. Esa es una cosa importante. La otra es que nos dimos cuenta que sí hay una comunidad, y que sigue estando ávida de un espacio de intercambio y de reconocimiento que aún no tiene solidez o una plataforma real.

—Tanto el encuentro como tu reporte previo en la RMC ya señalan el diagnóstico de que gran parte de los docentes no llega jamás a investigar. ¿Por qué consideras que uno de los problemas del campo en México es la dificultad para hacer converger docencia e investigación?

—Pienso que el problema es institucional. Hay instituciones que no les interesa, no saben o no pueden generar las condiciones para que sus docentes forjen condiciones económicas. Aun las que tienen, se legitiman porque tienen tres investigadores, pero entre setenta profesores. Por eso digo que es más una cuestión de la propia institución, pero también yo creo que se debe de valorar y entender que la figura del docente cien por ciento docente es muy valiosa. Es ya por sí misma una actividad que, si no la ejerces también como investigador, pierde nivel o valor. Voy a dar con un ejemplo muy claro en la música: los mejores profesores de composición en piano no son los mejores pianistas concertistas o compositores; son los mejores profesores para hacer, ahí sí, a mejores pianistas o compositores, o intérpretes. Nadia Boulanger fue profesora de Manuel M. Ponce y de Claude Debussy, y de una gran cantidad de reconocidos compositores a nivel mundial que hicieron historia. Ella no tiene ninguna composición.

Desde 2011, CONEICC ya ha realizado once encuentros más. La décima edición procuró repetir el primer programa; incluso, volvió a contar con la participación del escritor Oscar de la Borbolla. El más reciente fue realizado en 2022 en la UAM Cuajimalpa y el ITESO albergará la doceava edición. Actualmente, los encuentros incluyen mesas de investigación, presentaciones y talleres. Una de sus propuestas más afines a su idea originaria es la realización de una serie de mesas para el intercambio de experiencias entre docentes. Su dinámica consiste en reunir profesores de un bloque temático representativo de alguna asignatura para que expongan bajo un esquema flexible y abierto que contrasta con los protocolos propios de la presentación de ponencias de investigación. Para Razgado, la finalidad básica del encuentro fue justamente “valorar la figura docente al darle un espacio académico con una dinámica específica para poder intercambiar la experiencia”. Y añade:

—La idea del encuentro docente fue generar un espacio que le diera identidad, que le diera valor y que empezara a generar una identidad y una dinámica para que se empezara a formar una comunidad no dispersa. Esto no significa que estuviera dispersa, porque estaban aglutinados en sus universidades, pero sí que empezaran a intercambiar. Esa era la idea original: intercambiar experiencias; intercambiar problemáticas; intercambiar ideas; intercambiar. No se trataba de decir yo investigo esto, o sé de esto, y tú me escuchas. La dinámica consistía en mesas redondas en la cuales había un tema y hablábamos sobre él.

No obstante, también identifica algunos “desvíos y desvaríos” que suelen darse en toda propuesta original. Por ejemplo, destaca ediciones en que se realizan “talleres cercanos a la capacitación”:

—Ese nunca fue el objetivo. Se trataba de presentar libros, de experiencias, de generar comunidad. Se trataba de intercambiar estrategias didácticas, formas de aprendizaje y, en su momento, algo que estuvo como presente en la agenda que nunca se hizo, fue realizar un diplomado de docencia en Comunicación. Eso estuvo muy presente en la agenda de la Vocalía y del propio CONEICC, pero nunca llegó a cuajar. Aunque, se discutió si era prudente o no; si se podía hablar de una formación especializada de docencia para el campo de la comunicación.

—¿Qué pasaría si tuvieras un encuentro estructurado, como señalas, pero en el que muchos de los docentes sólo estén de paso por la profesión?

—Considero que un gran problema es que se vea la docencia como un “mientras tanto” y no como un punto de llegada, lo cual también tiene que ver con cuestiones institucionales. Y el problema de las instituciones es que, cuando somos funcionarios, tenemos que resolver una complicación. Ésta es que tienes 25 grupos y tienes 19 profesores. Este problema no es de la universidad nada más, sino que es el problema estructural laboral del país. Eres como profesor ambulante.

—¿El profesor ambulante tendría lugar en la convocatoria ideal del CONEICC?

—Sí, porque también es un espacio de aprendizaje y para entender la docencia en su mejor expresión. Es un espacio de experiencia; para compartir y formar. Incluso, tiene más sentido para el profesor que no tiene base y seguridad laboral porque ahí es donde realmente puede encontrar un asidero, puede encontrar una nueva profesión y puede encontrar el valor. En el segundo encuentro, una colega de Sonora, o de Chihuahua quizás, vino y dijo “es que sentí una identificación con los otros al tener esta relación que de otra manera no podría tener”. Yo creo que estamos muy lejos de la tradición si hablamos del campo de la docencia. Se empieza ya a tener una continuidad, pero se tiene que evolucionar. Por ejemplo, es lo que decía de la reflexión: es como hacer clubes literarios, por así decirlo, pero de profesores de periodismo, o de profesores de cine o de teorías de comunicación, y de ahí hacer una comunidad.

La figura del docente ambulante sugiere que las profesores y profesores destacados están condenados a prevalecer tras bambalinas. Ante esta idea, Luis Razgado, quien ha sido docente desde 1998, señala que estos perfiles “tienen una experiencia impresionante, un conocimiento y una visión del campo de la comunicación y de la enseñanza que no se ha sabido recuperar y que sería de muchísima riqueza. Tienen ideas y son creativos. Son la voz en el desierto”. Menciona el caso de María Teresa Zazueta y Zazueta, egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, quien fundó la Escuela Libre de Técnicas de Difusión en 1964 en Culiacán. Este centro educativo, posteriormente, conformaría una institución de carácter nacional hasta su cierre en 2009: la Escuela de Comunicación Social.

—De ahí la importancia, o más importancia de estos espacios, o plataformas, o medios de aglutinar la experiencia y el compartir y el formar. No formar en el sentido de yo te enseño, sino en el espacio donde te ayuden a tu propia formación de la docencia. El yo creo que el encuentro de docente tiene que ser eso o tendría que ser eso y que de ahí se salen una serie de instrumentos por así decirlo como una revista, sí, este en donde el propio docente, pues va a abrevar de ahí.

La sistematización y las experiencias derivadas de los catálogos y de los encuentros de CONEICC revelan que las universidades fundantes del campo tuvieron que enfrentarse al hecho de que su profesorado carecía de práctica docente. En ese escenario, la enseñanza, apunta Luis, surgió como una necesidad antes que por el impulso de formar un campo. Adicionalmente, la estadística revela un fenómeno que ha prevalecido y que abona a la precarización laboral: “el número de profesores de tiempo completo continúa igual”. Esto significa que ocho de cada diez formadores carecen de estabilidad laboral y que tendrían su recompensa, en todo caso, en los logros de su alumnado. De allí la importancia de cuestionar qué es lo que dignifica al profesorado de comunicación:

—Creo que parte definitivamente de un interés; de una inquietud personal; de una vocación. En la UAM hay muchos profesores temporales que no están ahí por el dinero, sino por la vocación y algunos, claro, por la fantasía de que en algún momento tal vez tendrán plaza, pero creo que la parte de la vocación es una idealización. Pienso que la vocación en la docencia es un factor común. La vocación no es algo que tú digas que vas a hacer. Aparece. Es una actitud y una actividad que te realiza de cierta forma. La vocación es parte de una actitud y hay gente que podría trabajar en otra cosa y ganar más, pero está ahí. Además, no hay que olvidar que, culturalmente, en México, tal vez ya no tanto, la labor del profesor sigue siendo una posición socialmente respetada. Te pone socialmente en un nivel de respeto y de reconocimiento porque son valores socialmente construidos […]. El trabajo docente no es el de un capacitador: tú generas experiencia de vida en los estudiantes cuando eres un buen profesor; si no, ni se acuerdan de tu nombre.

Para Luis Razgado, además, la docencia implica una gran responsabilidad debido a que la interacción alumno-profesor es muy diferente de otras porque “puede contribuir a que tomen decisiones en que no solo son profesionales: a veces pueden llegar a ser de vida y de comportamiento, y de interpretación de la realidad”. Como ejemplo menciona el legado de su hermano, el compositor Víctor Rasgado (1959-2023), quien actualmente es reconocido por haber conformado una escuela que ha dejado influencias con piezas como Anacleto Morones, Revontulet o El conejo y el coyote. “Formó una escuela”, señala, que consistía en escribir una frase y, a partir de ella, desarrollar la pieza.

—Lo que uno hace en la música y en la comunicación es que tiene que generar ideas y provocar sentimientos. Es un proceso creativo en el que interactúas con la gente. Lo que digo ahora a los alumnos del área de enseñanza, la cual es cine de no ficción, es que son creadores; que están creando algo que no existe y eso que no existe lo va a percibir la gente y le va a generar a su vez ideas y emociones. Puede gustar o no; puede estar bien hecho o no; puede ser una basura y así lo van a ver, pero es una basura que antes no existía. Y yo creo que el trabajo del docente es que no sea basura; o sea, pulimentarlo para que genere una experiencia visual.

—Parece que el problema de la institucionalización del campo pasa por el lenguaje. Aquí hablamos del lenguaje de la música, pero en la comunicación se habla del lenguaje o de lenguaje del cine o el de las artes para encontrar comunidad. ¿Es el lenguaje lo que nos ha dado fundamento y comunidad, o el que los limita?

—Creo que el problema no es que el lenguaje nos limite; es que los espacios en que se comparte lenguaje han sido muy elitistas, muy cerrados, muy legitimados y que eso ha hecho que el espacio de la comunidad docente en Comunicación tenga que generar las comunidades que a su vez puedan llegar a generar tradiciones en donde se comparte el lenguaje en el sentido más amplio de reconocimiento, de identidad y de valoración. En los encuentros que yo realicé lo que he visto es la alegría que genera encontrar al otro, que comparte tu mismo lenguaje; es decir, tu misma experiencia. Gente que no se conoce, pero se dedica a lo mismo y tiene los mismos problemas o las mismas inquietudes y que encuentra un eco. Para mí, encontrar nuevas formas creativas siempre ha sido una búsqueda. El problema es que siempre se hace lo mismo; no hay una innovación; no hay creatividad; no hay otras formas de interaccionar o de afrontar nuestro campo y nuestra forma de convivencia. Y pienso que se trata de esto: de generar espacios de convivencia dignos y permanentes.