Manolos y Maripilis
La política en tacones
- La campaña «No seas Manolo, no seas Maripili» promueve relaciones equitativas hombre-mujer para superar estereotipos de género en Cataluña.
- «Mientras en España se intenta erradicar a los Manolos y las Maripilis, aquí, sus equivalentes en la cultura popular que podrían ser las “Marías” y los “Juanes”, crecen cobijados por un entramado de cegueras y complicidades que alimenta la cuenta progresiva de los asesinatos», dice Pilar Ramírez.
Por Pilar Ramírez
Recientemente arrancaron, en la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña, unas jornadas llamadas “No seas Manolo, no seas Maripili”, orientadas a trabajar nuevos modelos de identidad masculina y femenina entre los jóvenes. El nombre de las jornadas alude a la denominación popular de los Manolos como los hombres con las características habituales de los “machos”, mientras que Maripilis son las mujeres que encajan con un modelo femenino sumiso y de limitadas decisiones personales propias (con este apelativo que me dieron mis santos padres, me alegra no vivir en Cataluña).
El proyecto destinado a trabajar en contra de los estereotipos que colocan en desventaja social y personal a las mujeres ya se ha probado anteriormente en doce escuelas de Barcelona y se sumarán a ella, cien instituciones educativas más; los fondos para llevarlo a cabo han sido otorgados por el banco La Caixa, que cuenta con un programa denominado Obra Social. Los recursos se distribuyen entre escuelas públicas y particulares elegidas por las autoridades educativas de Cataluña.
Los profesores que se suman a las jornadas tienen la tarea de identificar comportamientos que forman parte del modelo de sumisión de las mujeres para trabajar con ellas nuevos modelos de liderazgo femenino. Entre otras cosas, los impulsores del proyecto señalan que “la sociedad no ha encontrado mejor forma de someter a la mujer y evitar que desarrolle sus potencialidades que el canon de la estética”, lo cual reconfirman varios docentes al aseverar que “cada vez las chicas se someten más a la presión de la imagen, vienen a clase como si fueran a la discoteca”.
Recuérdese que en España ha sido recurrente el asesinato de mujeres y los agresores más frecuentes han sido las parejas o ex parejas. Alrededor de 90 muertes por año se han registrado por esta causa, por lo cual “No seas Manolo, no seas Maripili” es una estrategia para enfrentar los feminicidios que derivan de parejas que en realidad no lo son, sino que funcionan a partir de estereotipos de superioridad masculina, incluso entre mujeres con formación universitaria y que, según las cifras de asesinatos, están terminando muy mal.
En México, las cifras de asesinatos de mujeres varía según la fuente, pero aún las más conservadoras calculan al menos cien muertes al mes en el país, aunque existen zonas donde este delito es más acusado como Chihuahua o el Estado de México. A diferencia de lo que sucede en España, y a pesar de que aquí el número promedio de muertes por mes es equivalente al de un año en el país europeo, existe una gran resistencia de las autoridades para llamar feminicidios a los asesinatos de mujeres. No se trata sólo de un cambio de denominación, sino de distintos conceptos. Los feminicidios están más cerca de los crímenes de odio, como los que se registran por razones de raza, de preferencia sexual o religiosa, que sería el caso de México, pues la mayoría de ellos se cometen después de haber violado y/o torturado a la víctima. También un número importante de las agresiones las sufren niñas. Mujeres y niñas sufren esas muertes violentas por ser mujeres, porque sus atacantes se consideran superiores.
El problema es de tal magnitud que la ONU solicitó recientemente a México una política de Estado para tipificar el asesinato de mujeres como un delito particularmente grave y condenable. Hasta el momento, la mayoría de las autoridades han desoído la petición. La protección a las mujeres, en general, existe más a nivel discursivo que en los hechos. Las acciones preventivas como luchar contra los estereotipos son prácticamente nulas. En los medios de comunicación no existe regulación alguna para señalar las conductas que los programas televisivos y la publicidad refuerzan sin tomar en cuenta el enorme problema social en el que se han convertido los feminicidios, que no son sino la expresión más extrema de una supuesta superioridad agresiva que no se combate.
Madres y padres de familia continúan comprando alegremente a sus pequeños carritos y pistolas, mientras que a las niñas se las entrena desde muy temprano para ser dulces, “suaves, como el amor de mamá”, como dice el lema de un comercial, cuando el amor nos debería de hacer fuertes y seguros, responsables. Los productos mediáticos, los hábitos familiares y la sociedad en su conjunto refuerzan las características que tradicionalmente se atribuyen a hombres y mujeres. Pobres de aquellos o aquellas que desafían esos atributos, no se salvan del escarnio popular, bien escondido en burletas aparentemente inocentes o inofensivas: serán “mariquitas” o “marimachas”, “cuentachiles” o “castradoras”, “mandilones” o “mandonas”, “afeminados” u “hombrunas” y de ahí p’al real, subiendo de tono.
¿Detener el feminicidio? ¿Cómo?, si las autoridades judiciales ni siquiera consideran la existencia del término; ¿Recursos para promover la igualdad entre géneros en México? ¿Cuándo?, si algunas diputadas y organizaciones ciudadanas no logran convencer al Senado de que se apruebe la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria que garantiza la aplicación de recursos con perspectiva de género; ¿Programas para combatir los estereotipos? ¿Para qué?, si el mismísimo secretario de Educación, Alonso Lujambio elogia el valor educativo de las telenovelas. Así, mientras en España se intenta erradicar a los Manolos y las Maripilis, aquí, sus equivalentes en la cultura popular que podrían ser las “Marías” y los “Juanes”, crecen cobijados por un entramado de cegueras y complicidades que alimenta la cuenta progresiva de los asesinatos.
ramirez.pilar@gmail.com
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