Una encuesta sobre las encuestas
- Explorando la percepción sobre los estudios de opinión
- 21% de los encuestados dijo que las encuestadoras son “poco profesionales y tendenciosas”; un porcentaje casi idéntico dijo que son profesionales y sus estudios son dignos de credibilidad.
- «La demonización de las encuestas es un asunto propio de los sectores más tradicionales de la clase política, los cuales aún añoran las movilizaciones corporativas y la difusión del pensamiento único», aseguran los autores.
La investigación de opinión pública en México ya ha echado raíces. Poco a poco comienza a ser aceptada como un elemento más de comunicación política, y no solamente de propaganda. Para analizar la opinión pública sobre las encuestas de opinión, se realizó una encuesta a finales de 2011 en el DF. Se puede concluir que la demonización de las encuestas es un asunto propio de los sectores más tradicionales de la clase política, los cuales aún añoran las movilizaciones corporativas y la difusión del pensamiento único. El estudio también pone de manifiesto el efecto de las descalificaciones y las recurrentes polémicas que sobre el tema sostienen analistas políticos, líderes de partidos, candidatos y las propias casas encuestadoras.
Por Uriel Caballero González* / Carlos Priego Vargas**
Publicado originalmente en RMC #130
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Ya han transcurrido más de 80 años desde que George Gallup y Elmo Roper comenzaron a realizar estudios pioneros para medir la opinión política de los ciudadanos norteamericanos. La innovación de estos pioneros consistió en utilizar los métodos cuantitativos desarrollados desde la psicología, los estudios de mercado y la investigación educativa, para intentar predecir los resultados de la contienda presidencial de 1936. Con el tiempo, los estudios demoscópicos pasaron a formar parte de la normalidad en cualquier régimen democrático.
En México, los estudios de opinión se desarrollaron de manera tardía al resto de las naciones democráticas. Durante décadas, el que el régimen del partido hegemónico fue lo suficientemente poderoso como para inhibir su aplicación. Y cuando se hacían estudios, la mayoría de las veces los resultados no eran publicados, analizados, y menos discutidos en los medios de comunicación por los analistas políticos.
Por esa razón, las encuestas y sondeos adquirieron relevancia una vez que la competencia política se hizo más intensa y democrática a partir de los años noventa del siglo pasado. Más que una moda, éstas se convirtieron, junto con los debates electorales entre candidatos, en una de las características de los nuevos tiempos políticos. Pero es precisamente su novedad la que ha propiciado la incomprensión y rechazo por parte de los políticos de viejo cuño, acostumbrados a ganar elecciones de espalda a la ciudadanía. Pero dicha incomprensión no compete solamente a los políticos. Ya sea por la novedad de los mismo o por la falta del conocimiento de la metodología de la encuestas, el público en general es renuente a cooperar a la hora de levantar la información, y además de que suele interpretar la información publicada como interesada o parcial. Este ambiente de sospecha, además, es alentado por los propios agentes políticos si éstos no se consideran beneficiados de los resultados.
Así las cosas, las encuestas y sondeos de opinión se han convertido en una fuerte importante de información política. Se utilizan intensamente para analizar, comparar, polemizar; también se usan como argumento de apoyo para una campaña, o como una cortina de humo para confundir a la ciudadanía. No es de extrañar que durante las temporadas electorales estallen auténticas guerras de cifras en las que los partidos y candidatos presentan resultados contradictorios entre sí. Lo paradójico de dichas escaramuzas electorales es que, al final del día, las casas encuestadoras y la propia metodología cuantitativa terminan siendo señaladas como los villanos por unos y otros.
En vista de la polémica que envuelve a las encuestas en nuestra transición democrática, hemos considerado interesante explorar las percepciones sobre las mismas entre el publico en general. Para lograr lo anterior, a finales de 2011 se levantaron 260 encuestas a personas mayores de 18 años y residentes en el área metropolitana de la ciudad de México.
Ventajas y desventajas de los estudios
A pesar de las constantes descalificaciones por parte de los actores políticos, los ciudadanos tienen claridad sobre la cualidad exploratoria de las encuestas de opinión. Al preguntárseles “¿Cuáles son las ventajas de estudiar a la opinión pública mediante encuestas y sondeos?”, el 21.9% de los entrevistados afirmó que la mayor ventaja de este tipo de estudios es el “registro de la opinión pública”. La respuesta anterior es complementada con otro 16.9% cuya opinión es que los sondeos sirven para “conocer mejor a la sociedad”.
La información proporcionada por los estudios demoscópicos es percibida como un parte de un proceso comunicativo, y más concretamente como retroalimentación, por parte del público hacia a los políticos, comerciantes y productores, al menos así opinó otro 16.5% de la muestra. La noción anterior es reforzada por otro 10% que consideró que una fortaleza de las encuestas es la facilidad para obtener información de manera rápida y directa.
Otras ventajas enumeradas por los entrevistados fueron: “el acercamiento a la realidad social” (8.5%), “la obtención de mayor información” por parte de los tomadores de decisiones (7.3%) o la capacidad para “identificar la opinión mayoritaria de los ciudadanos” (3.8%). No deja de llamar la atención que el 5.8% de la muestra aprecie como ventaja la “base científica” sobre la que se sustenta la investigación de la opinión pública.
Las contantes descalificaciones sobre los resultados de encuestas, que van desde acusaciones de corrupción hasta el uso de coloquialismos (como el decir que son cuchareadas) sin duda han hecho mella en el estado de ánimo del público. Al preguntar sobre las desventajas de este tipo de estudios, 20.8% de entrevistados expresaron que “presentan resultados sesgados”, sin tener claro si la culpa del problema recae en quien lo solicita, el diseño del proyecto o la composición de la muestra. Las suspicacias sobre los resultado de las encuestas expresadas en la respuesta anterior fueron reforzadas por otro 20.4% que consideraron que los resultados las “son manipulados” por las personas o agencias que los realizan.
La suma de los resultados de aquellos que apoyan los argumentos de la manipulación del estudio y la presentación de resultados sesgados es de 41.2%, al que debería agregarse otro 5% que afirmó, sin especificar el motivo, que los resultados de las encuestas de opinión nunca son confiables.
La manipulación de resultados no solamente es achacada a las casas encuestadoras o por aquellos que encargaron el estudio, un elevado 18.5% de los informantes afirmaron que las personas encuestadas suelen dar respuestas interesadas, sesgadas o de plano falsas, para beneficiar a un producto, servicio o político.
Entre otras desventajas también se mencionaron problemas metodológicos como las generalizaciones (6.5%), los problemas muestrales (2.7%), la dificultad para aplicar los cuestionarios (2.7%). Algunos comentaron (1.2%) la desventaja irrefutable de que “cada persona tienen una opinión diferente” la cual no puede ser cuantificable. Una última desventaja digna de mencionar, apoyada por el 5%, es la noción que los resultados de las encuestas son presentados o interpretados de manera incorrecta, con la finalidad de beneficiar al cliente que haya solicitado el estudio.
A la pregunta sobre la utilidad de las encuestas, el 30.8% dijo que éstas se usan para “afinar las plataformas políticas de los partidos y candidatos”. El dato anterior es revelador, pues muestra la identificación mental que hace el público entre las encuestas con los procesos electorales, a pesar de que éstas son ampliamente utilizadas para evaluar bienes de consumo y servicios.
Los resultados también pusieron en relieve la utilidad de la técnica para identificar problemas e inquietudes sociales. El 25.8% de los entrevistados afirmó que las encuestas son útiles para identificar problemas, ya sean de índole social o político. Un poco más atrás, el 19.6% expuso que las encuestas sirven para “saber que piensa la gente”. Por otra parte, pequeño sector de los entrevistados (8.8%) opinó que las encuestas resultan útiles para crear la sensación de cercanía entre los el gobierno y la sociedad.
Participación en los estudios
A pesar de los inconvenientes percibidos por los entrevistados, una importante mayoría del 69.2% manifestó su disposición a cooperar en la aplicación de estudios de opinión pública. En contraste, 29.6 que dijo que no participaría, y 1.2% que no contestó a la pregunta.
Aquellos que manifestaron su disposición a participar tienen claros sus argumentos y motivaciones. El 27% consideró que estos estudios tienen utilidad social y por lo tanto es relevante participar en ellos. Otro sector de los entrevistados consideró que las encuestas abren canales de comunicación entre los órganos de poder y la ciudadanía. Así, 16.9% dijo que los estudios de opinión son un vehículo para manifestar su sentir a los políticos; y no solo eso, sino que existe la percepción de que éstos son “tomadas en cuenta” (11.2%). Mientras que el 1.2% dijo que los sondeos permiten “tener contacto con los políticos”.
Por otra parte, algunos sectores minoritarios dieron curiosas explicaciones para justificarse; por ejemplo, 3.1% afirmó que lo hacen para apoyar a los encuestadores “que son pagados por el trabajo que entregan”, y 1.2% dijo que colaboran por no tener nada más que hacer en ese momento. Finalmente, un elevado 12.7% expresó su disponibilidad para participar, pero no pudieron o no quisieron explicar sus motivaciones.
La falta de argumentos, sin embargo, fue mucho más marcada entre las personas que no desean participar en los estudios. El 81.8% no supo decir algo o no contestó la pregunta. Entre los pocos que elaboraron una respuesta encontramos los que: a) dijeron que los cuestionarios son “muy largos y que les quitan el tiempo” (6.5%); b) aquellos que tienen desconfianza (5.2%), pero sin aclarar si ésta es hacia el tipo de estudio, la casa encuestadora o el encuestador en sí. Otro 3.9% afirmó que no participa porque considera que el ejercicio es inútil pues los resultados no son tomados en consideración. Solamente el 2.6% de los que no contentan encuestas dijo francamente que “no le interesa ese tipo de ejercicios”.
Opinión sobre las casas encuestadoras
Las casas encuestadoras suelen ser el blanco de las críticas y descalificaciones por lo que no se sienten beneficiados por los resultados de los estudios. Sin embargo, los acusadores rara vez han sido capaces de presentar pruebas de parcialidad o falta de profesionalismo. Debido a que las críticas a las encuestadores son ventiladas en los medios de comunicación, es de suponer que éstas han calado en el ánimo del público. Por esa razón, en el estudio se preguntó a los informantes su opinión sobre las empresas que realizan estudios de opinión pública en México.
Las tres respuestas más socorridas parecen estar relacionadas con las descalificaciones que recurrentemente lanzan políticos y funcionarios sobre las empresas encuestadoras. El 21.5% declaró que aquéllas son “poco profesionales y tendenciosas”. En contraste, un porcentaje casi idéntico (21.4%) dijo que las empresas de este ramo pueden ser considerada profesionales y sus estudios son dignos de credibilidad. Finalmente, la noción de que los resultados presentados por las encuestadoras son influidos por los partidos políticos o medios de comunicación que las encargaron, es apoyada por un 15.4%.
La idea de que algunas empresas incurren en conductas poco éticas, en contraste con otras que se caracterizan por su actitud profesional, fue apoyada por 11.2% de los entrevistados.
Por último, los resultados permitieron identificar a un segmento de participantes que no tienen una opinión definida sobre las casa encuestadoras, ya sea porque dijeron “no conocer a ninguna compañía” (9.6%); por no haber contestado la pregunta (5%), o por haber declarado que no tenían ninguna opinión en particular.
El debate público sobre las encuestas de opinión en los últimos años en México ha despertado el interés sobre los aspectos técnicos implícitos en este tipo de estudios. Tan generalizada es la creencia de que la manipulación de los resultados se hace en función de la opacidad de los datos técnicos, que el tema mereció se incluido en Código federal de instituciones y procedimientos electorales (COFIPE) del año 2008 (artículo 237, inciso 7).
Hoy se considera como normal ver publicada una ficha metodológica junto con el cuerpo de los resultados. Y en ella al menos se constata las fechas del levantamiento de la información, las características y tamaño de la muestra estudiada, el lugar o lugares de los levantamientos, así como los grados de confianza estadística de los resultados.
La discusión sobre la supuesta manipulación de las encuestas a través de la muestra parece no interesar al público en general. Al ser preguntados sobre el particular, un 69.2% declaró que no presta atención a los datos de la ficha metodológica, frente a un 30.8% que afirmó hacerlo. Aún más revelador es el dato de que el 31.2% de los que afirmaron que consultar los datos técnicos, no contestaron la pregunta de seguimiento, ya fuera por apatía o porque no sabían que argumentar.
El dato más consultado por los interesados en las fichas es el de la composición de la muestra (58.4%), ya sean el número de entrevistas, lugares de aplicación y niveles socioeconómicos de los participantes. Otro 9.1% dijo buscar el objetivo o propósito de la encuesta más que los datos técnicos. Por último, y en recuerdo de las polémica política sobre el tema, 1.3% dijo consultar la ficha con la finalidad de detectar sesgos o manipulaciones en la muestra.
Comentarios finales
Los resultados del estudio nos muestran que la investigación de opinión pública en México ya ha echado raíces. Poco a poco comienza a ser aceptada como un elemento más de comunicación política, y no solamente de propaganda. Una prueba de lo anterior es que las personas entrevistadas fueron conscientes de los usos, funciones y utilidad de las encuestas de opinión.
Estas conclusiones, por supuesto, solamente pueden ser extrapoladas al área metropolitana de la ciudad de México. Para tener una visión panorámica sobre el tema es necesario realizar más investigación entre la población del interior del país, así como estudios entre las diversas capas socioeconómicas. Otra línea de trabajo interesante a desarrollar a futuro, es la explorar la posible relación entre identificación partidista e ideológica con la percepción sobre los estudios de opinión; en especial si tomamos en consideración que las descalificaciones más virulentas provienen de ambos extremos del espectro ideológico.
Finalmente, podemos concluir que la demonización de las encuestas es un asunto propio de los sectores más tradicionales de la clase política, los cuales aún añoran las movilizaciones corporativas y la difusión del pensamiento único. Sin embargo, el estudio también pone en manifiesto el efecto de las descalificaciones y las recurrentes polémicas que sobre el tema sostienen analistas políticos, líderes de partidos, candidatos y las propias casas encuestadoras.
Es claro que el gremio de encuestadores tiene que hacer mucho más por educar a los ciudadanos sobre la utilidad de sus estudios, de tal manera que éstos se incorporen, como un elemento más, a los procesos de competencia política en el país. Esa podría ser su gran aportación a nuestra transición política.
*Profesor e investigador del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México.
**Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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