Hacia un nuevo periodismo*
Juan Luis Díaz Socci
Estudiante de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García
Miramos el presente a través de un retrovisor.
Caminamos marcha atrás hacia el futuro.
Marshall McLuhan
Durante una conferencia de prensa, uno de los reporteros desenfunda rápidamente su ipad, inicia sesión en Twitter, agudiza el oído y pone sus dedos en posición de ataque; otro prende su grabadora mientras responde una llamada telefónica. Del otro lado del auricular, alguien lo escucha mientras escribe sin reparar en lo que le dictan.
El político del momento empieza a contestar las preguntas y sus respuestas son subidas a la web en tiempo real. Nunca fue tan fácil sortear a los periodistas que hoy se conforman con un encabezado entre comillas. La fotografía tomada con un celular, aunque desenfocada y obscura, ya ronda por las redes sociales.
Las respuestas son siempre las mismas porque las preguntas nunca cambian, y salvo a detalles, la noticia de hoy se parece mucho a la de ayer y a la del mes pasado también.
La conferencia ha terminado y la nota ya está en el portal de internet. Como una novedad, ocupa la portada que será sustituida en unos minutos. La noticia empieza a morir justo antes de nacer.
El periodista ha cambiado. El reportero ahora se preocupa de ser el primero, no de ser el mejor. La inmediatez por encima de la calidad.
El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse
y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad.
Gabriel García Márquez
Del otro lado del mundo, una ola revolucionaria está cambiando a Medio Oriente. La geopolítica se está moviendo otra vez. Lejos, a unos quince mil kilómetros de distancia de la Ciudad de México, un corresponsal se para frente a la cámara después de pasarse horas frente al espejo tratando de verse lo más casual posible. Mientras los rebeldes libios avanzan hacia Trípoli después de dormir a la intemperie y con escasez de agua y alimentos, el reportero se ha dejado la barba y se ha ensuciado las ropas de manera intencional a pesar de haberse hospedado en el mejor hotel de la zona con todas las comodidades y los viáticos incluidos.
El reportero prepara su enlace. Se ha colocado delante del desierto, en donde se alcanzan a ver los bombardeos enemigos que caen a una distancia remota y visten la imagen.
Inicia el conteo: cuatro, tres, dos…
Ya al aire, la nota no figura en el terreno ganado por los rebeldes ni en sus bajas; el periodista tampoco nos cuenta acerca de la ofensiva por parte del gobierno de Gadafi ni de las negociaciones de los militares con los revolucionarios que, de lograrse, significaría la histórica caída de una dictadura de más de treinta años. El reportero ni siquiera es capaz de responder el básico y aburrido qué-quién-cómo-cuándo-dónde-porqué-para qué, sino que se limita a engrandecer su labor y su profesionalismo por estar arriesgando su vida en nombre del periodismo. ¿Un corresponsal de guerra? No. Un mártir del oficio.
El periodista ha cambiado. El reportero hoy se preocupa por ser la noticia, no por contarla. El estilo por encima de la calidad.
Todo periodista es también un historiador.
Ryszard Kapuściński
Todos los diarios impresos mostrarán la nota de primera y a ocho columnas. Elba Esther Gordillo ha sido detenida por presunto lavado de dinero. La lideresa del sindicato más importante de América Latina; La Maestra, la que se jacta de haberle dado cinco millones de votos a un candidato que ganó la presidencia apenas por 250 mil; la misma, la que nunca tuvo tapujos en decirse la mujer más poderosa de México, pasará la primera de muchas noches tras las rejas, más que por corrupta, por traidora.
¡Paren las rotativas, reacomoden páginas, supriman notas!
Quizá por la hora será muy difícil ofrecerle al lector algo diferente de lo que ya leyó en los portales de internet durante la madrugada. Hay muy poca información. Al momento de la detención eran más de las once de la noche y, en un día normal, el cierre de la edición no estaría a más de una hora. Sin embargo, el contenido que los diarios mostrarán en los días posteriores no irá más allá de lo que exige la nota del día y no distará casi en nada de lo que en la red se publica a prisa y sin sabor. La investigación se sacia con una declaración.
El periodista ha cambiado. El reportero hoy no investiga, sólo transcribe. La comodidad por encima de la calidad.
En serio, no sé si en cinco años sigamos imprimiendo el NYT.
Michael Rogers, 2010
Los periódicos pasan por la peor crisis de su historia. Muchos han desaparecido o se han visto obligados a mudarse a plataformas digitales como el moribundo que se niega a irse por completo, entonces, se lleva su cuerpo pero deja su alma. Otros que, como plaga, se han multiplicado y más que información regalan anuncios a lectores que observan escuetas notas después de tragarse hojas enteras de publicidad.
Algunos, los menos, se mantienen en la lucha diaria para no ser absorbidos por las nuevas tecnologías; carrera que, seguramente, algún día terminarán por perder al no entender que con los avances tecnológicos, su papel ha cambiado y que su peor error ha sido tratar de competir con los nuevos dueños de la inmediatez en lugar de pelear en otras trincheras para volverse indispensables otra vez.
Hoy, después de siglos, el diario por fin se despoja de ese lastre llamado urgencia y deben ahora, más que nunca, tomarse su tiempo y hacer periodismo a fuego lento; ese que se tarda pero que vale la pena esperar, ese que no se basa solo en declaraciones; ése, el analítico, el crítico, el trascendente. Ése, el verdadero periodismo es ahora, más que un lujo, su llave a la supervivencia.
En cuanto al periodismo digital, como si existieran diferentes tipos de periodismo, es claro que las nuevas invenciones han roto los esquemas y nos encontramos, quiero creer, en ese proceso natural e inevitable de comprensión ante lo desconocido que nos lleva a equivocarnos en innumerables ocasiones, como el hombre primitivo que al descubrir el fuego se quemó una y otra vez antes de entender que tenía ante sí una herramienta que cambiaría la historia.
La tecnología no es el problema, el problema es que con más hacemos menos. Entre más apertura, más autocensura; cuantas más herramientas, menos curiosidad. Cuando se caen las fronteras, la ignorancia levanta muros impenetrables.
No entiendo un periodismo sin ideales.
Manuel Buendía
El camino hacia un nuevo periodismo debe partir de una premisa inherente, irrefutable e irrenunciable: Nada es más importante que la calidad.
No existen varios tipos de periodismo, eso es una falacia, una excusa alevosa en el que el reportero justifica su anemia y su pereza. Existen fuentes, formatos y plataformas pero el periodismo es sólo uno y la única forma de alcanzar esa categoría es a través de la excelencia y de la pasión.
Claro que el absurdo ritmo de ir aprisa hacia ninguna parte y los lectores nada exigentes habituados ya a la basura que consumen a diario, favorecen al reportero mezquino y mediocre que contempla la construcción de la historia ladrillo a ladrillo sin maravillarse. Quedan pocas plumas críticas, milagrosas y exquisitas capaces de informar y deleitar.
La ruta hacia un nuevo periodismo va más allá de hacer bien las cosas por el simple hecho de que las cosas se deben hacer así; se trata de dignificar lo que Gabriel García Márquez llamó el oficio más hermoso del mundo.
El periodista debe cambiar. El reportero necesita regresar a las bases de la profesión ante el reto de enfrentar, sin anacronismos, una nueva era que amenaza con transformar al periodismo en una acción mecánica, compulsiva y fugaz.
*Primer lugar en Ensayo a nivel Licenciatura del Certamen de géneros periodísticos y cuento del 64 aniversario de la Septién.