Él, Caballero, Fortson

La política en tacones

Pilar Ramírez

Los adelantos tecnológicos de los que tenemos la fortuna de ser testigos, especialmente en la esfera de las comunicaciones, han puesto a nuestro alcance una cantidad inimaginable de información y de materiales escritos y audiovisuales. Tanta, que nos hemos vuelto un poco como los personajes de la serie animada de los sesenta Los supersónicos, en la que una familia futurista, con toda clase de comodidades tecnológicas, para obtener comida u otros bienes sólo tenía que oprimir un botón; el confort era de tal magnitud que un tema de disputa familiar era a quién le tocaba empujar el famoso y mágico botón.

Así nos sucede ahora. Las comodidades informáticas son proporcionalmente inversas a nuestro esfuerzo por buscar lecturas nuevas e interesantes, o peor aún, a veces por producirlas. En el mundo editorial hay muchas y muy buenas publicaciones, pero no abundantes como podrían sugerir las facilidades que nos ofrecen las tecnologías de la información. Hay una cantidad excesiva de paja, de repeticiones y de materiales absolutamente prescindibles.

En general, no soy defensora del “todo tiempo pasado fue mejor”, la verdad es que cada época nos ofrece una cantidad casi inagotable de motivos para disfrutar, especialmente en el ámbito de las artes y la cultura. Eso no me impide ver que estamos un tanto huérfanos de producciones culturales que en otros momentos, con entornos menos propicios, irrumpían como flores en el desierto.

Tengo en el tintero desde hace tiempo una entrevista que mi querido amigo Jimmy Fortson me hizo el favor de responder vía correo electrónico, para ser congruentes con lo de disfrutar los adelantos técnicos que la vida nos ofrece. Así, la distancia entre Taxco y Xalapa se esfumó y James Fortson, el legendario y multifacético periodista cultural me habló de cómo se ama a Dios en tierra de indios, si se me permite, por lo gráfica, esta expresión un tanto intolerante, o si se quiere, cómo se hace periodismo cultural en un entorno de censura.

Jimmy Fortson fusionó con una gran creatividad el periodismo cultural con las publicaciones eróticas. Las revistas que dirigió, Él, Caballero y Eros fueron invariablemente víctimas de la censura. El pretexto para censurarlas lo ofrecía justamente el motivo de su éxito, porque Fortson afirma que en todas sus revistas “lo fundamental siempre fue dedicar un veinte por ciento a las fotografías de desnudos y otras ‘frivolidades’, destinando el ochenta restante a la cultura, mediante grandes textos de grandes autores de literatura y política -sin omitir a los mejores caricaturistas trabajando tales temas-. Las entrevistas, siempre orientadas e intencionadas a la inteligencia. Los lectores, luego de masturbarse psicológicamente, no tenían opción otra que leer”.

En una época signada por la opacidad, la falta de libertad de prensa y la censura, Fortson tuvo en las revistas que dirigió, colaboradores verdaderamente envidiables: José Revueltas, Luis Buñuel, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Mario Vargas Llosa, Herbert Marcuse, Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco, Simone de Beauvoir, D.H. Lawrence, Henry Miller, Gabriel Figueroa y Mario Puzo entre muchísimos otros, y los cartonistas Naranjo, Rius y Helioflores, desde siempre implacables para editorializar en un cartón el momento político. Afirma Fortson que “incomodaba demasiado la crítica política y resultó aparentemente fácil etiquetarlas de pornográficas”. El periodista asegura que Eros, Caballero y Él serían hoy revistas para niños, lo cual tampoco se puede garantizar, pues hoy como entonces, podríamos ver que la crítica política sigue incomodando y que el veinte por ciento dedicado a las imágenes eróticas sería definitivamente intolerable para algunos personajes de la política actual.

El conservadurismo y la censura parecían ser el combustible que atizaba al periodismo cultural que hacía crecer Fortson. Algunos actos podrían ser casi heroicos aunque resultaban extraordinariamente temerarios como iniciativas empresariales. En 1973, James Fortson viajó a París expresamente para entrevistar a Carlos Fuentes, lo que resultó en un libro titulado Perspectivas mexicanas desde París: Un diálogo con Carlos Fuentes, con prólogo escrito por Gustavo Sainz; el libro —me cuenta Fortson— se regaló con el ejemplar de Navidad de la revista Él, que tuvo un tiraje de 120 mil ejemplares, hazaña que hoy difícilmente cumplirían muchas de las publicaciones en circulación. El costo financiero de aquella osadía fue muy alto, pero tuvo como recompensa el enriquecimiento en prestigio de la revista como publicación cultural.

Fortson, colaborador de diarios y revistas, director de publicaciones que hicieron historia en el periodismo cultural y político, productor de televisión durante 17 años —de la que salió en condiciones todavía no aclarada—- y cinco veces Premio Nacional de Periodismo merece, no el recuerdo o el homenaje efímero sino un reconocimiento de que hizo escuela, de que su ejemplo debe ser rescatado del olvido para animar las aspiraciones profesionales de los miles de jóvenes que desean hacerse un sitio en el mundo de la comunicación, aunque a decir verdad, tampoco le vendría mal el ejemplo de Fortson a muchos veteranos de esta profesión que no gusta mucho de la autocrítica.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Él, Caballero, Fortson» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 116, México, mayo. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta: 22 de mayo de 2009.

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