La mujer mazateca que dio a luz en un jardín

  • El género es tam­bién otra ver­tiente que explica esta lamen­ta­ble reali­dad.
  • El caso de la señora Irma me remite inevitablemente a Las venas abiertas de América Latina.
  • ¿De verdad les interesa esta realidad a los medios de comunicación?

 

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Por: Christian Rea Tizcareño

Periodista. Licenciado en Comunicación (UNAM). 

Publicado en el sitio de la Agencia Notiese / http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=7045

 

Mujer mazateca que dio a luz en un jardín”. Palabras más, palabras menos, esta fue la frase impersonal que empleó la prensa en Internet para describir una rentable y “viral” fotografía que circuló en redes sociales.

Tal y como sucedió semanas antes con el fugaz y famoso video del “Niño tzotzil humillado en Tabasco”, ni el nombre de la persona, ni las brutales estadísticas en torno a la maternidad en la pobreza, ni los derechos humanos de los pueblos indígenas, ni el artículo 4 de la Constitución (referente al acceso a la salud de los mexicanos sin exclusión) figuraron en el discurso mediático. La receta era simplemente vender morbo y funcionó: la noticia se colocó entre los temas más vistos en Internet.

Y no es que los medios de comunicación deban ser “buenos samaritanos” o agencias de defensa de derechos humanos. Tampoco niego el legítimo fin de lucro que tienen estas empresas. Sin embargo, considero que la actividad periodística sí tiene la responsabilidad social de investigar todos los ángulos posibles de estos hechos de interés colectivo, para presentarlos al público de manera equilibrada, es decir, ubicados en un contexto determinado y desarrollados como un diálogo o debate entre todas las partes involucradas en el problema.

La indígena Irma López Aurelio, protagonista de estas narraciones mediáticas, forma parte de una población que en México representa más de 16 millones de personas, y que de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), vive en los municipios con “mayor incidencia de la pobreza por ingresos y mayores índices de rezago social”, en un país con más de 53 millones de pobres.

El caso de la señora Irma me remite inevitablemente a Las venas abiertas de América Latina, donde el escritor Eduardo Galeano nos recuerda que “un virrey de México consideraba que no había mejor remedio que el trabajo en las minas para curar la ‘maldad natural’ de los indígenas. Juan Ginés de Sepúlveda, el humanista, sostenía que los indios merecían el trato que recibían porque sus pecados e idolatrías constituían una ofensa contra Dios. El conde de Buffon afirmaba que no se registraba en los indios, animales frígidos y débiles, ‘ninguna actividad del alma’”.

En México hay miles de Irmas López Aurelio sin foto. Organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas a la defensa de los derechos sexuales y reproductivos alertan sobre las violaciones que sufren todos los días las mujeres más pobres del país, sin que el tema merezca un seguimiento puntual por parte de los medios de comunicación.

Tan sólo el pasado 10 de octubre, el Observatorio de Mortalidad Materna en México y otras ONG estatales enviaron un comunicado para manifestar su indignación por la muerte de la indígena tzotzil Susana Hernández, tras ser víctima de una negligencia médica en el Hospital de la Mujer del Instituto de Salud en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

Y no es necesario ir a la sierra, a la montaña o al municipio indígena más alejado de la urbe para constatar las reiteradas vejaciones al ejercicio de los derechos reproductivos por parte del Estado mexicano.

Organizaciones civiles como El Caracol han acompañado y denunciado múltiples casos de mujeres embarazadas en situación de calle en la capital del país, a quienes se les niega atención médica con el pretexto de que están sucias, drogadas o carecen de una identidad legal.

La Organización Mundial de la Salud advierte que al día fallecen cerca de 800 mujeres por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto; 99 por ciento de estos decesos ocurre en los llamados “países en desarrollo”; este tipo de defunciones son más frecuentes en el campo y en las comunidades más pobres; además, quienes corren mayores riesgos mortales son, sin duda, las más jóvenes.

¿De verdad les interesa esta realidad a los medios de comunicación? Además de las imágenes y encabezados morbosos, ¿dónde están las cifras de mortalidad materna, embarazo adolescente, aborto, pobreza y exclusión social? Desgraciadamente esto ocurre en la República de la Indiferencia, donde más de tres cuartas partes de la población refiere que los derechos de las personas o grupos indígenas se respetan poco o nada, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México levantada en 2010.

El género es también otra vertiente que explica esta lamentable realidad. Hace más de una década, Comunicación e Información de la Mujer mostró los resultados de una investigación en medios impresos, donde alertaba que solamente 16 por ciento del protagonismo en las notas periodísticas es femenino, cifra que contrastaba totalmente con la población femenina nacional, es decir, 52 por ciento.

Tras el “éxito mediático” de Irma, ya sea por “moda” o por una auténtica indignación, el añejo y soslayado tema de la mujer, indígena y pobre que pare en condiciones infrahumanas se colocó en la agenda informativa y política, no en el marco de una efeméride como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, sí en una coyuntura morbosa; sin embargo, habría que aprovechar para pugnar porque los derechos sexuales y reproductivos sean tema permanente, espejo en una sociedad profundamente desigual como la mexicana.

 

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