Comunicación, amor y otras salvedades
- Tenemos olvidada la forma de relación humana más plena: la comunicación interpersonal.
- ¿Cuántos se pueden jactar de lograr establecer una satisfactoria comunicación con su pareja, sus compañeros de trabajo, sus familiares o sus amigos?
Por Omar Raúl Martínez
* Publicado en la sección cultural de El Financiero, 29 de noviembre de 2006.
Hablar hoy de comunicación lleva, casi siempre de manera irremediable, a la tecnología, la modernidad, la política… Y entonces emergen paradojas que inquietan, confunden y aguijonean la conciencia: comunicadores, analistas y comunicólogos se afanan y ufanan ya sea en difundir informaciones o estrategias para mejorar la marcha de la sociedad, o en desmenuzar las complejidades de los diversos procesos comunicativos, o en señalar flamígeramente las inepcias de la comunicación política… Y sin embargo tienen (tenemos) olvidada la forma de relación humana más plena: la comunicación interpersonal.
¿Cuántos se pueden jactar de lograr establecer una satisfactoria comunicación con su pareja, sus compañeros de trabajo, sus familiares o sus amigos? ¿Qué importancia le damos al prototipo medular de la comunicación humana: el diálogo, la retroalimentación y el encuentro vivos?
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Creo que no hay forma de comunicación más compleja y a la vez profunda y misteriosa e incierta o imprevista como la de relación de pareja. Todo depende del grado de enamoramiento o compenetración mutua; pero también de los objetivos que se asuman en común.
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Comunicarse tras el epílogo de una relación amorosa es como desbordar los sentires, las minucias, los goces, los pesares, los ensueños… y la palabra comunicación deja de aprehenderse sólo como concepto.
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Ser pareja significa comunicarse sensual, verbal, pasional, espiritual, afectiva y silentemente.
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En ocasiones bien vale la pena encerrarse en el silencio… para escuchar cómo resuena nuestra propia voz.
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Dialogar con el espejo permite re-conocer ese otro alguien que también soy.
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Pienso que una porción considerable de los problemas humanos, sea a nivel institucional o familiar o fraternal o de pareja, reside en insuficiencias o tumoraciones o incapacidades o enigmas o contrariedades o etcéteras de naturaleza comunicativa.
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Idea que crece torcida… jamás el prejuicio endereza.
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A veces el vino abre puertas: puede desinhibir a la persona más hermética para conocer un poquito de su hondura vivencial. Es como un brebaje que desanuda la lengua, los sentidos, el miedo, y desnuda y descubre lo inescrutable en la sobriedad.
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Interpretar por cauces equívocos –escépticos o prejuiciosos o llenos de recelo o de oculto resentimiento– actitudes, palabras, gestos y silencios: he allí la raíz de infinidad de conflictos personales.
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Cuándo la muerte o la finitud de un ciclo nos acechan, el diálogo interno se hace más vivo.
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Volcar nuestra íntima expresión, poder comunicarse, muchas veces permite liberarnos.
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La comunicación se transforma o languidece más por confianza o desconfianza que por la distancia.
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En su primera sílaba la palabra Comunicación lleva su raigambre de unión y compañía, y a su vez abreva y se hace humana a partir de otras como Co-mprender (compartir e intercambiar el entendimiento), Co-rresponder (responder al otro en idéntica proporción), Co-laborar (trabajar en coordinación para un fin común) y co-mpasión (compartir la pasión y el sentimiento).
¿Comprender, corresponder, colaborar y acompañar la sensibilidad, serán las únicas matrices de la comunicación interpersonal?