Triángulo democrático
Periodismo, rendición de cuentas y gobernabilidad
José Ramón López Rubí Calderon
Director de la revista académica Estudios de Política y Sociedad (BUAP). Fundó y
coordinó la sección «Análisis», del radio poblano Cambio, en el cual hoy colabora ocasionalmente.
A partir del análisis lógico-teórico –de raíz politológica neoinstitucionalista– y la revisión empírico
histórica,el autor expone una serie de reflexiones acerca del papeldel periodismo y su
interacción con la gobernabilidad democrática.
¿Cuál es o debe ser la finalidad del periodismo? Regularmente se plantean, por lo menos, tres opciones. Una harto difícil: “revelar la verdad”; otra bastante simple: “colectar y publicar información relativa a la actualidad”, y una más, romántica o idealista: erigirse en “centinela del poder público”.1
De acuerdo con Arturo Rueda, esta última materializada llega a transformar a los periodistas y la actividad informativa en una pareja atentatoria de la gobernabilidad o, lo que sería lo mismo, en un factor de ingobernabilidad. El caso invita a reflexionar.
A partir del análisis lógico-teórico –de raíz politológica neoinstitucionalista– y la revisión empírico-histórica, surgen y se imponen algunas puntualizaciones:
La visión más romántica del periodismo no es la que lo considera como centinela del poder público, sino aquélla que ve como su obligación el revelar la verdad. El problema es de palabras: la verdad no será revelada por los periodistas, pero el sentido de su labor debe entenderse considerando el intento permanente de su búsqueda. En el camino –de hacerlo con firmeza y buena guía– aparecerán datos y hechos que contribuyan a armar el rompecabezas de las causas de los problemas públicos y a disipar la nube que cubre sus manifestaciones políticamente nefastas y socialmente indeseables. Por lo demás, la visión del periodismo como centinela del poder público nada tiene de romántica, y mucho menos de idealista. Esa función periodística es perfectamente verificable a lo largo del tiempo en muchos países democráticos, como regularidad, e incluso en autoritarismos no dictatoriales, como excepción valiosísima. Es una práctica histórica, no una rareza estadunidense. Sí, el caso Watergate aparece inevitablemente (y gozando de una gran celebridad); sin embargo, no está solo. Sugiero revisar las experiencias latinoamericanas (Venezuela antes de Chávez, Argentina y Brasil), así como de países de la Europa continental noroccidental, y también las de México en los ámbitos nacional y local.
Sin duda, resulta insostenible la separación obligada de las opciones citadas, en términos analíticos, y su condena a habitar compartimentos estancos en el mundo periodístico, en términos prácticos. Bien vistas las cosas –y desde un enfoque posibilista–, las tres (corregida la primera en cuanto a palabras) se complementan: en la búsqueda de las verdades de la vida pública, colectar información sobre la actualidad sociopolítica que una vez publicada genera rendición de cuentas no institucional formal o, en palabras de los académicos Catalina Smulovitz y Enrique Peruzzotti, accountability vertical social, pero que puede inducirla (la rendición de cuentas institucional formal2 ). Todo eso, junto, significa el éxito del centinela. Aquí el caso Watergate es ejemplar: se unieron las tres funciones y, por tanto, tomaron lugar ambos tipos de rendición de cuentas: el castigo mediático y de opinión pública, y el político-jurídico (el proceso de destitución de Richard Nixon como presidente y su renuncia al cargo).
¿Gobernabilidad vs estabilidad?
¿Los medios tienen que ver con la gobernabilidad? Por supuesto que sí. Lo que pasa es que se confunde gobernabilidad con estabilidad. No son exactamente lo mismo. Y no sólo eso: se olvida que hay dos grandes tipos de gobernabilidad: la democrática y la autoritaria. Es una cuestión de instrumentos y formas.
Más allá de ciertas facilidades u obstáculos institucionales (jurídico-normativos), las condiciones de destierro/superación del bloqueo a la toma y aplicación de decisiones político-gubernativas (gobernabilidad) se pueden conseguir democráticamente (negociación, consenso, el going public de Kernell, desistimiento) o autoritariamente (intimidación, cooptación, corrupción, violencia física). La estabilidad es un producto del grado de gobernabilidad. Los gobiernos autoritarios siempre presumen la gobernabilidad, pero ésta por sí misma no significa que sea democrática. Lo mismo pasa con la estabilidad.
¿Los medios tienen que ver con la gobernabilidad democrática? Desde luego que sí. Al generar e inducir rendición de cuentas de los gobernantes, soportan el mantenimiento de la gobernabilidad mediante instrumentos democráticos.
En una democracia –si esos gobernantes actúan autoritariamente para tomar y aplicar decisiones– lo más probable es que entren en una espiral de pérdidas político-mediáticas, e incluso electorales. ¿Los medios contribuyen a la ingobernabilidad? No necesariamente. Sobre el caso Watergate, no es exacto afirmar que hubo ingobernabilidad en sentido negativo estricto. De hecho, la investigación periodística, su publicación y el escándalo subsiguiente, fabricaron e inyectaron al sistema político estadunidense una vacuna a favor de la gobernabilidad democrática, cuyos beneficios internos se experimentaron por mucho tiempo.3
Por otra parte, dentro de un marco autoritario, los medios sí podrían contribuir a la ingobernabilidad siempre y cuando estuviesen dispuestos y preparados para hacerlo. Y ello no sería del todo malo, porque la gobernabilidad es autoritaria, y porque estarían conectados, al menos temáticamente, con sectores sociales justificadamente descontentos. La clave estaría en poder alimentar transparentemente un movimiento sociopolítico sin connotaciones clientelares, que lleve a cabo o imponga a los gobernantes una sustitución democrática de la gobernabilidad, lo cual no es sencillo.
En suma: el periodismo sí guarda relación con la rendición de cuentas y la gobernabilidad, pues puede ser agente de la primera y factor de la segunda; y así, conformar un triángulo democrático: periodismo, rendición de cuentas y gobernabilidad no autoritaria.
¿Por qué no luchar para que tal triángulo se coloque sin ambages como un presupuesto principal del marco teórico de los medios mexicanos? No cabe duda que ese marco debe ser actualizado y rearticulado explícitamente en clave democrática, especialmente en el conjunto de las entidades federativas.
NOTAS
1) Arturo Rueda, “Tiempos de Nigronante”, en el diario Cambio, 28 de marzo de 2007.
2) Esto es: procesos y sanciones de tipo administrativo o judicial que van de un poder público a otro. Sobre el tema general de la rendición de cuentas, así como sobre su relación con el acceso a la información pública y los efectos de la misma, puede verse mi ensayo “Rendición de cuentas”, publicado en la revista Etcétera, en su edición de noviembre de 2006.
3) Véase, por ejemplo, la legislación resultante en cuanto a derecho a la información y protección de los whistleblowers.
Esta artículo debe de citarse de la siguiente forma
López Rubí Calderón, José Ramón, «Triángulo democrático», en
Revista Mexicana de Comunicación, Num 108, México, diciembre 2007/ enero, 2008, pág 40.