Descifrando el Eneagrama
Por Marco Antonio Millán Campuzano
El nombre de Fátima Fernández Christlieb se asocia familiarmente a los estudios pioneros de la Comunicación en América Latina. De la comunicación de masas a la comunicación intersubjetiva, sus libros son un referente de la reflexión en ese campo de saberes. De sobra está recordarlo. Ahora, en un trabajo reciente nos entrega una obra sorprendente. Se trata del libro ¿De dónde demonios salió el Eneagrama? Una notable y profunda investigación de carácter hermenéutico acerca del origen del Eneagrama. El tema de fondo es el estudio del símbolo. No de la noción de símbolo como tal, sino de un símbolo específico: el Eneagrama. Estudiar el símbolo del Eneagrama implica una labor profunda de dimensión hermenéutica en un doble aspecto: como tarea propia de la comprensión comunicativa y como una forma de introducción a los parajes de lo hermético. Hermenéutica y hermética al unísono en el desciframiento del símbolo del Eneagrama. No es poco lo que con ello se juega en el terreno de la historia de las ideas y la filosofía de la comunicación.
Aunque la investigación se justifica por sí misma, en la introducción al libro la autora ofrece una contundente explicación de los terrenos que pisa y la forma en que lo hace, no sin advertir que el tema mismo podría resultar sorpresivo al mundo académico que -digo por mi cuenta- no siempre percibe los alcances de su mirada y los límites de su dominio de aulas, congresos y cubículos. Este libro va más allá de ese mundo y sus circunscripciones.
Hay al menos dos modos de justificar por qué me parece una obra propiamente hermenéutica. En primer lugar, porque se trata del estudio de un símbolo, donde se muestra una dimensión directa, primaria y literal que, en el tejido de sus significaciones, alude a otro sentido de dimensión oculta, indirecta y figurada. Recordemos lo que Paul Ricoeur dice al respecto, por ejemplo, cuando en El conflicto de las interpretaciones señala que “la interpretación es el trabajo del pensamiento que consiste en descifrar el sentido oculto en el sentido aparente, en desplegar los niveles de significación implicados en la significación literal” (Ricoeur, 2003). Eso por un lado y, en segundo lugar, porque el estudio de Fernández implica asumir conscientemente las distancias socio-históricas y culturales de la reconstrucción del sentido de un símbolo que tendría un origen remoto y cuyas huellas se vuelven oscuras, aunque no imposibles de rastrear. Aquí nos encontramos con una labor semejante a la de Thomas Kuhn acerca de la historia de la física, en la dirección que marca en La tensión esencial, cuando señala que “Lo que yo, como físico, descubrí por mí mismo, la mayoría de los historiadores lo aprenden por el ejemplo en el curso de su formación profesional. Conscientemente o no, todos ellos practican el método hermenéutico. En mi caso, sin embargo, el descubrimiento de la hermenéutica hizo algo más que infundirle sentido a la historia. Su efecto más inmediato fue el ejercido sobre mi concepción de la ciencia”. (Kuhn, 1982). Propongo mantener una atención a estas dos rutas de la hermenéutica y mostrar que se desarrollan implícitamente en el libro reciente de Fátima Fernández, aunque no se haga ninguna referencia a estos autores ni a sus obras. Veamos cómo es esto.
Nueve líneas al interior de un círculo dan nombre al Eneagrama y en él se cifran los principales tipos de la personalidad humana y sus rasgos comunicacionales. Fernández advierte de la abundante literatura que trata al símbolo del Eneagrama de una manera superficial y con vistas a alimentar el creciente mercado de la autoayuda y por ello su propuesta indagatoria va por un camino que no se contenta con definiciones ni con ofrecer apresuradas recetas para usuarios desprevenidos. Lejos de ello, la cuestión del símbolo se enfila, justo, a desocultar los sentidos no evidentes, es decir, de buscar en lo literal y sus explicaciones lo profundo y significativo. Para ello se parte de la convicción de que las claves que nos acercarían a su comprensión se encuentran en las civilizaciones antiguas: China, India, Egipto, Babilonia. Es en esta última donde se enfoca una parte importante de la investigación, por la convicción de que “el símbolo del Eneagrama tiene un origen caldeo” (p. 23). Mantener con éxito esa hipótesis, plantea el problema de fondo de la distancia espacio-temporal con otras culturas, que Fernández asume plenamente después de revisar textos y testimonios fundamentales. Esa distancia dota de sentido al modo hermenéutico de su abordaje y con ello comienzan a brotar datos, fechas, bibliografía, tesis doctorales, personajes, perspectivas, que van dando un tono de revelación inédita al símbolo estudiado. La concepción comunicativa, a su vez, se va entretejiendo concisa y novedosa al mismo tiempo en el trasfondo de la investigación.
A lo largo del libro hay diversas interpretaciones sustanciales que se refieren a los caldeos: la magia como auténtica episteme de la antigüedad, la literatura sagrada de los oráculos, la escritura cuneiforme descubierta en el siglo XIX, el origen semítico y su expansión hacia diversas manifestaciones culturales posteriores, entre otras. Fátima Fernández, sin perder el objetivo de su propósito, logra una síntesis plausible y elocuente de la situación hermenéutica en torno a la antigua cultura babilónica y su herencia vital. Su ruta prosigue en horizontes que buscan premisas, hipótesis y explicaciones en el convencimiento de que el símbolo investigado es un transmisor de conocimiento. Cifrado, oculto a primera vista, como todo auténtico conocimiento o como el logos mismo.
Los catorce capítulos del libro, más las “palabras finales”, van hilvanando oportunas cavilaciones sin tregua para el lector exigente. De Babilonia a la actualidad y de los padres del desierto a Gurdjieff y su legado, con énfasis muy provechosos en señales y perspectivas que nutren la investigación del símbolo y que van de Evagrio Póntico a Raimon Llull y del sufismo persa a los ejercicios espirituales jesuitas. De la sabiduría universal a la filosofía perenne y viceversa: la unidad indivisible entre materia y espíritu. La ganancia epistémica arrojada no es baladí, ya que los estudios de la comunicación reciben viento fresco en relación a lo abierto por el estudio del símbolo del Eneagrama. Y lo hacen por una sencilla, pero profunda razón, la de la comprensión del acto de comunicar. La de construir comunidad.
Lograr comprensión del horizonte de sentido ofrecido, en la reconstrucción histórica del símbolo del Eneagrama, es ya una enorme ganancia hermenéutica en el hecho de que el lector asume lo oculto y lo distante de manera significativa, cercana, lógica y clara. Y se entienden así las razones que se esparcen en la obra acerca de que al conocer las características de las personalidades alojadas en la simbólica del Eneagrama, se fortalece la comprensión comunicativa con el Otro.
La investigación de la comunicación obtiene ganancias epistémicas considerables con este libro de Fátima Fernández debido a que no sólo muestra cualidades metodológicas de corte hermenéutico en el estudio profundo de un símbolo específico, sino porque permite abrir brechas inéditas de considerable calado en la teoría y filosofía de la comunicación humana. El temperamento, el carácter, los hábitos, los prejuicios y, en fin, todos aquellos supuestos desde los cuales creemos estar comunicándonos con los demás de manera óptima, se revelan, más bien, como elementos que impiden una comunicación humana plena. El libro puede ser leído como una propuesta que, desde la indagatoria del símbolo del Eneagrama, plantea reconsiderar nuestros presupuestos teóricos y prácticos para facilitar –como dice la autora- el acto de comunicar.
Después de leer el libro de Fátima Fernández se tienen deseos de tomar la estafeta que ella cede a un hipotético investigador, aunque, ciertamente, esa tarea implica un espíritu indomable y preclaro de aspiraciones, pero también de esa manera –digo, situándose uno en ese hipotético lugar en que se tomaría la estafeta- se aprecia la enorme labor que nos ha entregado Fátima Fernández en este nuevo libro suyo. Enhorabuena a ella y sus lectores.
Referencias
Fernández, F. (2016) ¿De dónde demonios salió el Eneagrama?, Pax, México.
Kuhn, T. (1982) La tensión esencial, FCE, México.
Ricoeur, P. (2003) El conflicto de las interpretaciones, FCE, Buenos Aires.
Libro reseñado:
Fernández, F. (2016). ¿De dónde demonios salió el Eneagrama?. México: Pax.