Adiós 2014 y su narcisismo digital; bienvenido 2015, la nueva era de la privacidad

  • Lo más valioso es el derecho a su privacidad y a su intimidad. Antes de publicar cualquier contenido tenga en mente los efectos que éste tendrá cuando se difunda.
  • Ya es tiempo de que aprendamos a usar las plataformas digitales de una forma más beneficiosa, más constructiva y menos narcisista.

2014-2015

Lo más difícil de alimentar es el ego: nunca se llena.

Si quieres que algo se mantenga privado en internet, no lo subas a internet.

 Por Raúl López Parra

El 2014 será recordado como el año en que incorporamos a nuestro vocabulario cotidiano la palabra selfie o selfi, (escritura sugerida por la Fundación del Español Urgente), un anglicismo que se refiere al fenómeno de retratarse uno mismo, sólo o acompañado, utilizando un teléfono celular o una tableta y publicar el retrato en internet.

En la era digital, las formas de representación sélfica, es decir de autorretrato, son las fotografías, los diarios personales y los audiovisuales, los cuales se sociabilizan en las plataformas como Instagram, Facebook, Youtube, sólo por mencionar algunas. Sin embargo, se entiende por selfi, primordialmente, el autorretrato en fotografía, sin descartar las otras modalidades.

Aunque la palabra selfie apareció por primera vez en 2002 en un foro de internet de Australia, no es sino hasta el 2013 cuando el Diccionario Oxford de la Lengua Inglesa la seleccionó como la palabra del año, por su extendido uso entre la comunidad anglosajona.

Pero fue en este 2014 que termina cuando selfie saltó del inglés y se posicionó en el vocabulario de la comunidad global juvenil conectada a la red. Hablantes de español, árabe, italiano, alemán, chino, japonés, coreano…y demás idiomas, entienden este anglicismo. Su ascenso es el reflejo de la expansión del uso de los dispositivos móviles (smartphones) y de las apropiaciones sociales que hacemos de la tecnología.

El fenómeno selfi se extendió como «la moda cool» de nuestra aldea global cuando la comediante Ellen DeGeneres publicó la selfi que se tomó con un grupo de celebridades hollywodenses durante la transmisión en vivo de los premios Óscar y la publicó en su cuenta de Twitter. La imagen alcanzó más de 3 millones de retuits y es, hasta ahora, el tuit más compartido en la historia de esta red social. Y también es la selfi más cara de la historia, ya que Samsung pagó 20 millones de dólares por ser el patrocinador oficial de los Óscares y por montar esta foto grupal.


Selfie Copy

Las imitaciones de este evento mediático para tomarse selfis al estilo Hollywood inundaron los perfiles de millones de usuarios en todo el mundo, sobre todo entre personas famosas, incluyendo políticos, deportistas y líderes religiosos. Pero no todas lograron el mismo efecto. La selfi del comediante Adrián Uribe captada en los premios TV y Novelas fue el hazmerreír de los internautas, quienes lo expresaron con sus memes.

Este año también conocimos un nuevo invento, el selfie stick, un bastón que nos permite tomar selfis a distancia, como una extensión de nuestro brazo, el cual nunca es tan largo cuando queremos que todos los retratados quepan en la lente de la cámara. La herramienta fue diseñada para deportistas extremos pero ha encontrado su nicho entre los amantes del autorretrato.

Selfie stick

Atrás quedaron los tiempos cuando pedíamos ayuda a otras personas para que nos tomarán una foto. Los fabricantes de celulares están desarrollando dispositivos especializados en hacer más facil tomar selfis. Como efecto colateral, están potenciando nuestro enclaustramiento personal.

¿Son las redes sociales las que están incentivando nuestro narcisismo o simplemente son un reflejo de nuestras aspiraciones egocentristas por ser reconocidos y admirados por los demás?

El éxito de las redes sociales (o redes sociales digitales para ser más precisos, en opinión de los sociólogos), radica en que nos permiten hacer algo en lo que somos expertos: hablar de nosotros mismos.

En estos espacios de promoción personal mostramos lo que nos pasa, lo que pensamos, lo que vivimos y lo publicamos en tiempo más o menos real para que lo vean familiares, amigos (reales), conocidos, contactos de ocasión e incluso desconocidos. No estamos descubriendo el hilo negro al decir esto. Pero lo que no hemos podido identificar es qué nos motiva a hacer públicas nuestras vidas. Hasta dónde estamos dispuestos a renunciar a nuestra privacidad.

Los psicólogos se han planteado indagar si existe una causalidad entre el uso de las redes sociales y la visible tendencia narcisista en las sociedades.

Las personas que obtienen altos puntajes en el cuestionario de Personalidad Narcisista suelen tener más amigos en su perfiles de Facebook, se etiquetan ellos mismos en todas las fotografías donde aparecen y publican constantemente más fotos. Estas personas acuden a la red social para compensar su ego que no ha sido tan admirado en la vida fuera de la red. Usan estas plataformas con el fin de encontrar apoyo social, pero actúan de forma negativa si reciben malos comentarios o si no reciben ninguno en sus publicaciones.

Imagen de Cainandenabler.

Imagen de Cainandenabler.

Keith Campbell, autor del libro The Narcissistic Epidemic: Living in the Age of Entitlement, opina que la gente utiliza Facebook para darse un toque de importancia, sentirse especiales, mostrar estatus y ganar la atención y autoestima, pero casi todo lo que presentamos es una imagen trucada de lo que realmente somos. Es una pose, como en las selfis.

Nuestros perfiles son una ilusión de lo que queremos que los otros vean y piensen de nosotros. Del otro lado de la pantalla hay personas que compran estas versiones de felicidad personal que presumimos a los demás. En algunos casos algunos se sienten mal al comparar sus vidas con las de sus contactos en la redes sociales, porque ellos no han viajado, no han comido en el restaurante de lujo o no han logrado los éxitos en sus carreras como lo han hecho los demás.

La generación del Milenio, nacida en las décadas de los 80 y 90, está moldeada bajo los valores del dinero como símbolo de éxito personal, el cuidado de la imagen, la fama (o ser reconocido) y el disfrute hedonista. Valores que se superponen a la idea vivir en comunidad, de la aceptación personal y del idealismo. Esta etiqueta generacional fue propuesta en el 2000 por los sociólogos estadounidenses Neil Howe y William Strauss en su libro Millennials Rising: the next great generation, y aplica a jóvenes urbanos de clase media, quienes están mayormente integrados a los consumos y tendencias globales.

Contradictoriamente a estos valores, vivimos en un mundo que registra los mayores niveles de desempleo juvenil de la historia. Esto genera frustraciones entre los jóvenes que son volcadas en las redes sociales a modo de narrativas optimistas para compensar insatisfacciones. Y en ese difundir nuestro estado de bienestar en las redes sociales estamos revelando nuestra vida privada de forma voluntaria, sí, pero no muchas veces de forma consciente sobre los alcances y efectos en los demás.

En 2010, Marck Zuckerberg declaró en un evento de tecnología que si tuviera que inventar Facebook de nuevo, lo haría sin los controles de privacidad porque con el desarrollo de las redes sociales la gente se siente cómoda compartiendo todo tipo de información de forma más abierta y con todo tipo de personas.

Paradójicamente, cuatro años después, Facebook sigue enfrentando críticas por sus manejos en las políticas de privacidad.

No sólo exponemos más nuestras vidas en internet sino que también estamos deteriorando nuestras interacciones personales cara a cara para llevarlas al plano cara-pantalla.

Ver más las pantallas de nuestros dispositivos móviles que las caras de las personas enfrente de nosotros está generando malestares que van más allá de los buenos modales. Se está deteriorando la comunicación interpersonal. Es un lugar común decir que con la tecnología «acercamos a los que están lejos y alejamos a los que están cerca».

Este fenómeno ha sido llamado como phubbing, al hábito de ignorar a las personas durante una reunión social por estar viendo el celular. Esta palabra, que no tiene aún un equivalente en español, fue inventada en 2012 en la Universidad de Sidney, Australia entre un grupo de expertos en diferentes áreas del lenguaje, como una forma de mercadotecnia para vender el Diccionario Macquaire.  A falta de un vocablo que explique mejor este fenómeno, la palabra se ha expandido, aunque aún no es tan popular entre los hispanohablantes, como el caso de selfi.

Imagen de cosmosvideo.com

Imagen de cosmosvideo.com

En internet circulan varias campañas para evitar esta nociva práctica que afecta la calidad de nuestras relaciones interpersonales, la cuales van desde videos para concientizar, encuestas contra el phubbing hasta medidas concretas antiphubbing, como en el caso de algunos restaurantes que han llegado al extremo de prohibir el uso de celulares al momento de comer.

Son tendencias del Siglo 21 que hemos visto en su máximo esplendor durante este 2014.

¿Qué podemos esperar para este 2015?

Es un hecho que las prácticas mencionadas no van a cesar, no obstante, lo que puede florecer es una mayor conciencia entre las personas sobre los usos que estamos haciendo de la tecnología y la exposición de nuestras vidas en la red.

La preocupación va de la mano de un mayor número de casos de violaciones a la privacidad. Las empresas rastrean nuestros datos con el fin estudiar nuestros hábitos de consumo. Los gobiernos están espiando todo cuanto hacemos bajo el pretexto de ofrecernos una mayor seguridad. Y los cibercriminales están a la caza de nuestros datos personales para lucrar con ellos robar nuestra identidad en la red, nuestras cuentas del banco, chantajearnos, en suma, dañarnos.

Somos más vulnerables porque cada vez estamos más interconectados. En la era digital es más fácil para quienes tienen el conocimiento informático entrometerse en nuestra privacidad con o sin nuestro consentimiento.

No son suficientes los controles de seguridad. Nuestro correo electrónico, nuestras cuentas en redes sociales, nuestros celulares, todo es susceptible de ser hackeado o ser espiado.

Le ocurrió a una veintena de celebridades, entre ellas la más visible es la actriz Jennifer Lawrence, quienes fueron víctimas del robo de fotografías y videos privados donde aparecen desnudas. El material se hizo público en internet. Todo estaba almacenado en sus Iphones y fue alojado en el espacio de Apple Icloud.

También le ocurrió a Sony, que sufrió uno de los ciberataques más graves contra una entidad civil.

Las violaciones a nuestra privacidad le pueden ocurrir a cualquiera. De hecho, el FBI ha cerrado varios sitios de internet que difunden materiales privados, mayoritariamente de mujeres que aparecen desnudas en fotografías,  las cuales fueron extraídas de sus dispositivos móviles o que bien son materiales que han sido filtrados por sus ex parejas para ser publicados en la red.

En algunos casos, las víctimas no se enteran de que sus fotografías privadas están circulando en internet. Por ello, la mejor práctica es no grabarse ni fotografiarse desnuda(o) o en actos a sexuales y guardar el material en cualquier dispositivo conectado a internet. Es decir, la mejor práctica es evitar subir cualquier contenido comprometedor a la red, incluso si está resguardado con candados de seguridad virtual. Siempre hay modos de acceder.

Aunque se escuche paranoico pero Big Brother nos observa. Edward Snowden nos demostró que la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional, principal órgano de inteligencia de EU) espía todo y a todos con la colaboración, o sin ella, de quienes nos proveen los principales servicios de internet y nos han dicho que nuestros datos están a salvo: Facebook, Google, Apple, Microsoft entre otras.

Imagen de praag.org

Imagen de praag.org

La interconectividad no se detendrá, incluso será más móvil. Se prevé que este 2015 el 90% del tráfico de internet se dará por los teléfonos celulares.

Esta año que estrenamos, el Big Data, que es la capacidad de colectar millones de datos para elaborar predicciones de comportamiento o analizar tendencias, experimentará su mayor penetración gracias a la conectividad.

No hay modo de cómo evitar ser rastreado en la era digital. Paradójicamente, si queremos que algo en la red sea 100% privado, la solución es estar fuera de ella. No es gratuito que algunas embajadas estén usando máquinas de escribir, como en la era de pre-internet.

Algo así, estar fuera de internet (para los que no están excluidos por cuestiones socioeconómicas), es casi impensable. No obstante, el tener un mayor sentido de la importancia de mantener nuestra privacidad nos llevará a evitar subir contenidos que sean comprometedores para nosotros mismos y para las personas cercanas a nosotros. Será reiterativo, pero debe recodar que al final usted es el emisor de sus propios contenidos digitales.

La próxima vez que quiera expresar una opinión altamente sensible, mejor dígalo en persona o encripte su comunicación. Le recomiendo que en definitiva deje de pensar en las redes sociales como si fueran espacios privados, aunque tenga su perfil abierto sólo para sus amigos. Parta del principio de que todo en estas plataformas digitales es público, o potencialmente público.

Lo más valioso es el derecho a su privacidad y a su intimidad. Antes de publicar cualquier contenido tenga en mente los efectos que éste tendrá cuando se difunda.

Ya es tiempo de que aprendamos a usar las plataformas digitales de una forma más constructiva y menos narcisista. Es un ideal, claro. Por ello es que le deseo que este 2015 le traiga una nueva era de privacidad digital.

Bienvenido 2015

Deja una respuesta