Equi…¿qué?
La política en tacones
Pilar Ramírez
Un año más que se nos va con avances lentos en el terreno de la equidad. Hace poco un amigo me cuestionaba, dado que me ocupo de temas de género, si acaso yo no creo que hay «brujas», es decir, mujeres que no necesitan que las defiendan, sino que van por la vida abusando de hombres y de mujeres, y muchas veces abusando de su condición de mujer. Claro que sí las hay, pero el debate por la equidad existe debido a que son las mujeres, como grupo social, las más desprotegidas y sobre las que recae la mayor cantidad de abusos.
Un verdadero trabajo por la equidad debe apuntar primero a eliminar la desigualdad que padecen las mujeres, para acondicionar un terreno fértil en el cual fructifique la igualdad de género. Existe una buena cantidad de prácticas sociales que a veces pasan desapercibidas y que alimentan cotidianamente la inequidad social.
En este espacio periodístico comentamos, por lo novedoso, el hecho de que un hombre recibiera en el Distrito Federal, por primera vez, incapacidad por maternidad, prestación destinada de manera exclusiva a las mujeres, con lo cual se reafirma social y legalmente la asignación del cuidado de los hijos a las madres.
El pasado mes de septiembre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, declaró inconstitucional el artículo 130 de la Ley del Instituto Mexicano del Seguro Social, según el cual un hombre podía recibir la pensión por viudez siempre y cuando acreditara que dependía económica de la mujer. Además de ello, ordenó el pago de la pensión a un hombre que interpuso una demanda por considerar que el citado artículo propiciaba un trato discriminatorio.
Otras prácticas cotidianas y por ello más difíciles de erradicar se relacionan con los papeles que desempeñan hombres y mujeres y que tienden a alimentar roles inequitativos. Los cuidados de la casa y la preparación de alimentos siguen siendo «cosa de mujeres». Contribuye a ello no sólo el muy señalado papel de la publicidad con su aplastante capacidad para machacar estereotipos. Las propias mujeres defienden ese terreno como suyo; muchas madres, esposas, hermanas e hijas son responsables de que haya hombres a los que se les quema el agua. Por otra parte, no se trata sólo de que sean poco habilidosos para pegar botones o saber separar la ropa para lavarla sino de que consideren humillantes esas tareas porque son, como dije, «cosa de mujeres». El debate del tema en los medios, el trabajo institucional de los organismos de apoyo a la mujeres y la instauración del 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico están ayudando a disminuir la brecha de la participación en estas tareas entre hombres y mujeres, pero todavía falta mucho para que la distribución sea realmente equitativa.
La vida urbana también propicia la asignación de roles: en muchos lugares públicos, los sanitarios equipados con cambiadores para bebé son los de las mujeres, de modo que aunque haya hombres que se ocupen del cambio de pañales la infraestructura urbana obliga a la madre a hacerse cargo de tales tareas.
En los restaurantes, los meseros y meseras tienen por costumbre entregar la cuenta a los hombres. En algunos de esos sitios, sobre todo los de las grandes cadenas restauranteras se usa una fórmula más neutra: el mesero deja la nota en medio de la mesa, con lo cual neutraliza su intervención sobre quién debe pagar la cuenta. Este asunto que parece nimio es un indicador social del papel preponderante de los hombres como proveedores, aunque ya una cantidad importante de familias tengan como cabeza a una mujer.
En las escuelas, los maestros, pero especialmente las maestras convocan a las juntas de padres de familia a las madres; cierto que lo común es la situación de madres dedicadas de tiempo completo a los hijos, pero un lenguaje adaptado a las diversas situaciones familiares y laborales no estaría mal para incluir más a los padres en la supervisión del desarrollo escolar de los hijos y para abonar el terreno de la equidad. Otro hecho común en las escuelas son los festivales interminables para las madres, mientras que para los padres hay festejos fast track en atención a sus apretadas agendas. ¿Y las madres trabajadoras?
Un buen paso para festejar equitativamente las fiestas de fin de año es que los preparativos de las celebraciones se distribuyan justamente, para evitar la escena habitual de mujeres agotadas que desean dormir en lugar de participar de la fiesta por haber pasado todo el día cocinando, mientras los señores felices y celebradores contribuyen con la preparación de las bebidas. Festejemos cantando «diciembre me gustó pa’ que te vayas…entrenando en la cocina; que sea tu cruel adiós a la desigualdad… mi Navidad».
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«La política en tacones» tendrá un merecidísimo receso por las fiestas decembrinas y estará de vuelta el próximo 8 de enero. Felices fiestas.
Periodista y colaboradora de la RMC
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «Equi…¿qué?», en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 114, México, diciembre. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta: 18 de diciembre de 2008.