El dedo
Pilar Ramírez
Hace unos días el pequeño Andrés de nueve años me preguntó por quién votaría, barajé algunos nombres y le dije que todavía no estaba segura. Noté la decepción en sus ojos, pues sólo quería conocer mi elección partidista. Enseguida me hizo saber que si él pudiera votar lo haría por el Partido Verde porque “así los niños y jóvenes recibirían clases de inglés y de computación, habría pena de muerte para asesinos y secuestradores, y si una persona no tenía dinero para medicinas ¡que se las pague el gobierno!”, subrayó con tono de promocional para tiempos oficiales. Agregó que las cárceles se quedarían con pocos presos, tenía muy claro que allí llegarían sólo los agresores y ladrones. No quise debatir con él su concepto aún limitado de los ladrones. Le expliqué, en cambio, que la pena de muerte era sólo una propuesta y no dependía de los deseos del Partido Verde sino que debía ser aprobado por legisladores de otros partidos.
De la manera más didáctica que pude lograr le conté el camino que sigue una iniciativa de esa naturaleza, pero él apenas escuchó, no quiso moverse de la comodidad de haber hecho una elección que considera perfecta. Me alegré de que este miniciudadano se interese tanto en la política pero más aún de que todavía no pueda acudir a las urnas. Le aconsejé promoverse como asesor de imagen, pero le causó indiferencia mi propuesta.
Al paso de los días, me doy cuenta de que los partidos apelan a ese procesamiento elemental de sus propuestas. Saben que tratan con ciudadanos poco informados o poco reflexivos, que al igual que Andrés, escuchan lo que desean oír. Ésa es la razón de que el Partido Verde haya logrado colocarse como la cuarta fuerza electoral. La encuesta realizada por María de las Heras señala que ese instituto político podría obtener hasta 2.5 millones de votos. La pantalla ecologista es sólo eso, una pantalla, pues ha montado toda una campaña en propuestas de apariencia temeraria que de antemano sabe no tendrán eco en las cámaras o que por lo menos estarían sujetas a grandes debates o negociaciones.
Por fortuna, están apareciendo contrapesos a la propuesta del Verde. La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, junto con otras organizaciones y personalidades de diversos ámbitos, ha iniciado una campaña en contra de la propuesta de la pena de muerte. La agrupación política nacional Propuesta Política que dirige el investigador y politólogo Sergio Aguayo presentó una demanda contra el Partido Verde por manejar una campaña engañosa e ilegal. Le puedo recomendar a Sergio Aguayo que presente al precoz político Andrés como evidencia.
Si en Estados Unidos la discusión acerca de la pena de muerte se ha colocado como tema sensible en la agenda política, a pesar de la aparente confianza que hay en su sistema judicial, en nuestro país no es más que un campanazo para llamar la atención, o mejor dicho, para ganar votos.
Del otro lado, el Partido Acción Nacional utiliza como tema central de su campaña la seguridad. Sus promocionales y los de gobierno —-disfrazados de apoyo ciudadano—- dan por hecho que el gobierno federal no sólo le hace frente con valentía al narcotráfico y al crimen organizado, sino que ya obtuvo la victoria sobre ellos. Los muertitos que a diarios se acumulan para engrosar la estadística siniestra con la que muestran su poderío las organizaciones criminales no existen en esos anuncios. Como ésa es la premisa, el sofisma se completa con la afirmación de que votar por el PAN es votar por la seguridad y por el combate a las drogas. Otra cara de las campañas del miedo.
Los otros partidos, en tanto, que apenas alcanzaron el nivel preescolar en la carrera de cómo hacer frente a los adversarios políticos, continúan con lemas y propuestas sobadísimas, como si las otras campañas agresivas no existieran. “Elige creer”, “Experiencia probada”, “Así sí”, “¿Romeritos sin camarones? ¿Marido sin empleo?”, “Porque sí. La educación es ¡la solución”, “Piensa libre”, “Vota libre” y otras cosas por el estilo les dicen a los ciudadanos, a quienes parece no hacerles sentido ninguna de esas frases, ni siquiera las metáforas futboleras. En sus campañas hay una descomunal ausencia de creatividad y de audacia política. Quizá por ello está creciendo como bola de nieve la campaña a favor del voto nulo, abrigada por aquellos a quienes más conviene la anulación del sufragio.
Debe ser por todo este panorama que me produce una cierta fascinación ese proverbio al que le han adjudicado una multitud de nacionalidades: “Cuando el dedo apunta al cielo, el imbécil mira el dedo”. Y ya que estamos dicharacheros, para quienes se sientan tentados de anular el voto, no olvidemos aquello que decía Charles Bukowski: “La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”.
Periodista y colaboradora de la RMC
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «El dedo» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 116, México, junio. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta. 15 de junio de 2009.