Ganar y perder
La política en tacones
- El primer debate de los candidatos presidenciales en el 2012 levantó polémica.
- La modelo Julia Orayen, el raiting del debate y los gastos del IFE acapararon la discusión.
- «Se multiplicaron las notas sobre la presencia de la modelo, se investigó su historial y se hicieron toda clase de comentarios y calificativos sobre su participación, a tal extremo que obligaron a los funcionarios del IFE a disculparse y ofrecer revisar los términos del contrato de la empresa productora», dice Pilar Ramírez.
Por Pilar Ramírez
El periodismo no se alimenta de historias felices, tampoco con narraciones de éxito, lo común es que devore conflictos, problemas, ridiculeces y fracasos. Por esta razón, la nota esperada con ansía el domingo pasado era quién perdía el debate, quién recibía más golpes y de dónde provenían. La sangre política para acabar pronto.
Pero la sangre nunca apareció, si acaso unos moretoncitos. Para comenzar, la negativa de TV Azteca a transmitir el debate acompañada de las declaraciones y los tuits de Ricardo Salinas Pliego propició una generosa polémica en los medios que resultó, a la postre, favorable al debate, porque despertó el interés de muchos que quizá sin conflicto de por medio nunca lo hubiesen visto. El debate dejaba de ser un programa sobre política y se anunciaba un drama, donde el primer conflicto lo protagonizaba una empresa televisiva que hacía patente su animadversión hacia el IFE.
Al final, como en muchos dramas, la solución se encontró en un punto intermedio: transmitir el debate en Canal 40, como se dice, “sólo para quedar bien de dientes para afuera”, porque el dueño de la televisora confió en el corazón futbolero del pueblo mexicano y le dejó al programa del IFE un canal reducido en espectadores, pero recogió la flor del rating que él mismo sembró, le proveyó público al debate que terminó superando en audiencia al partido Monarcas-Tigres y pudo corroborar, además, que sin tantos aspavientos, su competidora Televisa es aún más poderosa, pues “Pequeños gigantes” le ganó en rating al debate.
Por lo que hace al debate, prácticamente nadie estaba esperando las propuestas que se desprenderían de las respuestas que cada candidato debía tener preparadas a las preguntas que con antelación formuló el IFE. A decir verdad, hubiera sido un ejercicio muy civilizado pero quizá aburrido. O bien, si las réplicas y contrarréplicas hubieran respondido al tema de la propuesta con la que iniciaba cada candidato, los espectadores habrían podido identificar las diferencias de los planteamientos de cada candidato y su partido en materia de crecimiento, finanzas públicas, empleo, competencia, combate al crimen organizado, fuerzas del orden, procuración e impartición de justicia, combate a la pobreza y desigualdad, educación, energía y conservación.
En lugar de eso, y como era de esperarse, comenzaron los golpes bajos y también los altos, las acusaciones y los reclamos, porque saben bien los candidatos que vende más un drama o una comedia que un documental o mesa de análisis. Es decir, apelar a la parte emotiva de los espectadores les haría ganar o perder el debate. Se olvidaron de ofrecerle a la ciudadanía sus propuestas con claridad y sencillez para enfrascarse en un pleito.
Ya no se sabía bien si estaban transmitiendo el debate o “El rival más débil”, porque Josefina y Andrés Manuel intentaban impedir que el puntero ganara el programa, de modo que ambos enfocaron sus baterías contra él. Peña Nieto se defendía, pero estaba, como dijo el diario El País, bajo metralla. Josefina apeló a la parte más emotiva de las audiencias pero le falló la retórica, eligió mal las palabras y la oportunidad para recordar el caso de la niña Paulette y las acusaciones contra Humberto Moreira, el revire de querer lucrar con la muerte de la pequeña, sus ausencias en la Cámara de Diputados y especialmente en la sesión donde se votó la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia la llevó a la lona. Claro que ella se levantaba y volvía a atacar, pero su autoridad moral había sido disminuida.
Andrés Manuel, en cambio, optó por el debate político y le fue mejor. Generó momentos realmente difíciles para su contrincante, aunque no logró vencerlo. Quizá el mayor problema fue precisamente dirigir sus ataques contra sus enemigos políticos y no contra sus enemigos ideológicos y adversarios electorales, pues con un mejor cálculo le convenía más disminuir el puntaje del PAN, al que le está disputando en esta fase el segundo lugar. El hecho es que no hubo entre estos tres candidatos un ganador evidente, aunque tampoco un perdedor claro. Los tres ganaron o perdieron algo. Con lo anterior, la sangre nunca llegó al río electrónico, pero los rozones fueron suficientes para mantener la atención, tanto de votantes como de otros segmentos de la población, pues los niños de pronto descubrieron que el debate era tema de interés en Facebook y Twitter, y se sumaron.
Mientras los tres punteros se peleaban y lo ignoraban, Gabriel Quadri aprovechó su tiempo para, él sí, presentar sus propuestas, pero no inocente y asépticamente, sino que primero exhibía a sus contrincantes como unos peleoneros mientras él, ciudadano como los que veían el debate dijo, tenía propuestas concretas sobre los temas que le presentaban. No fue el ganador del debate, pero fue, sin duda, el que más ganó con el debate. Y si alguien dudaba del poder de la televisión, fue suficiente su aparición a nivel nacional en un tiempo formidable y bien aprovechado, para que ahora lo aclamen numerosos grupos de jóvenes y que el Quadriseparador (un separador de libros con la imagen del candidato) se convierta en nota.
Como el debate no es suficiente y los ciudadanos necesitan guías que les permitan decidir qué pensar sobre el debate, se organizaron distintas mesas de análisis postdebate. Estas mesas fueron como una réplica del debate, especialmente la de los coordinadores de campaña, enfrascados también en una confrontación. No importaba que los ciudadanos acabaran de ver el debate y tuvieran su propio punto de vista, cada uno afirmaba que su candidato lo había ganado de calle. Luis Castro, presidente del Panal y coordinador de la campaña, también aprovechó el efecto Quadri y puso en evidencia a los otros dirigentes de campaña, quienes entre más convicción ponían a la afirmación de que su candidato había ganado menos creíbles resultaban.
Los productores del debate, a cargo del IFE, dieron a los medios, lo que en el argot periodístico llaman “carnita” y fue la aparición fugaz pero llamativa de la modelo argentina Julia Orayen que lució un estremecedor escote y un entalladísimo vestido que atraparon la mirada del candidato del Panal. Si alguien dudaba también de que los medios marcan la agenda, porque determinan no sólo acerca de qué pensar sino cómo pensar en ello, aquí tenemos este botón de muestra. Se multiplicaron las notas sobre la presencia de la modelo, se investigó su historial y se hicieron toda clase de comentarios y calificativos sobre su participación, a tal extremo que obligaron a los funcionarios del IFE a disculparse y ofrecer revisar los términos del contrato de la empresa productora.
Como puede verse, ganar y perder no es objetivo, todo depende de quién y cómo lo cuente.
ramirez.pilar@gmail.com
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