Ciro, Scherer y Monitor

Lapidiarium

Omar Raúl Martínez

Lunes 2 de julio

En la revista Proceso leo un reportaje sobre las implicaciones del aplazamiento de la determinación de la Suprema Corte en el caso Lydia Cacho. Llama mi atención la indeclinable y digna postura de la editorial que publicó el libro de la periodista.

Se expone que a mediados de mayo de 2005, Miguel Ángel Yunes, entonces subsecretario de Seguridad Pública federal, citó en su oficina a Faustino Linares en su calidad de director general de Random House Mondadori, editora de Los demonios del Edén que estaba a punto de entrar en circulación. Sabiendo que en dicha investigación periodística se le involucraba de manera sesgada, el funcionario exigió al editor detuviera la presentación del libro porque estaba “lleno de difamaciones”.

Linares defendió la seriedad y solidez de la obra y le ofreció espacio para dar a conocer su versión sobre el caso. Molesto, Yunes rechazó la oferta e incluso, cual sutil amenaza, le recordó que era español y que como tal tenía poco tiempo de vivir en México… Meses después, Faustino dejó la dirección de la editorial y partió de nuestro país. ¿Cosas del destino o de las presiones desde las altas esferas? Merece destacarse la verticalidad de Random House Mondadori. Veo que, curiosamente, algunos espacios críticos de comunicación en México que sobreviven y se atreven a correr riesgos frente al poder, tienen hoy capital extranjero: la citada editorial, W Radio y CNN en español. No digo con ello que todos los medios debieran buscar dinero foráneo para ejercer a cabalidad sus libertades informativas. Simplemente consigno el dato…

Martes 3 de julio
Escucho el programa vespertino de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula. El tema central es la comedia de enredos sobre el chino Zheli Ye Gong y sus más de 200 millones de dólares decomisados por el Gobierno Mexicano debido a sus aparentes vínculos con el narco y sus presuntas ligas con la campaña presidencial de Felipe Calderón y el supuesto involucramiento del secretario del Trabajo, Javier Lozano, y la innumerable lista de suposiciones e interrogantes que circulan en todo el aire mediático…

Pues bien, sucede que la agencia AP sabía de esa truculenta historia 50 días antes y, por ello, entrevistó desde entonces al chino que se dice proveedor de seudoefedrina, químico necesario para la fabricación de medicamentos. La agencia, sin embargo, optó por posponer la publicación hasta tener mayores elementos. En un tono de suspicacia, Ciro cuestionó esa postergación noticiosa: “¿Por qué tardar 50 días para dar a conocer una nota como ésa?” El jefe de AP en México adujo que, como sólo tenían la declaración de Ye Gong, decidieron seguir investigando. Determinaron mostrar la entrevista una vez que el gobierno mexicano hizo pública la carta donde se pretende involucrar al PAN. El conductor siguió sin poder creer cómo era posible que esa “gran nota” se hubiera silenciado tantos días.

Todo esto me dejó pensando que quizás aquí flotan dos formas de hacer periodismo. Para Ciro Gómez Leyva era suficiente tener la carta o las palabras del supuesto empresario chino para publicar “una gran noticia”. Aunque el medio informativo nada hubiera corroborado, la nota es la nota, infiero que supondría. A fin de cuentas, la declaración es del personaje, no del periodista (¿síndrome Poncio Pilatos?). ¡Habría sido un gran golpe noticioso! La visión que se trasluce en la explicación del jefe de AP es que le realidad periodística ha de construirse con múltiples fuentes documentadas y no supeditarse sólo a una versión interesada por muy impactante que pueda ser.

No descalifico la postura de Gómez Leyva, pero no la comparto. Tampoco pretendo ensalzar la demora periodística de la agencia internacional, pero considero que frente a la carencia de sustento riguroso en asuntos tan delicados es preferible la cautela y la autocontención. Son odiosas las suposiciones, pero me pregunto: ¿Ciro pensaría de la misma forma si, por ejemplo, algún medio informativo publicara que el dueño de Radio Fórmula tiene nexos con narcotraficantes nada más porque lo dice tal o cual personaje? No es un tema sencillo de tocar…

Miércoles 4 de julio
A eso de las ocho de la noche en Canal 22 veo Ventana 22 y aparecen Elvira García y Jorge Meléndez, amigos los dos, en una amena charla en la que analizan el rumbo de los medios de comunicación mexicanos en la última quincena. Hasta donde recuerdo, es el único espacio televisivo que dedica atención al tema. Son acaso 10 minutos suficientemente aprovechados. Como suele suceder, la TV llega tarde a la apertura, la reflexión y el debate. No obstante tal espacio ganado por Elvira García en Canal 22 es una propuesta loable. Ojalá se mantenga y, por qué no, se amplíe.

Jueves 5 de julio
Al hacer clic en www.diariomonitor.com.mx se despliega una invitación a manifestarse en la defensa del noticiario de José Gutiérrez Vivó y apoyar a sus trabajadores con depósitos bancarios. Convocan a una concentración para el domingo a las doce del día en el Zócalo. Ahí estaré.

Por cierto, el tema sigue manejándose en la prensa. No falta quienes achaquen la muerte de Monitor a la incapacidad gerencial y a la voluble personalidad del conductor. Más allá de esas consideraciones, nadie puede regatearle que en ese espacio radiofónico se sembraron no pocas semillas que tiempo después germinaron también en otros medios de comunicación. Baste recordar tan solo la orientación vial, las mesas de debate, la asesoría vespertina a niños de primaria y la divulgación sobre temas antaño soslayados como ecología (Luis Manuel Guerra), filosofía e historia (Ikram Antaki), psicología (Ernesto Lamoglia) y astronomía (Julieta Fierro).

Viernes 6 de julio
Concluí la lectura de La terca memoria de Julio Scherer García. Junto con Los presidentes pienso que es de sus mejores libros. Escarba en sus recuerdos para ofrecernos la cara pocas veces vista del algunos personajes de la vida pública pasada y reciente. Por momentos, con una prosa quirúrgica, a varios los desnuda implacablemente. El escribir en primera persona, al margen del gran valor testimonial, le da a Scherer una verosimilitud a toda prueba, pues ese manejo del “yo literario”, confiesa, “implica un acuerdo con uno mismo en la soledad y de ahí una relación más auténtica con los demás”.

Las páginas schererianas emergen de la experiencia vívida y cobran el matiz de reportaje personalista (por darle un nombre) cuando aporta otras voces documentales o resultado de su incansable afán reporteril. Con ello es clara su intención de evitar caer en visiones excesivamente parciales o evidentemente prejuiciadas. No obstante jamás abandona su calibre puntilloso.

Fueron varios los pasajes que atrajeron mi interés. Uno de ellos es el que relata su relación con Carlos Hank González, donde el fundador de Proceso revela la estrecha relación de amistad que llevaba con el político mexiquense. Aparecen las polaridades de un Hank obsequioso y sombrío, voraz y generoso, agresivo y vulnerable. Cuenta Scherer que cierta ocasión un hijo del Hank fue acusado de cuantiosos robos de dinero en el sureste del país, en una región azotada por un vendaval. Encolerizado por la supuesta infamia, exigió a la PGR una profundísima investigación. Y se confirmó el señalamiento. Más adelante plasma Scherer un relato que mueve a la aguda reflexión:
La noche de ese día amargo, cené con Vicente Leñero y Enrique Maza. Quería conocer su punto de vista acerca de la historia que acababa de vivir. Preguntarles acerca de los deberes del periodista cuando tiene en sus manos los desmanes de personas, las verdaderamente amadas.

Vicente estalló:

—Yo a mi hija –son cuatro sus hijas– no la pongo en manos de nadie, nunca. Como sea, la encubro, la cubro, la envuelvo.
Enrique sostuvo que en casos como el narrado, se impone un deber íntimo, deber de conciencia. Afirmó, sencillo como es, sentencioso como no puede dejar de serlo:

—Si no hay compasión para la persona amada como ninguna otra, la vida se extingue.

—¿Qué entiendes por “extingue”, Enrique? –le pregunté.

—La vida se derrumba, pierde sentido, cae rota.
Conversé con García Márquez. Me dijo que la sangre es sagrada y quien la ensucia se vacía sus venas. Pasa a ser otro, gastado, débil. Frente a los hijos, los padres, los hermanos, los amores bien, los nietos, las personas por las que somos personas sólo subsiste un deber: cuidarlas, y cuidarlas quiere decir ver por ellos en los momentos extremos, los que cuentan.
No tengo duda. Los escuché y actuaría como Vicente, Enrique, el Gabo, pero una cierta perplejidad me acompaña. Y los otros, qué, ¿qué se las arreglen como puedan?

Otras de las escenas recurrentes en la obra de Julio Scherer son las relativas a las entretelas del binomio políticos-periodistas. Ahora recupera los retratos de algunos jefes de prensa y el del reportero Carlos Denegri. Describe a éste último en pocos pero fulminantes párrafos:
Denegri, dotado como ninguno para nuestro oficio, protegido de sus borracheras sin control por el gobierno que lo usaba a su antojo, se comportaba como le venía en gana. En la redacción sabíamos por cierto que más de una vez se había presentado ante un funcionario para mostrarle dos textos sobre un asunto delicado. El reportaje de izquierda costaría tanto si se publicaba y el de la derecha tanto sino aparecía en letras de molde. El funcionario elegía.
De los lazos, complicidades o condicionamientos entre la prensa y el poder, que se veían como parte de los “usos y costumbres” de una “cordial relación”, rememora:
Algunas ocho columnas, nuestra bandera que ondeaba cada amanecer, tenían precio. Era dinero secreto, sin factura, misteriosos su destino. Las gacetillas, publicidad embozada como información, costaban caro. Su presentación exigía sutileza, estilo, el gato ofrecido con la salsa apetitosa del conejo. Los reporteros teníamos libertad para contratar gacetillas y desplegados del tamaño que fuera, asegurado el 11 por ciento de comisión. Sólo nos obligábamos a respetar las fuentes de trabajo asignadas a cada reportero.

El dinero constante de las oficinas de relaciones públicas del gobierno y de la iniciativa privada, el chayote que espina pero alimenta, había que considerarlo con la naturalidad del agua que humedece la ropa en la temporada de lluvias. Si había protestas, que fueran personales. A nadie se obligaba a guardar en el bolsillo el sobre con su contenido viscoso.

Sábado 7 de julio
Sigo con La terca memoria. Una faceta que aflora en las letras schererianas es el trazo por momentos más intimista con los que se muestra como un hombre más completo y a la vez vulnerable. En sus primeros pasos como periodista se mira a sí mismo con sus altibajos en la autoestima y los sonrojos del sexo y el amor. La timidez, reconoce, era su problema. Cuenta:
Acudí al doctor Alfonso Quiroz, entendido en la materia. Me dijo que a la timidez no se le puede vencer, pero si esconder. Nadie es tímido frente al espejo, argumentaba. La timidez es un problema social, un problema frente a los demás.

—-Ocúltala, que no se note. Si una señora te turba, alude a tu sonrojo y a tu descompostura. Te ríes de ti mismo y quedas listo para enfrentar a cualquiera. Frente a la timidez uno entrena todos los días, como los boxeadores.

Pasó mucho tiempo para que pudiera distinguir entre la timidez y el apocamiento, los guantes colgados, sin gana de pelea, muerto el ímpetu. La timidez, en cambio, lleva a formas de soledad y la soledad concita a la reflexión. A la soledad y a la reflexión se les agrega normalmente el dolor, el sufrimiento. Pienso ahora que solo cuando están unidos la soledad, la reflexión y el sufrimiento hay maneras de intentar una transformación o al menos un cambio personal.
En suma: en La terca memoria Scherer nos dibuja sus propias reminiscencias para recordarnos que para trazar nuestros tiempos públicos es menester revisar lo ocurrido desde nuestra trinchera personal.

Domingo 8 de julio

Tras un suculento desayuno en un café del Centro Histórico, la dueña de mis mesadas (Clara), mi hermana Verónica y yo arribamos justo a mediodía en el Zócalo capitalino a la concentración convocada por los trabajadores del noticiario Monitor. A lo lejos pareciera una kermese por la gran cantidad de globos amarillos. Hago un recorrido y calculo cerca de 700 asistentes e irán llegando más quizás para sumar minutos después poco más de mil. Numerosas personas visten playeras amarillas o muestran a la altura de pecho un papel del mismo color que dice: “Radio Centro mató a Monitor”. Mientras en el micrófono se escucha la voz de un radioescucha (“No era una estación más: era nuestra familia”, dice), en una manta de poco más de dos metros leo: “Monitor es una expresión cultural esencial para la sociedad”. En el templete, colocado de espaldas a Palacio Nacional, a unos pasos del arroyo vehicular, se arremolinan varios trabajadores del noticiario y periodistas que cubren el acto y se disputan las tomas. Si bien hay algunos jóvenes y niños, advierto que gran parte de los presentes rebasan los 35 años: gente sencilla que reclama su derecho a mantener el aire un servicio radiofónico que le satisface. Una pareja con dos niños y un joven levantan un cartelón que informa: “Somos una familia completa y estamos aquí para apoyar a Monitor”. Uno de los oradores, para despejar cualquier sospecha, matiza que esta concentración “no es un movimiento político, este movimiento es de los radioescuchas de Monitor”, y al final corea: “¡Trabajadores y radioescuchas estamos en la lucha”! Atrás del templete se observan dos bicicletas con sus respectivos pilotos disfrazadas y disfrazados de motos y reporteros viales. A un lado de éstos, una lona de unos seis metros cuadrados lleva inscrito un largo y exigente mensaje:

“Sr. Presidente Felipe Calderón: Ya no diga que lo siente mucho… actúe de inmediato y ordene que se haga justicia para que el programa Monitor de José Gutiérrez Vivó se oiga de nuevo en nuestros hogares. Atte. Radioescuchas del Área Metropolitana.”

La salida del Metro que se ubica en la plancha central sigue abierta y la gente puede caminar sin apuros oliendo el incienso que danzantes a la usanza prehispánica queman al lado de vendedores ambulantes que expenden al pie lo más novedoso en discos piratas. A unos pasos de allí se ubican los auténticos reporteros viales a quienes se les acercan no pocas jóvenes para solicitarles les estampen un autógrafo. Ya casi al cierre de la concentración, tras tomar la palabra representantes de tres sindicatos, se reitera que si la gente desea apoyar hay un fondo de ahorro para los trabajadores de Monitor, que llevan ya seis semanas sin cobrar. Para finalizar se escucha una de las voces del equipo de Gutiérrez Vivó que concluye: “Monitor no se va acabar. Tengan confianza. Esperen noticias nuestras”.

De camino a casa intenté recordar un acto similar en nuestro país. No hallé ninguno. Vinieron a mi memoria más bien actos de protesta por la cerrazón o manipulación de las televisoras o el silenciamiento de la prensa o el hostigamiento a periodistas, pero no exactamente para exigir masivamente la permanencia de un espacio periodístico. Considero que Monitor es uno de los poquísimos programas radiofónicos que se puede jactar de tener un fiel respaldo social. Esperemos pueda ser capitalizado con inteligencia.


Director de la Revista Mexicana de Comunicación, presidente de la Fundación
Manuel Buendía y profesor de periodismo de la FES Acatlán de la UNAM.
Correo electrónico: lapidiarium@yahoo.com.mx

El siguiente es un ejemplo de cómo debe citar el artículo anterior:
Martínez Sánchez , Omar Raúl, 2007: «Ciro, Scherer y Monitor»,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, No. 105, México, julio. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/rmc/omar.htm
Fecha de consulta: 11 de julio de 2007.

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