20 razones para desconfiar del periodismo mexicano

  • Los medios de información han ofrecido a los lectores un país distinto a la realidad.
  • La mayoría de los medios vive de la publicidad oficial, de los subsidios gubernamentales y de las concesiones otorgadas al empresario periodístico.
     Fotografía: "Conferencia de Prensa / Mariana Avitia" por Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte Conade@ Flickr

    Fotografía: «Conferencia de Prensa / Mariana Avitia» por Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte Conade@ Flickr

Por Luis Velázquez

Publicado originalmente en RMC 64

Durante décadas, los medios de información han ofrecido a los lectores un país distinto a la realidad. Una es la nación dibujada en las páginas de los periódicos y otra la que los lectores observan, advierten y palpan en su diaria existencia y convivencia.

El país de la prensa escrita y audiovisual es “ilusorio, embaucador, desfigurado, irreal, desconectado del verdadero contexto de nuestras vidas”, dice el comunicador Carl Bernstein del periodismo norteamericano, que se ajusta, a imagen y semejanza, al mexicano.

En el periodismo de Estados Unidos –observa el escritor que brincara a la fama mundial con el caso Watergate que terminó con la renuncia de Richard Nixon a la Casa Blanca– hay malinformación, culto a la celebridad, chismorreo –que es la forma más baja de la noticia– sensacionalismo –que es un alejamiento de la sociedad– y un discurso político y social que la prensa, los medios y los políticos están convirtiendo en una cloaca.

Un periódico es el instrumento más eficaz de la sociedad para volver participativa a la gente, generar iniciativas, impulsar proyectos de vida y bienestar social, tomar decisiones. Pero la imagen que los ciudadanos registran de la prensa en México es desalentadora.

En términos generales, los medios han perdido credibilidad y, por tanto, circulación.

 

Las razones y los hechos

1. Algunas empresas periodísticas han acumulado capital, pero ha disminuido el número de lectores, tanto en el voceo como en suscripciones.

Los dueños de los medios de comunicación han ganado en riqueza, pero han perdido la confianza de los lectores, quienes detectan la manipulación informativa, la distorsión de los hechos noticiosos, el ocultamiento de datos, la ausencia de información viable y confiable, la mentira en gran escala.

2. Hay desinterés, indiferencia o conveniencia de la empresa periodística para el seguimiento del hecho noticioso.

La información se publica una vez y si de por medio afloran intereses económicos, políticos, sociales o grupales, la noticia desaparece de la página periodística. El lector pierde el hilo informativo, pero gana la empresa en otros niveles.

3. El control gubernamental sobre la prensa es impresionante.

La mayoría de los medios vive de la publicidad oficial, de los subsidios gubernamentales y de las concesiones otorgadas al empresario periodístico, dueño a su vez de otros negocios que reclaman trato preferencial del gobierno. De allí el control del grupo gobernante sobre los directivos de los medios.

4. Censura empresarial, eclesiástica, política y publicitaria sobre los medios.

Hasta los jerarcas de la Iglesia imponen modificaciones en la política informativa. Noticias, hechos, investigaciones periodísticas que irritan a firmas comerciales quedan fuera de la publicación por temor a perder el cliente publicitario. El periódico termina cediendo a las presiones de unos y otros.

La censura –que viene del exterior– y la autocensura –que nace y se alimenta en la vida interna del periódico– se hermanan en los medios para distanciarse de los lectores.

Los ciudadanos llegan a padecer más la autocensura del periódico y los periodistas que la voluntad del gobierno para coartar la libertad de expresión. Y para un medio de información, la autocensura es un acto suicida.

Tanto la empresa como todos y cada uno de los trabajadores o empleados tienen intereses como parte de la condición humana, pero si unos y otros empiezan a autocensurarse, el periódico, que es una alternativa viable y confiable para educar políticamente a la sociedad, en nada contribuye a la madurez cívica de los ciudadanos.

Cierto: frente a la audiencia de la radio y la televisión, la prensa escrita se lee poco.

Pero nadie puede negar la influencia y penetración de los periódicos en una minoría que cuenta en la toma de decisiones políticas –intelectuales, profesores, estudiantes universitarios, organizaciones y grupos sociales independientes, dirigentes sindicales y campesinos, pequeños y medianos empresarios, amas de casa– y quienes al asumir exigencias sociales, reclamos políticos pueden favorecer, o de hecho favorecen, si existe un trabajo conjunto y armónico, el advenimiento de una sociedad democrática.

La prensa es un foro de importancia para el análisis crítico de la realidad política y social de la República. Si acepta la censura y fomenta la autocensura, la crítica, la información, la verdad, la verdad de otros, la voz de las personas, la voz de la sociedad se apaga y extingue.

5. Existe un criterio cortesano en la jerarquización o evaluación de noticias: primero está el interés del gobierno en una información, y luego el interés de los lectores.

6. Linchamiento moral en los medios a los opositores al gobierno. En la disputa por el poder político, los medios toman partido, se vuelven sectarios y partidistas, mentirosos y especulativos. Se olvida que únicamente existirá una sociedad democrática cuando haya una prensa democrática.

7. Una prensa sobrecargada de ideología y muchas veces, las más, vacía de información útil para la sociedad.

La gente, los lectores desean noticias que mejoren su bienestar social, pero los medios se transfiguran en arena pública, ring de las pasiones políticas.

8.Periodismo de declaraciones y no de hechos.

Es un vicio clásico, milenario del periodismo en numerosas partes del mundo que han contribuido a la escasez de lectores y a la pérdida de credibilidad.

Los periodistas publican opiniones y puntos de vista de los entrevistados sobre un hecho y el periodismo se vuelve retórico, cuando la nota del discurso podría complementarse o equilibrarse con una investigación sobre el tema central para certificar la realidad entre el discurso y los hechos.

Se ha entrampado el periodismo en muchas declaraciones y poca información. En cambio, el periodismo de investigación requiere tiempo, oficio, cultura, recursos, paciencia profesional, amorosa dedicación y entrega absoluta que poco suele darse.

9. Hay en los periódicos una carga editorial, exceso de opiniones que dañan la credibilidad.

En cada periódico existen columnistas, articulistas o editorialistas, muchos sin autoridad moral y trayectoria ética confiables.

Así, el columnista se ha convertido en un francotirador agazapado tratando de capturar a la presa.

Se escribe para halagar al poderoso en turno y no para informar a los lectores.

10. En los medios se ha confundido la noticia con la publicidad y la propaganda.

El criterio informativo favorece a la publicidad sobre el hecho noticioso. Los lectores necesitan y reclaman una diferencia en el tratamiento periodístico, pero se ignora, porque así conviene a la empresa.

11. Los lectores buscan y esperan pluralidad de opiniones y propuestas, crítica, divergencia, pero los medios ofrecen manipulación informativa.

12. Grandes sectores de la población están marginados en los medios.

La mayoría de los periódicos ofrecen la tira cómica dominical a los niños, cuando pueden ofrecerse otras alternativas de lectura, suplementos o páginas especiales. En 1994 según el INEGI –Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática–, el 60 % de la población nacional era menor de 25 años y los periódicos para nada se ocupaban de este sector de la sociedad.

En igualdad de condiciones informativas están las mujeres, quienes solamente existen en las páginas de sociales, pero su mundo, su espacio de interés y acción va mucho más allá.

Se precisa el hecho: no se trata de un periódico infantil o feminista, sino abrir el periódico a temas de interés fundamental para estos sectores poblacionales.

13. La inercia del reportero marca el límite del oficio y la frontera de una prensa libre e independiente.

El periodismo basado en el boletín propagandístico, la entrevista de banqueta y telefónica, la declaración efímera, la nota fácil predominan sobre la investigación periodística, más aún cuando la libertad de expresión está controlada por el gobierno o está vinculada a un partido político o a un grupo empresarial.

La indolencia del reportero al ejercicio de un periodismo profesional también puede deberse a los bajos sueldos que impiden trabajar sin premuras económicas, lo que obliga a buscar ingresos adicionales, a través de la publicidad o de otros empleos, que distraen del oficio básico de informar. Un sueldo decente es la primera condición de la libertad. La ética periodística, que deriva en el respeto a los lectores –respeto en la información objetiva, real, evidente– está vinculada con los salarios. Los trabajadores de la información deben estar bien remunerados. Un directivo únicamente podrá exigir comportamiento ético a la redacción si hay sueldos decorosos. Un equipo de reporteros bien pagado con un editor capaz de pensar con absoluta independencia frente a las presiones políticas y publicitarias, darán como resultado un periódico confiable.

14. El protagonismo de reporteros y columnistas que, en muchas ocasiones, se torna excesivo, enfermizo: si van a un velorio, quieren ser el muerto; a una boda, el novio; a un cumpleaños, el festejado.

Los periodistas suelen afirmar que los políticos se marean en el ejercicio del poder y pierden el equilibrio moral, pero los reporteros se marean igual o más. Piensan, creen que son el eje del mundo, el centro del sistema solar. Esto lleva y conduce a una parcialidad flagrante: el amarillismo empobrecedor.

15. Hay una prensa que no miente, pero oculta y disfraza la verdad y obtiene ingresos tanto por lo que dice como por lo que oculta y calla.

Publica verdades a medias, a las que, por otro lado, hace falta una explicación de los problemas reales, un análisis de la realidad. Publica la versión de un hecho, pero soslaya la otra, lo que constituye un pecado de omisión. Es una prensa inundada de imprecisiones, cuyos errores informativos advierte el lector, más aún cuando se trata de lectores que leen varios periódicos o están informados, por otros canales y vías, de los hechos o, incluso, hasta han sido protagonistas de la noticia. El periódico y el periodista dejan de actuar con profesionalismo y pierden credibilidad.

16. Suelen darse en la prensa obsesiones que convienen al poderoso en turno, empresario o político, líder, cacique o académico.

Constantemente se machacan los intereses de estos grupos económicos y políticos en detrimento de los lectores. Los grupos sin poder –campesinos, indígenas, obreros, estudiantes– han dejado de tener voz, espacio, tribuna en la mayoría de los medios, sobre todo electrónicos. Así, la prensa sirve a grupos y no a la sociedad.

17. Para los medios en general, solamente existen las catástrofes.

En periódicos de Estados Unidos y Europa, México logra entrar a la primera plana cuando se trata de una tragedia.

El mismo fenómeno ocurre en el país: los valores sociales y culturales de la comunidad, de la gente quedan marginados. Los lectores también quieren leer informaciones positivas, hechos agradables, noticias alentadoras. Hay una prensa con una visión simplista de la realidad, que no busca interpretaciones. Un enfoque falsamente objetivo, sensacionalista. Criterios equivocados que dañan el contenido informativo.

18. El periodismo que enfatiza lo trivial, lo intrascendente para atrapar al público con facilidad, olvidándose de las funciones sociales: informar, orientar, educar, distraer.

Es la baba noticiosa del periodismo, dice Javier Martínez de Pisón.

Una prensa regida por la industria del espectáculo para hacer negocio. Malgasta el espacio, la tinta, el tiempo en cosas banales y deja de explorar la realidad.

19. Los medios están sujetos a presiones políticas y administrativas.

Las decisiones en el interior del periódico se toman por razones políticas y no informativas, y la sociedad, los lectores, los ciudadanos, que cada vez están más informados y se vuelven más participativos y críticos, advierten, sienten, huelen, olfatean la influencia del gobierno y de los grupos de poder en los medios de comunicación.

El simple hecho de ocultar la noticia, o parte de la noticia, es un delito en el periodismo.

20. El periodismo debe lograr que la gente entienda qué somos, cómo somos, dónde estamos y dónde vamos como nación soberana, independiente.

En los medios debiera escenificarse la disputa por la República, en que participarán todas las corrientes sociales y políticas, elevando el nivel de discusión en ideas, programas y problemas. El debate sobre y de la comunidad debiera ofrecerse en las páginas de un periódico.

 

El lector crea y recrea el periodismo

Estas acciones en conjunto han originado la escasez de lectores y la pérdida de credibilidad.

Nada prioritario en la vida de un periódico más que los lectores.

Una de las satisfacciones reconfortantes para un medio de comunicación es ver a un ciudadano leyendo el periódico que los periodistas han elaborado la noche anterior con amorosa pasión.

Cada lector crea y recrea el periodismo: si queda informado, se convierte en un gratuito agente de publicidad en favor del periódico. Pero si queda inconforme con el material noticioso y se siente ayuno de información o percibe una información incompleta, a medias, entonces hará una mala propaganda para el periódico.

El lector revitaliza y enriquece el periodismo, porque cada uno aporta una interpretación distinta a la noticia, una visión acaso más amplia que la que ofreció el mismo periódico.

De este modo, el lector es un aliado o un adversario del periódico mismo.

El periodismo es finito: el acto de la creación periodística, la nota, la crónica, el reportaje, la columna, el artículo, el editorial, la fotografía y la caricatura mueren al instante en que se escribe el punto final, pero gracias al lector, la lectura del periódico es infinita, porque multiplica favorable o desfavorablemente la buena imagen del periódico.

Todo lector es un misterio: pocas veces se conoce o sabe quién es.

El perfil del lector elaborado por el medio informativo puede indicar que los lectores son de clase media, profesionales, trabajadores, campesinos, empleados, estudiantes, pero su identidad será una incógnita.

A veces, el lector se corporiza y se conoce su rostro, su ocupación, pero son casos excepcionales.

Si un periódico inspira y gana la confianza del lector –que profesa fe absoluta y ciega en un reportero, un columnista, un caricaturista–, se está frente a la plenitud de la creación periodística, y las posibilidades del periodismo vuelan y ascienden a la universalidad.

El periodismo, como la literatura, es el acto solitario de un hombre o una mujer frente a la computadora, la máquina de escribir, el cuarto oscuro, la rotativa, y es un orgullo saber que alguien espera la edición del otro día para leer la obra periodística.

Mientras la literatura busca el conocimiento a través de la imaginación, el periodismo busca el conocimiento por medio de la realidad.

El periodismo dice al lector que cada nuevo amanecer es distinto. El periodismo es el arte de cuestionar la vida para disfrutarla con más intensidad, con más sabor, con más provecho, para ser mejores todos.

Así, el periodismo es la búsqueda cotidiana del lector, que es el pilar, el cimiento, el sustento, la fortaleza del periódico.

A la manera de Italo Calvino, si la política hace demasiado caso al periodismo, habrá días difíciles para el periodismo crítico, fiel a sus lectores. También es dañino, mal síntoma, cuando la política nada quiere saber del periodismo.

Pero todavía es peor cuando el periodismo ignora a la sociedad, a los lectores, a los ciudadanos: entonces, la tragedia es inevitable. El periodismo se quedará con los políticos, de espaldas a la sociedad, sin lectores.

El político busca el poder y es temporal, efímero; el periodista busca la verdad que también quieren los lectores, y gracias a los lectores, el periodismo se vuelve intemporal, infinito.

Partidos políticos, grupos económicos, políticos y periodistas tienen ideales, sueños, esperanzas, pero si falta formación moral, ética, los ideales son contaminados por el poder y surgen las deformaciones: todos corren el riesgo de volverse arrogantes, soberbios, autoritarios, poseedores de la verdad, infalibles.

Si político y periodista sirven a la sociedad, se requiere de una elevada moral pública y privada, congruente. Renuncias, incluso, a todas las tentaciones que ofrece el ejercicio del poder para servir con la misma lealtad a los ciudadanos.

Jorge Luis Borges, de 70 años de edad platica en un parque con el joven de 20 años que fue. Uno y otro son distintos, se desconocen.

Político y periodista deben tener la misma identidad entre lo que son y lo que fueron, un puente de enlace que los una de principio a fin de la vocación, porque únicamente así, los ciudadanos conservan la fe en el político y los lectores siguen fieles al periódico y al periodista.

En una nación salpicada en su geografía por la miseria, la pobreza y el hambre, la victoria de un político o un periodista que abandona los ideales se vuelve derrota.

En la cima, puede sentirse que la vida es delicia y placer, pero la obligación fundamental es conservar la autoridad moral.

Únicamente los hechos avalan al político y al periodista. Sin los hechos, están perdidos.

Se puede tener un triunfo económico, pero en el alma quedan lunares por la derrota moral, “por no haber dado continuidad a nuestros sueños iniciales”, en palabras de Tomás Borge.

Al final del camino, político y periodista advierten que una es la vida que se logró y otra la vida que se quiso tener.

Todos debemos estar a la altura de las obligaciones morales que el pueblo, los ciudadanos, los lectores, la sociedad, exige, reclama, espera.

El dictamen del tiempo es la única verdad absoluta: un periódico leído por lectores que al mismo tiempo creen y recreen, generen y multipliquen lectores.

 

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