Tecnología que cambia la televisión
Más jóvenes entre 18 y 34 años abandonan la pantalla chica
La televisión tradicional está amenazada por las nuevas tecnologías. Estudios recientes revelan que los niños, adolescentes y una gran cantidad de jóvenes la consumen cada vez menos, al igual que otros medios ‘de antes’. Sin embargo, lo paradójico es que la TV aún puede presumir sus grandes convocatorias de audiencias millonarias en eventos especiales como el Mundial de futbol soccer que en el 2014 en Brasil consiguió que mil millones de personas vieran el partido final entre Alemania y Argentina y según la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) y Kantar Media, 3 mil 200 millones cuando menos presenciaron algún fragmento de un partido.
Por José Luis Esquivel Hernández
Otro de los deportes multitudinarios en Estados Unidos que, además, permiten a la TV cobrar bien cobrados los anuncios, es el futbol americano, objeto de una enorme atención por parte de las masas sobre todo al jugarse el famoso Super Bowl que en febrero de 2016 fue visto por una tercera parte de la población norteamericana y por decenas de millones de otros países, incluidos unos 15 millones en México.
En 2015 –e igual en 2016 y 2017– el Super Bowl arrasó con las audiencias, pues hace tres años tuvo un público de 114.4 millones solamente en Estados Unidos de una población de más de 320 millones de habitantes. Y si a tal cifra se le agregan los televidentes de otros países, el público se eleva a entre 160 y 170 millones de personas frente a la llamada “pantalla casera”, aunque ahora pueda verse en los modernos teléfonos móviles y otros dispositivos.
Increíblemente muchos medios tradicionales aún tienen vida. En México las encuestas de preferencias de consumo noticioso y de entretenimiento aún encumbran a la TV como la reina de los medios. También lo avala el destino millonario de la publicidad y propaganda política. A pesar de todo, las tecnologías de punta están poniendo contra la pared, poco a poco, a la TV tradicional, pues una nueva generación de jóvenes ve menos televisión y utiliza más los aparatos inteligentes para tener acceso a una Internet que consigue diversión, información e intercambios personales, de acuerdo con el periodista de la ciudad de México, Sergio Sarmiento. Por eso la televisión abierta, principalmente, está declinando.
La primera noticia al respecto fue difundida por el diario USA Today desde el martes 30 de abril de 2013 y en el 2016 Televisa ha admitido que la crisis por la que atraviesa está identificada en su origen: “Las apps son el futuro de la televisión…” Esa es la visión de Reed Hastings, presidente y cofundador de Netflix.
Y el viernes 20 de febrero de 2015 leímos su complemento: “Los jóvenes ya no ven televisión, pues según revela un estudio de Estados Unidos, cae la audiencia en el segmento de 18 a 34 años por el uso de streaming y smartphones”. Muchos de ellos ya no tienen los aparatos tradicionales sino que han volcado sus ojos en los teléfonos celulares principalmente o, si acaso, en las computadoras. La tele ya no es lo que era. Y por eso ya tenemos la primera generación de nativos digitales que vive al margen de ella y ve más videos en YouTube e Internet a la hora que le da la gana o cuando puede. Bienvenidos al futuro.
Los datos duros de 2017 así lo señalan, pues Nielsen estima que en Estados Unidos un joven de entre 18 y 24 años usa su smartphone (SmPh) 19 horas a la semana y solamente ve TV durante 14 horas, contra los mayores de 65 años que invierten 48 horas y media en la TV y 4 horas en el SmPh. Pero lo interesante del caso es que la inmigración al video digital es generalizada y no solo de las nuevas generaciones.
De acuerdo con un ensayo de la compañía en su sitio de la red, “en las próximas décadas y en todo el mundo, la televisión por Internet reemplazará a la televisión lineal (programada), pues las apps sustituirán a los canales; los controles remotos desaparecerán y las pantallas proliferarán. Es un hecho que la TV por Internet crece de millones a miles de millones, pues Netflix, HBO y otras están marcando el camino”.
El ensayo con la visión de la compañía fue presentado después de que Netflix anunció que había conseguido más de dos millones de nuevos clientes en Estados Unidos en el primer trimestre del 2013. A nivel mundial, Netflix decía tener 36.3 millones de clientes, de ellos 29.2 millones en la Unión Americana. Y en el 2017 ya había llegado a cien millones con una gran tasa de crecimiento anual.
La competencia va en serio precisamente porque el dinero en abundancia ha hecho que Netflix acredite más y más el servicio de video por Internet y expanda su programación original al comprar los derechos de series populares de canales de cambio como Breaking Bad y American Horror Story, además de invertir en 2017 unos 6 mil millones de dólares para producir setenta shows originales. Pero también han contribuido a esta novedad Amazon.com Inc, Yahoo Inc, Apple y YouTube de Google ofreciendo series solo por la red como alternativa de la TV de paga. Y todavía falta ver cómo se moverá Facebook en esta dirección, pues no se espera que siga de brazos cruzados.
“Netflix es el enemigo público número uno”, se oyó decir en una junta a mediados de 2017 a Bertt Salke, el CEO de FOX 21, y lo repitió en la demanda contra su competidora porque esta se “pirateó” a Tara Flyn, una de sus productoras estrella.
De hecho una noticia impactante ya había sacudido al mercado a mediados de octubre de 2014 cuando Leonardo DiCaprio se asoció con el servicio de video en línea Netflix para producir un documental sobre los gorilas de África. El actor es uno de los productores de Virunga, un filme que, de acuerdo con Netflix, tiene tanto de periodismo de investigación como de documental, pues el parque que lleva ese nombre es el último santuario en el mundo de los gorilas de montaña, cuya población no supera los 800 primates, y por eso el equipo se concentró en los confines de la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda para dejar testimonio de este trabajo fílmico.
El documental Virunga, dirigido por Orlando von Einsiedel, presenta en el Congo a un equipo de guardabosques, atrapados entre los cazadores furtivos y los intereses económicos en el parque nacional más antiguo de África. La película se estrenó en salas de Nueva York y Los Ángeles, así como en las páginas de Netflix.
El paso de la TV lineal (la que se sintoniza de acuerdo con la programación de la compañía) a las apps ya ha empezado, afirma Hastings, señalando que los prestadores de servicio de TV tradicional de paga ya están ofreciendo apps a sus suscriptores para ver su programación en todas partes, imitando a los canales individuales y de servicios como Netflix y HBO. “Las cadenas existentes, como ESPN y HBO, que ofrecen asombrosas apps, tendrán más televidentes que en el pasado, y tendrán más valor. Las cadenas existentes que no desarrollen apps de primera clase perderán auditorio e ingresos”, señala el ensayo, que no ha hecho más que coincidir en el debate que sostienen grupos de académicos y estudiosos de todo el mundo acerca del futuro de la TV que conocemos hasta hoy.
La noticia del 20 de febrero de 2015 es contundente: “El cambio en conducta es increíble”, ha dicho Alan Wrtzel, director de investigación de audiencias de NBC Universal. En la era de los dispositivos móviles y Netflix no es sorpresa que la televisión esté perdiendo relevancia entre el público joven, pero la aceleración repentina es alarmante incluso para los analistas más experimentados. “El uso tradicional de la televisión que ha ido en descenso entre los receptores de 18 a 34 años a un ritmo aproximado de 4 por ciento anual desde el 2012, cayó a 10.6 por ciento entre septiembre de 2014 y enero de 2015”, escribió Claire Atkinson en el periódico The New York Post.
Si se mantiene la tendencia de la televisión como algo pasado de moda, las implicaciones para la industria de los medios será enorme, posiblemente ocasionando un cambio radical en el mercado de la publicidad televisiva de 80 mil millones de dólares en 2017, y por eso ahora la inversión en anuncios está destinando más dinero a lo digital, pues los espectadores de la llamada “Generación del Milenio” ven contenido en línea de Nextflix, Amazon Prime, Hulu, HBO Google y otras fuentes de streaming.
La investigación de mercado arrojó un incremento del 22 por ciento de un año a otro en la audiencia de servicios de suscripción en el 2014, y un aumento del 26 por ciento de público que ve muchos episodios seguidos de un mismo programa ‘bingeviewing’. El consumo de contenido en línea es más alto que nunca. Y los medios tradicionales que no se adaptan a estas nuevas circunstancias tecnológicas, están llenando el cementerio de antigüedades. El futuro cada vez es más digital, interactivo y en pantallas distintas a la TV que se están quedando para los viejitos y analfabetas tecnológicos.
Así lo revela también un estudio de Nielsen en 2017, al comprobar que en cuatro años (de 2012 a 2016) cayó en 38% el tiempo que pasan los jóvenes estadounidenses de entre 12 y 24 años viendo televisión. Pero el mismo fenómeno se registró entre los de 25 y 34 años al perder 34%, en tanto que el porcentaje fue de 19% entre las personas de 35 a 49 años de edad. Solamente subió entre los mayores de 65 años, aunque sólo en un 2%.
Veamos otro reporte de Steinberg que apunta la tremenda competencia que está resintiendo la TV tradicional en los Estados Unidos: Entre 2010 y 2015 la edad promedio del televidente de la CBS pasó de 55 a 59 años, y la de NBC de 50 a 54, mientras que la de ABC se ubicó de 50 a 52 y la de FOX de 45 a 49.
Tampoco se salvan los canales de cable, ya que, por ejemplo ESPN, entre julio del 2014 y agosto de 2016 perdió 7.4 millones de suscriptores, es decir, un 7.3% del total.
Investigaciones académicas
Tanto importa a las Entertainment audiencias el futuro del medio que desde el año 1950 del siglo pasado empezó a dominar el mercado, que ha puesto en órbita a los expertos e investigadores con dos preguntas: ¿Es el fin de una era de la TV con su consecuente transformación o es el fin de la TV y ya?
Alvin Toffler había pronosticado en 1981 la decadencia de los medios masivos al incluir en La tercera ola el capítulo “Desmasificando los medios de comunicación”. Hasta ahí parece sensato lo que escribió: “A medida que avanza la tercera ola, los medios de comunicación, lejos de extender su influencia, se ven de pronto obligados a compartirla. Están siendo derrotados en muchos frentes a la vez, por lo que yo llamo los medios de comunicación desmasificados”.
Hasta ahí no parece haber dudas de que Internet, y concretamente las redes sociales, hayan vuelto realidad el vaticinio de Toffler. Pero lo que sí parece increíble es creer ahora mismo que se acaba o se transforma radicalmente la TV, cuando vemos que de los 68,860 millones de pesos de inversión publicitaria en México la TV abierta se lleva el 52.44 por ciento (es decir, 36 mil 45 millones de pesos), cifra muy superior a la
que obtiene la radio, con un 9.39 por ciento (6,466 millones de pesos); las revistas, con 7.82 por ciento (5,388) y la TV de paga, con 7.38 por ciento (5,083).
La inversión publicitaria en México apenas reparte el 6.84 por ciento a los medios digitales (4,707 millones de pesos) aunque es el rubro que más crecimiento reporta, indudablemente. En cambio el 6.66 por ciento a los periódicos tradicionales (4,587) es síntoma de decadencia, mientras que los panorámicos exteriores alcanzan el 5.86 por ciento (4,030), los directorios el 2.99 por ciento (1,579) y el cine el 1.32 por ciento (908).
Por otra parte, las encuestas también son reveladores de la influencia actual de la TV abierta al reportar que más del 62 por ciento de la población mexicana se entera de las noticias por este medio, lo que confirma por qué los políticos destinan gran parte de su presupuesto propagandístico a este medio, sobre todo en épocas electorales, como lo volveremos a constatar en 2018 durante los comicios presidenciales.
Igualmente, los montos que el gobierno federal destina a Televisa y TV Azteca hablan por sí solos de la importancia o favoritismo que Enrique Peña Nieto le tiene a la televisión tradicional:
A) Según datos de la Cuenta Pública, entre 2013 y 2016 gastó 25,649,236,567 millones de pesos, otorgando a Televisa 1,488,934,160.61 y a TV Azteca 921,058, 921.
B) De acuerdo con el informe de Fundar, las cifras superaron lo autorizado, pues en 2013 ascendieron a 8 mil 154 millones de pesos; en 2014 llegaron a 7 mil 462; a 9 mil 947 en 2015 y a 10 mil 699 en 2016.
Así es que puede parecer un contrasentido cuestionar si estamos ante el fin de una era de la TV tradicional y veremos su transformación, o si asistimos desde ahora a las exequias de este popular medio. Y, sin embargo, Steve Johnson inició desde el 2005 la alharaca al respecto al publicar el 24 de abril de dicho año (2005) en el New York Times un texto que fue traducido al español con el título “Cultura basura, cerebros privilegiados”.
Johnson no ha dejado de mover el avispero al grado de conseguir que Giovanni Sartori fuera cuestionado por su propuesta en el libro Homo videns del año 2000 y Karl Popper no pase el filtro de sus críticos por sus asertos en 1998 en torno al mismo tema, pues ambos no han tomado en cuenta que la cultura televisiva cada vez se está volviendo más exigente desde el punto de vista cognitivo, según Alejandro Piscitelli, uno de los intelectuales argentinos que más luz aportan al asunto.
Carlos A. Scolari y Mario Carlón están de acuerdo en El fin de los medos masivos. El comienzo de un debate (2009) en que asistimos al nacimiento de una nueva era, en consonancia con el prestigioso investigador norteamericano Eliuh Katz quien ha sentado cátedra sobre el tema con sus escritos como The end of Television (2009).
La televisión que conocimos entre las décadas de los sesenta y los setenta está muriendo, dice Katz, en cita de Mario Carlón, pues esa televisión está dejándole espacio a otra de cientos de canales, que transmite a “nichos”, portable, que es parte de un sistema integrado a internet y otros nuevos medios.
Y además de Carlón y de Scolari, forman parte de esta postura Damon Lindolf, creador de Lost (La TV agoniza), Eliseo Verón y Alejandro Piscitelli, opuestos a la creencia de que la TV no está muerta ni muriendo, sostenida por los norteamericanos John Ellis (2004), Verizon (2008) y Toby Miller (2009), defensores estos últimos de la permanencia de la pantalla casera si se toma en cuenta que sigue siendo el más confiable escenario para los anunciantes, además de “ser más diversa, más difusa, más popular, más poderosa y más innovadora que nunca”.
Para Miller “la gente que ve TV en distintos dispositivos y en diferentes servicios está viendo más, no menos TV (…) Y ésta aún domina como modelo de producción, distribución y recepción”.
Total que estas posiciones enfrentadas nos recuerdan las charlas de quienes, después de 1896, discutían si el cine mataría el teatro, o de los contemporáneos de nuestros abuelos respecto a la desaparición de los periódicos al surgir la radio a finales de la década de 1910, y luego los debates de nuestros padres y sus amigos sobre si había llegado el momento de decir adiós, ahora sí, a los medios impresos porque la TV llegó arrasando con las audiencias a mitad de siglo XX.
Igual sucedió cuando se pensó durante la década de 1840 que con la llegada de la fotografía, la pintura ya no tenía nada que hacer en el mundo del arte. ¿Y quién no recuerda a los catastrofistas que en los años 1970 y 1980 se empeñaron en sostener a voz en cuello que el videotape y la videocasetera le iban a dar en la torre al cine y que muchas salas cerrarían por la comodidad de ver películas en la propia casa a bajo precio, merced a la descarada piratería?
Ahora escuchamos y leemos los mismos exabruptos de quienes viven apantallados con las tecnologías de punta en el siglo XXI y sostienen que la prensa de Gutenberg producirá sus últimos ejemplares de un momento a otro porque el papel pasará a la historia y las herramientas electrónicas se enseñorearán de todo entre las nuevas generaciones acostumbradas a los sistemas digitales y a los dispositivos electrónicos de moda.
Por tanto, no es extraño plantearse si es verdad que la TV tradicional llegará pronto a su fin o si aguantará las presiones que le llegan de todas partes y se valdrá de aquello que le sirva para asumir una nueva forma de entretenimiento de las masas sin importar la plataforma o vehículo por el cual transite.
Como la prensa se ha adaptado para sobrevivir ante la avalancha de nuevos medios informativos y ha superado los tristes presagios acerca de su extinción, es posible que la TV tradicional simplemente evolucione y no deje el gran mercado que le representa producir y distribuir materiales a diestra y siniestra. Quizá con la ayuda, algún día, de los propios consumidores que ya participan con sus gráficas en Instagram o con sus grabaciones en YouTube, el cual hoy día recibe más de 60 horas de video cada minuto.
Aún le queda un largo camino a la televisión si sabe presentarse rejuvenecida y moderna y si sabe comportarse acorde con la convergencia mediática como suma de las funciones de los medios en una sola y de los tiempos de la hipertextualidad e interactividad además del descenso de su etapa hegemónica por el “empoderamiento” de las audiencias.
Lo creemos así por las noticias que nos llegan, por ejemplo, de Amazon, el participante más reciente en la programación original de TV, que desde el 29 de abril de 2013 hizo una campaña entre los televidentes para que le ayudaran a decidir los programas piloto que debían convertirse en series.
A partir de la primera semana de mayo de 2013, Amazon Studios empezó a postear 14 programas piloto –seis infantiles y ocho comedias– para el servicio en línea gratuito en Amazon Instant Video o a través de cualquier app Amazon Instant Video. La retroalimentación y comentarios de los espectadores fueron un factor para determinar cuáles serían elegidos como series.
Roy Price, director de Amazon Studios, aceptó que toman en cuenta a los clientes que ven un piloto a través de una encuesta que deben contestar o consultando sus reseñas tradicionales en un sitio en la red, porque son ellos los que esperan un programa pulido y de alta calidad, lo que está obligado a ofrecer Amazon.
Por otra parte, el 16 de octubre de 2014 apareció la noticia fechada en Nueva York de que HBO TV pelearía por la red en el año 2015 al vender su popular servicio de transmisión de video por internet HBO Go como un producto independiente, mientras más estadounidenses optan por ver programación en la red y no en la TV. Los televidentes que ansían ver Game of Thrones, True Detective y Veep ya no tendrán que pagar grandes cuotas por contratos de cable y satélite.
“HBO y ESPN son las dos principales razones por los que la gente tiene cable y TV satelital”, ha dicho el analista de Forrester, James McQuivey. “No sabemos si un día terminará la TV de paga pero sí advertimos que muy pronto habrá un gran cambio, pues hoy mismo millones de estadounidenses han cancelado ese servicio”.
Según la firma de investigación eMarketer “cerca de un 45 por ciento de los estadounidenses ve por internet programas de TV al menos una vez al mes, y se espera que pronto esa cifra suba a 53 por ciento, o cerca de 175 millones de personas, para 2018.
Así es que no imaginamos siquiera cuántas nuevas iniciativas conoceremos como parte de la vieja televisión que “no acaba de morir y la nueva que no acaba de nacer”, como dijera algún día el italiano Antonio Gramsci respecto al sistema económico.
José Luis Esquivel Hernández es periodista y académico de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es autor de libros como Periodismo preguntón en diez lecciones y Periodismo cultural.