Las huellas del internauta
Saben más de lo que te imaginas!
Carmen Gómez Mont
Hoy día, el proceso de construcción de identidad en la web tiene múltiples y complejas facetas. Desde hace años, cuando se empezó a hablar de las comunicaciones a distancia, se vio que uno de los grandes problemas que derivaban de la virtualidad consistía en la posibilidad de inventar datos sin correr ningún riesgo. Se creó así el mundo virtual de las falsas identidades en las cuales nadie te podía identificar.
La creación y recreación de identidades múltiples es una tendencia que día a día va tomando forma y parece ser uno de los principales problemas a los que deberán enfrentarse los jóvenes. Esas identidades falsas no sólo se están desarrollando en el mundo virtual sino también en el real, debido a los enormes avances de la medicina.
Sin embargo, en la red de redes no todo es falsedad. En dirección contraria, y debido a la proliferación de plataformas sociales (como MySpace y Fecebook, entre otras), crece una tendencia opuesta consistente en abrir informaciones personales ante la vista de todo el mundo. Tal apertura corresponde a un momento de confianza que emana de las jóvenes generaciones y de su deseo de establecer contactos reales y verdaderos por la web. Pero no todo puede ser tan inocente. Veamos por qué.
Más allá de la amistad y de los encuentros sinceros, hay quienes tienen intereses comerciales y lo que dicen ser preocupaciones de seguridad personal. Recientemente, los diarios The New York Times (10/03/08) y Le Monde (12/03/08) emprendieron sendos debates con sus lectores sobre acciones muy concretas asumidas por compañías de Internet y gobiernos ante el rastreo de datos personales, sea con fines comerciales o de protección social.
A fin de comprender hasta dónde está peligrando la libertad del individuo y así cuestionar la gratuidad de los servicios informativos y de entretenimiento en la Internet, hace falta ratificar el hecho de que en “la vida nunca nada es gratis: todo conlleva un costo”.
Todo internauta deja múltiples huellas cuando navega; sin embargo, la mayoría no se percata de ello. Por ejemplo, se dice que cada correo electrónico puede quedar almacenado en los múltiples servidores de su ruta hasta por tres meses. También se ha hablado con bastante frecuencia sobre las compañías de Internet que van construyendo el perfil de sus usuarios para hacerles llegar información de productos que podrían interesarles. Más allá de lo molesto que supone recibir correos basura, hace falta considerar no tanto los intereses mercantiles sino quiénes construyen nuestro perfil y bajo qué parámetros.
De acuerdo con Le Monde y The New York Times, nos encontramos con los siguientes hechos, derivados de una investigación sobre hábitos, gustos y prácticas de navegación de usuarios en la red (comScore.com) y que nos permitirán asumir hasta dónde al navegar dejamos un buen número de informaciones a disposición de quien mejor las pague.
Bajo la interrogante de quiénes son los internautas y qué es lo que prefieren, se ponen a consideración del lector los siguientes datos: Yahoo! es el primero de la lista al contar con 11 mil millones de informaciones coleccionadas en sus sitios únicamente en un mes (esto es: una media de 811 por internauta). En segundo lugar aparece MySpace del grupo NewsCorporation con 97 mil millones de datos. Microsoft queda en tercer lugar con 45 mil millones de informaciones; Google figura con 37 mil millones y AOL con 35 mil millones.
¿Quiénes resultan involucrados en este proceso y bajo qué normas? Los proveedores de acceso a Internet y operadores de telecomunicaciones. ¿Qué se puede rastrear? La dirección IP, seudónimos, terminal conectada a Internet, datos de la persona, la identificación de contenidos, códigos y claves de acceso. ¿Cómo se rastrea a esas personas? A través de información voluntariamente creada en Internet, sea a través de páginas, correos electrónicos, chats o blogs. ¿A través de qué acciones obtienen esas referencias? Búsqueda de datos y compra de productos o servicios; exploran al usuario a través de sus gustos, preferencias, datos y miedos. Así es como se define al individuo del siglo XXI o, de otra forma, lo que le da presencia, identidad y esencia frente a una economía global.
Desde tal perspectiva se comprende el interés de las compañías más fuertes económicamente hablando, como Microsoft y Google, por comprar a las más poderosas en el terreno informativo.
Double Click, por ejemplo, es una compañía que rastrea el desplazamiento de los internautas en la red. Estos pasos se revelan a través de la instalación de cookies en el programa de navegación.
¿Podrá seguir siendo Internet, entonces, el espacio de la libertad personal, de la creación de identidades múltiples y de encuentros personales? Se trata de una invasión a la libertad de los usuarios. Desde este ángulo nos preguntamos: más allá de las compañías que quieren conocer nuestros gustos, ¿qué pasa con nuestros datos? ¿Hasta dónde pueden sofisticarse las estrategias de rastreo al grado de coartar la libertad de los cibernautas? ¡Cuidado! Los que más tiempo navegan son los que más datos proporcionan sobre sí mismos.
A través de MySpace se pueden grabar datos personales de blogs, comentarios y perfiles de usuarios. Las cookies facilitan el ingreso de unas compañías en los portales de otras. Entre más filiales tiene una empresa, mayor número de combinaciones son posibles. Por ejemplo, Disney está obteniendo datos cruzados de sus usuarios a través de sus portales: ESPN, ABC y Disney .
Hasta ahora, los internautas no se han quejado por eso, simplemente lo ven como una cuestión de mercado. Los expertos opinan, según el The New York Times, que no lo han hecho porque hasta ahora este proceso les resulta invisible. Pero cuando se empiezan a analizar los detalles bajo los cuales operan esas compañías, surge “un poco de miedo”. Ellos dicen que no rastrean por nombres sino por computadoras conectadas, lo cual tampoco inspira confianza.
El argumento que presentan señala que estos datos serán útiles para enviar una publicidad más dirigida a cada usuario de la web. Sin embargo, más allá de los fines comerciales
–que no por ser tales son legales–, hace falta preguntarse hasta dónde esa disponibilidad de datos también implica intereses de seguridad para el Estado. Hay países como Francia, según Le Monde, que proponen crear un sistema detallado de informaciones por internauta contra la negativa de toda su sociedad.
Se trata, entonces, de un aparato de gobierno que estará enterado no de los gustos comerciales de los internautas sino de sus convicciones políticas y de su religión. ¿Qué confianza puede promoverse en la información electrónica cuando todo desplazamiento en Internet es digno de ser rastreado y está bajo sospecha? ¿Dónde queda la libertad de quienes navegan en el ciberespacio?