Mitología del pasado oscuro
El Economista, 4 de octubre de 2004.
Acceso a la información
Issa Luna Pla
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
Sorprende cada año la escasa y superflua información factual que revelan aquellos incautos investigadores sobre el evento sucedido el 2 de octubre de 1968.
A cuentagotas tenemos noticias de los muertos acaecidos realmente en la fecha fatal, y con la misma dosis, la información relevante para no hacer de la historia un mito.
Pasan los años y la Fiscalía Especial instalada por el actual gobierno con objeto de resolver los crímenes del pasado, en un afán de inanición, se paraliza mientras pide comprensión. ¿Quién entiende al que promete y no cumple, cuando su falla radica precisamente en el objeto de su existencia?
Ciertamente no queda más que regresar al origen del caos. Las versiones más cercanas a la fecha del 2 de octubre construyeron el relato de un «rito» que pintó las calles de rojo y las madres de negro. Luego nos dedicamos a crear el «mito»: la ficción alegórica que se construye en el colectivo social gracias a la tradición oral, propia de nuestra especie. Más de 30 años después, en plena era de la información, seguimos en la cultura oral –que no da siquiera señales de llegar a ser precedida por la cultura de la lectura, la tecnología y, acaso, del acceso a la información pública.
Las más de tres mil cajas que contienen documentos originales y reveladores sobre la «guerra sucia» siguen arrinconados en el Archivo General de la Nación, ocultos del ojo de los ciudadanos, desordenado y sin que sea público su inventario. Conocer la historia a través de documentos originales es un lujo que hasta donde nos han demostrado nuestros gobernantes, no nos merecemos. En cambio, estamos parados ante el umbral de cara a un negro profundo que invoca e inspira las más terribles y desinformadas versiones sobre los inmolados del 2 de octubre (y por eso «no se olvida»).
Una nación cuya historia le es negada tiene como destino mitificarla. Y ahora en lugar de hacer historia nos dedicamos, cada 2 de octubre, a construir la mitología detrás de las matanzas y magnicidios mexicanos. Esto es: «a ilustrar el grado de desarrollo intelectual y moral de un pueblo». Porque no queda de otra: este año, en relación con el año anterior, nuestro desarrollo intelectual, de conocimiento y confrontación moral sobre los hechos del 2 de octubre es de cero (o como dicen en la bolsa: se reporta «sin cambios»).
Pero la mitología también revela el espíritu dominante de cada época o la idealización que se tiene sobre un suceso en concreto. Y luego el espíritu dominante nos dice que los muertos se contaban por decenas, que las armas las empuñó el Ejército con su guante blanco, que destruyeron completamente la evidencia de los crímenes. ¿Dónde están las familias de los inmolados, sus testimonios, sus demandas para resolver un crimen imperdonable? Puede ser que estén en el mismo lugar donde están almacenados los miedos de los que participaron en la humillante orden militar/presidencial o, lo que es lo mismo, de quienes protegen y custodian el secreto de los documentos originales que conforman el rompecabezas de los hechos.
Sea de la forma que sea, mientras los mexicanos sigamos siendo tratados como niños sensibles y distraídos por nuestras «autoridades adultas», seguiremos haciendo mitología del pasado y presente oscuros.
El siguiente es un ejemplo de cómo debe citar el anterior artículo:
Luna Pla, Issa, «Mitología del pasado oscuro», en El Economista
4 –X–2004.