El periodismo curador (de contenidos)
Filtrar más y producir menos
Hacer periodismo no puede seguir siendo solamente producir contenidos. En una era donde lo que más abunda es la información, el periodista debe asumirse cada vez más como un filtro en vez de ser una fuente más de ruido. El concepto de la curaduría de contenidos es valioso porque nos permite revalorar nuestro oficio como un servicio público donde el lector está en el centro. El periodista ya no es el del megáfono, ni el que “da voz a los sin voz”. Más bien debemos apostar por un periodismo que ordene, jerarquice, filtre y, sobre todo, cure.
Por Jorge Tirzo
Publicado originalmente en RMC #137
La dinámica tradicional de los medios tenía principalmente una visión del periodista como productor (de textos, contenidos, programas, revistas). En esa lógica tenía sentido porque el sistema de medios masivos estaba basado en que solo unos pocos tenían acceso a los carísimos medios de producción (la imprenta, las salas de redacción, el papel, los satélites, las cámaras fotográficas). Actualmente, aunque la brecha digital sigue siendo importante en regiones como Latinoamérica, el costo de producir contenidos es infinitamente más bajo que antes. Tal vez emprender un periódico digital -como Animal Político o Sin Embargo– sigue siendo muy costoso. Sin embargo, cada vez surgen más proyectos de producción de contenidos a muy bajos costos y que a veces ni siquiera siguen la lógica del periodismo tradicional.
No hay que confundirse. No todos los medios digitales son periodísticos y eso se debe a que muchos ni siquiera se lo ponen como propósito. ¿Por qué habría de buscar hacer periodismo un booktuber que prende su cámara para decir lo que le gustó de un libro? ¿Por qué habría de ser periodista un ciudadano que presenció un acontecimiento, le tomó una foto y la subió a Twitter? Muchos periodistas se quejan de la falta de rigor y objetividad de ese tipo de contenidos. Hay que entender que publican lo que publican porque quieren y pueden. Algunos por placer, otros por ayudar al prójimo y por supuesto que otros por dinero. Los que nos tenemos que acostumbrar al cambio somos los periodistas. Nosotros somos los que se supone que creemos en principios como la objetividad, la verificación y el fair play, no ellos. Antes éramos los únicos en el edificio de la comunicación, con esta nueva dinámica llegaron vecinos (y muchos), así que no nos queda más que convivir con ellos.
El cambio para el periodismo de la era digital va mucho más allá de los soportes y los formatos. No es solo dejar de escribir en papel y hacerlo en un archivo HTML. Eso es solo lo exterior. Una de las transformaciones más esenciales está en el nuevo rol del periodismo.
Cuando el periódico era un producto atractivo
Por siglos el periodista fue uno de los mediadores por excelencia entre las élites y los individuos. Por ejemplo, para el periodismo político -el famoso «cuarto poder»- su proceso fundamental era la mediación entre el gobierno, la sociedad y los grupos de presión. La forma de conocer lo que decía el presidente o un grupo social pasaba necesariamente por los periódicos. De ahí que el término de «medios» y «periódicos» se confundiera a menudo. Lo mismo pasaba con las «revistas» o los «noticiarios» televisivos y radiales. Se tratan todos de productos propios de la «era Gutenberg», la cultura libresca: paquetes informativos con un principio y un final ordenado por los periodistas-productores que servían como artefactos de mediación.
Pensemos, por ejemplo, en el caso de Excélsior. Cuando el grupo de periodistas-productores encabezados por Julio Scherer se quedó sin los medios de producción (la rotativa, la redacción); tuvieron que hacerse de unos nuevos (Proceso) para reanudar la producción del artefacto-mediador. Ese artefacto (las páginas impresas) era importante porque servía como mediación. En las páginas del Excélsior de Scherer estaban plasmadas declaraciones e informaciones de más actores de los que el gobierno hubiera querido. En cierta forma, bajo la lógica del periodismo-productor, el mejor periodismo es el que elabora un producto rico en variedad de mediaciones. En cambio, el periodismo de baja calidad (el vendido, el que más bien es propaganda) solo es una mediación pobre, más parecida a la oficina de comunicación social que al verdadero periodismo. Por eso era tan importante controlar los medios de producción como el papel o el control de la cooperativa, pues al tenerlos cooptados podían controlarse las mediaciones plasmadas en el producto.
El periódico como artefacto-mediador era atractivo para muchos sectores porque ahí estaban concentradas dichas mediaciones. A los políticos les interesaba plasmar ahí sus puntos de vista por objetivos casi propagandísticos. El mismo caso aplicaba para las empresas. Otros sectores como los intelectuales y los creativos hallaban ahí también una forma tanto de difusión como de debate. Y por último, pero no menos importante, el lector encontraba en el periódico información útil, toda reunida en un solo lugar, para enterarse de lo que había pasado en el mundo, de la cartelera del cine, de las novedades editoriales y hasta del horóscopo. El periódico era el río al que había que acercarse para beber y ser bebido. El periodismo como producción tenía sentido.
La crisis de los medios o la era de los mediadores
Entonces llegó Internet. Esta red física puso en evidencia un proceso mucho más complejo y ancestral: la dinámica social entendida como una red (Castells, 2005). Internet y las TIC transformaron nuestro entorno comunicativo porque han sacado a flote al pequeño mediador que todos llevamos dentro.
Pasamos de tener nuestras mediaciones concentradas en un solo lugar con contenidos fijos y finitos (el periódico, el noticiario, la revista) a desconcentrarlas y desperdigarlas por todo tipo de medios, aparatos, sitios web y un largo etcétera. Pasamos de la galaxia Gutenberg de los productos terminados a la galaxia Internet de los flujos sociales, los contenidos dinámicos y las plataformas de información infinita (Castells, 2001). Siguiendo el ejemplo del periódico: Donde antes un lector tenía que esperar el periódico para ver la cartelera del cine; ahora puede abrir una aplicación elaborada por la cadena de cines para consultarla, apartar, comprar boletos y hasta las palomitas; o puede abrir el portal web de la compañía para hacer lo mismo; o puede preguntarle a Siri qué películas dan hoy; o incluso puede comprar el periódico de papel…
El periodismo perdió el monopolio de la concentración de la información y de las mediaciones. ¿Quieres enterarte de lo último de tu artista favorito? Abre tú mismo su propio perfil de Twitter. ¿Quieres saber qué piensa un escritor sobre cierto tema? Puedes preguntarle directamente en su Facebook. ¿Eres una empresa y quieres llegar a tus consumidores? No necesitas periódicos, puedes abrir un blog corporativo. ¿Eres un político ansioso de mandar un mensaje? Publícalo en las redes, que a los cinco minutos puedes ser trending topic (y si te ayudan algunos bots, en menos tiempo).
Tampoco hay que ser demasiado optimistas. Algunos ven en esto un entorno utópico y más democrático. Yo creo que sí existen esas posibilidades de horizontalización, pero lograrlo es más difícil que nunca. Si antes teníamos un río a donde todos iban a beber o a ser bebidos, ahora tenemos millones de ríos, en una inmensa red de diferentes tamaños, importancias, sabores y olores. La cosa se puso mucho, mucho, más compleja. Ahí está el área de oportunidad del periodismo contemporáneo.
Si bien es cierto que el periodismo-productor sigue siendo un negocio importante, también es innegable que ahora es mucho más prescindible que antes. Pregúntenle a las generaciones más jóvenes cuántas veces compran el periódico o ven el noticiario de las 10 de la noche. Luego pregúntenles dónde se informan y en quién confían más. Cada vez es más frecuente que se informen en plataformas como Facebook o Twitter (esas mediaciones de mediaciones de mediaciones de…). Cada vez se confía más en la recomendación directa (de amigos, expertos, artistas, etc). Los periódicos de la mañana son, si bien les va, periódicos del día anterior. A la dinámica de producción se le escapan muchas otras mediaciones dinámicas que van más allá de las fuentes informativas tradicionales. El periodismo tradicional, entendido como productor de información, cada vez será más prescindible para los nuevos lectores. No lo digo como ofensa, sino como aspiración: El periodismo debe aspirar a volver a ser imprescindible.
El periodismo curador (de contenidos)
¿Y cómo volver a ser imprescindible? Nadie tiene la respuesta, pero no está de más hacer una propuesta. Mi apuesta está en el periodismo entendido como curaduría de contenidos más que como producción. Me explico a través de mi experiencia personal:
Hace tiempo asistí al Congreso Iberoamericano de Cultura en Zaragoza, que llevaba como eje central a la «Cultura digital». Hubo mesas de todo tipo de disciplinas: ciencias sociales, ciencias naturales, emprendedurismo, innovación tecnológica, etc, etc. Yo participé desde la trinchera del periodismo cultural, pero me sorprendí con que las conclusiones eran bastante comunes para todas las disciplinas (Varios autores, 2014). La cultura digital es más caótica que nunca antes, pero también ha generado más herramientas útiles para ordenarla. Existen más productos chatarra que nunca (desde los papers académicos autoplagiados hasta las noticias frívolas, pasando por las empresas patito); pero al mismo tiempo también existen más productos notables que nunca antes. Todas las disciplinas, y entre ellas destaca el periodismo, necesitamos la capacidad de filtro, ordenamiento, selección, decantación, curaduría…
Me gusta el término «curaduría» por la feliz polisemia que tiene en el español. La propuesta es que el periodismo sea un «curador» de la realidad social. Uso el término siguiendo la lógica de la curaduría de arte. Pensemos por ejemplo en una exposición de un artista. El curador de la misma no pintó los cuadros, pero sí los seleccionó, los ordenó, les dio sentido y encontró una manera lógica de presentarlos al público objetivo. El curador de arte debe conocer de historia del arte, de la obra del artista, de museografía, de comunicación, etc. Habrá curadores que incluso sean al mismo tiempo creadores. Habrá creadores que incluso sean sus propios curadores. Pero nunca hay que perder de vista que se «cura» pensando en quién va a leer esa curaduría. Se cura para que el lector entienda mejor lo que está presenciando.
En el fondo, el periodismo siempre ha servido como curaduría de contenidos. Al menos el buen periodismo. Pensemos en la crónica (ornitorrinco de la prosa) o en el reportaje (género rey). Ese tipo de textos lo que hacen es curar toda la información disponible sobre un tema específico, o al menos eso pretenden. El objetivo es explicarle al lector un tema a profundidad (no solo el qué, sino también en el cómo y el por qué). Los grandes textos periodísticos pueden entenderse como una curaduría de datos duros, entrevistas, descripciones, narraciones, prospectivas, etc.
El problema es que este tipo de periodismo ha sido tradicionalmente escaso y actualmente casi marginal. Ábrase un periódico cualquiera en una página al azar y lo más probable es estar ante una información fragmentaria y carente de contexto. El periodismo más industrial sigue apostando por ser un productor de contenidos casi siempre chatarra. El diarismo más frugal solo colabora a que la cultura digital de por sí caótica se vuelva todavía más fragmentaria y difícil de entender.
Tampoco debe entenderse entonces que el diarismo es malo y solo la crónica o el reportaje tiene futuro. Más bien hay que entender que esos y los otros géneros periodísticos propios del periodismo industrial, deben hibridarse bajo el modelo de curaduría de contenidos para generar valor basado en la contextualización y la interpretación. O sea que seguiremos necesitando reporteros que recopilen información en el lugar de los hechos, las conferencias de prensa, las entrevistas directas… y de hecho los necesitaremos todavía mucho más. El cambio fundamental está en el tipo de productos que va a generar el periodismo. Siguiendo la línea de Jean Francois Fogel en La prensa sin Gutenberg (2007), habrá que dejar la cultura del producto acabado (el libro, la nota informativa, el periódico) y pensar en función de proyectos en perpetua construcción donde el usuario encuentre sus propias respuestas. Periodismo centrado en el usuario. No solo producir un paquete informativo, sino curar los paquetes ya existentes, enriquecerlos con interpretación y ordenarlos pensando en el lector que también es productor en el nuevo entorno comunicativo. Claro que también es un tipo de producción periodística, pero distinta a la anterior. Los productos ya son son objetos terminados, sino procesos en construcción.
Vuelvo a la analogía de la exposición artística. ¿Qué pasa si en vez de una exposición el lector se encuentra con una obra aislada? Probablemente quede descontextualizado, no sepa nada sobre el autor, llegue a interpretaciones inexactas y demás imprecisiones. Lo mismo pasa en el periodismo de la nota informativa, la última hora y el «minuto por minuto».
Curar el periodismo noticioso
Para el periodismo de interpretación la cosa queda más o menos clara. Nociones como la crónica digital y el reportaje multimedia son proto-curadurías en sí mismas. Sin embargo la cosa se pone más complicada al pensar en el periodismo más inmediato, como es la nota informativa, el diarismo, las breaking news. ¿Cómo brindar contexto y curar contenidos cuando el tiempo apremia y la presión aumenta cada segundo?
Ideas como las del live blogging temático pueden ser una forma de procesar la actualidad mediante la contextualización. Un ejemplo puede verse en el extinto Soitu y su experimento Utoi, que luego transmutó en El País que dirigió Gumersindo Lafuente e implementó Eskup (Varela, 2012). En dichos experimentos, los reporteros publicaban información en tiempo real en una plataforma similar a Twitter (por la brevedad y la instantaneidad), pero no se quedaba en el mero titular. Los editores en la redacción luego curan tales notificaciones en canales temáticos que es posible seguir en tiempo real. Así, en vez de ver un solo «minuto por minuto» donde se mezclan todos los temas, uno puede ver solamente el flujo en tiempo real sobre temas como la independencia de Cataluña, o la agenda del presidente de gobierno. Eso es solo el primer paso. Luego sería deseable que esos reportes parciales se integraran a través de curadurías como en líneas del tiempo, Storify, reportajes multimedia, etc.
Sin embargo, lo que pasó en El País es muestra de cómo la tendencia tradicional sigue imponiéndose sobre modelos innovadores de curaduría (El Confidencial, 2012). Tras la salida de Sindo Lafuente y Borja Echeverría al mando de la estrategia digital, el periódico relegó Eskup a una sección minoritaria y escondida. De ser parte prioritaria del home ahora sus actualizaciones son escasas. La estrategia de canales temáticos en vez de secciones fue dejada de lado para volver a una idea más tradicional.
En México, el periodismo deportivo y el de espectáculos ha hecho sus experimentos al respecto de forma esporádica. Así, es posible ver liveblogs donde comentaristas deportivos analizan el partido de futbol brindando contexto a lo que pasa en vivo. O los liveblogs de las entregas de premios y alfombras rojas, donde la actualidad se procesa mediante comentarios de expertos en moda, críticos de cine, etc. El periodismo político aún no se ha acercado mucho al tema, y siguen dando el énfasis a la lógica de la nota informativa y las columnas de trascendidos. Pero es muy rescatable el ejercicio de Animal Político de hacer un fact checking en vivo en su ejercicio de El Sabueso para verificar en tiempo real el tercer informe de gobierno de Enrique Peña Nieto (Redacción Animal Político, 2015). Hacen falta más ejercicios como estos y que además sean sistemáticos, de todos los días.
Formar curadores
Una propuesta fundamental es la incorporación de la noción de curaduría de contenidos en la enseñanza del periodismo. Muchos profesores y periodistas trabajan bajo el prejuicio de que «lo que se publica en redes sociales» es falso, malo, inútil y/o desechable. Lo mismo pasa con los académicos que satanizan la Wikipedia a priori en vez de preparar a sus alumnos a criticar, verificar y corregir los artículos que lo necesiten.
Lo que provoca esa actitud es que los futuros periodistas tengan pocas herramientas críticas ante lo que se publica en Internet. Si se sataniza toda publicación digital, se estará desperdiciando una cantidad impresionante de contenido valioso que se encuentra desperdigado en la red. Si se acepta todo lo publicado en línea como verdadero, se cae en el riesgo de publicar información falsa o propagandística. Sí, encontrar información valiosa en Internet es como buscar una aguja en un pajar. Por eso es importante formar alumnos entrenados para encontrar esas agujas y desechar la paja.
Además de enseñar géneros periodísticos tradicionales, considero importante incorporar el entrenamiento en coberturas. Ya el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo de la FNPI ha dejado de lado la idea tradicional de premiar al género de la «noticia» (FNPI, 2015). En vez de eso se premian coberturas sostenidas sobre temas. Se trata de entrenar periodistas que no piensen que la noticia termina en el punto final de la nota. Hay que formar comunicadores capaces de seguir el rastro de un tema de principio a fin, en distintas plataformas y con diferentes herramientas.
Storify es una gran herramienta tanto para periodistas en activo como para estudiantes. En vez de redactar una nota en Storify, esta plataforma sirve para generar curadurías multimedia ya sea en tiempo real o después de que aconteció un suceso. Periodistas como Silvia Cobo incluso lo han usado no para publicar sino para planear, ordenar y verificar su información (Cobo, 2013). Considero que aprender a usar este tipo de herramientas es tan importante como antes lo fue saber usar una máquina de escribir o una cámara fotográfica.
Curar el periodismo
En suma, los cambios comunicativos de la era digital hacen necesario que el periodismo cambie sus paradigmas. No se trata solo de usar nuevos formatos o recopilar la misma información con nuevos aparatos. No basta con publicar una nota (idéntica al modelo Gutenberg) pero con una foto tomada con un iPhone. Es necesario cambiar el rol del periodista para volverlo realmente valioso.
El periodismo debe dejar de asumirse como un productor y pasar a ser un curador de los mismos, un filtro, un ordenador, un verdadero interprete de la realidad social. Para lograrlo es necesario utilizar las herramientas tecnológicas que permiten curar contenidos. Pero también es fundamental entender las dinámicas comunicativas de los usuarios de las TIC y las comunidades que van creando.
No solo es aprender a usar la tecnología, sino también aprehender los usos sociales de quienes las emplean. Pasar del modelo en el que el periodista era el poseedor de la verdad y construir una dinámica donde el periodista es un mediador entre los contenidos, los lectores, la verificación, la contextualización. Pasar del periodismo como productor de mercancía informativa, al periodismo como mediador de procesos complejos. El periodista como filtro, como nodo de información, como facilitador, como curador del propio periodismo.
Bibliografía
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Castells, M. (2005). La sociedad red. Alianza Editorial.
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