No. 143 / enero-junio 2019 / ensayo
Wilmar Harley Castillo Amorocho
UNIVERSIDAD DEL TOLIMA
Resumen: el presente ensayo expone el proceso comunicativo y organizativo de la comunidad de El Salado (Ibagué, Colombia) impulsado de forma autónoma y legítima, que procuró crear soluciones en materia de derechos sociales y resolución de tensiones entre la comunidad producidas por el conflicto armado entre seguidores del partido liberal y del conservador. Este proceso estableció relaciones de poder horizontales, reconstruyó un tejido social desarticulado y cimentó las bases para una institucionalidad comunitaria que permitió a la comunidad el reconocimiento como sujeto interlocutor frente al Estado.
Abstract: this essay sets out the communicative and organizational process of the El Salado community (Ibagué, Colombia), wich was promoted autonomously and legitimately. It aimed at creating solutions on social rights and resolving tensions between the community caused by the conflict armed between supporters of the liberal and conservative party. In this process, horizontal power relations were established, a disarticulated social framework was reconstructed and the foundations for a collective institutionality that allowed the community to be recognized as an interlocutor for the State.
Un rincón de Ibagué llamado El Salado
El corregimiento de El Salado es zona rural de Ibagué, en Colombia, cuya economía se basaba en la producción de ladrillos, panela y comercialización de productos agrícolas, vendidos directamente por los campesinos en la plaza de mercado. Al igual que el resto del país, sufría las consecuencias del conflicto entre miembros de los partidos Liberal y Conservador, al que se le sumaban las graves condiciones de vida por la falta de acueducto, alcantarillado, suministro potable de agua, luz eléctrica y carreteras, así como por la precaria infraestructura educativa. En entrevista, Obando señala que estas condiciones impedían una convivencia digna en este territorio en la década de 1960 (2013).
Al estar en un callejón sin salida, en la comunidad brotó la necesidad de organización propia para encontrar soluciones por sí misma. Se crearon espacios de reunión y deliberación de los habitantes, casi que de carácter familiar en algunas casas de líderes natos. A estos espacios se les denominó Juntas de Mejoras Públicas (JMP). Éstas se volverían el semillero de la Junta de Acción Comunal establecida en 1964 (Obando, 2013 entrevista).
Otro factor importante en este proceso organizativo fue el papel del megáfono del corregimiento que se ubicaba en la iglesia. Este medio de comunicación cubría toda la localidad, se ubicaba en la cúpula de la iglesia y era manejado por el cura José Antonio Oviedo, de quien no se puede ignorar su trabajo dedicado al bienestar de la comunidad. En este ensayo se mencionará el rol que desempeñó Oviedo como líder social y representante de la Iglesia. Esta institución tuvo responsabilidad en el sostenimiento y agudización del conflicto armado bipartidista en aquella época. Por lo que, en el caso de El Salado, se proyectó otra cara de la iglesia.
El megáfono expande la voz y la práctica
El complemento comunicativo al proceso organizativo local fue el medio de información manejado por el padre José Antonio Oviedo, quien llegó a la localidad en 1960. A través de este medio transmitió a diario la programación de la misa, el contenido de la biblia, noticias, complacencias[1] y mensajes que rechazaban acciones de los grupos armados como asesinatos, despojos, desplazamientos y amenazas cometidas en la zona.
Con mensajes a favor de restablecer el tejido social en la comunidad, el padre Oviedo influenciaba a los habitantes para dialogar entre sí. Enfatizaba valores como la solidaridad, el respeto y la sana convivencia. Para contrarrestar los efectos de los actores armados, generó una dinámica de diálogo entre los habitantes en espacios públicos como el parque, antes y después de la misa semanal, y, por supuesto, en los hogares del territorio.
Era normal que en las emisiones diarias, El padre Oviedo rechazara los asesinatos ocurridos durante la semana en alguna vereda y que hiciera denuncias dirigidas a los grupos armados liberales o conservadores responsables. Por ello recibió amenazas de muerte, las cuales rechazaba. A su vez “contaba los días que faltaban, todos los días hasta que llegaba la fecha de la amenaza” de muerte cuyos autores nunca llevaron a cabo (Ramírez, 2013: entrevista).
Además, fue común abordar problemas cotidianos que envolvían a El Salado desde el megáfono. Según testimonia Bruno Ramírez en entrevista, “el padre Oviedo decía todo lo que él hacía, cuando regañaba a los maridos que les pegaba a las señoras, por ahí los regañaba, habían complacencias, la mayoría de gente la pasaba complaciendo el uno al otro; a la mamá, el papá, al que estaba cumpliendo años” (2013).
De esta manera en una convivencia conflictiva, la mediación del megáfono tuvo un papel sustancial en esa disputa de legitimidad a favor de la vida de los habitantes contribuyendo al impulso de prácticas propias como el diálogo y el encuentro; nuevos factores que influenciaron en la forma de vivir como la problematización de la realidad local y la necesidad de solucionar las cuestiones que esa perspectiva crítica alimentaba.
A simple vista, esta dinámica cotidiana acarrea la capacidad creativa del relato, que contiene una fuerza performativa (hacer lo que se dice), al incluir el pasado representado en experiencias traídas al presente para canalizar el ahora hacia un futuro adecuado para la vida (De Certeau, 2000: 135). Al navegar por las aguas del relato, los temas impulsados por el padre Oviedo permitieron crear un escenario que estaba afuera del orden de violencia y desarticulación; un estado donde la convivencia volvía a ser como era antes de la llegada de los actores armados y donde el bienestar fuera un derecho gozado plenamente. Este escenario creado por medio del relato en el parque y otros espacios legitimó las acciones realizadas para crear ese estado de cosas soñado, protagonizado por la comunidad de El Salado.
Es así como el relato, partiendo de acciones pasadas, articula el presente para construir un futuro con la palabra narrada y con las acciones que trae consigo. Ambas se materializan y abren caminos furtivos dentro de los movimientos del espacio público para servir como base de las acciones creadoras de nuevos lugares y de nuevas fronteras que amplíen el radio de acción de los sujetos conscientes. El relato es transversal en la vida del corregimiento y es fortalecido por el proceso comunicativo emprendido por sus miembros, afianzando la legitimidad de ese lugar ideal.
Con base en lo anterior, la experiencia concreta de El Salado empezó a vislumbrar los procesos comunicativos propios del lugar, motivados por los problemas causados por las condiciones políticas, socio-económicas, locales y nacionales. El ejercicio local de mejorar el corregimiento instó a que sus habitantes impulsaran una opinión pública propia a través de las capacidades de comunicación y acción, sin disponer de un sustento teórico para la época que cobijara esta experiencia. Tal como lo dice Luis Ramiro Beltrán, primero fue la práctica en teorías del campo de la comunicación nacidas en Latinoamérica (2005).
En El Salado se construyó poder propio
El poder, según Manuel Castells (2009: 23), es la capacidad de relación de un actor social sobre otro de forma asimétrica para influir en los otros actores sociales y para favorecer su voluntad, así como sus intereses y valores. La comunidad de El Salado empezaba a sentir y vivenciar los intereses y valores de los actores armados que llegaban al territorio, implantando relaciones sociales mediadas por la violencia directa, que se tradujeron en una imposición de su voluntad por medio del accionar militar. Ello implicó, en términos de correlación de fuerzas, la división entre los habitantes.
En consecuencia, la violencia directa de los actores armados en la localidad impuso una disciplina para asumir las normas extra-institucionales de los primeros. Esto afectó la cotidianidad del conjunto de valores, sistemas productivos locales, la seguridad, la movilidad de los habitantes, el núcleo familiar, la convivencia entre vecinos y amigos, y todas las relaciones sociales establecidas antes y durante el conflicto bipartidista.
A su vez, otras relaciones de poder se registraron paralelamente desde la comunidad misma, pues éstas no se crean desde el uso exclusivo de la violencia y discursos disciplinares. Según Castells, también el diálogo y la deliberación colectiva permiten ser un punto de encuentro en los intereses y valores de los actores que son reunidos por un tema y circunstancias específicas (2009: 40).
Por eso los actores reunidos en las JMP iniciaron el proceso deliberativo y de consenso que llevó implícitas las relaciones de poder entre ellos; pero no para destruir, sino para construir perspectiva del lugar, objetivos comunes y un discurso cohesionado capaz de tener resonancia fuera de ese escenario vinculado con la realidad problematizada de El Salado y la necesidad de encontrar soluciones.
En este proceso no se identificaron intenciones de armarse y reaccionar a la violencia directa, aclaró Obando en entrevista (2014). Por el contrario, en las alternativas realizadas no se usó la fuerza y se buscó tener una línea directa de diálogo con la administración municipal en torno a los problemas de abandono del corregimiento y del conflicto armado.
La otra cara del poder es crecer en conciencia, organización y capacidad de acción de los sujetos protagonistas (Rauber, 2011: 95). Estos tres elementos configuran la formación de una subjetividad distinta a la hegemónica con otros valores e intereses: desarrolla el análisis de la realidad para problematizar las circunstancias e impulsar la toma autónoma de decisiones fuera de la institucionalidad establecida, omitiendo en cierto momento la normatividad vigente, porque se percibe que no concuerda con los objetivos planteados desde los sujetos. Por el contrario, la normatividad vigente es parte del conjunto de causantes de las condiciones indignas o injustas.
Es así como la conjunción (integral-integradora) de relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y demás emprenden un camino complejo y lento dentro de las personas que protagonizan los cambios, porque es de forma integral que se configura su ser, pensar y hacer de la mano con los otros sujetos, con quienes se organizan horizontalmente para alcanzar los objetivos de cambio (Rauber, 2011: 95).
Nuevos sujetos se van proyectando en estos escenarios organizativos y políticos, aunque dentro del poder hegemónico construyen otra forma de observar la realidad y crean maneras de incidir en ella. Realizan escamoteos entre las fisuras que posee la estructura social imperante. Se erige una institucionalidad paralela, con base en esas nuevas subjetividades que plantean sus propias relaciones de poder, legitimándose entre ellos mismos como comunidad, creyendo en ello, trabajando en ello y poniendo sus esperanzas en el proyecto colectivo que protagonizan.
En este escenario los intereses y valores nuevos calan en los miembros de las familias y personas cercanas a los actores de las JMP. Su capacidad de influir en la comunidad inició cadenas de diálogo para apropiarse de la realidad del corregimiento y, de manera colectiva, observarlo y analizarlo. Así, la construcción de sujetos empoderados inició en los espacios cotidianos y privados donde se charló y compartió las visiones de El Salado asumiendo el compromiso de no solo dialogar, sino de tomar acciones concretas para alcanzar las metas comunes de bienestar.
También se presentó en este proceso un fortalecimiento en el habitar de las personas del corregimiento porque, cuando éstas construyen infraestructura, se habita al mismo tiempo ese lugar. Se apropian el espacio físico donde llegan, construyendo planes de vida individuales y colectivos, bajo el sentido del empoderamiento de la comunidad. Así se sigue el ciclo de habitar-consolidar el territorio.
El habitar el corregimiento se hace a través de las prácticas de trabajar la tierra, comerciar los productos, establecer lazos afectivos, luego se suma el proceso de las JMP, donde las prácticas se hacen enclave del territorio y el bienestar de la comunidad, en un nuevo lugar, con nuevos sentidos y objetivos, impulsando la formación de sujetos protagonistas de la vida individual y colectiva en El Salado.
Habitar, en el sentido radical de la palabra según Martin Heidegger, significa cuidar el crecimiento y sostenimiento de aquello que se construyó y se construye tomándo en cuenta la cuestión causal del objeto; ya sea una casa, una carretera, un alcantarillado o algo que no exista físicamente, pero que tiene un significado personal. Por ejemplo, tradiciones, familia, recuerdos, vivencias, entre otros. La causa de tener prevalece en la noción de habitar.
No se trata de hacer énfasis en satisfacer la necesidad de habitar con una cantidad infinita de viviendas o infraestructura vial, sino de partir de la pregunta ¿cómo se habita? Se trata de completar el cuadro de construir y habitar con la capacidad de pensar dónde se ubica la conciencia de los sujetos sobre su realidad y cuáles son las salidas a los problemas que la constituyen.
En este mismo sentido, cabe citar aquí a Isabel Rauber cuando dice que “la práctica de los sujetos históricos es un acto generador y desarrolla su propia teoría, además de ser un acto creador del mundo (innovador) existente, y se transforman así mismos como sujetos libres y liberadores, una transformación en doble vía” (2011).
Se asume con esto que la práctica de vivir de los sujetos populares es un ejercicio crítico de su alrededor que incide en la correlación de fuerzas y que busca transformar el mundo. Además, la práctica de los sujetos populares es de carácter integral y los auto-constituye en protagonistas de la historia de modo que se reconocen como sujetos políticos que edifican sociedad (Rauber, 2011: 121) dentro de la hegemonía imperante de sectores económicos representados por gobernantes que se hacen elegir para manejar la administración pública de un municipio, un departamento y de una nación.
Las relaciones de poder creadas en El Salado son de un carácter comunitario y contra-hegemónico al centrarse en la comunidad sin ninguna intervención institucional. Se gestan, desde los habitantes, perspectivas integrales de la localidad, y un vínculo de paz y unidad, cobijados por objetivos que buscan el bienestar de las personas al tiempo que reconstruyen el territorio. Desde abajo se cimentan nuevas relaciones de poder dentro de un proceso comunicativo que se integra en las nuevas prácticas colectivas para tender puentes entre los sujetos activos que estrechan sus afectos y valores, y para enfrentar la desarticulación generada por la violencia. En ese nuevo poder yacen las soluciones al conflictivo contexto que vive el corregimiento.
Apunte final: sistematizar el conocimiento propio
Lo anterior es un aporte a la memoria de la humanidad con la experiencia de El Salado (Colombia) en materia de construcción de vida digna en el marco de un conflicto armado que, a nuestros días, aún no desaparece. Por consiguiente, vale la pena dejar algunas interrogantes abiertas para que sean fortalecidas con otras experiencias y reflexiones desarrolladas en nuestro continente.
En la práctica, los pueblos de Latinoamérica crean conocimiento propio pero hace falta el ejercicio de sistematización y análisis de dichas prácticas. Por ende, El Salado es otra muestra de ello. Para la comunicación social, es importante valorar lo realizado por el cura Oviedo con su megáfono, convertido en puente con la comunidad, para incidir en el sentido colectivo de las personas y orientarlo a solucionar los problemas generados por el conflicto armado y abandono estatal. Los mensajes incisivos de Oviedo llamaron a reconstruir el tejido social por medio de valores como respeto y solidaridad, y principios de unidad y hermandad.
La organización en las JMP impulsó un proceso general de la comunidad que contribuyó a su empoderamiento y movilización. Se gestaron allí relaciones sociales comunitarias, con vocación de poder, que proyectaron escenarios futuros de encuentro e incidencia institucional que continuarán con los objetivos de bienestar y vida digna.
La apropiación de un lugar (El Salado) para proyectar acciones conjuntas impulsó colectivamente estrategias de interlocución con la administración municipal. Paralelo a ello, la deliberación cotidiana reforzó este proceso e, inherentemente, reconstruyó las ideas que fueron aflorando entre los sujetos. ¿Se construyó poder desde abajo en El Salado? ¿La creación de la Junta de Acción Comunal en 1964 fue el resultado de un proceso organizativo y comunicativo? Sí.
Notas
- La comunidad solicitaba y requería de estas complacencias o servicios sociales, para saber de personas extraviadas o para hacer la venta de una vaca, una casa, etc. Era común pedir este servicio al padre Oviedo.↑
Fuentes
- Beltrán, Luis Ramiro (2005). La comunicación para el desarrollo en Latinoamérica: un recuento de medio siglo. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.
- Castells, Manuel (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial.
- De Certeau, Michel, (2000). La invención de lo cotidiano. México: Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente.
- Heidegger, Martin (). Construir Habitar Pensar. España: La Oficina Ediciones.
- Rauber, Isabel (2011). Dos pasos adelante, uno atrás: Lógicas de superación de la civilización regida por el capital. Bogotá: Ediciones desde abajo.
- Entrevistas con Rómulo Obando, habitante de El Salado, Ibagué: agosto de 2013; agosto y septiembre de 2014: febrero de 2015.
- Entrevista con Bruno Ramírez, habitante de El Salado, Ibagué: agosto de 2013.
Recibido: 30/1/2019
Aprobado: 10/7/2019