Buendía y la columna política
- Un parteaguas en el columnismo mexicano.
- “Red Privada” reunió las virtudes de lo que una columna política debería ser
Por Guillermina Baena Paz
Publicado originalmente en RMC 86
La muerte de Manuel Buendía se constituye en un parteaguas para la columna política en México. Desde entonces han sido muy escasos los columnistas políticos con su perfil. Su columna “Red Privada” era indiscutiblemente pública y orientaba en torno a situaciones de la vida nacional que requerían comprenderse.
Mucho influye la columna política tanto en la orientación pública como en el respeto a los valores y las libertades garantizadas por nuestra Constitución. En ese sentido, la columna contribuye a cimentar la madurez de un pueblo.
Así, “Red Privada” significa un ejercicio y un ejemplo de la libertad de expresión, que gana mayor realce entre el gobierno de José López Portillo y el inicio del de Miguel de la Madrid, cuando se presentan múltiples amenazas al quehacer informativo. Algunos ejemplos son los ataques a periodistas críticos como Paco Huerta y a instituciones como el Centro Nacional de Comunicación Social. En tal contexto además surgen las radios populares como Radio Universidad Pueblo y Radio Ayuntamiento de Juchitán, avanza la eterna lucha de las izquierdas por su integración, se crea el Foro de Comunicación Popular intelectual orgánico de los medios críticos y de las izquierdas y movimientos populares en el país. Todo ello ocurre en el marco de una ley mordaza para la prensa y una supuesta renovación moral que parecían invitar al silencio. Ambas fueron derrotadas.
Esos movimientos auguraban el fin de un modelo económico, y de alguna forma, la muerte de Buendía fue la metáfora del inicio de un nuevo esquema neoliberal que arrasaría con todo lo anterior, incluyendo a sus críticos.
Buendía además escribía en un momento de plenitud de la columna política. Muchos periodistas ejercían esa actividad con relevancia desde la década de los sesenta. Pero Buendía destacaba entre ellos.
Las manos que condujeron a la que jaló el gatillo acallaron una labor necesaria para la madurez de un pueblo y el miedo cimbró al periodismo. Un columnista es como cualquier periodista, sólo que la adrenalina le fluye más rápido cuando tiene el valor de denunciar y señalar los abusos del poder.
La columna política
“Red Privada” reunió las virtudes de lo que una columna política debe ser. Descubrimos en ella tres elementos:
La forma
La columna política como un espacio fijo, con periodicidad específica, identificada por un nombre genérico y que aborda temas políticos basados en la investigación y el análisis.
Tiene como característica el discurso argumentativo cuyo fin es persuadir o convencer acerca de una idea, curso de acción o postura ideológica. Esto depende de las intenciones del emisor que no siempre son claras a los lectores. A veces, entre la lectura de algunos textos se pueden descubrir: compromisos con gente del poder, manipulación, lealtades clientelares ajenas al bienestar de la sociedad, autocensura, vocerías políticas, oficiosas, acciones tendenciosas, manejos falaces, argumentos planeados como parte de estrategias perversas, informaciones pagadas.
Pero el buen columnista también se identifica y gana el respeto de la gente por su honestidad, valentía y constancia.
El lector precisa identificar la intención del periodista entre las formas discursivas que puede presentar la columna: encubiertas, tendenciosas, densas, confusas, difusas, crípticas, de doble discurso, anecdóticas, humorísticas, lineales, complejas, superficiales, dramáticas, patéticas. Aquéllas que le ofrezcan la expresión sencilla, clara, breve, donde puedan entenderse y explicarse los fenómenos políticos además de ubicarse las dimensiones del poder. Para ser un columnista que toque fondo y cimbre las estructuras se requiere de preparación e inteligencia, como fue el caso del autor de “Red privada”.
El fondo
El quid de la columna política está en el fondo, en el tema que se aborda, en qué se dice y cómo se dice, en llegar a los porqués del suceso, en denunciar a quiénes se involucran y en fundamentar todo aquello que se afirma.
Esto es lo que hace la gran diferencia entre los columnistas.
No es lo mismo ser columnista ligero —irresponsable en sus juicios, que no se compromete— a ser columnista que enfrenta los problemas sin prejuicios, con valentía, con transparencia, sin lesionar la integridad de otras personas, ni siquiera en el nombre del “interes público”.
El buen columnista es el de la vocación política, el del recio y lento taladrar de duras tablas, diría Weber.
Para el fondo, los archivos. Manuel Buendía fundamentaba sus pesquisas y denuncias en la riqueza de sus archivos, los cuales clasificaban el tortuoso entramado de situaciones inéditas, de lados oscuros, de estercoleros ocultos, de las intrigas del poder.
La ética
Elemento clave en el columnista: su responsabilidad social, su compromiso, el respeto a sus principios, sus convicciones, la defensa de la sociedad. El periodista que conoce los riesgos y decide asumirlos, que ejerce su libertad de expresión sin autocensurarse… a pesar de todo.
Para la ética, don Manuel tenía la honestidad, la congruencia con sus principios, el ejemplo de lo que un periodista debe hacer por su compromiso social, aguda perspicacia y pluma firme, con la conciencia clara de que eso puede pagarse con un alto costo: la vida misma.
De esa manera, “Red Privada” era un conjunto de combinaciones de palabras que seguían a la investigación profunda, unidades de comunicación que penetraban tratando de desenmarañar el enigmático arte de la política, con el objetivo de formar la conciencia social.
De aquí en adelante, si alguien pretende ser columnista político, deberá continuar con el perfil de la columna política que dejó asentado don Manuel Buendía. No podrá hacer menos. La sociedad necesita más.