Periodismo y literatura: simpatías y diferencias
- El periodismo es una forma de comunicación social a través de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de interés público.
- Tanto para el periodista como para el escritor de prosa o poesía, el lenguaje de las palabras es el instrumento mediante el cual ejercen su oficio.
Por Ana Cruz
Publicado originalmente en RMC 64
Dos mundos distintos y distantes conforman los territorio del periodismo y la literatura: formas de escribir que a veces parecen tocarse en la punta que más los separa. Entre tales universos existen claras simpatías y diferencias que no pueden ignorarse, como diría don Alfonso Reyes, autor que destaca dentro de la larga lista de quienes han sido y son, a la par, periodistas y escritores.
La frontera entre estos campos de expresión es tan delgada, que se puede transitar fácilmente de uno a otro lado, sin necesidad de pasaporte. Sin embargo, la línea divisoria está allí, y ahí permanecerá.
Tanto para el periodista como para el escritor de prosa o poesía, el lenguaje de las palabras es el instrumento mediante el cual ejercen su oficio. En ambos casos, se trata de un oficio exigente y riguroso que requiere de disciplina, inteligencia y pasión. El periodismo es una forma de comunicación social a través de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de interés público. El acontecer diario se escribe y se inscribe bajo el poder de la información que caracteriza al mundo contemporáneo.
Así pues, el periodista está íntimamente subordinado a la información: ésta es su principal fuente de comprensión y análisis de los acontecimientos individuales y del conocimiento de la historia colectiva. El alcance, la fuerza, la trascendencia, el ámbito de influencia de su trabajo periodístico dependen, además de su talento, de la cantidad y calidad de la información a la que pueda acceder. De la misma manera, la efectividad y el liderazgo de opinión que logre entre la sociedad, será medido por el interés, la oportunidad y la vigencia de la información que consiga transmitir al grupo social al que se dirige.
La literatura, por su parte, es ante todo un arte, cualquiera que sea el género narrativo o poético. Se trata, entonces, de una actividad humana encaminada a buscar otros propósitos, además de informar o dar a conocer algún hecho de interés colectivo. Su mirada está puesta en objetivos estéticos que conjuguen forma y contenido, para hacer de una idea un lenguaje integral que convenza y conmueva tanto a la inteligencia como a las emociones. Su camino para llegar al público es el de la sensibilidad.
El propósito de un periodista es entregar al lector o al receptor de medios electrónicos, la información veraz e inmediata que le permita resolver su necesidad de estar enterado, de contestarse algo tan simple y tan complejo como ¿qué pasa en el mundo? Y, por consiguiente, en su ciudad, su comunidad y su entorno.
El periodismo está ligado siempre a la urgencia, la inmediatez, el análisis pronto, certero, directo que permite moverse en un mundo cada vez más saturado de mensajes y publicidad, en donde el poder de la información ejerce su influencia definitiva. La información periodística responde a las preguntas esenciales de ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué? respecto del acontecimiento social.
A la literatura, por el contrario, no le interesa resolver preguntas sino plantear interrogantes. A través de sus páginas se accede a otros lenguajes, a historias alternativas sin respuestas, al conocimiento que sólo es posible mediante la imaginación. El escritor y la escritora son por definición hombres y mujeres que han elegido lo imaginario: el mundo de la ficción para descubrir la trama de la vida. El periodista, en cambio, ha seleccionado el mundo de la realidad para decir la verdad de los hechos. Su fidelidad al contar lo ocurrido es su compromiso profesional. La mentira, la falsedad, el engaño, la invención y la fantasía son los principales enemigos del periodismo comprometido.
En el otro extremo, el narrador y el poeta buscan regalar un mundo diferente, trastornando el curso de la realidad para reinventarla con palabras e imágenes. Sí, el literato inventa, crea, imagina, sueña, ilusiona. Seduce falseando la realidad, maquillándola, disfrazándola para beneficio de la historia. La ficción sólo existe en su imaginación. En ambos casos, cada uno tiene necesidad de expresar su realidad. La diferencia es que la realidad del periodista es externa a sí mismo, se desarrolla en un tiempo y un espacio determinados; su labor es describirla, interpretarla, comprenderla para el análisis periodístico.
La realidad del escritor es interior, eterna e infinita: no tiene límites ni espacios que la determinen, salvo la propia necesidad de la obra. El escritor desea significar lo que experimenta en su imaginación, no lo que acontece en la tierra. Al contrario del periodismo, la literatura no se sirve del poder de la información para entregar una visión de la vida, sino del poder de la imaginación. Carlos Fuentes dice que al traducir la vida en literatura (novela, diría Fuentes):
El escritor exagera, añade algo que la vida no posee y quizás no deseaba, brinda un suplemento de imaginación, de lenguaje, que le resta a la biografía su cuota de mentira, verdad, potencialidad. La novela exagera, añade, extiende, dura y a veces perdura.
El periodista se afana por ser veraz, verdadero, objetivo ante la realidad. El literato se ocupa de ser creíble, verosímil, congruente con su propia realidad. ¿Cuál de ellos nos dice la verdad? ¿Quién está falseando la realidad? Ninguno: cada cual mira desde ángulos distintos.
La literatura da una imagen crítica de la sociedad, sirve de espejo en donde se refleja. El periodismo ofrece un fragmento, un instante, una fotografía idéntica, pero no igual a la sociedad misma. Por ello, la literatura se acerca más a la vida que el periodismo: en una sola novela, cuento o relato es posible tener una visión completa de la vida, o cuestionar a toda la humanidad.
La experiencia individual y colectiva son temas tanto del periodismo como de la literatura. Pero, sin lugar a dudas, es el hecho social el que tiene prioridad periodística frente al individuo en cuestión. En cambio, la literatura recoge con emoción los anhelos, motivaciones, lo personal y singular que hay en cada personaje. Al periodista le importan los seres humanos por su trascendencia social, política, cultural. Su mirada privilegia la historia colectiva por encima de la personal, las luchas sociales sobre las encrucijadas sentimentales. Su tarea es registrar los acontecimientos, dar testimonio de la historia cotidiana.
El compromiso del periodista es con la verdad, su labor está inscrita en el servicio a la comunidad. Su trabajo es decir lo que sucede, cómo interactúan las fuerzas del mundo, cómo se comportan los hombres y las mujeres. El terreno de la información periodística tiene nacionalidad, geografía, contexto histórico e ideología.
El compromiso del escritor es con la literatura. Su tarea es crear mundos nuevos que no existen. Su trabajo es escribir lo que aún no sucede, decir lo que no es, soñar con imposibles. La frontera común entre realismo y fantasía sitúa a los novelistas en la tierra común de la imaginación y la palabra, más allá de los mapas geográficos, ideológicos o nacionalistas porque la literatura nunca es un hecho definitivo, ni siquiera un número de hechos.
El periodismo ubica y define su campo temático, trata de no dejar nada a la imaginación del lector, circunscribe la situación con la mayor precisión posible y es parco en adjetivos para evitar cualquier ambigüedad. Quien domina la técnica periodística, brinda siempre una referencia real sobre tamaños, proporciones, cantidades, dimensiones, profundidades, horarios, fechas. Cierra el paso a la duda y a la confusión.
La literatura se caracteriza por todo lo contrario. Estimula la imaginación del lector y es generosa con la fantasía. No afirma, sugiere. No cierra puertas, abre ventanas.
El periodismo se basa en la investigación científica y rigurosa de los acontecimientos: es una ciencia social cuya misión es mostrar los hechos y demostrar, con argumentos e información, la veracidad de sus contenidos. A la literatura no le interesa demostrar ni probar nada.
Distantes y distintos, los mundos de la literatura y el periodismo, a pesar de sus diferencias, mantienen profundas simpatías. Tanto para quienes suelen navegar por las aguas de la ficción como para los que acostumbran desafiar las corrientes del diario acontecer, la escritura es el instrumento que les permite decir, existir, ser. Ambos están íntimamente ligados al lenguaje, a su dominio, a su posibilidad de expresión. Su oficio está encaminado a descubrir historias y desentrañar destinos individuales y colectivos. Ambos perciben y enjuician la realidad a través de su obra, porque desean contribuir al mejor conocimiento del mundo. Lo que desean igualmente, periodistas y escritores: Es “ser testigos de su tiempo, testigos de su vida, es ser, ante todo, sus propios testigos. Queriendo escribir lo que se intenta se hace una purificación”, afirma Jean Paul Sartre.
México es afortunado al contar con una tradición de extraordinarios escritores y periodistas. Gracias a su presencia, la historia de nuestro país ha quedado reflejada y registrada con imaginación y exactitud envidiables por muchas otras latitudes. Queda, sin embargo, pendiente la labor de estimular el acercamiento de los grandes públicos a la lectura del periodismo escrito y a la literatura, para lograr una sociedad capaz de entender mejor el mundo de lo real y soñar con el mejor de los mundos posibles.