Google y los periódicos
- La industria de los periódicos atraviesa una crisis desde la aparición de Internet.
- Google tiene al mes un billón de entradas, lo que equivale a 400 clicks por segundo, según Forbes.
- «Tal como la de un amo y esclavo es la relación que ha mantenido durante la primera década del siglo XXI la industria de los periódicos con Google», dice María Elena Meneses.
Por María Elena Meneses
Publicado originalmente en RMC #119 noviembre de 2009- enero de 2010
Tal como la de amo y esclavo es la relación que ha mantenido durante la primera década del siglo XXI la industria de los periódicos con Google. La digitalización y los negocios innovadores, como el famoso buscador, aunados a la disminución de lectores que trasladan sus hábitos de consumo informativo al soporte digital, son sin duda detonantes de la crisis por la que atraviesa la industria de los periódicos. Ésta ha visto perpleja cómo se erosiona el modelo de negocio de la prensa tradicional, basado en suscripciones y la venta de espacios a los anunciantes. El 80% de los lectores de sus versiones digitales, que se leen mucho más que las impresas en una relación de 10 por uno, no pasan por la primera plana, sino que son llevados por el famoso buscador, emblema de la economía de la gratuidad. (1)
¿Cuáles son las implicaciones para una industria que en países como Estados Unidos está en franco y continuo deterioro? ¿y cuáles son aquellas para la construcción de la opinión pública, energía de la democracia?
Por el momento sólo pueden formularse hipótesis proyectivas que contribuyan al conocimiento, ya que estamos ante un fenómeno nuevo y complejo. Google es tal vez el símbolo de la Internet: su éxito económico a 11 años de su fundación es apabullante, paralelamente a que ha puesto al alcance de los internautas más de tres mil millones de páginas de manera gratuita, tiene un valor en la bolsa de más de 100 mil millones de dólares y una capitalización que supera al conglomerado de medios más poderoso del mundo, Time Warner. (2)
Choque de paradigmas
Google es una invención de dos estudiantes de doctorado en ciencias computacionales de la Universidad de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, quienes concibieron la idea del buscador a mediados de los años noventa cuando, según su propia versión, el dominio de la red comenzó su transición del mundo académico al comercial. (3)
Los jóvenes pertenecientes a esa clase creativa surgida en el valle del silicio inventaron el algoritmo Page rank que jerarquiza las búsquedas en Internet, con base en una lógica matemática que mide la popularidad de palabras clave y las publica en su sitio. Según reconocieron a la revista Playboy en 2004, a diferencia de otros competidores, Google no buscaba mantener a los internautas en su portal, sino sólo enlazarlos con el universo informacional de la red; también innovaron un modelo de publicidad en el que no venden su espacio de manera tradicional.
Los denominados AdWords, motor de la publicidad de Google, permiten que una empresa elija las palabras clave de su negocio, que coincidirán con la búsqueda de un grupo de consumidores perfectamente segmentados. De esa forma cobra por clic. Estas innovaciones en el modelo de negocio han sido claves de su éxito, que ha aplicado en su variada gama de servicios de búsqueda.
Sin rubor alguno, Brin y Page manifestaron que su mayor ambición era poseer toda la información generada en el planeta. Así es como hoy persiguen sin tregua digitalizar todos los libros existentes, para lo cual libran batallas en Europa, región que se ha mostrado reticente a los deseos de la empresa norteamericana de crear la nueva Alejandría. El problema es que no toda la información, como es el caso de la noticiosa, le pertenece ni le costó producirla y de aquí el diferendo irresuelto que alcanza el calificativo de choque de paradigmas.
Buscadores como AltaVista, MSN y Yahoo vieron emigrar a sus seguidores hacia un innovador y seductor Google, que comenzó a ofrecer diversos servicios de búsqueda que fortalecieron el negocio, tales como Google Earth y Google News. Éste último, su servicio informativo basado en su famoso algoritmo, le ha causado demandas por parte de la industria, y los diferendos han llegado a tribunales en Italia y Bélgica.
En junio pasado, los editores europeos emitieron la Declaración de Hamburgo, en la que sin mencionar a Google por su nombre, pero en una clara alusión, plantean que los proveedores de servicios de Internet “usan el trabajo de los autores, editores y productores de radio y televisión sin pagar, lo que amenaza la producción de contenidos de calidad y la independencia del periodismo”, no sin antes reconocer que si bien la Internet ofrece posibilidades al periodismo profesional, no es sobre la base de lucrar con el trabajo ajeno. (4)
En Estados Unidos, las diferencias con los dueños de los diarios y asociaciones de editores no son menos ríspidas. El Wall Street Journal, propiedad del magnate Rupert Murdoch, ha encabezado una rebelión contra el buscador a través de sus diarios, acusándole de robar contenidos protegidos por el copyright. (5)
Google, por su lado, se ufana de dirigir al mes un billón de clics hacia los periódicos, lo que equivale a 400 clics por segundo mediante su algoritmo, que busca en la red la palabra clave que el internauta teclea; además de ofrecerle resultados inmediatos y actualizados, el buscador clasifica los contenidos por popularidad y los personaliza mediante la oferta de noticias, de acuerdo al lugar donde radica el internauta. (6) Todo suena bien hasta este punto, pues podríamos suponer que genera más tráfico y más lectores, pero tanta imaginación matemática no representa que pague derechos a una industria que pasa por momentos dramáticos, sin hallar el modelo de negocio que le permita sobrevivir.
Google ha reiterado una y otra vez que no es la causa de la crisis en la industria, sino que puede ser un aliado que le ayude a conquistar a las nuevas generaciones de lectores. En enero pasado, el CEO de Google, Eric Schmidt, declaró que aun a través de pagos, la empresa no resolverá los problemas estructurales de la prensa, a la que acusó de no atreverse a cambiar su paradigma de financiamiento. (7)
Así como los blogs, los wikis y demás aplicaciones novedosas de Internet han sido auténticas armas de destrucción creativa para la industria de los periódicos, a éstas se agrega el poder de Google, cuya lógica de distribución de información cambia el paradigma informativo tradicional al crear nuevas formas de distribución, consumo y apropiación de la información.
Estados Unidos no es el único país afectado, pero sí de donde hay más datos disponibles para el análisis como los que ofrece anualmente el Centro Pew para la Excelencia en el Periodismo. (8) En ese país, la crisis se devela en el despido de la cuarta parte de la fuerza de reporteros y editores en los primeros ocho años de la década. Sería un exceso plantear que tal situación obedece a Google. Sin embargo es innegable el poder de los buscadores y la cultura informativa que forja entre los lectores de la actualidad, en la que con un clic tienen la información de todos los diarios del mundo o de su región de manera gratuita y que, además, pueden personalizarla y consumirla en soportes móviles. (9)
La millonaria empresa, por su lado, muy cierta de que le asiste la razón y amparándose en la filosofía libertaria de la red, donde la información debe ser libre, insiste en que la industria debe aceptar y adaptarse a nuevas formas de consumo y distribución de noticias. Lo que no dice, es que si es desde su buscador, mejor.
En Estados Unidos, un estudio del Centro Joan Shorenstein de la Universidad de Harvard demostró, hace un par de años, que si bien en Internet se redistribuyen las audiencias mediáticas, es en detrimento de los diarios y estaciones de televisión locales, pues las audiencias se han redirigido a los diarios o estaciones nacionales o globales como es el caso de The New York Times o CNN, los cuales han aumentado su audiencia e influencia en la confección de la agenda mundial en la era digital. Información como ésta nos obliga a matizar los supuestos, según los cuales en la era digital asistimos a un ecosistema informativo más democrático.
Nadie paga por informarse
En la era pre Internet predominaba el modelo de pagar por la información, no sólo por un ejemplar del diario de nuestra preferencia, sino que los propios medios solían contratar –a la par de redactores y reporteros– los servicios de agencias noticiosas ante la incapacidad de la mayoría de tener corresponsales en el mundo, en una región o país. Tal paradigma ha cambiado. Google es el emblema de la economía de la gratuidad, en donde nada cuesta, aparentemente.
Chris Anderson en su libro La cola larga (The long tail) sostiene que en la era digital, en donde las principales funciones de escasez en la economía (como lo son el costo marginal de producción y de distribución) tienden a cero, la tecnología facilita la abundancia. Esto, a su vez, permite que los costos marginales rocen la nulidad, dando origen a una economía de la gratuidad, cuyo principal respaldo es el rompimiento de las barreras físicas.
Desde la década de los ochenta, con el surgimiento de innovaciones como el teletexto y videotexto de consumo individual y a la carta, emerge el modelo económico de vender audiencias en paquete a los anunciantes, en donde la gratuidad es aparente, en tanto que los consumidores ofrecen su información personal, gustos, preferencias a cambio de tener un servicio de correo electrónico de alta capacidad como Gmail, o bien, de obtención de contenidos sindicados como es el caso del agregador GoogleReader, en donde el internauta puede recibir la información proveniente de una infinitud de fuentes sobre los temas que le interesan.
El negocio de Google es redondo y paradigma indudable del nuevo capitalismo digital. Noticias sobre clima, tránsito vehicular, política, horóscopos o fútbol llegan a nosotros gracias a los filtros que se basan en una lógica que identifica nuestros gustos y preferencias con base en el historial de nuestro consumo, ya fueren noticias o productos materiales, desde libros en sitios virtuales de éxito, como Amazon.com, hasta productos de la más variada índole, como los que observamos en Ebay.com.
Este cambio de paradigma económico acarrea transformaciones profundas en la industria del periodismo ya que las noticias ya no sólo pertenecen a los periódicos; los periodistas no son los únicos que pueden reportar acontecimientos; nos encontramos con un nuevo gatekeeper que no es precisamente un editor, sino un algoritmo que nos lleva hasta nuestra pantalla la información de nuestro agrado.
¿Adiós a los gatekeepers?
En la era digital, el papel de mediación de los periódicos y los periodistas está en erosión, lo que no equivale a decir en desaparición. La tecnología digital ha permitido que los ciudadanos puedan reportar hechos más rápido que la prensa. Ejemplos los vivimos diariamente: el portal TMZ tuvo la primicia de la muerte del cantante Michael Jackson, mientras que, en estricto respeto a las normas profesionales, cadenas como CNN decían a sus pacientes ciberlectores que la información no estaba confirmada. Los disturbios en Honduras y en Irán fueron reportados por twiteros: la aplicación que en 140 caracteres ha tenido la osadía de correr más rápido que las agencias noticiosas.
Por otro lado, los buscadores están fomentando una forma inédita de distribución de la información, basada en la personalización, que provoca que los propios internautas elijan sobre qué, a qué hora y a través de qué soporte se informan. Este fenómeno implica que el trabajo de selección ya no sólo recaiga en un editor que elige los hechos que su audiencia debe conocer, sino que el internauta entra en ese ciclo electivo, que si bien no sustituye, sí erosiona el poder del editor, quien en la era análoga era el único profesional que con base en sus juicios y valores profesionales decidía qué información debía dar a sus lectores.
Estos cambios sin precedente, dan lugar a un escenario informativo complejo en el que los poderosos medios tradicionales conviven con buscadores y marcadores (como los famosos Del.icio.us, el español Menéame y el mexicano Enchílame), blogueros y twiteros. Ambos universos no necesariamente están confrontados, sino que en ocasiones negocian y se reconfiguran mutuamente. Esta situación es palpable en las versiones digitales de los diarios, que ofrecen a sus internautas compartir la información, suscribirse a su Twitter o Facebook y que han puesto a bloguear a sus articulistas y columnistas.
La carencia de acuerdos no es igual con otros buscadores como Yahoo, el cual apenas arranca un modesto 28% a un poderoso Google que tiene 65% del mercado de búsquedas. (10) En 2009 Yahoo anunció un plan de ayuda a los diarios estadounidenses a los que pagará una cuota por publicidad. Si bien no resolverá la crisis, sí logró demostrar intenciones de entendimiento, lo cual para observadores fue una presión para Google una vez que Yahoo se aliara con Microsoft para competir contra su rival.
El diferendo, hasta ahora insalvable de Google con la industria de los periódicos, tendrá que llegar tarde o temprano a un acuerdo que vaya más allá de un pago, ya que éste por sí solo no resolverá la crisis por la que pasan los diarios occidentales. El problema de fondo, como ha dicho Juan Luis Cebrián, consejero de Grupo Prisa, no es que se les pague o no a los diarios, sino que se resuelva el problema de los derechos de autor que en la era digital deben adecuarse a la protección de bienes intangibles, tal como los que circulan en Internet.
Un eventual marco de protección, según Cebrián, deberá pasar por una revisión y conciliación de las diferencias regionales en torno a los derechos. Por un lado, los derechos de autor que prevalecen en Europa continental que protegen al creador directamente; por el otro, el copyright emanado del mundo anglosajón que protege fundamentalmente derechos de las empresas.
En España, por ejemplo, los diarios han pedido a Google un dinero simbólico por derechos de autor; sin embargo, los interminables litigios no parecen ser la fórmula idónea para resolver un problema de tal complejidad. (11)
La agencia Associated Press anunció en 2009 que buscaría la manera de que su material no sea usado sin su permiso en la Red, aunque no ofreció detalles de su provocación. Ésta supondría la creación de un software que detecte si su contenido está siendo usado sin permiso.
Lo único cierto, hasta ahora, es que ante la erosión de los lectores de papel, los diarios impresos necesitan de sus versiones digitales para conseguir lectores y anunciantes. Sin embargo, al mismo tiempo está claro que la llegada a la información es cada vez más frecuente, a través del controversial buscador, que erosiona no sólo la marca del periódico, sino emblemas sagrados del periodismo de la era análoga, como la primera plana y las notas de ocho columnas, que mediante los códigos profesionales de toda redacción fueron seleccionadas para los lectores. Éstos en la actualidad, leen lo que les apetece, no lo que un editor seleccionó para él y se van. Pese a todo, no hay diario digital que en su sano juicio evite estar indexado a Google.
En busca de un modelo de negocio
La crisis en los medios no es homogénea y generalizada, lo que no quiere decir que no vaya a afectar a otras regiones fuera de Estados Unidos y Europa o a causar un efecto dominó.
En Japón, los grandes diarios continúan teniendo tirajes exorbitantes, financiados con publicidad. En tanto, en países como México no sólo surgen nuevos diarios, sino que la televisión concentrada y masiva es el medio que cuenta con la preferencia de las audiencias, para obtener entretenimiento e información. Además, los mexicanos no son afectos a leer los diarios y éstos continúan teniendo el sustento de la publicidad gubernamental, a pesar de los riesgos que sobre la libertad de expresión impone. (12) Digamos que en este caso, el dilema de encontrar un modelo de negocio no aplica por el momento en Japón y en países como México, aunque por razones distintas.
Luego de los reportes que dan cuenta de la crisis de la prensa en Estados Unidos, expertos reunidos recientemente en el grupo Free Press propusieron a manera de tabla de salvación una serie de modelos de negocios alternativos para la prensa. Entre ellos destaca la prensa hiperlocal, auspiciada por organizaciones de la sociedad civil, que reciba a su vez donaciones tanto de los gobiernos como del sector privado. (13)
También los expertos sugirieron la idea de los micropagos a la prensa al estilo del sitio Itunes de Apple, que contuvo con éxito la ira de la industria de la música. Sin embargo, esta última propuesta afecta a los lectores, por lo que otros expertos han promovido que el acuerdo sea a través de compartir las ganancias por publicidad, tomando en cuenta que el contenido noticioso enriquece a su vez el negocio de las búsquedas. Otros van más allá y sugieren directamente a Goo-gle apoyar las operaciones noticiosas.
Todas estas propuestas surgen de una industria en crisis, que desea recuperar su papel rector en la construcción de la opinión pública, función que le asignó la democracia al periodismo y a los periodistas, para lo cual se montaba un millonario negocio que vivía a través de la publicidad y que de paso sirvió a muchos (y sigue sirviendo), para promover y cabildear sus propios intereses. Ese modelo se está agotando.
Así como otras instituciones en la sociedad actual sufren una erosión o mutación continua, la prensa está viviendo una etapa de cambios irreversibles. Además de compartir el escenario comunicativo y mediático con otros actores, resulta evidente que la prensa ya no tiene para sí el monopolio de la información que consiste en otorgar un valor noticiable a los acontecimientos, de acuerdo con sus valores e intereses.
A pesar de la nostalgia de los periodistas del mundo occidental por la era Watergate, cuando la prensa se erigió como nunca en fiscal del poder público, tampoco ya es el único medio a través del cual se exige a los gobiernos rendir cuentas.
En un lúcido ensayo, publicado en marzo pasado por la revista The New Republic, Paul Starr sugiere la necesidad de la supervivencia de la prensa como arma de denuncia contra la corrupción, la cual por el momento no es asumida por la Internet, cuya cornucopia nos lleva a un variado crisol de informaciones. Entre ellas, dice Starr, es difícil encontrar el balance y rigor que ofrece la prensa, que a pesar de su mercantilismo, en algunos casos, aún resguarda el valor de manejar la información como un bien público.
¿Qué pasará con la prensa en tiempos de la Internet? Hay quienes ya redactan su acta de defunción. En octubre pasado, el director del Laboratorio de Nuevos Medios de Tecnológico de Massachusetts, Chris Csiksentmihalyi, en una conferencia ofrecida en el Tecnológico de Monterrey, respondió al cuestionamiento “¿Tienen futuro los periódicos?” con un seguro y tajante: No, ninguno. (14)
Otros, menos tajantes, sugieren que el escenario mediático posible es aquel en el que convivan diversos modelos de financiamiento y distribución de información. Por un lado se encuentra el que encabezan los buscadores-distribuidores de noticias, así como novedosas fórmulas de negocio informativo, con modelos similares al sitio de periodismo de investigación ProPublica, que se ha convertido en fuente de consulta para periodistas y actores políticos, no sólo en Estados Unidos y otros, entre los que podemos mencionar los periódicos ciudadanos (tipo Rue 89 o bien el OhMy News).
Por el otro lado, está la prensa tradicional, que pese a quienes ya le han dado por muerta, si logra adaptar a su conveniencia las bondades de la red y se atreve a recuperar la investigación escrupulosa como arma distintiva ante la apabullante oferta de información instantánea y sin contexto característica del presente siglo, podría contar con un tanque de oxígeno de reserva.
Por el momento, decir que la Internet ha ganado la batalla con sus innovadoras publicaciones y motores de búsqueda, resulta aventurado.
Notas
1) De acuerdo con una charla sostenida por la autora con el Consejero de Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián a fines de 2008.
2) Que una empresa de Internet supere a un gigante del entretenimiento es además de una evidencia, un símbolo del nuevo capitalismo digital.
3) El artículo de Brin y Page en el cual describen el contexto de su innovación y el funcionamiento del PageRank se encuentra disponibe en: <http://infolab.stanford.edu/pub/papers/google.pdf>
4) La declaración de Consejo europeo de editores se encuentra en: <http://www.epceurope.org/presscentre/archive/International_publishe rs_demand_new_intellectual_property_rights. shtml>
5) Forbes.com 6 de abril de 2009.
6) Ibid.
7) Entrevista con Fortune online,7 de enero de 2007
8) El Informe «State of the news media 2009» del Centro Pew se encuentra disponible en: <http://www.stateofthemedia.org/2009/in dex.htm>
9) Una de las más recientes innovaciones de la empresa es Google Fast Flip que permite que el lector de un repaso a las primeras planas, reportajes y fotografías de 40 diarios estadounidenses. Se trata, según Google, de un experimento que no ofrece la totalidad de las notas, sino que invita al lector interesado a acudir a la publicación original. Por el momento, los diarios europeos no fueron contemplados. La aplicación está disponible en fastflip.google labs.com y puede inscribirse dentro de le estrategia de la empresa para limar asperezas con la industria estadounidense.
10) The New York Times, 29 de julio de 2009.
11) De acuerdo a la charla con J.L Cebrián.
12) Este año apareció en México el diario La Razón.
13) Un ejemplo puede ser ProPublica, la publicación digital de periodismo de investigación creada por un ex periodista de The Washington Post y que se financia de donaciones. Disponible en: <http://www.propublica.org/>
14) La conferencia tuvo lugar en el marco del Foro del conocimiento, el 13 de octubre de 2009 en el campus Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey.
Fuentes
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La autora es profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México en donde dirige la Cátedra Sociedad de la Información.
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