Vargas Llosa: Vida periodística
- La tradición narrativa del Nobel de Literatura 2010.
- El escritor y la historia de la literatura hispanoamericana.
A lo largo de la historia de la literatura en los últimos dos siglos, lo periodístico ha azuzado el carbón que sirve para encender la mecha de la literatura, y acaso Vargas Llosa sea uno de sus más lúcidos ejemplos.
Por Tanius Karam.
Publicado originalmente en RMC 74
Mario Vargas Llosa es un connotado escritor que no requiere presentación alguna en el campo de la narrativa. Autores tan célebres por una actividad en la que han obtenido un acentuado reconocimiento, con frecuencia autoeclipsan otra faceta menos difundida (y estudiada) de su vasta y variada producción; aspectos que lejos de ser marginales o periféricos, pueden significar algo importante en el acercamiento e interpretación de la obra del autor. Tal es el caso de una de las actividades menos difundidas de Vargas Llosa: la periodística.
¿Cabe decir que Vargas Llosa es periodista? Si esta actividad la entendemos reducida al trabajo de las redacciones de prensa o agencias informativas, queda claro que Vargas Llosa ejerció tal actividad en algunos periodos de su vida. Por tanto cabría presumir que en algún sentido estas etapas y momentos influyeron poderosamente en las temáticas, personajes de sus novelas y, sobre todo, en su sentido de la actividad periodística en las sociedades democráticas.
Decir Vargas Llosa periodista supone enmarcarlo no sólo como el redactor que fue en algunos diarios peruanos a finales de los años cincuenta, como reportero de France Press durante su estancia parisina de los sesenta. Antes y después de ese momento central, el autor de La fiesta del Chivo realizó en redacciones y luego en revistas literarias, una extensa gama de tareas periodísticas: asistente, reportero, reportero de guardia, editorialista y entrevistador prolífico.
Lo periodístico en Vargas Llosa también se puede rastrear en sus temáticas y personajes, como el Santiago Zavalita de Conversación en la Catedral, o el Sinchi de Pantaleón y las visitadoras. Estos personajes representan una forma de acercamiento a la realidad, a la comunicación que todo periodismo convoca en esa actividad netamente polifónica (para usar la acepción bajtiniana): voces, horizontes, sentidos del mundo que coparticipan de las aspiraciones sociales, políticas y eróticas de personajes encontrados con su medio ambiente y su momento social, y que de hecho dentro de la técnica autobiográfica típicamente vargasllosiana son ecos más amplios de modos de acción y pensamiento del autor peruano.1
En la llamada “generación del boom”2, Gabriel García Márquez representó el modelo del escritor periodístico que asciende de entre los vericuetos laborales hacia un estilo totalmente renovado, suma de una tradición narrativa que bulle en la región, desde mucho antes de su manifestación concreta en los autores del boom. Menos difundido, dentro de estas convergencias es el modelo periodístico-narrativo de Vargas Llosa quien, como García Márquez, se inició desde muy joven en el periodismo y desarrolló ininterrumpidamente al cubrir distintas facetas de la actividad periodística: reportero, editorialista, columnista, colaborador internacional para diarios y revistas.
Los inicios
Su primera experiencia como periodista se remonta a los lejanos años del Colegio Militar Leoncio Prado. A principios de 1951, cuando cursaba el segundo año, su padre lo llevó a trabajar con él a la International News Service (INS)
Vargas Llosa recuerda:
La oficina constaba de dos cuartos, el primero de los cuales estaba divido por tabiques en dos espacios: en una, el radio-operador recibía las noticias y, en el otro, los redactores las traducían al español y las adaptaban para enviarlas a La Crónica, que tenían la exclusividad de todos los servicios de la INS.
En enero de 1951, Vargas Llosa entró a trabajar como mensajero a La Crónica, a donde llevaba los cables y artículos de los servicios informativos: comenzaba a las cinco de la tarde y terminaba al filo de la media noche. Ese año su padre viajó por primera vez a Estados Unidos donde soñaba instalarse; de hecho uno de sus orgullos era haber aprendido inglés de joven, lo que le había ayudado a conseguir trabajos como el del INS.
Esos primeros meses de 1951, Vargas Llosa recuerda que el trabajo le hacía sentirse un adulto libre y se enorgullecía porque a fin de mes le pagaban su sueldo como a todos los operadores y redactores de la INS. Su quehacer consistía en correr de la oficina a La Crónica, que estaba en la vereda opuesta de la calle Pando, con los boletines informativos cada hora, cada dos horas, o cuando había algún flash.
En esos meses, corriendo entre las mesas de redacción de la oficina y La Crónica, se me vino a la cabeza la idea de ser periodista. Esta profesión, después de todo, no estaba tan lejos de aquello que me gustaba –leer y escribir–, y parecía una versión práctica de la literatura.3
El trabajo en La Crónica
Al año siguiente, en 1952, Vargas Llosa cursa el cuarto y el último año de la enseñanza media y entra a trabajar en el periódico La Crónica, algo importante en su destino:
Allí aprendí lo que era el periodismo, conocí una Lima ignota hasta entonces para mí, y por primera vez hice vida bohemia. Si se piensa que no había cumplido aún dieciséis años –los cumplí ese 28 de marzo–, la impaciencia con la que quise dejar de ser adolescente, llegar a ser adulto, en el verano de 1952, quedó recompensada.4
Hay que mencionar otro detalle importante que desde su actividad periodística va permear parte de su obra. Este trabajo permite a Vargas Llosa recorrer toda Lima; se reencuentra con ella en su multiplicidad y en su diversidad; descubre el inframundo de la realidad peruana agobiada por la dictadura del general Odria (1945-1956). Dos semanas después de trabajar en el periódico fue nombrado por Aguirre Morales colaborador de Becerrita5, con quien trabajó unos meses. Tal experiencia fue importante para el adolescente Vargas Llosa, pues le permitió recorrer comisarías por la tarde; a partir de las diez u once de la noche llegaban patrulleros con su carga de ladrones, amantes sanguinarios, malheridos. El inframundo aparece con todos sus matices, formando e influyendo una percepción de los mundos ocultos que subyacen a las estructuras y las grandes instituciones de la dictadura odriana.
Mes y medio después de trabajar en La Crónica, en una conversación sobre su futuro, Vargas Llosa dice a su padre que el periodismo es su verdadera vocación, por lo que la continuará ejerciendo sin dejar de estudiar. Vargas Llosa tuvo una relación difícil con su padre a quien conoció cuando tenía 10 años. Sin embargo, parece ser que el periodismo fue uno de los pocos temas en los que coincidieron y tal vez los reconcilio, sostuvo Vargas Llosa. Por primera y única vez, el padre y el hijo coincidieron. ¿No había ingresado al mundo de la información por idea de su padre?
La idea genial: el año piurano
El siguiente momento periodístico en la trayectoria de Vargas Llosa fue el año en Piura, al norte del Perú. Con las cartas de recomendación que obtuvo de La Crónica pudo encontrar un lugar en La Industria. A los pocos días de llegar a Piura se presentó con el director, Miguel Cerro Cebrián. Su magro sueldo de La Industria (300 soles) lo gastaba en esas visitas a la Casa Verde6, que serían una continuación de las visitas del infra-mundo limeño.
Las tareas que Vargas Llosa tenía en el periódico eran: ir al diario al terminar las clases, revisar los periódicos de Lima y extractar aquellas notas que podrían ser de interés a los piuranos; volver en la noches dos o tres horas para escribir un artículo, hacer reportajes y estar ahí para las urgencias.
Al poco tiempo de haber llegado Vargas Llosa a La Industria, el dueño trae de Lima a un nuevo director, Pedro del Pino, con el objetivo de levantar el diario. El escritor se enfrenta nuevamente al tema de la competencia y la lucha entre los diarios, que lejos de vivirlo con tensión, dice incluso divertirle7. Mario escribe de todo y da cabida a sus inquietudes literarias al publicar algunos poemas. Redacta noticias, hace entrevistas, se hace cargo de dos columnas: “Buenos días” y “Campanario”, una con su nombre y la otra con pseudónimo, en la que hacía comentarios de actualidad.
El balance del año en Piura que hace en sus memorias no puede ser más favorable: a parte de su confirmación vocacional, del apoyo que recibe de su tío Lucho y de las visitas a la Casa Verde, en ese año presenta su obra de teatro La huida del inca, que había comenzado a escribir en el Leoncio Prado. Hacia el final de su estancia se presentó un incidente en la escuela: junto con otros compañeros, encabezó una huelga por lo que consideraban una medida arbitraria. Tal incidente fue materia de su primer relato publicado, Los jefes (1958), en el que es posible seguir las huellas y modos del estilo periodístico.
Los años sanmarquinos
A finales de 1952, Vargas Llosa regresa a Lima a estudiar en la Universidad de San Marcos. En su época de estudiante su actividad periodística se diversifica, ya no es sólo el reportero, el mensajero o el asistente; sus colaboraciones en revistas aumentan, sumado a los contactos y amigos que hace en la Universidad con los que elabora proyectos de publicación. En esos años también confirma una tendencia que después se vería con precisión en el pensamiento político del autor: la importancia del individuo sobre la colectividad. En el joven Vargas Llosa pesaría más el individualismo creciente y arraigado de ser escritor, en lugar de la concepción colectivista y generalizante de las agrupaciones juveniles que había en la Universidad de San Marcos.
En 1954 es asistente del profesor Raúl Porras Barreneche, con quien trabajo desde febrero de ese año hasta 1958, poco antes de irse a Europa. Una de las primeras tareas como asistente que tuvo Vargas Llosa, consistió en leer Crónicas de la Conquista; sus recuerdos de todos los textos, memorias de mitos, leyendas, viajes, búsqueda de paraísos son indelebles. El contacto con estas crónicas, mezcla de fantasía y realidad, impactan al autor quien se alimenta del que ha sido también el origen de la literatura hispanoamericana: las crónicas de indias. Vargas Llosa consulta esas obras con avidez, se familiariza con los mundos sugeridos, conoce nuevas formas que se suman a la experiencia inmediata y directa del mundo periodístico.
El relato Los jefes, Vargas Llosa lo incluye en un concurso convocado por la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Si bien no obtiene ningún premio, este relato es importante desde el punto de vista periodístico, ya que trasluce las lecturas de Malraux y Hemingway (quien también fue periodista); y deja ver por esa actitud verista y persuasiva del momento, algunos rasgos discursivos de la crónica y del reportaje de actualidad.8
Durante los años 1956 y 1957 –la dictadura de Odria entraba a su fase final en 1956–, Vargas Llosa continuó su actividad frenética, escribiendo en periódicos y revistas al mismo tiempo que editaba la publicación política Democracia, órgano de la Democracia Cristiana, donde militó unos años, en la que criticaba la dictadura de Odria. También editó los Cuadernos de Composición (1956-1957) con sus amigos Luis Loayza y Abelardo Oquendo, a quienes dedicó su novela Conversación en la Catedral.
En 1957 Vargas Llosa entra a trabajar a la revista Extra. Escribe crítica de cine y artículos de tema cultural. Culmina ese primer año al ganar un concurso organizado por la Reveu Française con el cuento “El desafío”, lo cual le permitió hacer su primer viaje a París, en enero de 1958. También en 1957 entra a trabajar por horas a Radio Panamericana. Poco a poco tal quehacer –pomposamente nombrado “Director de Informaciones Radio Panamericana”– le fue tomando más tiempo, así que tuvo que reducir durante algunos meses sus colaboraciones periodísticas. Algunos de los recuerdos de “Radio Panamericana” aparecen en La tía Julia y el Escribidor. Uno de los muchos y variados programas que realizó fue El parlamento en síntesis, donde Vargas Llosa resumía y comentaba las sesiones parlamentarias. Por desgracia, el programa no duró mucho tiempo; uno de los colaboradores incluyó determinadas alusiones y vocabularios de alguno de los parlamentarios, lo que generó primero presiones hacia el director y luego el cese definitivo del programa.
El periodista en Europa
El viaje a Europa marca un viraje en la vida de escritor y del joven periodista. Uno de sus trabajos es en la agencia noticiosa France Press y más tarde colabora para Radio Televisión Francesa, en la que es locutor, lo que nuevamente le permite conocer y entrevistar a muchos escritores hispanoamericanos como Borges, Cortázar, Asturias, Carpentier, entre otros
En octubre de 1962 es enviado por la prensa francesa a cubrir la crisis de los misiles en Cuba. A raíz de dicho viaje publicó dos reportajes muy favorables sobre la Revolución cubana. Regresará a esa isla por segunda vez en 1965 para fungir como jurado en Casa de las Américas.
A partir de mediados de los sesenta, una vez que ganó el Premio Seix Barral en 1963 por su novela La ciudad y los perros, el autor empieza una fase de internacionalización de su trabajo como escritor y como periodista. Publica y colabora para Primer Plana (Buenos Aires), Marcha (Montevideo), Expreso (Lima). Desde el origen de su vida como gran novelista, Vargas Llosa no se desvincula de esta actividad y publica con cierta regularidad en diarios y semanarios, como lo hace hoy en México para la revista Letras Libres y en España para el periódico El País.
En 1966 parte a Londres, enseña en el Queen Mary College y publica crónicas en Caretas. Para esa etapa ha cambiado la modalidad de concebir el periodismo. El periodista de diario, a quemarropa, deja lugar al novelista que con cada publicación gana fama y prestigio en el mundo literario. Lo periodístico cambia de función: la nota da paso a la colaboración internacional, en el marco de una opinión mucho más difundida sobre los principales temas de la cultura y la sociedad latinoamericana del momento.
Lo periodístico: entre lo literario y lo político
En aquel periodo sus actitudes políticas cambiaron mucho. Si bien colaboró en el consejo editorial de la principal revista latinoamericana de izquierda, Casa de las Américas, hasta 1971, su desencanto de Fidel Castro y la izquierda latinoamericana vino mucho antes (probablemente desde los mismos años sanmarquinos y las críticas sartrianas al marxismo ortodoxo), lo que, como señala Williams9, le causó muchas enemistades y fracturas en los años ochenta y noventa.
En su visión política del periodismo, afirma su carácter liberal. Al revisar su ensayística y, sobre todo, sus artículos periodísticos (recopilados en los tres tomos de Contra Viento y marea, Seix Barral, Barcelona), se aprecia cómo lo periodístico puede ubicarse entre lo literario y lo político. Su visión liberal, fundamentada en la defensa irrestricta por los derechos del individuo y en su tajante crítica a los regímenes que califica de dictatoriales por impedir el libre desarrollo del pensamiento y la expresión, tiene su origen en los años que vivió bajo la dictadura del ochenio, pero también –como señala Williams10– alimentada en las lecturas de Frederik Hayek, Isaih Berlin y Milton Friedman, que realizó durante su estancia a finales de los setenta en el Woodrow Wilson Center del Smithsonian Institute en Washington. En esa época, no sólo terminó de escribir La guerra del fin del mundo, sino que afinó su visión liberal de la economía.
Uno de los momentos más destacados por la defensa de tal libertad, fue cuando Vargas Llosa aceptó participar en la comisión investigadora de los sucesos de 1983 en Uchuruccay, destinada a averiguar la muerte de ochos periodistas en el departamento de Ayacucho. Grupos apristas y de izquierda satanizaron su actuación en dicha comisión. El informe probó que las muertes de los periodistas se debieron a que campesinos ayacuchanos los confundieron con senderistas, y no con militares, como se creía.
Estos ejemplos permiten seguir el compromiso que Vargas Llosa ha tenido con el ejercicio del periodismo y con sus implicaciones políticas. El periodismo es una actividad complementaria en su formación: un ejercicio de la escritura que ayuda a equilibrar las distintas funciones de su quehacer literario. Él mismo lo señala en una entrevista al Diario 16 de Madrid:
En mi caso, el periodismo ha sido una fuente riquísima para el escritor, porque me ha dado muchas experiencias con las que he escrito mis novelas. Por otra parte, el periodismo me hace estar involucrado en la historia que está haciéndose. La idea del escritor que se aísla en un mundo de imaginación a mí no me seduce, por más que la literatura sea mi vocación.11
Sin la experiencia periodística, el Vargas Llosa realista de labor documentaria no sería el mismo. La historia de la literatura hispanoamericana está imbuida de ejemplos en los que se trasluce el enriquecimiento mutuo de ambos campos. No es casual que José Joaquín Fernández de Lizardi, considerado el primer novelista hispanoamericano en el siglo XIX, fuese periodista.
A lo largo de la historia de la literatura en los últimos dos siglos, lo periodístico ha azuzado el carbón que sirve para encender la mecha de la literatura, y acaso Vargas Llosa sea uno de sus más lúcidos ejemplos.
Notas
1) En el Colegio Militar Leoncio Prado, Vargas Llosa estudió el equivalente a dos años de la preparatoria. De su experiencia en este colegio (1950-1951) salió años después su primera novela La ciudad y los perros.
2) Ya José Donoso, en su clásico Historia Personal del Boom, ha analizado los significados e implicaciones sociales, periodísticas, literarias y políticas de la acepción boom, en la que un grupo de jóvenes narradores en los sesenta dieron un importante paso en la internacionalización de la narrativa hispanoamericana.
3) Mario Vargas Llosa, El Pez en el agua, Serie borral, Barcelona, p. 118.
4) Idem., p. 141.
5) Becerra era el apellido del encargado de la sección de nota roja, uno de los reporteros, según cuenta Vargas Llosa en sus memorias, más reconocidos de la época. Vargas Llosa fue tres meses su asistente y, gracias a ello, recorrió las regiones más recónditas de la Lima nocturna en 1952. La figura de este singular personaje, que Vargas Llosa evoca con tanto afecto en sus memorias, aparece en la novela Conversación en la Catedral.
6) Esta experiencia es motivo de su segunda novela –después de La ciudad y los perros– titulada La Casa Verde.
7) Mario Vargas Llosa, op. cit., p. 195.
8) JM Oviedo citado por Raymond Williams en Literatura y política, p. 111.
9) Idem., p. 33.
10) Idem., p. 63.
11) Elena Palacios, www. geocities.com/Paris/2102/vista28.html
Bibliografía
——Llaque, Paúl, “Mario Vargas Llosa, Héroe de nuestro tiempo”, en línea 26 de marzo, disponible en www.geocities.com/awcampos/art08.html, 2001.
——Palacios, Elena, Mario Vargas Llosa, escritor: “Nunca he escrito un artículo buscando polémicas”, en línea 24 de marzo, disponible en www.geocities.com/Paris/2102/vista28.html, 2001.
——Vargas Llosa, Mario, El Pez en el Agua, Seix Barral, Barcelona, 1993.
Williams, Raymond, “La Literatura y política: las coordenadas en la escritura de Mario Vargas Llosa”, en Vargas Llosa Mario, Literatura y política, TEC, México, 2000, pp.17-42 y Otra historia de un deicidio, Taurus-UNAM, México, 2001.