Conocimiento y tecnología

La ecología mediática en las escuelas de comunicación

Conocimiento y tecnología

 

Claudia Benassini Félix

 

Investigadora asociada de la Cátedra de Investigación en Comunicación
Estratégica y Cibercultura, en el ITESM Campus Estado de Méxio.

Desde hace varios lustros, la tecnología ha irrumpido en el salón de clases, y con mayor
empuje en las escuelas de comunicación. De manera casi imperceptible, muchas
personas pasamos de la máquina de escribir al Wordstar y de ahí al Office. Y también de manera imperceptible, hemos abandonado la pluma por la palm, como el pequeño y prometedor
vástago de una generación de agendas de bolsillo que surgió
hace unos 10 o 12 años.

 

Hoy día, los profesores nos hemos olvidado del pizarrón y preparamos clases en Power Point. Y, apoyados en diversas plataformas, pretendemos estar constantemente conectados para apoyar a nuestros alumnos en sus quehaceres; cotidianamente les enviamos una docena de correos electrónicos con archivos adjuntos en los que anexamos el cuestionario de la próxima clase, la exposición de la semana y el esqueleto del trabajo que tendrán que presentar para acreditar las materias. Este proceso supone que, en contraparte, los alumnos envíen sus dudas o anexen sus trabajos en el archivo correspondiente, o se disculpen por no haber asistido a clase. Los más sofisticados nos escanean el justificante médico y nos colman de mensajes nuestro buzón electrónico para invitarnos a formar parte de su grupo de amigos. Una práctica que supone tener a la mano todos nuestros datos, sin olvidar nuestro cumpleaños y el día del maestro… por aquello de las tarjetas electrónicas.

Al finalizar el semestre, tendremos un espacio para incorporar a nuestras actividades las más recientes evoluciones de la tecnología. ¿Por qué no un blog dedicado a cada una de nuestras materias, que sustituya la entrega del mismo temario de siempre? ¿Por qué no un blog para ahora escanear las lecturas del semestre, mismas que no han variado del anterior y del previo? Un blog con muchas sugerencias de sitios para visitar –me pregunto si nuestros alumnos los visitan, tal vez sólo cuando es obligatorio para acreditar el curso–, con nuestro currículum vitae, ese sí actualizado cada semestre. Y un Ipod para bajar entrevistas de la radio y luego subirlas al blog en el que se incluirán, desde luego, los videos de Youtube que consideramos adecuados para complementar nuestras asignaturas. Y a todo esto, ¿y el contenido? En no pocas ocasiones, el contenido pasa a segundo término. Utilizamos todos estos despliegues tecnológicos –y más– para que los alumnos aprendan tan acuciosamente como les sea posible el paradigma funcionalista, muchas veces sin habernos percatado de que se trata de un enfoque teórico que, en materia de comunicación, vivió sus años gloriosos en la década de los años cuarenta para ser reemplazado por otros enfoques hacia 1965 hasta que, finalmente, a principios de la década de los setenta, el sociólogo estadunidense Charles Wright publicó un artículo en el que reconocía que el paradigma funcionalista –o lo que quedaba de él– era insuficiente para abordar la compleja problemática de los medios de comunicación de masas. Pero el contenido pasa a segundo término. ¿La razón? “El medio es el mensaje”, afirmarán los que no han leído a Marshall McLuhan, pero han escuchado aquí y allá una de las frases que han llevado al pensador canadiense por la ruta de la posteridad.

En tal contexto, la hipotética descripción previa cobra relevancia. Hemos sustituido las tradicionales prácticas docentes por otras abundantes en tecnología, pero nos hemos olvidado del contenido. Una cita de McLuhan, que vio la luz hace casi 40 años, cuando las ahora arcaicas prácticas docentes emulaban los mejores años de la docencia tradicional, señala:

En la era de la información es evidentemente posible diezmar las poblaciones mediante la difusión de datos y aparatos. Aquí no se trata de valores, sino de tecnología informativa que utiliza una comunidad para dar nueva forma a otra. Este tipo de agresión es lo que aplicamos sobre nuestros muchachos en lo que denominamos educación. Sencillamente les imponemos pautas que consideramos cómodas para nosotros y compatibles con las tecnologías disponibles.1

Como dijo McLuhan

“El medio es el mensaje” es una frase que sirve de corolario para legitimar el uso y el abuso de la tecnología en el salón de clases, perpetrada por quienes no han leído a su autor, pero al que apelan como si lo conocieran. En una entrevista concedida a Eric Norden, editor de la revista Playboy, en 1969 McLuhan reflexionaba al respecto:

Al subrayar que el medio es el mensaje y no el contenido, no estoy sugiriendo que el contenido no desempeña un rol –desempeña un rol subordinado, distinto–. Aun si Hitler hubiera dado conferencias de botánica, algunos otros demagogos habrían utilizado la radio para retribalizar a los alemanes y volver a encender el atávico lado oscuro de la naturaleza humana que creó el fascismo europeo en los años veinte y treinta. Al poner todo el análisis en el contenido y ninguno en el medio, perdemos todas las oportunidades de percibir y dominar el impacto de nuevas tecnologías en el hombre, y así siempre estamos pasmados y no preparados para las transformaciones ambientales inducidas por los nuevos medios.2

En resumidas cuentas: “el medio es el mensaje” es una manera de poner en guardia al estudioso de los medios y sus lenguajes. Optar por mensaje y no por contenido es una estrategia orientada a no quedarse en la superficie que aparentemente enlaza al productor y al consumidor de los medios. Dicho de otra manera: la opción supone contextualizar el surgimiento, desarrollo e implicaciones del “nuevo medio de comunicación” con sus consecuentes transformaciones ambientales y, por tanto, supone un análisis de las diversas partes implicadas en cada uno de esos procesos. Algo que, al menos en ese momento,3 estaba fuera de posibilidades ya que el análisis de contenido se agotaba en una de las opciones investigativas desarrolladas por la escuela estadunidense. Esta estrategia se ha convertido en una de las modalidades más utilizadas para mantener vivo el pensamiento de McLuhan: la cadena del medio que contiene a otro se ha complejizado con la irrupción de los nuevos medios de comunicación en ambientes crecientes.

NOTAS
1) Marshall McLuhan, Quentin Fiore y Lerome Argel, Guerra y paz en la aldea global, Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1971, p. 157.
2) Eric McLuhan y Frank Zingrone, McLuhan, escritos esenciales, Paidós, Barcelona, 1998, p. 296.

El anterior artículo debe citarse de la siguiente manera:

Benassini Félix, Claudia, «Conocimiento y tecnología»,
en Revista Mexicana de Comunicación, Núm. 106, agosto / septiembre, 2007, 37 – 39pp.

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