Voracidad sin límite
Cuitláhuac Arroyo Parra
Periodista de Puebla y asesor político
Desde sus orígenes como órgano especializado, hace ya cuatro años, la revista Etcétera se ha caracterizado por el examen serio, pero desacartonado, de los medios de comunicación mexicanos, vía la inserción de reportajes, artículos de fondo, crónicas, semblanzas y entrevistas procesadas siempre a tono con la coyuntura histórica, política y económica de la nación.
En su edición del mes de abril, como dijera el poeta López Velarde, “fiel a su espejo diario” dedica su artículo editorial a revisar un asunto que su equipo de reporteros investigó a fondo: altos funcionarios de Televisa están negociando con el gobierno federal la autorización para operar, a través de las pantallas caseras, una suerte de “casino virtual” de cuyo accionar esperan obtener utilidades cercanas a 680 millones de dólares, sólo en 2006.
Las revelaciones del mensuario por si mismas son importantes, pero su trascendencia crece en la medida en que los propios ejecutivos de la televisora están haciendo cuanto pueden por cubrir sus afanes expansionistas hacia los “giros negros” y ocultar la verdad de las cosas.
En el trasfondo del ciclo tortuoso de las pláticas que los directivos de la empresa sostienen con autoridades federales, subyace la forma de negociación que mejor resultados les ha dado: la presión y el pago de favores. Televisa probó ya la eficacia de su estrategia cobrando a la Presidencia de la República los apoyos otorgados a sus peones de ajedrez en diversas circunstancias, incluida la elección de 2000, la difusión de los videoescándalos de marzo y otros muchos más. Esta vez no será la excepción: todos sabemos que el equipo en el poder no las tiene todas consigo y que la jornada comicial de 2006 está en el centro de todas sus preocupaciones, pues Fox y sus aliados quieren garantizar el arribo de un mandatario a modo cualquiera que fuere su precio.
Pero la autorización para hacer de los hogares mexicanos una cadena silenciosa de lavaderos de dinero no es suficiente. Televisa va por todo, y en tal sentido busca ya dar la puntilla a la iniciativa de Ley Federal de Radio y Televisión que promovió un grupo de senadores con visión nacionalista e impulsar el remedo que aprobaron recientemente los diputados de sus partidos comparsa.
Lejos están los tiempos románticos de los inicios de la radio en México. Más si se mira bien, desde la época de don Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador del clan y modesto vendedor de zapatos que de la noche a la mañana se convirtió en prospero radiodifusor, la familia ha estado siempre asociada al gran capital y a los gobiernos emanados del proceso revolucionario, truncado y envilecido, que irrumpió en la escena nacional en 1910.
Emilio Azcárraga Milmo, padre del actual líder del consorcio, Emilio Azcárraga Jean, entendió como nadie la fórmula de negociar con el gobierno y ejercer el poder omnímodo de la comunicación electrónica. El Tigre Azcárraga conocía muy bien los entretelones de la intriga palaciega y los utilizó en su favor todo el tiempo. El joven heredero, Emilio Azcárraga Jean, acorde con los tiempos neoliberales que vivimos va, como sus antecesores, en caballo de hacienda hacia la consolidación de su poder imperial; nada lo detiene; para él, los vocablos soberanía, independencia, libertad, nacionalismo, parecieran ser sólo frases de discurso político; en los hechos, al igual que sus vecinos norteamericanos a quienes tanto admira e imita, más que amigos, tiene intereses.
Veremos qué sucede con el asunto de los casinos virtuales y las apuestas remotas. Hacemos votos porque no se apruebe ni una sola ley más del código de la ignominia.
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Arroyo Parra, Cuitláhuac, «Voracidad sin límite», en Revista Mexicana de Comunicación
Num. 110, México, abril.
Fecha de consulta: 12 de mayo de 2008.