Cumpleaños
XX aniversario de RMC
Omar Raúl Martínez
Con la presente entrega, la Revista Mexicana de Comunicación celebra 20 años de vida.
Creada en septiembre de 1988 bajo la batuta de Miguel Ángel Sánchez de Armas, el respaldo de José Luis Gutiérrez Espíndola y Héctor Gama (qepd), y el acompañamiento e impulso de un importante grupo de periodistas e investigadores, RMC sale a la luz en medio de un escenario intermitente e inhóspito en torno al análisis de la comunicación social en nuestro país.
Desde un principio se planteó que era imprescindible abrir las páginas a las más variadas corrientes de interpretación y estudio con el afán de constituirse en un órgano plural de integración de los comunicadores e investigadores de los medios. No fue gratuito, por ello, que orientara su camino hacia tres propósitos centrales:
a) Difundir los reportajes, ensayos y artículos especializados de los profesionales de la información sobre los grandes temas en el área o acerca de aspectos coyunturales.
b) Rescatar y ofrecer materiales de los investigadores para su amplia difusión con el ánimo de fomentar la permanente actualización, el intercambio y la discusión.
c) Brindar un servicio informativo a la comunidad del periodismo y la academia, que precisa de estudios serios y documentados para profundizar en sus respectivas áreas o ampliar sus horizontes profesionales.
Tales objetivos evidenciaron nuestra pretensión de asignarle a RMC un perfil que engarzara teoría y práctica, que acercara a los estudiantes con la comunidad profesional del periodismo y la academia, que vinculara a los estudiosos con los informadores…
En el primer número –cuya portada era una fotografía donada por Ulises Castellanos, donde un niño voceador en medio del desamparo expende ejemplares de un diario vespertino que cabecea: “150 mil almas a la intemperie”– se apuntaba:
La Revista Mexicana de Comunicación es producto del trabajo de un grupo de investigadores y trabajadores de los medios cuyo propósito es abrir un espacio periódico en donde la reflexión, el análisis y la discusión contribuyan a esclarecer el papel que los medios masivos juegan en el conjunto de la sociedad mexicana.
Sobre el “parto” y los primeros pasos de RMC, el director fundador, Miguel Ángel Sánchez de Armas, comentaba a mediados de los noventa:
El primer número fue como un bebé: todo feo, chipotudo, arrugado y cabezón, pero hijo nuestro a fin de cuentas. La apuesta fue ver si se mantendría con vida. Hubo morbo en ello. Las publicaciones son como los seres humanos: al nacer no saben hablar ni andar, tienen el intestino incompleto, son asimétricos e incapaces de valerse por sí mismos, pero uno los quiere mucho. Sabemos que van a crecer, a madurar y a convertirse en seres de bien. Es un simil que don Manuel Buendía festejaba mucho. Si uno revisa la RMC número uno y mira la edición más reciente, no hay comparación posible: ha crecido y madurado.
El gremio periodístico y la comunidad académica, en efecto, recibieron el nacimiento de la Revista Mexicana de Comunicación como una intentona más de un proyecto que en poco tiempo, al igual que otras, engrosaría la lista de publicaciones frustradas. Dos décadas después, por fortuna, seguimos terca, macha-conamente, empeñándonos en cumplir con nuestra misión primigenia, pese a desventuras y avatares que nunca faltan.
Sánchez de Armas, al hacer un balance de los primeros años de vida de RMC, advertía dos etapas:
La primera corre desde su gestación, su nacimiento, su sobrevivencia y su crecimiento, y termina en junio de 1992, cuando me separo por otros compromisos profesionales incompatibles con la dirección de RMC. La otra comprende de entonces a la fecha, encabezada por Omar Raúl Martínez, y es la fase de la consolidación y ampliación de la revista.
Infinito mar
¿Cómo se explica que la RMC persista en su quehacer de difusión del conocimiento al margen de camarillas académicas, clanes periodísticos o grupos políticos? Ésta es una pregunta que con frecuencia me plantean. Doy la misma respuesta que expuse para explicar los 20 años de la Fundación Manuel Buendía:
Pienso que la Fundación Manuel Buendía, madre y motor de RMC, es un organismo sui géneris. Desde septiembre de 1984, por el peso del nombre que la ha cobijado, sembró en su corazón una gran dosis de voluntad, idealismo y solidaridad. Palabras éstas que, por momentos, parecieran perder su color, pasión y sentido frente al acuciante prag-matismo político del mundo actual.
Manuel Buendía tenía una voluntad de hierro para emprender, estudiar y defender su tarea profesional; él apoyó a no pocos de sus compañeros de oficio y él mismo fue objeto de muestras solidarias de afecto y reconocimiento; y él supo enriquecer su vida de un idealismo con los pies en la tierra.
De todo ello ha procurado abrevar la Fundación Manuel Buendía.
El autor de El Principito, Saint Exupèry, cierta vez escribió:
“Si quieres construir un barco, no reclutes hombres para que recojan madera, ni dividas el trabajo, ni des órdenes. En vez eso, mejor enséñales a anhelar el inmenso e infinito mar”.
El significado de esta idea para la fundación y la revista se puede entender a partir del estimulante pensamiento de Manuel Buendía, que supieron proyectar sus creadores en quienes continuamos al frente de ambas entidades.
El ideario de Buendía, pues, nos ha enseñado a valorar y anhelar el inmenso e infinito mar.
Por ejemplo, cuando nos recuerda que un periodismo sin principios, es un periodismo sin ideales.
Por ejemplo, cuando nos dice que la comunicación social debiera ser una alta prioridad para cualquier país, porque ésta no sólo engendra a la sociedad, sino que la forma y la nutre de contenidos.
Por ejemplo, cuando refiere que el periodismo es fundamentalmente una misión de servicio público, y que todo cuanto se aparte de ese interés se aleja también de la ética profesional.
Por ejemplo, cuando nos resalta que los periodistas somos seres singulares y que cada quien responde por sí mismo, y que en esta respuesta ante el espejo de nuestra propia conciencia, debemos asumir el ejercicio de la libertad y si no la tenemos, luchar por ella.
Y también apreciamos su consejo de que los comunicadores debemos estar blindados contra todo tipo de tempestades o frustraciones, porque pese a ello no hay esfuerzo perdido: su obra siempre genera un efecto multiplicador.
Creemos que la Fundación y la Revista Mexicana de Comunicación han construido su barco de las sales y profundidades de estas mismas aguas. Por ello no es casual que nos asumamos como un diverso y plural clan de comunicadores y académicos.
La FMB y la RMC constituyen el conglomerado de una suma de voluntades. ¿De quiénes? De investigadores, periodistas, estudiantes, profesores, funcionarios, familiares… en fin. Sin su respaldo, nada de lo que se ha construido habría sido posible.
La gente siempre cercana a nosotros y convencida de los nobles propósitos de la RMC, nunca nos ha dejado solos en el inmenso e infinito mar.
Gracias a todos ellos, en nuestras aguas de la comunicación, tras dos décadas de vida, seguimos navegando.
¡¡¡Salud!!!