De la "fiesta" a la tragedia
- Tanto Ingrid como Manuel estaban avistadas desde antes del sábado 14, pero ya se sabe que primero es el oropel y luego la protección de quienes hace siglos están en lo bajo de pirámide
- México ha padecido esas tragedias hace muchos años. En ocasiones con pocas víctimas y en otras sufriendo verdaderas catástrofes.
- No es que los malos vientos, las lluvias torrenciales, el cambio climático y otras calamidades naturales puedan detenerse. Pero de ello a espantarse porque se fue omiso para impedir los trágicos resultados de lo previsible hay un gran trecho.
Por Jorge Meléndez Preciado
Luego de la deslucida y neopriista ceremonia del 15 y el aparatoso desfile militar del 16, en el cual destacaron los charros mexicanos, uno cuya silla de caballo fue valuada en 100 mil pesos para envidia de los maestros de la CNTE, la situación del país vuelve a ser crítica. Ahora por los fenómenos naturales Manuel e Ingrid.
Ambas tormentas estaban avistadas desde antes del sábado 14, pero ya se sabe que primero es el oropel y luego la protección de quienes hace siglos están en lo bajo de pirámide; ellos dicen los burócratas, están acostumbrados a resolver sus necesidades con o sin apoyo oficial. Lo cual está siendo demostrado una vez más con la enjundia que ahora muestran los trabajadores para reparar lo que las autoridades hicieron mal.
México ha padecido esas tragedias hace muchos años. En ocasiones con pocas víctimas y en otras sufriendo verdaderas catástrofes.
Una la de Tabasco en 2007, la cual arrasó lo que estaba a su paso, debido a que se tuvieron que abrir las presas que estaban a punto de reventar por malas decisiones técnicas y políticas y por los negocios de unos cuantos. Entonces Andrés Granier dijo que no volvería a suceder esos graves problemas en su tierra. Se erogaron miles de millones de pesos, muchos de ellos cuyo destino fue incierto. Y el llamado Químico está hoy en la cárcel por sus trapacerías.
Otra, el huracán Paulina que llegó a Guerrero en 1997. También hubo dinero a montones. Se indicó que no pasaría otra vez algo similar. Ahora vemos que todo fue verborrea ya que actualmente el asunto es de horror (en ambos casos Ángel Heladio Aguirre estaba en el gobierno). Incluso en zonas como Punta Diamante, la situación es de emergencia, aunque los que pudieron llegar a esa exclusividad no la pasan tan mal como aquellos que están nadando en aguas negras y entre lágrimas de familiares. Los dos méxicos que se alejan cada vez más.
Se dice que la famosa Autopista de El Sol, supuesta obra magna de Carlos Salinas de Gortari, no se podrá reabrir pronto. Era lógico. Desde el momento de su inauguración estuvo mal hecha. En 25 años se han llevado a cabo reparaciones al por mayor y nunca se encuentra en buen estado. La construcción fue de la iniciativa privada, entre otras ICA, Tribasa y GMD (El Universal, 18 de septiembre), lo que muestra, claramente, el mito de que la inversión de los particulares resuelve los problemas a fondo.
Hoy sabemos que la red carretera está reventada. Se necesitan para repararla más de 40 mil millones de pesos (Reforma, ídem). Seguramente entre lo inservible están muchas de las obras que se hicieron en el foxismo y el calderonismo, auténticas charlatanerías que se presentan como autopistas. Una muy notoria: la que va a Oaxaca.
En Guerrero, sabemos, hay cuando menos 11 mil viviendas dañadas. En Veracruz se han derrumbado cientos. Y así podíamos hacer un recuento de espanto. Algo previsible si vemos que muchas de las edificaciones son casi de cartón. Ello posibilitó, por cierto, que los llamados vivienderos ganaran miles de millones. Aunque después quebraran sus empresas y quisieran, como en el caso del Fobaproa, que el Estado los rescatara.
Imprevisión, malas obras, asentamientos irregulares, negocios de autoridades con particulares, falta de planeación, ausencia de diálogo con ejidatarios y nuevos colonos, edificaciones al ahí se va en cerros y carreteras y agresión al medio ambiente son algunos de las cuestiones vividas sin que los funcionarios hayan puesto la menor atención.
No es que los malos vientos, las lluvias torrenciales, el cambio climático y otras calamidades naturales puedan detenerse. Pero de ello a espantarse porque se fue omiso para impedir los trágicos resultados de lo previsible hay un gran trecho.
Hasta el momento hay 57 muertos, 30 mil damnificados en Veracruz (donde el gobernador Javier Duarte fue a regañar a los lastimados y cuando la reclamación subió de tono huyó con sus guaruras). 40 mil evacuados, 23 mil en albergues y 254 municipios afectados, cifras en Guerrero. Y todo va para más.
Cabecea bien Reporte Índigo (18 de septiembre): “Tras la tempestad viene la lana”. Se destinarán, al decir del gobierno federal, 12 mil millones de pesos en reconstruir lo que se pueda.
Muchos funcionarios se pusieron en acción para ayudar y mostrar que el PRI- gobierno la sabe hacer. No será fácil su trabajo. Bien lo dibuja el monero Hernández (La Jornada, 18 de septiembre): Rosario Robles diciendo que en cuanto pueda les llevará su refresco de cola a los damnificados. La cruzada contra el hambre como muestra de simulación y abuso.
La colaboración de todos es necesaria, pues resolver lo mínimo es prioritario e indispensable. Pero no se trata de ayudar y olvidar.
Necesitamos que las autoridades no queden secas y a gusto. Es indispensable pedir cuentas, exigir que los recursos que son de todos se utilicen convenientemente, evitar que no nos sigan viendo la cara dándonos cuartuchos a precio de oro, impidiendo que se continúen devastando manglares y arrecifes como en Acapulco y Quintana Roo y poniendo la lupa diversas organizaciones y ciudadanos en ver que la reconstrucción no sea otro negocio para unos cuantos.
Hay movimientos en diversas partes, incluso se han movilizado como hace años no lo hacían, los estudiantes. Las demandas son varias, pero cuatro han tenido la mayor repercusión: evaluaciones a todos, transparencia en los dineros, ponerle frenos para luego abatir la corrupción y evitar que los políticos sean los que, como en la perinola, ganen todo y no pierdan nada.
@jamelendez44