El audiovisual, un derecho social
Expresiones de los pueblos indígenas
Los audiovisuales generados por los pueblos indígenas comparten una misma raíz, una misma inquietud: hablar desde sus propias fuentes y desde sus propios recursos para decirle al mundo quiénes son, qué piensan y cómo viven.
Carmen Gómez Mont
Recientemente, en Oaxaca, Guerrero, Yucatán y Chiapas, se llevó a cabo el VIII Festival de Cine y Video de los Pueblos Indígenas, Raíz de la imagen. Allí se dieron cita videoastas y cineastas indígenas de toda América, así como algunos representantes de Asia y África. Además de exhibir producciones audiovisuales, Raíz de la imagen incluyó seminarios, talleres y exhibiciones de cintas realizadas por videoastas y cineastas indígenas que buscan forjar un canal y un estilo propio de informarse y comunicarse.
Esta iniciativa es importante por la enorme distorsión que los medios masivos han creado en torno a sus personas, a sus culturas y a sus territorios. El cine y video indígena –en contraposición al indigenista– es aquél que permite a sus realizadores, actores y productores expresarse con plena libertad de palabra, pensamiento y acción. Ahí los pueblos se muestran tal y como son, no hay censura ni autocensura. Cabe destacar tales rasgos, pues gran parte de los materiales audiovisuales que proyectan los medios oficiales y comerciales subrayan temas relacionados con la cultura, los festivales y el folclor. En esta ocasión tuvimos oportunidad de vivenciar un material innovador en todo sentido que toca los puntos medulares de las culturas y de los territorios indígenas.
Carlos Plascencia afirma:
El cine y el video son indígenas cuando ayudan al reconocimiento de los derechos, de las autonomías y de las culturas de los pueblos. El cine y video indígena destacan, entonces, porque muestran más atrevimiento, más experimentación, así como una narrativa más fresca y original.
Quienes hemos seguido a lo largo de los años la evolución de temas y estilos, estamos de acuerdo con quienes señalan que el cine y video indígenas se encuentran en un franco proceso de madurez. Hay una estética en ellos que es innegable: existe un estilo en la narración literaria, en la ficción o en la animación que poseen rasgos propios de las culturas originarias. El audiovisual se torna así un soporte útil para captar la memoria y sabiduría de los mayores, pero también se constituye como una mediatización para tender puentes entre los ancianos y las generaciones de jóvenes indígenas que reclaman su necesidad de expresarse y divulgar sus cosmovisiones con el apoyo de las tecnologías digitales.
El audiovisual indígena destaca porque en él no hay intereses comerciales. Entre los rasgos que lo identifican están, como lo señala el mismo programa: la dignidad, el respeto al medio ambiente, el cuidado al bien común, la ayuda mutua, así como los conflictos que surgen entre los mismos pueblos indígenas, entre éstos y el gobierno, las empresas y los mestizos.
Dentro del video indígena domina el documental precisamente por la necesidad de contar la realidad desde una perspectiva propia; sin embargo, se van incrementando muestras magníficas de ficción y de reflexión. Cabe destacar, por ejemplo, la película de ficción El precio del perdón, realizada por el senegalés Mansour Sora Wade, quien relata –con imágenes de excelente calidad y estética– una historia de amor donde el diálogo con la naturaleza (la niebla y el mar) queda en un primer plano. Tal punto es importante, pues sólo un pueblo originario nos puede llevar a vivenciar por medio de imágenes cómo un hombre, todo un pueblo, puede dialogar con la naturaleza.
Vale la pena resaltar que quienes manejan esta alta tecnología son hombres y mujeres que trabajan la tierra, la artesanía, el telar de madera, de cintura, el horno para el barro o la pintura. En ese sentido, sorprende el dominio de técnicas tanto tradicionales como digitales.
El video indígena es más que un género: constituye toda una corriente de realizadores que agrupados bajo un mismo espíritu se ha dedicado a forjar una serie de productos que año con año muestran una calidad incuestionable. Así es como el video se ha convertido en uno de los medios de expresión propios de los pueblos indígenas de México. Este festival ha sido una muestra de los logros alcanzados por cineastas y videoastas indígenas.
El video forma parte de un dispositivo de diversas tecnologías de información y comunicación que se forma en los pueblos indígenas, donde cada uno de ellos tiene una función especial; por ejemplo, la radio difunde informaciones dentro de las mismas comunidades, la Internet posee el gran potencial de comunicar a la comunidad con el exterior de manera instantánea, mientras que el video convoca a los integrantes de la comunidad en torno a un tema o problemática a fin de formar un espacio para la reflexión, el análisis y la toma de decisiones. El video constituye también un testimonio de hechos ocurridos fuera de la comunidad, a fin de observarlos y analizarlos de manera más directa. Por otro lado, el video es útil para integrar a las mismas comunidades en torno a problemas de raíz, que comparten y que pueden solucionar de manera conjunta.
Raíz de la imagen es una muestra fehaciente de la calidad que se ha logrado en el audiovisual indígena; a pesar de ello, constituye una limitación para la sociedad no contar con canales de difusión. En efecto: la distribución de estos materiales, que en la gran mayoría de casos no son comerciales, carece de medios para ser exhibidos de manera permanente fuera de los circuitos de los festivales y las muestras de cine y video. Esa carencia nos remite nuevamente a las limitantes de las reformas a las nuevas leyes de radio y televisión y de telecomunicaciones, que no contemplan la existencia de canales para dar cabida a la diversidad cultural. Contar con medios adecuados que nos lleven a apreciar la calidad e intensidad de esos trabajos, es un derecho social a la información y la comunicación.