Periodismo frente a nuevos paradigmas
- El periodismo moderno es hoy parte de un sistema económico que hace que la propiedad de los medios consientan hechos violatorios.
- La prensa digital será un poderoso instrumento para saber lo que los medios tradicionales callan o consienten.
Por Benjamín Fernández Bogado
Publicado originalmente en RMC 80
El periodismo se enfrenta a un reto que perfilará en corto plazo. Los que hemos aprendido este oficio en la trinchera tradicional, teniendo al Estado como centro y referencia de nuestra lucha por la verdad, hoy vemos que esa institución, cada vez más pequeña y frágil, ha dejado de ser la referencia de la esperanza o la angustia de la gente. ¿Cómo vamos a entender nuestro oficio dentro de un nuevo marco de relación y de propiedad?
Pareciera que a quienes hoy conocemos como buceadores de la verdad, perros guardianes, vigilantes de la democracia y otras palabras similares con las que se ha definido el trabajo de los periodistas, tuvieran algo que ver con la realidad, pero muy lejos de los conceptos románticos que enarbolaban y con los que vivimos por mucho tiempo.
En Paraguay, a este oficio, confundido a veces con profesión y considerado como contrapoder o cuarto poder, se le han perdido los paradigmas por efectos de los cambios económicos profundos, los cuales podrían alterar su histórica relación con la sociedad y con lo que ella esperaba de estos profesionales de la noticia.
La concentración de los medios de comunicación en pocas manos les ha sacado el necesario pluralismo a las fuentes de información del ciudadano, sumado a la desconfianza que éste ha adquirido en torno a sus instituciones, y aunado a una distancia mayor entre los periodistas y la sociedad a la que sirven. En consecuencia, se ha obtenido una prensa sectaria, pobre en recursos, urgente de publicaciones y con periodistas plurifuncionales que no le han agregado mucho al fortalecimiento del sistema democrático tradicional sino, por el contrario, han ayudado a su deterioro y a la confusión de la gente.
Hay una crisis profunda en el periodismo moderno y una tendencia a subestimar los números de esa enfermedad moderna que se llama angustia informativa. Tenemos más fuentes de información, sin embargo, lo que sabemos por ellas sirve muy poco para entender el mundo que vivimos. Hay que retornar a las fuentes, dicen algunos; pero los viejos paradigmas del periodismo moderno y antiguo chocan hoy con ideas absolutamente nuevas en torno al interes público. Esto era en los manuales de antaño parte indisoluble del concepto de Estado. Pero, ¿dónde ha quedado esa idea cuando la mayoría de las formas de representación de ese interés han caído en manos privadas? Dirán algunos que el Estado sigue controlando su funcionamiento por medio de sus órganos de regulación, pero ya sabemos cómo actúa ese mismo Estado que, por incompetencia o corrupción, se ha visto obligado a vender sus empresas más lucrativas, que en manos privadas no han favorecido al ciudadano, como preconizaron durante el proceso de traspaso. Hay ejemplos claros en la región Argentina, acaso el mejor referente a la hora de demostrar cómo la prensa alejada de la gente tuvo que sostener su caída en el escándalo o en la chabacanería, algo que la mayoría de las televisoras paraguayas han repetido como fórmula que los acerque a esa ciudadanía con la cual han roto sus vínculos de confianza.
El periodismo moderno es hoy parte de un sistema económico que hace que la propiedad de esos medios ampliados en el concepto del holding concedan y consientan hechos violatorios a la verdad y al derecho de los ciudadanos, simplemente porque sus acciones han pasado a formar parte del sistema que deberían, por norma, vigilar, auscultar y denunciar. ¿Podrán los medios periodísticos ingresar con las mismas razones, que fundamentaron su existencia por tantos años, en los despachos de las corporaciones que administran servicios públicos? La respuesta es sencilla: no. Acaso podrían hacerlo cuando esas corporaciones son las propietarias de los holding de los medios de comunicación en muchos de los casos.
Herramientas nuevas
El periodismo se enfrenta a un reto que perfilará en corto plazo. Los que hemos aprendido este oficio en la trinchera tradicional, teniendo al Estado como centro y referencia de nuestra lucha por la verdad, hoy vemos que esa institución, cada vez más pequeña y frágil, ha dejado de ser la referencia de la esperanza o la angustia de la gente. ¿Cómo vamos a entender nuestro oficio dentro de un nuevo marco de relación y de propiedad? Sólo queda que la Internet o la impresión de periódicos regionales o comunitarios vuelvan a estrechar los vínculos de unión entre el ciudadano y su prensa, que hoy, según las encuestas, parecen cada vez más distantes y lejanos. Las radios comunitarias, en coparticipación con el Estado, pueden ser otra alternativa; la comunicación digital en su conjunto lograría romper lo que hasta ahora es una peligrosa tendencia en el mundo moderno: medios que no canalizan ni intermedian la relación entre el ciudadano y las instituciones escogidas por él para administrarlo. Es difusa la relación entre ciudadadanos y corporaciones como lo es hoy la relación entre su prensa y la ciudadanía.
La comunicación digital que abarató los costos para fundar medios de comunicación y se constituyó, en el caso de la Internet, en el medio que más rápido llegó y se propagó en el mundo, constituye una opción en la que los nuevos periodistas deberían fijar su atención.
Los periodistas hemos sido formados para controlar al Estado, pero no tenemos herramientas ni capacidad de hacerlo con las corporaciones. El colapso de la empresa Enron en Estados Unidos es un ejemplo de cómo algo de ese tamaño pudo haber caído sin que la prensa se enterara, cosa imposible en ese mismo volumen de dinero envuelto con una institución del Estado.
Cada vez más se privatizan desde los servicios públicos hasta las cárceles, desde las carreteras hasta los servicios de inmigración… Hay más dificultades para que la prensa cumpla con su papel asignado en los antiguos manuales de periodismo. Eso en cierta manera justifica la crisis de credibilidad que rodea a los medios de comunicación en el mundo entero y la facilidad con que los medios transan con los grupos privados para evitar que los escándalos y las trapisondas salgan a luz hasta explotar en contra de los intereses de la gente.
La publicidad de los actos privados de las corporaciones que administran bienes públicos implica todo un desafío nuevo en las cátedras de periodismo y en su ejercicio. Valdría la pena observar esta tendencia cada vez más creciente de disminución o desaparición de la figura del Estado en varios tramos de la vida del ciudadano, y cómo ingresan las corporaciones que lo sustituyen, pero, fundamentalmente, hay que ver la manera en que se comportan los medios ante ellos. Aparte de la soberbia tradicional de varias redacciones, donde a sus reporteros y columnistas poco importaba la opinión de los ciudadanos que los leían, escuchaban o veían, así como la de sus colegas, es preciso entender que ese cambio en los paradigmas de la relación ciudadano-Estado, tal como la conocíamos, y la tendencia creciente a la desconfianza hacia los medios, no hacen más que probar el largo y tortuoso camino que deben seguir los medios de comunicación para reestablecer la relación perdida con su público, al que hoy sólo excitan, por lo general, con concursos y premios.
Desafíos emergentes
Los casos de corrupción en los procesos de privatización han sido acallados por jugosos contratos de publicidad entre la secretaría responsable de ejecutarla y los medios. Cuando estallaban los casos, casi siempre se daban entre medios cuyos propietarios no habían participado de la repartija de esas empresas, que por mucho tiempo justificaron sus critícas y sus denuncias. A veces también esas denuncias se centraban en los funcionarios del gobierno y poco se profundizaba en el mecanismo empleado para mantener alejada a la prensa en su tarea de auscultar, husmear e investigar a fondo en esos suculentos traspasos hoy referidos como hechos de corrupción monumentales en nuestra América Latina. La prensa digital será un poderoso instrumento para saber lo que los medios tradicionales callan o consienten. Es también una fórmula capaz de reinventar un periodismo más cercano a la gente y sus necesidades, para convertirse en referencia de una nueva manera de contar historias sin las limitaciones comerciales y financieras que impedían por mucho tiempo fundar medios de comunicación y difundir hechos y referencias sobre temas de interés general.
Las escuelas de comunicación deben iniciar un proceso de cambio en sus currículos, poniendo énfasis en las herramientas de comunicación emergentes cuya tendencia es creciente en usuarios y baratas en su adquisición. Pero debemos enseñar a los futuros comunicadores a ubicar el centro de la preocupación ciudadana y canalizarlos a través de este nuevo medio de comunicación que se llama Internet y que podría promover un nuevo vínculo entre la prensa y la ciudadanía. Algunos dirán que aún queda mucho por andar, incluso para que Internet alcance niveles de difusión masivos, pero en la historia moderna no hay una referencia que muestre el crecimiento vertiginoso que ha tenido este medio en su difusión, comparado con la prensa escrita, la televisión y la radio. Trabajos en conjunto con estos medios ya han comenzado a darse y la tendencia será aun mayor a corto plazo. De ahí la urgencia de entrenar a los nuevos comunicadores en el uso de esta plataforma digital, que permitirá recobrar el vínculo con los ciudadanos y hacer que la ansiedad, hoy no explicada y menos entendida a través de los medios, encuentre en la pluralidad de ofertas en la red de redes un camino que recobre la relación entre el ciudadano y su prensa. Será más difícil para las corporaciones controlar este medio, y si lo hiciera surgirán otros que harán lo mismo que han hecho los medios de comunicación desde su nacimiento en su lucha por difundir ideas, hechos y noticias. La censura oficial es hoy muchas veces disfrazada de censura comercial, pero la consolidación de Internet, todo un símbolo de los cambios económicos y sociales en el mundo, preanuncia toda una gran revolución en el trato entre los comunidadores y la sociedad a la que sirven.
Debemos ser periodistas para la gente, para que ella entienda mejor el mundo donde vive; canalizar sus frustraciones y hacerle entender que los dirigentes tan criticados no son más que frágiles referencias de una representatividad lejana y distante. La frustración hacia la democracia en la mayoría de nuestros pueblos y la disminución de lectores, televidentes y oyentes de radio hacia programas informativos, se dan porque hablamos con los mismos personajes que reproducen en su discurso y en su acción la incertidumbre que queremos develar. Los periodistas no hacemos entender a la gente el mundo en que vive: ésa es nuestra carencia. No lo hacemos porque tampoco nosotros comprendemos en realidad cuál es el nuevo papel de un oficio tan antiguo, perfilado sobre la idea de controlar a una institución cuasi inexistente o definitivamente alquilada a las corporaciones que la hicieron suya.
No debemos reducir el análisis a criticar a los representantes del pueblo, que no logran vertebrar un discurso y una acción en favor de sus mandantes. Es preciso explicarle a la gente cuál es la nueva relación que emerge para buscar las soluciones que también hoy la ciencia o la tecnología ofrecen, a niveles aceptables, para la economía de nuestros deteriorados países del continente.
Hay un vínculo tradicional que se ha roto, hay una creciente desconfianza hacia las instituciones democráticas, incluida la prensa, y hay una tecnología digital emergente que puede restituir la relación de confianza rota entre el ciudadano, su prensa y su Estado. Hacer comprender estos vínculos nuevos es ya el comienzo de pensar de manera diferente el mundo que nos toca vivir y la experiencia renovada que implica contar historias que sean comprendidas y sirvan para fortalecer al ciudadano en su relación con sus nuevos paradigmas y con la comunidad en la que vive, sueña y crece.
Los periodistas debemos ser los nuevos agentes socializadores al contar las razones de la debilidad de un SISTEMA con mayúsculas, pero incomprendido por la gran mayoría. Cuando sepamos qué es el sistema y cómo funciona, empezaremos a aprovechar las ventajas que ofrece, incluso dentro sus contradicciones, acaso la primera razón de la historia y el nacimiento de nuevas opciones.