Desafíos del Periodismo de investigación
- «Si bien la gran mayoría de los medios tradicionales están en crisis, pese a ello debemos ser optimistas respecto del futuro del periodismo, aún mucho más con la aplicación, cada día, de nuevas tecnologías», dice Martínez Mendoza.
- Ponencia leída por el autor al recibir un reconocimiento de la UAM Cuajimalpa por sus 35 años de vida periodística.
Por José Martínez Mendoza
Para Jesús Blancornelas y Francisco Ortiz Franco y cien periodistas más que nunca podrán leerlo
Quisiera comenzar con una anécdota del autor de El sueño de los héroes, el creador de una vasta obra, el argentino Adolfo Bioy Casares, quien provenía de una familia rica, lo que le permitió dedicarse exclusivamente a escribir; un día un joven estudiante le preguntó: “Maestro, ¿cuánto tiempo podría llevar a un escritor o periodista a triunfar o tener éxito?”. Bioy Casares respondió: “Bueno, los primeros 40 años son difíciles”.
Desde mis inicios como reportero a mediados de los años setenta asumí el periodismo como una vocación y un compromiso: servir a mi país desde el periodismo. La fama, el éxito para mí son intrascendentes, por eso recuerdo las palabras de Gabriel García Márquez en su memorable discurso de la Quincuagésima Segunda Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa a la que tituló como “El mejor oficio del mundo”, y en la que el autor de Cien años de soledad inició así: “A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: ‘Los periodistas no son artistas’”.
El escritor británico Gilbert Keith Chesterton solía decir que el periodismo es el trabajo de los que se quedaron sin profesión, en pocas palabras: “aprendices de todo y oficiales de nada”. Con todos sus asegunes, el maravilloso escritor Gabriel García Márquez estableció que “el periodismo es el mejor oficio del mundo” y el polaco Ryszard Kapuscinski llegó a ser más contundente: “Los cínicos no sirven para este oficio”. Tampoco es fortuito que la Organización Internacional del Trabajo considere al periodismo como una de las profesiones más peligrosas del mundo. Basta señalar tan solo un ejemplo: la masacre de más de una veintena de periodistas que junto con treinta personas más fueron ejecutados en 2009 tras ser secuestrados por hombres armados en Filipinas. Hechos que tuvieron lugar en la provincia de Maguindanao, en la isla de Mindanao durante el recorrido de un candidato a gobernador. Se trata del grupo más numeroso de periodistas muertos en un solo incidente en todo el mundo. Muchas de las víctimas fueron decapitadas y mutiladas; algunas de las mujeres fueron violadas. Todo ello fue documentado por el Center for Media Freedom and Responsibility (Centro por la Libertad y Responsabilidad de los Medios, CMFR).
Por eso hoy quisiera decir que para mí la universidad de periodismo fue Manuel Buendía y, después de las aulas, la mejor universidad han sido mis padres y mis amigos: muchos de los que están aquí presentes y otros ausentes, como lo son decenas de periodistas, cuyo único delito fue testificar una realidad oprobiosa, víctimas que reflejan el peligro de la libertad de expresión misma.
Buendía sostenía que quienes creen haber llegado a la cumbre y piensan que se podrán instalar en ella un largo tiempo, son los que están exactamente en vísperas de comenzar su decadencia profesional. Las cumbres en el ejercicio periodístico, añadió, son tan agudas como la punta de una bayoneta. Por tanto es recomendable bajarse inmediatamente de ahí para continuar el áspero camino, pues ni siquiera en el último día de su vida, un verdadero periodista puede considerar que llegó a la cumbre de la sabiduría y la destreza. Decía Buendía: “imagino a uno de esos auténticos reporteros en pleno tránsito de esta vida a la otra y lamentándose así para sus adentros: `Hoy he descubierto algo importante, pero ¡lástima que ya no tenga tiempo para contarlo!´”.
Manuel Buendía como Jesús Blancornelas al igual que Miguel Angel Granados Chapa y el propio Julio Scherer se han erigido en modelos y guías para sectores muy amplios de la sociedad. Por su compromiso en temas sociales y políticos lograron tener una enorme repercusión.
No se puede entender el periodismo sin ideales, esa es la lección de Buendía, aunque hay de periodistas a periodistas. En el gremio hemos tenido tres grandes mitos: Primero, la creencia en el paraíso celestial. Después, los periodistas militantes que creían en una transformación socialista, que era creer en el paraíso terrestre. Y ahora a una gran mayoría de periodistas, como su servidor, sólo nos queda un mito: ¡el de la jubilación!
Para bien o para mal, persiste la idea de que el periodista como el intelectual puede ser el portavoz del pueblo y de la justicia, lo cual bebe de una larga tradición. Por ejemplo, en Francia tres intelectuales simbolizan la libertad de expresión y el derecho a saber. Émile Zola, tal vez el más emblemático. Thomas Mann dijo que Zola escribió “Yo acuso” porque antes existió Voltaire.
Un artículo de Émile Zola en 1898, provocó una sucesión de crisis políticas y sociales inéditas en Francia que, en el momento de su apogeo en 1899, revelaron las fracturas profundas que subyacían en la Tercera República Francesa. Dividió profunda y duraderamente a los franceses en dos campos opuestos, los pro y los contra al capitán Dreyfus y reveló la existencia en la sociedad francesa de un núcleo de violento nacionalismo y antisemitismo difundido por una prensa sumamente influyente. El caso se convirtió en símbolo moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado.
El caso Dreyfus tuvo como origen un error judicial, sobre un trasfondo de espionaje y antisemitismo, en el que la víctima fue el capitán Dreyfus que marcó un hito en la historia del antisemitismo. Enjuiciado por un tribunal militar por el delito de alta traición, Dreyfus fue condenado a prisión perpetua y desterrado en la Colonia penal de la Isla del Diablo en la costa de la Guayana francesa. En 1906 su inocencia fue reconocida oficialmente por la Corte de Casación a través de una sentencia que anuló el juicio de 1899, sin reenvío para realizar un nuevo juicio, y decidió la rehabilitación del capitán Dreyfus, decisión inédita y única en la historia del derecho francés. Rehabilitado, el Capitán Dreyfus fue reintegrado al Ejército con el rango de Comandante, participando luego en la Primera Guerra mundial. Con la dignidad en alto, Dreyfus falleció en 1935.
El segundo pensador de referencia es André Gide, que es uno de los mayores escritores franceses, un intelectual y periodista que reivindicó la libertad de decir lo que uno es y lo que uno ve. Resistió todas las presiones del mundo. Fue el primer gran escritor en declararse homosexual, en un entorno muy hostil. Denunció el colonialismo, la explotación de los indígenas. Luego lo haría con la Unión Soviética.
El tercer pilar del siglo XX en Francia fue Jean Paul Sartre, un escritor mediático, un rock star.
De todo esto se nutre y se lleva en el ADN en el periodismo de investigación. Todos los días hay que aprender de estas lecciones.
Para los de mi generación y otras más influyó en buena medida el llamado nuevo periodismo, la novel no fiction. La difuminada frontera entre periodismo y literatura. Tom Wolfe, considerado el padre del nuevo periodismo que surgió hacia la mitad de la década de los sesenta, y que convulsionó el panorama literario norteamericano.
Para los Nuevos Periodistas de mi generación había que estar donde pasaban las cosas, así nos formamos los reporteros del desaparecido Unomásuno; había que tomar contacto con la realidad, dejar atrás el escritorio, los boletines y la declaracionitis. Dar paso a la investigación. Cambiar el periodismo, como lo demostró ejemplarmente Truman Capote con su reportaje-novela A sangre Fría.
A pesar de estas aportaciones, el periodismo de investigación tiene raíces más profundas. Surgió en Estados Unidos a principios del siglo XX. El periodismo de investigación muy pronto encontró a un público lector cada vez más ávido y numeroso, fue bautizado en 1906 por el presidente T. Roosevelt, como “Mukrakers” (removedores de estiércol). No hubo rincón de la vida política y económica de las grandes ciudades de Estados Unidos que no quedara cubierto por los periodistas de investigación. Reportajes y artículos sobre desfalcos en la bolsa de valores, de falsificación de patentes médicas o ilegalidades y atentados contra la salud pública de las empacadoras de carne, tenas en esos años, que presionaban a los protagonistas de los relatos. Los periodistas daban cuenta sobre la corrupción que privaba indistintamente en la sociedad estadounidense, fueron políticos o empresarios, trabajadores negros o blancos, ciudadanos en general, todos por igual, quebrantando o despreocupándose de las leyes.
Los pioneros del periodismo de investigación fueron los reporteros de McClure’s Magazine que desataron el escándalo de la compañía petrolera de John Rockefeller, la “Standard Oil”, en la que documentaban los manejos poco escrupulosos de los empresarios, de cómo destruía a sus competidores, con qué métodos se apropiaba de recursos naturales y compraba a los legisladores. (Aquí vale subrayar que en México cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
Esto demuestra que el periodista es un ser social activo, que en alguna medida ejerce un liderazgo social. Aun no proponiéndoselo, el periodista influye sobre las circunstancias, los hechos, las conductas políticas, sociales y económicas de su país. A contracorriente, como decía Buendía, ya es tiempo de que abiertamente se diga que la sociedad no tiene por qué apoyar a periodistas que han desertado de sus deberes esenciales y de sus compromisos frente a la misma sociedad, cuya inteligencia ofenden con un producto generalmente de baja calidad ética, y cuyo sentido de justicia violentan con la calumnia, la injuria, la extorsión y la grosera alabanza bajo estipendio.
El periodismo de investigación es un compromiso social que tiene reglas claras y definidas. Buendía dixit: “Hablar de ética entre nosotros los periodistas es como mencionar el cilindro: casi todos afirmarían que lo pueden tocar, pero no muchos se ofrecerían como voluntarios para cargar con él”.
El periodismo de investigación es un trabajo que se hace en solitario, requiere de disciplina intelectual, compromiso social, como un contrapoder pese a la autocensura por los intereses de los medios; es un trabajo de largo aliento y costoso porque requiere de mucho tiempo y paciencia; el periodista necesita de intuición, agudeza, ojos escrutadores, cultura, inteligencia; investigar no sólo requiere método, también es imprescindible contar con técnicas determinadas y con una estrategia adecuada para cada caso. Es armar un rompecabezas, dejar de lado las filtraciones, confirmar los datos con el mayor rigor, dejar de lado los rumores, apoyarse en documentos, saber desclasificar expedientes y un buen archivo y contactos en todos los ámbitos. Someter la información al máximo proceso de verificación. El periodismo de investigación se base en tres reglas: 1) debe ser un tema propio del periodista, 2) significar un asunto de interés público y 3) develar si hay algo oculto… Y una cosa muy importante: diferenciar lo público de lo privado.
Cito aquí un ejemplo del especialista en políticas públicas, el doctor Carlos Salazar Vargas quien de manera precisa y concisa expone las diferencias entre lo público y lo privado.
Alrededor de lo “público/privado” –dice nuestro amigo Salazar Vargas– existen cuatro niveles de análisis, relacionados entre sí y que incumben al Politing, (y al periodismo de investigación por supuesto) así: el primero se refiere a la esfera pública, versus esfera privada, en la que lo público equivale a lo estatal y lo privado al mercado. Por eso, se habla de instituciones públicas –o de seguridad pública– y de empresas privadas, o bien del interés público y de los intereses privados. Hay entonces instituciones que son organizaciones públicas (secretarías/ministerios/oficinas: toda una gama de Organizaciones Estatales, Paraestatales y Gubernamentales) en el orden nacional, estatal, regional y municipal. Otras, se consideran del ámbito privado, porque su capital tiene menos del 50 % de aportes gubernamentales (aquellos que provienen de nuestros impuestos). El segundo nivel sitúa la esfera pública –de manera un tanto paradójica– en la sociedad civil y no en el Estado. Aquí, la esfera pública encuentra su fundamento en la capacidad de la sociedad civil (irónicamente compuesta por individuos privados) quienes se organizan independientemente del Estado. Así, el espacio público se caracteriza por ser un espacio de comunicación y discusión crítica y racional. El tercer nivel utiliza el concepto de lo público con la idea de accesibilidad y de universalidad. Así, se habla de espacio público o de educación pública y es donde se encuentra la “información pública”, aquella de uso y consumo general (para todos los ciudadanos), opuesta a la información reservada (clasificada y secreta o “Privada”), para uso y consumo de un grupo, institución o un gremio particular. En el cuarto nivel contempla lo que es público, en oposición a lo que permanece oculto o es secreto. Por eso, se asegura que los políticos –al igual que artistas, figuras de farándula, deportistas y/o líderes de opinión– tienen una vida “privada”, diferente/distinta de aquella que ejercen o representan en “público”.
Hoy, las divisiones entre “público/privado” se han desdibujando y una de las razones es por el caso del colombiano Marco Fidel Suárez, cuya madre –doña Rosalía– lavó ropa ajena y amasó galletas para levantar a su familia. Este antecedente lo aprovechó un detractor y en pleno “Congreso de la República” le vociferó que no podía pertenecer a esa “Corporación de ilustres hijos de la República”, porque su madre era una “mujer pública”. Éste escritor, periodista, político, Presidente de la República, varias veces ministro, miembro de la Academia Colombiana de Historia y quien recibió diversas condecoraciones como la de Caballero de Primera Clase de manos del Papa Benedicto XV, así respondió a esta vil acusación: “Si pública es la mujer que por puta es conocida/re-pública ha de ser una puta muy corrompida./Siguiendo el silogismo de esta lógica absoluta,/todo aquel que se reputa de la República ser hijo,/será como se dijo, un grandísimo hijo de puta”. Por eso, hay políticos que nunca quieren saber si son públicos o privados.
Por lo anterior queda claro que en la historia del periodismo de investigación destacan los detalles que definen los grandes reportajes: cuentan lo que nadie quiere que se sepa, utilizan gran cantidad de datos y fuentes para confirmarlo y explicarlo, y el resultado es una gran historia.
Uno de los más grandes periodistas contempóraneos, Paul Steiger ex reportero de Los Angeles Times y The Wall Street Journal se dio a la tarea de impulsar una de las propuestas periodísticas más atrevidas del siglo XXI: ProPublica.
Este proyecto de ProPublica surgió de la iniciativa de un par de filántropos, Herbert y Marion Sandler quienes pidieron consejo a Paul Steiger, preocupados ante la disminución del periodismo de investigación en las redacciones tradicionales. Destinaron 10 millones de dólares a ProPublica para mantener vivo el periodismo de investigación. Este proyecto periodístico se está financiando con donaciones y aunque cuenta con una pequeña redacción ha obtenido, en sólo seis años desde su creación, una treintena de premios, entre ellos el Pulitzer, el máximo galardón para el periodismo de investigación. Cito un ejemplo: uno de los reportajes de ProPublica sobre los estragos del huracán Katrina reveló que los médicos de un hospital de Nueva Orleans habían optado por matar silenciosamente a algunos de sus pacientes ante la imposibilidad de hacerse cargo de ellos tras la catástrofe.
Esto demuestra que si bien la gran mayoría de los medios tradicionales están en crisis, pese a ello debemos ser optimistas respecto del futuro del periodismo, aún mucho más con la aplicación, cada día, de nuevas tecnologías.
Eso también lo hemos podido constatar en los grandes diarios del mundo, como The New York Times, The Guardian, Le Monde, El País, The Wall Street Journal y The Washington Post, por citar algunos de los más importantes e influyentes.
The Washington Post, por ejemplo, realizó una gran investigación titulada Top Secret America. Los reporteros Dana Priest y William M. Arkin pasaron dos años investigando todos los resquicios del entramado de los servicios secretos, las redes de espionaje y su negocio, sus vinculaciones políticas y económicas, y los lugares donde están los principales centros secretos. Los reporteros utilizaron bases de datos, mapas, buscadores y otras herramientas tecnológicas para conseguir y procesar la información. El resultado: ofrecer una mejor información a sus lectores bajo el principio del Derecho a saber a pesar de los obstáculos como las dilaciones indebidas en la solicitud de desclasificación de información y a la protección de datos bajo el argumento de Seguridad.
En todas partes se cuecen habas. Sabemos gracias al periodismo de investigación de los escándalos e intrigas en el Vaticano, de la red de pederastas donde se involucran jerarcas del clero con políticos y mafias del crimen organizado. Y aún con pruebas irrefutables a muchos sacerdotes los canonizan pese a las complicidades y encubrimientos. Cuando un periodista cuestionó a un reputado monseñor sobre la responsabilidad del Papa Juan Pablo II en el encubrimiento de pederastas como el padre Marcial Masiel, sólo acertó a exclamar: “Que voy a decir de ese Papa admirable, si me ordenó a mi cuando visitó Valencia”.
Para concluir quisiera abordar en mi caso personal mi trabajo como periodista más de investigación que de historiógrafo. Se me ha etiquetado como el biógrafo de Carlos Slim y de otros personajes como La Maestra Nostra y el Profesor Hank. Pinto mi raya porque el biógrafo, generalmente, llega al personaje por admiración o afinidad, aunque su travesía le lleve a destruir el mito.
Vivimos el boom de las biografías póstumas de todo tipo de personajes llevándolos a dimensiones de idolatría, yo he escrito sobre personajes vivos y no me importa si mis investigaciones descansan sobre el lado más oscuro del personaje investigado, como también lejos de las intachables vidas de santos. No hay razón para el escándalo, ¿quién no ha escondido una mancha detrás de un cuadro? Aunque debo decir que para un escritor o un periodista existen miserables secretos de la vida. Esos secretos no cambian nada. Cambian si haces una biografía de verdad, pero mejor hacerlas cuando el biografiado haya muerto.
*Ponencia leída por el autor al recibir un reconocimiento de la UAM Cuajimalpa por sus 35 años de vida periodística.
[…] originalmente en Revista Mexicana de Comunicación: Desafíos del Periodismo de investigación | Revista Mexicana de Comunicación Twitter: […]