Periodistas en paro
Mirador Europeo
- La crisis económica de España ha penetrado en todos los sectores y dentro de ellos en el de los medios de comunicación tanto de manera directa como indirecta.
- Los periodistas tienen que sufrirlo como otro ciudadano cualquiera y además hay que añadir las vicisitudes particulares de su profesión.
- «Sólo cabe la experimentación, el ensayo de nuevas formas, la invención de otros modos de ejercer la profesión y, en suma, la creación de otro periodismo», dice Cebrián.
Por Mariano Cebrian Herreros
Publicado originalmente en RMC #133 – Telecomunicaciones y redes sociales
La crisis económica y los cambios técnico-comunicativos están transformando el ecosistema mediático de España y de bastantes países europeos. Me referiré fundamentalmente al caso español. La profundidad y amplitud de la hecatombe económica de los cinco últimos años ha penetrado en todos los sectores y dentro de ellos en el de los medios de comunicación tanto de manera directa como indirecta. Se cierran medios escritos, emisoras de radio y canales de televisión. A su vez, los que quedan con vida reducen sus plantillas de profesionales con expulsiones, en algunos casos, traumáticas y, en los más, con graves deterioros personales y familiares, o rebajan los sueldos y amplían los horarios y la carga de trabajo. Por su parte, los gobiernos incrementan los impuestos, obligan a pagar total o parcialmente servicios que antes eran gratuitos o sólo los eliminan.
Es un panorama de ataque directo a la sociedad del bienestar en general y que los periodistas tienen que sufrirlo como otro ciudadano cualquiera. A ello hay que añadir las vicisitudes particulares de su profesión. Durante el último lustro más de una cuarta parte de los profesionales se han quedado en el paro y sin expectativa alguna de recuperar el empleo ni en el medio en el que trabajó ni en ningún otro ya que todas las empresas actúan de manera similar. Con frecuencia se ofrecen cifras concretas del número de parados. Incluso se han creado observatorios que van siguiendo permanentemente el crecimiento del paro de periodistas o de comunicadores en general, pero los despidos, prejubilaciones y reajustes de empresas son tan acelerados que los datos de ayer ya no sirven para obtener una fotografía de hoy y los de hoy no valdrán mañana. Es preferible considerar la cuestión de manera global puesto que es donde se halla la relevancia del problema más allá de las variaciones de unos cientos o de miles de profesionales que se van a la calle en un plazo determinado. Se han quedado sin trabajo, y los que se mantienen en sus puestos se encuentran en una situación de total incertidumbre y de miedo pensando en el día, más pronto que tarde, que probablemente les tocará también a ellos.
El deterioro profesional sacude la situación económica y vital de cada uno. Son bastantes ya los periodistas que rozan el nivel de pobreza, lo mismo que está sucediendo con los profesionales cualificados de otros campos. La inmensa mayoría de los jóvenes egresados de las universidades no han llegado, después de varios años, a obtener ni siquiera un puesto de trabajo como periodistas y tienen que dedicarse a cualquier otro menester si lo encuentran. Con el transcurso de los años en paro se va perdiendo actualización de conocimientos y habilidades tanto de contenidos como de técnicas y estrategias. Y, sobre todo, se va produciendo un hundimiento psicológico y familiar que lleva en bastantes casos a profundas depresiones.
Las innovaciones técnico-comunicativas han incorporado otros medios, otras formas de comunicación y otros servicios. Se pensó inicialmente que esto podría suponer un trasvase de profesionales de los medios tradicionales a los nuevos o que éstos dieran origen a unas necesidades laborales que permitirían absorber a muchos más profesionales, en especial a los jóvenes que por su mentalidad emprendedora vendrían mejor preparados para el manejo de las nuevas herramientas, otros diseños periodísticos y la innovación de otras modalidades informativas. Pero la realidad está demostrando lo contrario. Lejos de esta evolución, lo que se ha producido ha sido una mayor dispersión y una más amplia zona de desastres.
Los medios nacidos de Internet no acaban de conseguir unos modelos de negocio que permitan encontrar otras fuentes de ingreso suficientes para compensar las pérdidas de los medios tradicionales. Los nuevos medios aportan otras potencialidades de difusión y venta de información, pero los usuarios no lo ven así. Se niegan a pagar por la misma información que pueden recibir gratuitamente en otros medios. Los intentos de obligar a pagar por la entrada en los cibermedios han sido un fracaso. Incluso aquellos que han dejado gran parte de la información abierta al acceso gratuito de los usuarios y otra parte de pago por los análisis y comentarios de personalidades reconocidas profesional o intelectualmente, tampoco consiguen que la gente pague por seguirlos.
La caída de la actividad económica ha reducido la publicidad y con ella la gran fuente de financiación histórica de los medios de comunicación. Han nacido muchos más medios y se ha reducido la lista de la publicidad, lo cual lleva a que los repartos sean cada vez mucho más inferiores y a que los anunciantes vayan modificando sus estrategias de presencia según la modificación de posibles impactos. Los medios tradicionales han perdido bastante publicidad en aras de los cibermedios, pero a éstos tampoco les llega de manera suficiente como para obtener beneficios.
Se produce, además, otro fenómeno de gran envergadura. Los ciudadanos se convierten cada vez más en informadores y, sobre todo, en comentaristas y preguntadores. Han desarrollado el periodismo ciudadano. Muchos políticos, empresarios y periodistas han tenido que introducirse en los blogs y redes sociales para mantener una conversación fluida con la sociedad civil. Cada vez existen más jóvenes que emplean como única información estos nuevos sistemas de redes, muy alejados de los medios tradicionales de comunicación e incluso de los medios innovadores de Internet. En lugar de leer un periódico en papel o digital, escuchar una emisora o ver la televisión, prefieren intercambiarse y comentar las informaciones con sus amigos o grupos dentro de las redes sociales.
Como salida de la crisis profesional se propone la preparación para el futuro mediante la actualización continua. Pero los plazos se van extendiendo. Se lleva ya bastantes años en esa tesitura. Quienes se reciclaron durante los primeros años ya han vuelto a quedarse obsoletos y los que lo están efectuando en estos momentos no tienen ningún horizonte claro sobre cuándo empezarán a desarrollar su actualización. Y el mayor problema es que todavía no se vislumbra ninguna luz que permita suscitar una esperanza y establecer unas estrategias hasta cumplir los plazos previstos. Es más: la situación se va depauperando tanto de mes en mes que la acumulación de profesionales parados y la llegada de tantos jóvenes salidos de las facultades de comunicación multiplica el número de los que esperan un trabajo, lo cual llevará en su día a una competitividad que no podrán superar la mayoría de ellos.
Incluso se ha emprendido un camino perverso. Los medios de comunicación dan entrada como becarios a jóvenes universitarios para que adquieran experiencia, pero la verdad es que son utilizados como sustitutos de profesionales. Cuando terminan las prácticas son reemplazados por otros becarios y, así, sucesivamente, lo cual conduce a que no haya necesidad de contratar a profesionales que se mantengan por más tiempo en la redacción. Es echarse la soga al cuello. El estudiante ve satisfechas sus aspiraciones de adquisición de experiencia, pero inmediatamente comprueba que al repetirse la operación con los siguientes, él mismo se cierra las puertas de ingreso como profesional.
Está produciéndose una brecha entre el periodista y los directivos profesionales de los medios. Los directivos profesionales mantienen o aumentan sus sueldos mientras que rebajan los de los profesionales o les arrojan al paro por imperativo de los directivos y ejecutivos de las empresas mediáticas. Ello produce un enfrentamiento muy crispado y una división en los equipos de redacción. Las protestas, manifestaciones y huelgas aparecen por doquier en cualquier medio. En el sector periodístico ya no se trata de una lucha entre patrones y trabajadores, sino entre los propios profesionales: periodistas directivos y periodistas profesionales, todos dirigidos económicamente por los gestores empresariales.
En este sentido, es importante resaltar cómo en España, debido a las tensiones entre los partidos políticos, especialmente entre los dos mayoritarios, se ha producido un fenómeno de radicalización periodística de los medios y con él el de los analistas y prescriptores de los mismos. Por ende, el usuario cada vez que entra en la línea editorial del medio o en el pensamiento de sus colaboradores, percibe una excesiva aproximación a los planteamientos del partido afín. Ya sabe por adelantado cuál va a ser la opinión que va expresar el comentarista: la prolongación de lo que dice el partido correspondiente. Se ha perdido el análisis complejo y la opinión argumentada y diversificada por principios propios del pensador. Su reiterada y excesiva presencia en las columnas de los medios impresos, en las tertulias radiofónicas y en los debates televisivos no les deja tiempo para la reflexión y el análisis contextualizado y profundo de los hechos. Todo se queda en una exposición de impresiones inmediatas y de intervenciones ligeras en unos y otros medios en los que colabora.
La nueva situación obliga a una reflexión de los profesionales. ¿Se trata sólo de transformaciones profesionales o está emergiendo otro universo en el que los papeles entre informadores e informados están modificándose? ¿Los medios son los únicos garantes de la fiabilidad informativa o tienen que preservar un conjunto de intereses empresariales propios y de determinados sectores financieros, ideológicos y políticos que no les permite ejercer sus funciones con suficiente libertad e independencia?
Las incertidumbres han alcanzado tal nivel que en la actualidad sólo aparecen algunas propuestas meramente especulativas de salida. No hay posibilidad de proyección de datos sobre el futuro a partir del presente, ni tampoco situaciones anteriores de crisis tan profunda que permitan agarrarse a las soluciones que se dieron en otros momentos. Sólo cabe la experimentación, el ensayo de nuevas formas, la invención de otros modos de ejercer la profesión y, en suma, la creación de otro periodismo. Pero esto, para dejar de conjeturar, habrá que observarlo, por lo menos, pasado un lustro con el fin de tener una aproximación real al rumbo que hayan tomado los medios y la repercusión sobre el trabajo profesional de los periodistas.
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Lamentablemente este tipo de situacion en la que el mundo laboral de un comunicologo tanto de egresados como actualmente estudiantes , tienen que esforzarse en un grado en el que todos se ahogan…. el numero de egresados no solo en comunicacion si no en varias licenciaturas a aumentado de forma impresionante, sin embargo a pesar de ser tantos muy pocos, si no es que casi nadie esta realmente preparado, sumandole a esto la inconsiderable forma de los gobiernos de cuidar su bolsillo a costa de los demas, es indignante que las «autoridades» sean tan escasas de valores, incluso conocimientos y preparacion…..