¡Horror, llegaron los comunistas!
Comunicación disidente
Después de largas y atropelladas conversaciones, antes de la medianoche, por aquello del cierre, seis individuos se trasladaban a un restaurante alemán ubicado frente a los Viveros de Coyoacán para degustar salchichas, papas fritas, queso, ocasionalmente jamón y salami, y tomar –eso sí desesperadamente– cerveza, tequila y ron.
Jorge Meléndez Preciado
E l grupo estaba conformado por Gerardo de la Torre, Juan Manuel Torres –ligador en serio–, Mario Casillas, Sergio Olhovich, Jorge Fons –el menos frecuente–, Xavier Robles, Juan Jiménez Patiño y este refugiado. Había otros como el diseñador gráfico Juan Manuel López, profesor de la UAM, pero los mencionados primero resultaron más activos.
¿Qué tramaban esos raros, conocidos y hasta respetados, en algunos casos, sujetos. Ni más ni menos que la serie televisiva del Partido Comunista Mexicano (PCM), la cual se transmitía a las 21:45 horas en el hoy llamado Canal de las Estrellas, justamente antes de que empezara el noticiario oficial, 24 Horas, de Jacobo Zabludovsky. Ello fue hace 30 años.
Cuando se obtuvo el registro de la agrupación que ostentaba la hoz y el martillo como símbolo, nos dimos a la tarea de buscar quiénes podrían hacer una emisión fílmica decorosa. Como en televisión no existían contactos o amigos, decidimos recurrir a los cineastas, quienes tenían relación con la izquierda.
Juan Manuel Torres había estudiado en Polonia y Sergio Olhovich en la URSS. Fons era conocido por sus cortos acerca de Vietnam. Mario Casillas y Xavier Robles fueron la revelación de Gerardo de la Torre, quien había reingresado al PCM. Con Juan Jiménez me unía una amistad y camaradería desde la Preparatoria 7 de la Viga. A Gerardo lo había frecuentado desde mediados de los años sesenta en el “Salón Palacio”, donde nos encontrábamos luego de cobrar los sábados en El Nacional, pues colaborábamos en el suplemento de Juan Rejano –comunista español–: Revista Mexicana de Cultura. Después de recibir los buenos pesos, bajábamos a la cantina y a la tertulia con varios. Ahí nació lo que moteja De la Torre: el grupo “Honor, cultura, trago y prejuicio”.
Como la botana era pésima en “Salón Palacio”, nos trasladamos al “Golfo de México” (Soto y Avenida Hidalgo), en el cual Genaro y el Mayolo eran generosos, más atentos y hasta nos fiaban a varios. Antes hacíamos escala en “Libros Escogidos”, del jefe Polo Duarte, quien rara vez aceptaba echarse una helodia con el grupo.
Pero algunos caíamos de vez en cuando en “El Horreo”, sitio espléndido de comida española, hoy en franca decadencia. Al lugar acostumbraban ir algunos miembros de Nuevo Cine, sobre todo Emilio García Riera y Fernando Gou, de vez en cuando José de la Colina y, como golondrina, Tomás Pérez Turrent. Los cuatro hicieron Tiempo de cine en Canal 11, momento que en esa televisora había determinación. Dichos personajes atraían a cineastas. Yo escribía “Pantalla Grande” en Ovaciones. La relación posibilitó que después se facilitaran los encuentros con los realizadores de aquellos programas televisivos atribuidos a “los rojos”.
Cuando salió la emisión inicial al aire, fue impresionante escuchar la Internacional, ver a un obrero que forjaba una hoz con un martillo en un yunque –símbolo actualmente de la derecha recalcitrante– y cómo se embonaban, luego de un rápido corte.
El grupo trabajó muchas horas en diseños, propuestas, iniciativas, alianzas, proyectos. Incluso se formó una célula de cineastas, algo realmente importante. La misma funcionó durante algún tiempo, hasta que a cierto encuentro llegó comisionado por la dirección nacional, Pablo Gómez. El brillante orador y buen crítico del sistema, quiso darles lecciones de cine a los realizadores. Al final, la protesta no se hizo esperar y jamás tuvimos otra presencia de algún “dirigente político”.
La declinación del grupo también se dio porque Gilberto Rincón Gallardo aceptó que la serie no pasara en horario triple A y en Canal 2, sino que se ubicara donde fuera y en varias estaciones.
El querer dar lecciones sin sentido y no tomar en cuenta las opiniones de quienes en realidad hacen el trabajo creativo, dio al traste con la posibilidad de que el PCM fuera adelante en la relación con los cineastas, guionistas y demás hombres de cine. En alguna ocasión, para seguir las libaciones, Juan Manuel Torres nos llevó con su amigo polaco, llamado Tadeus, quien tenía un restaurante en México. Tocamos a la puerta del lugar porque ya estaba cerrado, pero el señor nos abrió e invitó una larga sucesión de vodkas.
Después supe que el sitio se ubicaba en las calles de Nueva York y, más adelante, leí que fue el seleccionado por el Papa Juan Pablo II para que le elaboraran la comida en sus visitas a México. Sí, se trata del Mazurka, que incluso llegó a tener una sucursal en San Ángel. En ambos departí con amigos varios y luego del fallecimiento del autor de Didascalias, siempre evocamos su memoria.