Responsabilidades del periodismo

  •  El avance internacional en el terreno de la ética del periodismo.
  •  La responsabilidad ética y moral tiene un espectro más amplio porque se anticipa a la ley al  implicar mayor exigencia personal.
    Fotografía: "El Periódico a l'iPad" por TSaül Gordillo@ Flickr

    Fotografía: «El Periódico a l’iPad» por TSaül Gordillo@ Flickr

Por Omar Raúl Martínez

Publicado originalmente en RMC 80

¿Cuáles son las obligaciones éticas y legales de los medios informativos? ¿Qué referentes o documentos valdría la pena retomar para avanzar en el debate  y el análisis sobre  los compromisos de la prensa mexicana de nuestros días?

Con  mucha insistencia en los últimos tiempos se viene hablando en México de la necesidad de un periodismo ético y responsable. Aunque su pertinencia no puede estar a discusión, lo cierto es que el poder político y económico suele utilizar o remarcar tal exigencia frente a informaciones o comentarios menos condescendientes y acríticos, como antaño. Pero los periodistas tampoco han abordado frontalmente y a profundidad el asunto. Es menester entonces recordar conceptos primigenios que aportan luz a la reflexión. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de responsabilidades del periodismo? ¿Cuáles son las obligaciones éticas y legales de los medios informativos? ¿Qué referentes o documentos valdría la pena retomar para avanzar en el debate y el análisis sobre los compromisos de la prensa mexicana de nuestros días?

He aquí algunos apuntes a ese respecto.

 

Responsabilidad

Resulta imposible comprender el trasfondo del periodismo ético sin referirnos a la palabra clave: responsabilidad.

El término responsabilidad, adoptado en el siglo XIX por la Real Academia de la Lengua Española, etimológicamente  proviene de respondeo, que significa responder, o responsio igual a respuesta. Más allá del tamiz culposo o inculpatorio de antaño, la palabra nos remite a la necesidad de responder por nuestros actos realizados en conciencia.1

Aunque no la nombraban como tal, Rousseau y Kant referían la prevalencia de una voz interna que nos dice qué se debe hacer y cuyo aval es el raciocinio. Pero es Emanuel Kant quien aterriza tal idea en el concepto de Responsabilidad individual, bajo el cual concibe la capacidad humana de elegir y actuar en un sentido o en otro, partiendo del hecho de  que el hombre es un agente moral con obligaciones.

Max Weber, por su parte, describió el sentido de responsabilidad como uno de los requisitos importantes del político y lo  definió como la estrella que orienta la acción hacia una causa impulsada por la pasión. Ética de la responsabilidad en la política denominó Weber a la vital obligación de considerar las consecuencias previsibles de la acción personal.2

El teórico Hans Jonas profundiza en el tema y señala tres condiciones necesarias para la imputación de responsabilidad: a) conciencia de que el actuar genera un impacto entre los hombres, b) facultad del individuo para tener control de la acción, y c) capacidad para prever, en la medida de lo posible, las consecuencias del acto.

Jonas introduce una importante distinción de la responsabilidad: la legal y la moral. La primera juzga los resultados de las acciones del hombre a partir de normas coercitivas. La responsabilidad moral no juzga las consecuencias de los actos sino el acto mismo o su calidad moral. Para este pensador, el punto decisivo es la cualidad, aun más que la  causalidad, es decir: el ámbito de lo ético y la moral.3

Ciertamente, la responsabilidad ética y moral tiene un espectro más amplio porque se anticipa a la ley al  implicar mayor exigencia personal sin la necesidad de circunscribirse sólo a sancionar los daños a otros como ocurre con la responsabilidad legal.

Desde una parcela más filosófica, Norbert Elías postula que se precisa de una doble vertiente para avanzar en la comprensión y efectividad de la responsabilidad social: el equilibrio entre la conciencia del nosotros y la conciencia del yo.4

Alcanzar un punto de equilibrio entre el ser individual y el ser social significa, justamente, incursionar en la entraña del mundo ético: un territorio germinado desde la interioridad personal hacia la dinámica humana del mundo exterior… pero sin dejar de volver a los senderos de la interioridad. Así, la ética cobra sentido y redondea su vislumbre al interiorizar valores que luego se comparten y entran en contacto con los otros para encauzar la búsqueda de armonía y equilibrio. Sólo así puede asumirse la plena conciencia para responder de nuestros actos frente al mundo.

El ser responsable, por tanto, presupone asumir la paternidad de las acciones propias y sus consecuencias, y tener la capacidad de ofrecer las razones o argumentos que orientaron dicho actuar.5

Pero no puede entenderse el germen de la responsabilidad sin el ejercicio de la libertad. Por ello han de subyacer dos condiciones aristotélicas en el ser responsablea) que el individuo obre por voluntad y no bajo ninguna presión externa, y b) que su acto no sea producto de la ignorancia provocada por algo ajeno a sus propias decisiones previas. Sin ir más lejos,  podemos afirmar que libertad y responsabilidad conforman  un binomio indisoluble enraizado en la ética.6

 

Primeros pasos

Las semillas legales de las responsabilidades informativas en el mundo se ubican hace más de dos siglos. Primero en 1766 cuando la ley sueca plasmó por vez primera la necesidad de la libertad de prensa, y luego hicieron lo propio la Constitución del estado norteamericano  de Virginia en 1776  y la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa en 1789. Tales documentos asumían una perspectiva liberal de la información, pues concebían a la libertad de expresión como un derecho del ciudadano frente al Estado.

El tema habría de ser debatido y analizado con mayor proyección internacional a partir de 1948, cuando la ONU lanzó la Declaración Universal  de los Derechos Humanos, que avanza en la idea de preservar y ampliar garantías fundamentales. Su artículo 19 señala:

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; ese derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.7

La importancia de tal Declaración radicaría en el impacto e influencia mundial que tendría en numerosas legislaciones para afianzar así la responsabilidad del Estado en materia de lo que después se llamaría derecho a la información.8

El despertar y avance internacional en el terreno de la responsabilidad ética del periodismo, sin embargo, ha sido más reciente.

Joseph Pulitzer propuso en 1902 fundar la Escuela de Periodismo de la  Universidad de Columbia en Nueva York con el fin de contribuir a elevar la calidad periodística y establecer parámetros de comportamiento orientados a dignificar tanto el quehacer informativo como sus relaciones con la sociedad. Si la profesión se alimentaba de conocimiento e introyectaba un honesto sentido de responsabilidad moral, argüía Pulizter, sólo de esa suerte podría evitar su plena subordinación a los intereses comerciales.9 Tales preocupaciones estuvieron latentes a lo largo de todo  el siglo XX, dieron cauce a la creación de otras escuelas y abrieron la brecha de la  inquietud y la reflexión sobre asuntos éticos y profesionales en materia informativa.

Pero el hecho que empezó a desplegar una profunda e interesante discusión germinó en 1942 cuando al entonces rector de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins, le  fue solicitado un estudio sobre el estado y las perspectivas de la libertad de prensa. Meses después se constituyó un equipo de 13 miembros, la mayoría académicos y algunos representantes de la sociedad civil, encabezados por el propio Hutchins, y en marzo de 1947 presentaron los resultados de sus trabajos. El informe se tituló Una prensa libre y responsable (A free and responsible press) y de inmediato suscitó la controversia y un gran interés por las dimensiones éticas y morales del quehacer periodístico. Aunque en un principio fue denunciado por varios directivos mediáticos  como un documento que promovía la regulación gubernamental de la prensa10, lo cierto es que la Comisión Hutchins  –como fue bautizado públicamente el equipo comandado por el rector de la Universidad de Chicago– no propugnaba eso sino una necesaria autocrítica de la prensa para corregir algunos de sus defectos.

El informe contenía quejas sobre el trabajo de los medios y proponía métodos para alcanzar una mayor responsabilidad periodística.

Entre las prácticas contrarias a los principios liberales, se destacaba que la prensa: aprovecha su amplio poder para sus propios fines, particularmente los de sus dueños; se ha subordinado a los intereses comerciales de las grandes empresas; se ha resistido al cambio social; con frecuencia da mayor relieve a lo superficial y sensacionalista en detrimento de lo realmente significativo a nivel social; ha puesto en peligro la moral pública;  invade la intimidad de las personas; y es controlada por una clase económica pudiente que dificulta el acceso de nuevas visiones u opciones periodísticas.11

La  Comisión Hutchins propuso una nueva agenda para los medios informativos al definir sus cinco deberes principales:

  1. Suministrar un relato veraz, completo e inteligente de los acontecimientos del día en un contexto que aporte significado.
  2. Servir  como foro para el intercambio de comentarios y críticas.
  3. Presentar un cuadro representativo de los grupos diversos de la sociedad.
  4. Presentar y clarificar las metas y los valores de la sociedad.
  5. Facilitar el acceso pleno a la información del día. 12

 

Obligaciones y compromisos

Aparte de este marco general, el documento  también  resaltó algunas obligaciones especificas de la prensa: a) servir al sistema político generando información y promoviendo el debate sobre los asuntos públicos; b) instruir al público y así favorecer la toma de decisiones que involucran a la comunidad; c) salvaguardar los derechos de los individuos y vigilar cualquier abuso del poder; d) servir al desarrollo económico promoviendo el intercambio comercial mediante los anuncios publicitarios; e) proveer entretenimiento; y f) alcanzar autonomía económica a fin de enfrentar las presiones de grupos de poder.13

Pese a la oposición y crítica iniciales, los postulados y propuestas de la Comisión Hutchins constituyeron la principal fuente que estimuló el debate y la reflexión sobre la responsabilidad ética del periodismo durante la segunda mitad del siglo XX.

La teoría de la responsabilidad social de la prensa germinada en el reporte de la Comisión Hutchins, entonces, reencauzó las discusiones y las pautas sobre las responsabilidades del periodismo,  que en 1980 volvieron a la palestra mundial.  En tal año, la Unesco presentó el informe de la Comisión Internacional sobre Comunicación en el cual se hace referencia a los deberes de los profesionales de la información.

En ese documento, bautizado como Informe McBride, se anotan cuatro compromisos éticos de los medios de comunicación:

  1. Responsabilidad contractual para con los órganos de la información y en función de su estructura interna.
  2. Responsabilidad social, que entraña obligaciones para con la opinión pública y la sociedad en su conjunto.
  3. Responsabilidad derivada del respeto debido a la ley.
  4. Responsabilidad para con la comunidad internacional por relación al respeto debido a los valores universales. 14

Luego enumera cinco recomendaciones dirigidas a los periodistas de todo el mundo y que no pueden soslayarse en nuestro país:

  1. Elevar sus normas de conducta y de calidad para que la actividad sea reconocida como auténtica profesión;
  2. Reforzar y ampliar su formación profesional para tener ese reconocimiento social;
  3. Fomentar, entre los órganos informativos y organizaciones periodísticas, un nivel de conciencia profesional que se vincule al sentido de responsabilidad;
  4. Crear mecanismos que contribuyan a materializar la responsabilidad mediática, tales como los consejos de prensa y de comunicación social;
  5. Adoptar códigos de ética profesional a nivel estatal, regional o nacional, sin injerencias gubernamentales. 15

El Informe McBride  tuvo, pues, la virtud de enfatizar, promover y realzar la importancia de los códigos deontológicos y de los dispositivos de autorregulación informativa como vías para acendrar el ejercicio de la responsabilidad comunicacional.

Como una forma de refrendar esta actitud, en 1983 ofreció al mundo su código internacional de ética periodística.

Coincidentes en la necesidad de que los medios informativos revisen y evalúen su conducta profesional, y definan normas deontológicas especificas para cumplir con su responsabilidad social, los informes Hutchins y McBride perfilaron y asentaron los deberes éticos y profesionales del periodismo en una democracia hacia el siglo XXI.

Pero si bien tales propuestas deontológicas y profesionalistas irradiaron el ámbito internacional, lo cierto es que en México quedan todavía demasiados pasos por recorrer. Las pautas primigenias están a la vista. Los empresarios mediáticos y los periodistas tienen la palabra.

 

Notas

1) Véase Fernandez Christlieb, Fátima, La responsabilidad de los medios de comunicación, Paidós, México DF,  2002. pp. 96-98.

2) Ibid. Pp. 106-107.

3) Ibid. pp. 158-159. Véase también Herrán, María Teresa  y Restrepo,  Javier Darío, Ética para periodistas, Tercer Mundo Editores, Bogotá, Colombia, 1992, pág. 256.

4) Fernández, Christlieb, Fátima, Op. Cit. Pp. 23-24 y 180-181.

5) Véase Savater, Fernando, Política para Amador, Edit. Ariel, México DF, 1993. pp. 200-202.

6) Frankena, William, Ética, Edit. UTEHA, México DF, 1965, Pág. 93.

7) Tomado de Herrán, María Teresa y Restrepo, Javier Darío, Op. Cit. Pp. 100-104.

8) Véase Fernández Christlieb, Fátima, Op. Cit. Pág. 118.

9) Campbell, Federico, “Aprendizaje del  periodismo”, en Milenio Semanal, 12 de agosto de 2002; Fernández Christlieb, Fátima, Op. Cit.  Pág. 115.

10) El coronel Robert McCormick del Chicago Tribune, por ejemplo, declaró que que no perdería el tiempo en leer “las emanaciones de una pandilla de orates”. Hutchins y sus colaboradores fueron criticados, entre otras cosas, por no haber invitado e involucrado más íntimamente a periodistas en sus discusiones. Véase Schmuht, Robert, Las responsabilidades del periodismo, Editorial Mitre, Barcelona, España, 1985, pp. 55-63.

11) Tales señalamiento ya habían sido expresados antes de 1947 en varios sectores por carecer los medios de “responsabilidad social”. Theodore Peterson fue uno de los que refirió defectos periodísticos como los citados. Véase Ibidem. También Villanueva, Ernesto, Autorregulación de la prensa: una aproximación ético-jurídica a la experiencia comparada, Universidad Iberoamericana y Miguel Ángel Porrúa Grupo. Pp. 13-22.

12) Ver Ibidem; Lambeth, Edmund, B, Periodismo comprometido. Un código de ética para la profesión, Editorial Limusa, México DF, 1992. Pp. 18-21; y Riva Palacio, Raymundo, Más allá de los límites. Ensayos para un nuevo periodismo, Fundación Manuel Buendía y Universidad Iberoamericana, México DF, 1999, Pág.126.

13) Tomado de Correa Espinosa, Yeri, Las ideas éticas de la prensa escrita en las coyunturas históricas del periodismo en América y Europa (Tesina), Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán, México,  DF, 2001. Pp. 106-108.

14) Tomado de Blázquez, Niceto, La nueva ética de los medios de comunicación, edit. Biblioteca de autores cristianos, Madrid, España, enero 2002, pp. 176-178.

15) Tomado de Fernández Christlieb, Fátima, Op. Cit. Pág. 123.

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