“En muchos de los signos que nos rodean intervienen uno o más sentidos”

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Entrevista con Jonathan Luis Domínguez Herrera

no. 143 / enero-junio 2019 / entrevista

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Jetsael Villegas

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

70%

Durante sus años como estudiante, Jonathan Luis Domínguez Herrera solía comer barras de amaranto para tener energía suficiente a lo largo del día. Desde entonces estaba interesado por este pequeño cereal y su importancia dentro de las comunidades productoras, especialmente por el pueblo de Santiago Tulyehualco, ubicado en la alcaldía de Xochimilco.

Su planteamiento del amaranto como elemento de representación surgió gracias a las reflexiones que hizo para la asignatura de semiótica mientras cursaba la licenciatura en ciencias de la comunicación. No obstante, su enfoque estuvo limitado por los ejes temáticos y perspectivas del curso.

“El problema que tuve al desarrollar esta idea durante la carrera fue que en esa materia se entendían a los signos y a las imágenes como solamente visuales; es decir, que los demás sentidos quedaban de lado. Para mí, en muchos de los signos que nos rodean intervienen uno o más sentidos: el amaranto no sólo es visual, sino que también puede degustarse”, asegura.

Domínguez Herrera decidió poner en pausa su perspectiva de los signos y se acopló a la visión tradicional de la semiótica. Encaminó su interés por las representaciones hacia la producción audiovisual “para ubicar una parte práctica en la realización de mensajes audiovisuales subrayando lo aprendido en semiótica. Fue más una cuestión experimental y otra operativa sobre el rubro administrativo de la realización. Estaba más interesado en el análisis de las imágenes como signos”.

Las limitantes que la propia carrera le impuso para el desarrollo de sus planteamientos lo llevaron a cuestionar si era necesario replantear las ciencias de la comunicación como un campo de conocimiento que no solamente se ubica en las ciencias sociales, sino que también prevalece en otros procesos formativos y campos de estudio.

Más comunicólogo que antropólogo y viceversa

Jonathan Luis Domínguez Herrera ingresó a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México para estudiar ciencias de la comunicación en 1997 y obtuvo el grado de comunicólogo en 2008 con una tesis sobre la expresión cinematográfica.

“Mi primer proyecto de tesis tenía que ver con el amaranto y su significado para las personas que lo producen pero, como me refería a una dimensión gustativa del signo, nadie me entendió y hasta decían que mi investigación no se podía llevar a cabo”, acota.

Mientras planeaba aquel primer estudio, él había escuchado del doctor Luis Alberto Vargas Guadarrama, quien realizaba estudios de antropología de la nutrición y alimentación en el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

“El trabajo del doctor me llamó la atención porque él establecía una estrecha relación entre los alimentos y la identidad de los pueblos. Esto me hizo desempolvar mi primer proyecto de tesis; consideraba que él (Vargas Guadarrama) y yo estábamos hablando más o menos de lo mismo, pero con términos conceptuales diferentes. Así que decidí estudiar un posgrado en antropología”, indica.

En 2008 se convirtió en docente de la FCPYS en asignaturas de investigación documental y estudio de la ciencia, semiótica y teoría de la imagen. Ahora imparte Teorías de la significación. En 2009, ingresó a la Maestría en Antropología del IIA. A partir de 2011 participó en el estudio sobre identidad que el instituto realizó bajo un Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejoramiento de la Enseñanza (PAPIME) hasta 2016. Esta colaboración le permitió delimitar más su investigación sobre el amaranto.

“Casualmente, el proyecto PAPIME se enfocaba en la producción de amaranto y su importancia en la zona sur de la Ciudad de México (Xochimilco). Como ya llevaba tiempo trabajando sobre el tema, le propuse a la jefa de la investigación, la doctora María Angélica Galicia Gordillo, que nos enfocáramos en el pueblo de Santiago Tulyehualco porque cada año realiza una feria del amaranto y concibe a éste como una artesanía”, dice.

Domínguez Herrera obtuvo el grado de maestro en Antropología en 2017 con la tesis La representación de la alegría de amaranto en la identidad actual de Tulyehualco. El docente explica que en el amaranto encontró dos niveles de análisis: uno denotativo por la cuestión alimentaria y otro simbólico por la representación cultural e histórica.

“Creo ahora que la mayor parte de alimentos integra esas dos cuestiones, pero fundamentalmente el hecho de investigar el amaranto dentro de una perspectiva semiótica me permitiría recuperar varios estudios alrededor del significado simbólico”, explica.

De la semiótica rescató los términos signo, imagen y representación; de la antropología, identidad y gastronomía. Éste último era necesario para darle al amaranto, como signo, una dimensión gustativa; los conceptos identidad y representación eran necesarios para establecer un punto de encuentro entre la comunicación, desde la semiótica, y la antropología porque, en rigor, se refieren a los mismo”, afirma.

El maestro también relata que, debido al uso de los conceptos de semiótica, en el IIA lo veían más comunicólogo que antropólogo; mientras que, por su uso de los conceptos de antropología, sus colegas de comunicación lo consideraban más antropólogo que comunicólogo; allí se dio cuenta de que “las ciencias de comunicación necesitan ser más abiertas en cuanto a metodologías y conceptos para que puedan nutrirse de otras áreas de conocimiento”.

Las otras ciencias de la comunicación

En la introducción de su tesis de maestría, Domínguez Herrera sostiene que las ciencias de la comunicación se han encasillado en las academias como parte de las ciencias sociales cuando su estudio prevalece en diversas áreas.

“Si somos curiosos, en la universidad [UNAM] encontramos la Ingeniería en telecomunicaciones, la Informática, los estudios cognitivos de la medicina y la dimensión psicobiológica. Si hurgamos más, vemos que hay una carrera de índole médica comunicativa. La parte social es apenas una parte de los estudios en comunicación”, describe.

El maestro también explica que un rasgo en común entre la Antropología y las Ciencias de la comunicación es la falta de una facultad propia: “Aventaja la primera por tener un instituto y un posgrado que realmente determine su campo. Le llamo ‘la falacia del estudio social en comunicación’ a la justificación de que trabajamos con personas, por lo que la consideran un área exclusivamente política y social. Existen modelos que podemos derivar por curiosidad sin que ellos deban tener una aplicación obligada”, asegura.

También resalta que los arqueólogos y antropólogos físicos pueden derivar explicaciones sociales con antecedentes en otras áreas como la física y la biología. Encontrar un eje común entre las ciencias ayuda a crear puentes entre las disciplinas.

“Nosotros podríamos resolver problemas de lenguajes como lo hace la informática; comprender la lógica con la que ciertas cadenas de aminoácidos generan un determinado código; asimilar los modelos etológicos con los que los animales se comunican. Creo que sueño con una facultad de comunicación con un área de informática y tecnología; otra biológica médica que integraría a la comunicación humana; y otra social que es la que conocemos. Así podríamos realizar con mayor facilidad cruces entre las disciplinas que permitan complementar nuestras investigaciones en materia de comunicación según el área a la que pertenezcamos”, propone.

Fiel creyente de la interdisciplina, Domínguez Herrera ingresó a la licenciatura en Herbolaria y fisioterapia de la Universidad Virtual de Michoacán (UNIVIM) en 2017. En septiembre del mismo año, ingresó a la carrera de Nutrición aplicada en la Universidad Abierta y a Distancia de México (UnADM). Según comenta, le ayudarán a realizar investigaciones sobre la representación que le faciliten crear puentes entre el campo social y el biológico de la comunicación.

Publicado: 12/7/2019